Pizarro suelta a los perros o la democracia en colombia

Foto: Gert Steenssens

En colombia, país de mierda[1], el conquistador Francisco Pizarro ha soltado los perros[2]. Los perros, bajo la mirada complacida de los conquistadores, devora indios: con los reyes católicos y cristóbal colón se instauraba, de una vez y para siempre, el orden del terror. Es la “civilización” que, en nombre del “progreso”, “la cultura” y la religión católica nos ve como salvajes, ignorantes, inmundos, feos, peligrosos (en esos tiempos nos trataron de infieles y de herejes… ahora, de terroristas). De esta manera el orden del terror narra su propio mundo eliminando, aniquilando, destruyendo todo lo que le es diferente.

Theodor de Bry (1528-1598), “Pizarro suelta los perros”

En colombia, país de mierda, la “civilización” es la sed de riqueza, y la sed de riqueza no es otra cosa que la sed de sangre… hasta los días de hoy. Ayer, con los conquistadores; hoy, con las transnacionales, los estados corporativos, la USAID, la OEA, la CIA, los cañeros, los terratenientes, las mafias narcotraficantes y sus senadores de la república, sus ejércitos, Monsanto y su glifosato, las cadenas productivas, los planes de desarrollo, los “asesores israelíes”, la “ayuda” militar norteamericana, las petroleras, la chiquita Brand. La sed de riqueza es la sed de sangre; así escriben la historia de la civilización con la edición oficial y no oficial de sus ejércitos: los chulavitas, los pájaros, la policía, el SIC, el DAS, la falange, los paramilitares (los paramilitares son la cara oculta y visible de la ley). La sed de sangre coloca al país de mierda en primer lugar en el mundo en población desplazada, supera a las dictaduras del cono sur juntas en seres humanos desaparecidos (durante 12 días de paro han desaparecido a más de 300 personas), es uno de los países más desiguales en el mundo, con mayor concentración de la tierra… Los perros del hambre, los perros del desempleo, los perros de las enfermedades, del miedo, de la injusticia, los perros de la arrogancia de los criminales del sistema mundo capitalista.

En colombia, país de mierda, se encuentra la Casa de Nariño (Uribe, Santos, Turbay Ayala, López Michelsen, el basilisco…), y todos aquellos a quienes el humorista Jaime Garzón hubiera llamado “los más hijueputas” de la sociedad; ellos gobiernan desde el lugar en el que quedaba la casa de Antonio Nariño, el conocido en la historia oficial como “el precursor de la independencia”. Avanzando la conquista, las minas, las encomiendas, los esclavos, la inquisición (el orden de la fe = la versión sagrada del orden del terror). Un poco más, y la “pacificación” de los insurrectos comuneros derrotados por la corona española (1781), derrota apuntalada en la cobardía de las élites criollas[3] que cuenta, entre uno de sus exponentes, a Antonio Nariño, quien marchó con las milicias en Santa Fe de Bogotá en contra de los insurrectos comuneros: a un país de mierda, una historia de mierda. ¿Por qué? El capitalismo acumula riqueza matando. En el nombre de dios y en el nombre de la ley produce terrorismo para acumular riqueza. A José Antonio Galán (insurrecto comunero), lo descuartizaron y exhibieron los pedazos de su cuerpo en diferentes ciudades (en el nombre de dios y de la ley): la letra con sangre entra: el terrorismo es ejemplarizante. Sobre los cuerpos torturados, sobre las mujeres violadas (como en el paro en Cali), vino Fray Joaquín de Finestrad (comisionado de “paz”, diríamos hoy), a pacificar a los pueblos rebeldes. Entonces escribió (el viejo oficio de envilecer las palabras), El Vasallo instruido en el estado del Nuevo Reino de Granada y en sus respectivas obligaciones, a finales del siglo XVIII. Es la fabricación de un “sujeto político”, como ha sucedido en todas las mesas de negociación, con todas las amnistías y acuerdos de paz que en toda la historia de este país de mierda se han firmado. Un sujeto político dócil, sumiso, dispuesto a la servidumbre voluntaria (tal como lo señaló Etienne de la Boetie). Decíamos en el paro de noviembre de 1999, y lo decimos hoy, que en un país de mierda “la miseria es buena, siempre que se mantenga aislada, dentro del orden y en silencio”. Desde la casa de Nariño, Pizarro ha soltado a los perros, sus milicias paramilitares en contra de los insurrectos comuneros: es el orden del terror que acumula riqueza, y sigue descuartizando como lo hicieron con José Antonio Galán, como lo han hecho en las casas de pique en Buenaventura, como lo han hecho los paramilitares del sistema mundo capitalista en el país de mierda de Uribe Vélez, de Santos (¡premio Nobel de paz!), de Duque… de Rito Alejo del Río, de las Águilas Negras, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial. En colombia, país de mierda, se encuentra la casa de Nariño; desde la casa de Nariño continúan marchando para derrotar a los comuneros insurrectos y destrozar sus cuerpos… como continúa sucediendo…

En colombia, país de mierda, el genocidio se transmite en directo. Es la expresión más llana de la ley: las leyes del capital son el decreto de excepción en contra de la vida de los pueblos. El lenguaje es cínico, siniestro. En el nombre de dios y de la ley se hace terrorismo. La sed de riqueza es la sed de sangre para expoliar a los pueblos. La vida liberada de los pueblos ha declarado el estado de excepción a las leyes del capital. Recordando a Walter Benjamin, debemos suspender la vigencia de la ley.

Humberto Cárdenas Motta
11 de mayo de 2021


[1] César Augusto Londoño (1999). Expresión emitida en directo por televisión luego del asesinato del periodista y humorista Jaime Garzón a manos del estado corporativo fascista en colombia (con minúscula).

[2] Ver el grabado que lleva el título Pizarro suelta a los perros. Cristóbal Colón los utilizó como arma de guerra contra nuestros pueblos a partir de 1494, así como Juan Ponce de León en Puerto Rico, Hernán Cortés, Jiménez de Quezada en lo que fue la Nueva Granada, Hernando de Soto, y un sangriento etcétera.

[3] Así lo cuenta Antonio García Nossa en su libro Los comuneros, 1781 – 1981. Después, Antonio Nariño fue declarado prócer de la independencia.

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