La dignidad de la memoria desde lo pequeño en aparente dispersión: A propósito de las mujeres Molina Theissen

Sergio Palencia refleja en voz alta su mirada y sentir a partir de la reciente sentencia respecto del caso Molina Theissen en Guatemala. Reconoce en este hecho, desde la memoria de lo pequeño, de lo negado, un hecho que no puede limitarse a la coyuntura y el marco de la cotidianidad, de la normalidad, del orden: «Si la memoria es parte de esa materialidad social parida desde el pecho, luego también es red en expansión de la posibilidad de otro mundo. Quiebra el tiempo linear o mítico de los negocios, de los programas televisivos, de los tiempos electorales y de la burocracia estatal. Por eso en el silencio se convierte en posibilidades de lo distinto, llamas vivas que sólo pueden ser heredadas al conocer ese vínculo entre las generaciones pasadas y las presentes. La vida, no la muerte, es la que nos conecta, si bien para llegar a ella hayamos muerto alguna vez.» Nos conecta, claro, cuando las y los muertos nuestros, permanecen y regresan. Se encuentran allí, en ese lugar otro común y colectivo pero siempre encubierto por la iluminación del espectáculo establecido de la historia desde el poder y los poderosos, perviven gracias a mujeres valientes que no aceptan la injusticia como norma y ley, tanto las mujeres Molina Theissen que se enfrentan al Estado Mayor de un ejército que en 1981 se arrogó el mandato de masacrar, violar, desaparecer para mantener el orden como a Alina Sanchez, Lêgerîn Çiya, quien, habiendo nacido en la Argentina, hace la vida en torno de la libertad y de la identidad de las y los negados y se teje a la lucha, a su lucha, a la de todas las mujeres y dignidades desde Rojava donde muere. Sergio Palencia refleja, no reflexiona, ya que su palabra surge desde el lugar que no es permitido ni aceptable para quienes escogen los hechos con los que imponen la luz ciega y enceguecedora de la historia para someternos a la ausencia. Por ello reconoce en mujeres que se negaron a ser aplastadas, la constelación de un mundo que persevera, persiste y que, se levanta, desde la muerte también, contra todo el poder, una y otra vez derrotándolo allí donde es imposible hacerlo. Al reconocer estos momentos, uno de ellos el 23 de mayo de 2018 en Guatemala, una mujer violada, perseguida, su hermano desaparecido, su madre intransigente a fuerza de amor y firmeza, todas luchando 37 años hasta derrocar al mando militar que las hizo impotentes como a centenares de miles, a millones, más allá de Guatemala y durante siglos, transforman desde lo pequeño lo posible y a la vez demuestran una vez más como mujeres libres que: «No habrá transformación profunda en el mundo que no parta de lo pequeño, anónimo, en aparente dispersión¡Así Sí! Resistencias y caminos. Pueblos en Camino

La dignidad de la memoria:
A propósito de las mujeres Molina Theissen

¿Cuáles son los sitios de germinación (Bloch, 1998) de un nuevo momento histórico? Las mujeres de la familia Molina Theissen expresan, hoy por hoy, un fundamento profundamente humano en Guatemala y Latinoamérica. Con la sentencia de varios militares de alto rango de 1981 han alcanzado no sólo una victoria jurídica sino una realización ética insoslayable. Este escrito es una reflexión en tres momentos desde obras, personas y memorias profundamente unidas a las fuerzas congregadas por este grupo de mujeres guatemaltecas.

  1. El corazón

Los ojos deben estar prestos a percibir los pequeños y los grandes eventos. ¿Qué hace la diferencia entre unos y otros? Por lo general las cámaras enfocan las escenas públicas, allí donde se marca un resultado. Esto está presente en aquellas obras musicales que convocan una temporalidad intensa de liberación. Sucede así en varios momentos de la ópera Fidelio, de Beethoven. El primero brota de los mundos escondidos tras una sola frase. El carcelero y su hija ven en el joven Fidelio un pretendiente, un trabajador eficaz: el buen yerno, el amado compañero. Roco se alegra con la perspectiva de matrimonio de su hija y le pregunta a Fidelio: «¿Crees que no puedo ver adentro de tu corazón?»[1].

El tiempo se suspende y el silencio da paso a una experiencia profunda de la vida interior en lucha, del recuerdo, de la fidelidad al amado. Mientras la hija de Roco ve en Fidelio la correspondencia de la pareja, Fidelio en realidad se desdobla desde su fuero interno. Fidelio es en realidad Leonore disfrazada de hombre para acercarse al lugar donde el gobernador – figura del despotismo – tiene preso a su esposo, Florestán. Así la ópera desarrolla los motivos de los corazones ocultos y de la persistencia en los silencios, en los disfraces de la vida, alumbrando con fuerza los motivos de la fidelidad en medio del desgarramiento y la ausencia.

Leonore medita las palabras de Roco como frente a un espejo. Ante eso su corazón sabe las consecuencias de su lucha: «¡Qué grande es el peligro, que tenue el rayo de esperanza!»[2], nos dice Leonore bajo el disfraz del joven Fidelio. Los grandes momentos de resolución en la historia humana están hechos de los silencios, los desdoblamientos, los sollozos solitarios de sus gestores tanto individuales como colectivos. En ese sentido lo que propicia un momento de liberación es la conexión profunda de los pequeños y anónimos momentos de lucha convertidos en desborde, en triunfo sobre el miedo, la adversidad y el dolor.

  1. La sonrisa

A Ale la conocimos junto a Erol una tarde en Pasto, Colombia. Ambos participarían en una charla sobre la experiencia de las