Quemaron vivo al Tata Mingo Choc Ché…y nosotrxs ¿de qué lado estamos?

No fueron ellos-allá

Es doloroso, terrible ver y escuchar a Lolita Chávez, líder Maya K´iche, denunciando un crimen atroz. El Abuelo Domingo Choc Che, Ajilonel, Maestro herbalista, científico Maya Q’eqchi’, quien «(t)ambién era Ajq’ij, Guía Espiritual Maya, comprometido con preservar y transmitir el conocimiento ancestral sobre la protección de Madre Naturaleza y su medicina, a las nuevas generaciones y al mundo,» fue quemado vivo por una turba de cristianos indígenas Q’eqchi’ cerca de San Luis Petén, Guatemala.

Comuneros indígenas del poblado de Chimay asumieron que hacían justicia al quemar vivo a un «brujo», al eliminar una amenaza, al limpiar un mal, un sucio. Actuaron desde su fe Cristiana y ejerciendo su autonomía como indígenas contra un mayor y sabio indígena. Cristianismo y crimen atroz con complicidades evidentes y pendientes de esclarecer no sólo en el ámbito local sino hasta el más alto nivel del poder. Cristianismo con antecedentes atroces y sangrientos no sólo bajo la dictadura del genocida Ríos Montt y sus cómplices, sino, como bien lo ilustrara el sacerdote y antropólogo Ricardo Falla, con la estrategia exitosa de penetrar mentes y almas de pueblos indígenas y reclutarlos para la división, la sumisión y la masacre con la religión, durante la peor de las guerras recientes de este continente. Estrategia sistemática y global en el propósito de la ideología de muerte del ideologizado y racista «Choque de Civilizaciones» de Samuel Huntington, filósofo del odio como lo fuera Heidegger, que impulsa la guerra total contra los inferiores, contra quienes sobran y son la fuente de todo mal y llega hasta el cuerpo del Tata Mingo en Chimay, así como en tantas comunidades y pueblos indígenas y no indígenas del continente y del mundo. Es uno más de los «Pequeños genocidios en la crisis cíclica del capital…» como lo señalara acertadamente Héctor Mondragón. El mismo «choque» que a nombre del Islam fomenta en el Medio Oriente y específicamente contra el pueblo kurdo la guerra, el genocidio, el patriarcado y las masacres. Es la misma guerra y sirve al mismo propósito.

Estos los hechos escuetos. La verdad aterradora y atroz. Pero más allá de esa acción perversa y de la convicción que justificó la ira y el acto en los asesinos, las palabras de Lolita Chávez, Mónica Berger y Fernando Barillas (que acá compartimos), además de acercarnos a la hermosa, única, invaluable y brutalmente truncada vida del «Tata Mingo», dedicada a sanar, rescatar saberes y ejercer sabiamente y desde el ejemplo y la práctica el vivir tejiéndonos a la Madre Tierra, debería aterrarnos no frente a un hecho aislado, entre indios cristianos y un Mayor de su mismo pueblo en una región remota de Guatemala, sino justamente porque no se trata de «ellos allá», sino de todas y todos, de una humanidad podrida y pudriéndose hace siglos y capaz de desatar horrores sin nombre.

Eso declaramos acá. Nuestro terror frente a nosotras y nosotros mismos. Una repugnancia que nos impida -como lo impone ordinariamente la historia de crímenes, explotación y desprecio recurrentes- seguir perpetuando la historia de la humanidad, la nuestra, la que aceptamos y reproducimos. Tendríamos que reconocernos con vergüenza profunda, sí, con repugnancia, ante este crimen que siendo único y terrible, lo es también porque no es sino otro más cuyo origen es el mismo. El germen de esta barbarie nos habita, es el fundamento y la esencia de la civilización, como lo es también proceder a aislarlo, a señalar a otros, a sumirlo en el pasado silenciado y en el olvido.

Tata Mingo, le conocemos sintiéndolo a través del dolor de quienes lo conocieron y compartieron su saber y su vida. Lo estamos reconociendo en la aterradora ley del odio que somos capaces de alimentar, de ejercer y sobre todo de negar. No sólo discriminaron quienes lo asesinaron quemándolo para purificar desde creencias asesinas. Discriminamos nosotras y nosotros al señalar este acto perverso como una muestra de la barbarie entre indios allá. Así como señalamos a los policías que matan en Jalisco a Giovanny Méndez por no usar tapabocas o a George Floyd por negro o a Anderson Arboleda por negro, por pobre y por vivir en Puerto Tejada….

Asumimos que discriminar no es tan grave como ser racistas y con ello hacemos referencia a lo cotidiano, lo normal, lo que no tiene importancia. Pasa así de largo y sin reconocerse un hecho: el racismo es apenas una de las expresiones de la discriminación constante, cotidiana, establecida y dominante. Discriminamos y actuamos, por acción u omisión en consecuencia. Tal es la esencia del orden social que habitamos. El orden de las transacciones, de las complicidades, de los silencios encubridores, de las discriminaciones compartidas y aceptadas de las que surge el orden social establecido, los estados y las segregaciones, así como tantas otras características de lo que aceptamos sin crítica señalando que «así es la vida«.

No es lo mismo, claro, que unos cristianos asesinen como en la sagrada inquisición, como en el genocidio Nazi, como el Pol Pot en Camboya, como todas las guerras imperiales, como las masacres en curso y en ciernes…(etc. interminable), al Tata Mingo por brujo; no es igual a nuestras discriminaciones cotidianas y permanentes. No es lo mismo, de acuerdo, pero es igual. También es peor, porque es la fuente de los peores horrores y porque lo encubrimos. La diferencia es la distancia entre la convicción ignorante y reforzada y el actuar en consecuencia con el respaldo del poder.

América, África, el mundo entero es justamente producto de ese discriminar a partir del cual se actúa. Racializar es el verbo, el camino que va del discriminar por el color de la piel al actuar más o menos atroz. Ni siquiera tenemos un verbo que nombre las acciones que hacen pasar del discriminar (que incluye como una de sus expresiones al racializar) al actuar en consecuencia. No lo tenemos, porque la historia del patriarcado, del racismo, del capitalismo, del colonialismo, en fin LA HISTORIA, NUESTRA HISTORIA, es exactamente la vergonzosa historia de ese verbo, de ese hacer, de esto que somos, vivimos, habitamos. No podrían existir, por ejemplo, clases sociales sin ese camino de la discriminación al acto (poder, políticas, leyes, instituciones, creencias, organizaciones, actividades, sentimientos, burlas, desprecios…). No podría existir nada de lo que aceptamos y reproducimos. De lo que somos. Porque siempre es más fácil ponernos del lado de la víctima, del Tata Mingo en este caso, que del de los hermanos y hermanas cristianos que para hacer un bien lo quemaron vivo.

Pero ¿qué nos da el derecho y la autoridad de ponernos de ese lado en este mundo, a esta hora y a partir de esta historia? Nos ponemos del lado de los buenos, porque somos superiores, mejores y discriminamos. Porque hoy, de nuevo, habitamos un planeta y somos parte de una humanidad que está ya lista, preparada, para exterminar a quienes sobran al servicio de la codicia y del poder de unos pocos. Al servicio del bien incuestionable. Del fanatismo que surge espontáneamente al sabernos justos. El genocidio y las peores atrocidades, como bien lo documentó Hannah Arendt, no lo ejecutan seres anormales y excepcionales sino, precisamente la gente más normal actuando para proteger su seguridad, sus derechos y sus creencias, lo que les lleva a seguir mandatos y ordenes. Discriminados abiertamente al asumirnos -moralistas-, del lado del bien, de los buenos, de los justos, en un mundo en el que encubrirnos es el orden y en el que encubrir el orden es la orden, es el mundo y nos da beneficios y privilegios. Nos da derechos.

Nos desterraron de la Madre Tierra y así nos hicieron cómplices del pecado original, del más atroz y original de los crímenes: el ecocidio, la destrucción de la vida. A partir de ese pecado, al servicio del dominio por el poder y para la ganancia, la humanidad y quienes la someten para alimentar su codicia insaciable y concentrar riquezas, nos distanciaron de la Ley primordial e inviolable: La Tierra, la Vida de la Tierra, es un tejido de territorios, que son sus órganos vitales y de los que las comunidades humanas somos una parte con el mandato de mantener y alimentar en movimiento permanente el equilibrio y la armonía. Tenemos que vivir como parte de territorios para defender y tejer con la Madre Tierra la vida. Si no lo hacemos, nos destruimos y destruimos la vida toda. Obedecer y ejercer ese mandato es, justamente, es lo que, a pesar de todo, seguía haciendo y sabiendo el Tata Mingo. Eso que resulta imposible y absurdo para el orden cuya función es desatar y explotar los tejidos de vida. Eso, seguir siendo hijos e hijas de la Madre Tierra. Explotar ese tejido de territorios, discriminarla, explotarla y despreciar a quienes conservan la sabiduría de la semilla y del arraigo es el origen de la historia, es decir, de ese racializar extensivo a todo al servicio de las ganancias y del poder. Eso es a lo que el Tata Mingo aportó y por eso, seguramente sin la capacidad de entenderlo y respetarlo (aunque hay quienes mandan y entienden), despreciándolo a partir de una religión, de un libro, de un temor manipulado, de una mentalidad nuestra establecida, lo quemaron vivo.

Lo quemamos vivo.

Discriminar y actuar en consecuencia es el dispositivo esencial del destierro que nos convierte en enemigos de la vida y asesinos de sabios. Como el Tata Mingo hay que volver a la tierra, pero así como él en vida, saber y práctica y no como contra él y la Madre Tierra, quemados por la historia que nos contagia y enferma. ¡Así No! ¡No Más! Pueblos en Camino

Lolita Chávez, líder maya K´iche´ y defensora del territorio desde el exilio con gran dolor denuncia el asesinato de Domingo Choc Che, miembro del consejo de Guías espirituales con sede en Poptún, Petén. Este crimen no puede quedar en la impunidad. #Violencias 🧡🌹🍁

Posted by Prensa Comunitaria on Monday, June 8, 2020

«Quemaron al brujo» –
El Asesinato de un Científico Maya

Conocí al Abuelo Domingo Choc Che en una reunión de la Asociación de Concejos de Guías Espirituales Releb’aal Saq’e’ (ACGERS), con quienes trabajo desde el 2010. El Abuelo Domingo, Tata Mingo, vivía en la aldea Chimay, cerca de San Luis Petén. Era un gran Ajilonel, un maestro herbalista, un científico Maya experto en medicina natural. También era Ajq’ij, Guía Espiritual Maya, comprometido con preservar y transmitir el conocimiento ancestral sobre la protección de Madre Naturaleza y su medicina, a las nuevas generaciones y al mundo. El Abuelo Domingo, junto a otros sabios Abuelos y Abuelas Q’eqchi’, trabajó incansablemente para sacar a la luz el valor de la sabiduría Maya. Por ello era parte de un equipo transdisciplinario de científicos mayas, guatemaltecos y europeos que trabajábamos juntos en dos grandes proyectos de investigación y desarrollo con la Universidad de Zurich en Suiza, el University College London, en Inglaterra, y la Universidad del Valle de Guatemala. Hace tan solo unos meses el Abuelo Domingo caminaba por el bosque aledaño a su comunidad con nuestro equipo de la Unidad de Antropología Médica, en un viaje etnobotánico para identificar especies de plantas medicinales. Él explicaba a dos jóvenes estudiantes cómo hacer las invocaciones para pedir permiso a la esencia de la planta antes de cortarla, incluía todo el aspecto de la sabiduría y la ciencia Maya ancestral sobre su uso, cómo prepararla, almacenarla, aplicarla. Estábamos trabajando un inventario de especies medicinales para poder documentar y proteger el conocimiento Q’eqchi’ de forma que quedara evidencia que todo esto es conocimiento indígena. El Abuelo estaba ayudando a escribir un libro en el que quedaría la evidencia de la ciencia herbal maya Q’eqchi’, como un mecanismo de documentar la propiedad intelectual de su Pueblo. Él era parte de un esfuerzo de años por crear el Popol Jay de Poptún, la Gran Casa del Concejo, la cual incluía la implementación de un jardín botánico para preservar las especies medicinales que están amenazadas por la destrucción de Petén. El Abuelo Domingo trabajaba con otros grandes médicos tradicionales de ACGERS para identificar los hábitats de estas especies y poder recrearlos en este jardín. Soñaba con poder tener resguardadas las plantas, las semillas, porque cada vez es más difícil encontrarlas. A medida que la selva petenera es destruida sin piedad, el Abuelo Domingo soñaba con tener este espacio donde asegurar la existencia de estas plantas, donde poder enseñarle a las nuevas generaciones de Ajilonel el uso de la medicina ancestral, donde poder transmitir la espiritualidad Maya, la Ciencia Maya, a quien tuviera el corazón abierto para recibirla.


El Abuelo Domingo es un héroe del Pueblo Q’eqchi’. EL Abuelo Domingo ha sido convertido ahora en un mártir ante el grotesco asesinato público al que fue sujeto. Repudiamos este acto cruel y lleno de prejuicio e ignorancia. Exigimos justicia en el esclarecimiento de su asesinato. Más importante aún, necesitamos visibilizar este tipo de persecución contra quienes practican la Medicina Tradicional y la Espiritualidad Maya en Guatemala, necesitamos crear consciencia y educarnos como sociedad para aprender a conocernos entre guatemaltecos, dejar de temernos, de perseguirnos.

Necesitamos entender, reconocernos, respetarnos en nuestra diversidad.
Abuelo Domingo, Tata Mingo, ha iniciado su trascendencia espiritual al no-tiempo, oramos por su alma, acompañaremos el camino espiritual que debe seguirse para que sea uno con la Luz Divina. Su ejemplo de vida nos guiará en el camino que hay que abrir en Guatemala, porque es tiempo de reescribir esta historia de temor y de odio hacia una de paz y respeto, de aprendizaje mutuo. Honramos su vida, Abuelo. Gracias por su valentía.

Li q’awa’ ku’ xtikib’ li xjalb’al li xwanjik sa’ li jun chik li yuam sa’ li kutaank K’at. Li xchahimal ut li xmusiq’ej moko tsachq ta, li xsachiq sa’ ruuchich’oc a’an teokq li xb’ehil naq moko ta b’aanumanq ta chik jusutaq li railal xe’ xbaanu li komon. Na koxloq’i li xyuam, sa’ komonil to k’anjelaq re xpatz’b’al naq li chaqrab’ ta t’aneeq sa’ xb’een li xe’ b’aanunk re li na’leb’ ut re naq tuqlaaq li nawon arin Guatemaal ut chixjunil ri ruchich’och.

Mónica Berger de White
Junio 7 de 2020
https://www.facebook.com/monica.berger.581/posts/10157974232885568

El racismo que mató al sanador

Es una verdad que Guatemala vive en una eterna Edad Media. Mas lo acontecido contra un prominente herborista y guía espiritual indígena, quemado vivo acusado de brujería en el norte del país muestra lo lejos que estamos de entender el amor y lo hipócrita de una sociedad que, permeada por el racismo y la indiferencia, se ufana por identificarse como cristiana.

Domingo Choc, herborista, guía espiritual y médico maya.

El fuego es un elemento sagrado en la espiritualidad maya. A través de él se canalizan las ofrendas al Ajaw, y por su medio se reciben mensajes, señales y respuestas. El fuego habla, baila e interacciona en armonía con los ajq’ij.

Y aunque en la Biblia, el libro pilar del cristianismo, Dios se manifiesta ante Moisés por medio de la zarza ardiente como símbolo de su presencia, poder y eternidad, y como sabiduría a través de la llama del Espíritu Santo que desciende sobre los apóstoles en el Nuevo Testamento, el fuego también ha sido entendido como una vía para consumir lo perecedero y reparar las ofensas a lo perpetuo.

“El fuego purificador de Dios nos limpia de toda maldad, de toda apatía espiritual, de toda desidia”, dicen algunas interpretaciones actuales, muy semejantes a como se pensaba durante la Inquisición.

Bajo esa premisa Domingo Choc Chen, un maya q’eqchi’ experto en hierbas medicinales y guía espiritual con amplio reconocimiento académico en Europa y el país, fue cruelmente inmolado en San Luis, Petén, por un grupo de seguidores de alguna iglesia evangélica, que consideró sus prácticas ancestrales una amenaza a sus valores cristianos.

Como en muchas ocasiones, algunas voces han tratado de ceñir este hecho a la ignorancia; otras dicen que no tiene qué ver con racismo, porque se define como una ideología de superioridad de una raza sobre otra y que, en consecuencia, hablamos de un caso de intolerancia religiosa. Pero no es tan sencillo y banal como a veces pretenden hacer ver las cosas.

En efecto, Choc fue asesinado por miembros de su propia comunidad, personas con las que se relacionaba frecuentemente. Los responsables de este crimen seguro tienen ascendencia q’eqchi’ pero espiritualmente se definen como cristianos, marcando así una distancia con sus raíces que, por sus nuevas creencias, consideran diabólicas.

Los pensamientos racistas permean. Si alguien renuncia a sus orígenes para tratar de encajar en los condicionamientos sociales, asume una posición de superioridad frente a sus pares. Y como el cristianismo fundamentalista insiste en considerarse el dueño absoluto de la verdad, alimenta este sentimiento al descalificar y satanizar cualquier otra práctica espiritual, con lo cual crece el odio y la desconfianza contra quienes tienen otras creencias.

Esto, conocido como etnocentrismo religioso, va de la mano del racismo. Es, a fin de cuentas, el pensamiento de creerse superior por raza o por fe. Y se ha vuelto tan usual, que para que te renten un apartamento, te den un trabajo o te acepten en una relación amorosa, primero debés confesarte cristiano. De lo contrario, no hay cabida para quienes no “han recibido a Cristo como su salvador”.

No se trata solo de ignorancia, sino de fundamentalismos religiosos y racismo. Circunscribir este crimen a dicho argumento facilita hacer a un lado nuestra responsabilidad colectiva que, como sociedad, tenemos al alimentar prejuicios contra quien piensa diferente, o contra quien, en este caso, practica otra espiritualidad.

Algo que nos cuesta entender es que los dogmas de las religiones pueden convertirse en pesadas cadenas, en vez del camino para alcanzar la felicidad. La principal herramienta de dominación del cristianismo es el miedo a partir de la idea del pecado, que llena a los creyentes de culpas y remordimientos.

La afirmación de que allá arriba hay alguien todopoderoso que nos ama solo si seguimos sus leyes, pero que a la vez nos observa, juzga y condena si nos atrevemos a cuestionar sus mandatos o a pensar diferente, es en sí una contradicción. Esa concepción de Dios no es la de un padre misericordioso, sino la de un ser perverso, manipulador y dependiente emocionalmente de nuestra fidelidad, justo como actúa un esposo abusador.

Por eso, muchos creyentes están dispuestos a hacer lo que sea para ponerse del lado de su redentor y demostrar que son del rebaño. Lo cierto es que, cuando Cristo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, no se refería a las doctrinas que se construyeron en torno a él, sino a su ejemplo vivo de amor y justicia.

Lo triste es que a esa forma de entender el cristianísimo es a la que el poder hegemónico le apuesta para mantener intocables sus privilegios.

Por tal razón, el presidente Alejandro Giammattei invita a Cash Luna, a los dinosáuricos líderes empresariales y a perversos abogados contrarios a la lucha contra la corrupción e impunidad, a sentarse en la mesa para discutir posibles reformas constitucionales, sin que exista presencia de una sola autoridad indígena ni representantes de la sociedad civil.

Ojalá el cardenal Álvaro Ramazzini funja como la voz y los ojos de quienes de manera premeditada fueron dejados al margen. Entre más invisibilización, más exclusión, más odio y más racismo.

A Domingo Choc le rociaron fuego por ejercer su cultura y sus creencias. Habrá que ver si en el despacho del alcalde de San Luis no está la bandera de Israel flanqueando la del municipio. Como sea, no puede justificarse como muestra de amor y lealtad a Dios una acción tan cruel, despiadada y perversa.

El tata tenía mayor nivel intelectual, humanidad y conocimientos que cualquier iluminado que toma una Biblia y se pone a predicar en una esquina o en un mega templo, creyendo que es el enviado de Dios para redimir pecadores de las llamas del infierno.

Choc sanaba; sus asesinos, en cambio, dejaron más enferma a esta sociedad ya podrida, con su odio e intolerancia. Y nosotros, incapaces de entender el verdadero mensaje de amor de Cristo, seguimos aquí hundidos en nuestro racismo, hipocresías e indiferencia.

FERNANDO BARILLAS *
Nómada -Opinión-
https://nomada.gt/blogs/el-racismo-que-mato-al-sanador/?utm_source=nomada_ux&utm_medium=fb_min_desk&utm_campaign=minutero_desktop
8 de Junio de 2020

* Desobediente. Ex vocero de gobierno. De aquéllos a los que les decían Los Peludos. Consultor de comunicación e integrante de Antigua Al Rescate. Ha aprendido a tener paz antes que tener razón. En este espacio se representa a sí mismo, a sus perros y gatos —quizás—.

3 comentarios en «Quemaron vivo al Tata Mingo Choc Ché…y nosotrxs ¿de qué lado estamos?»

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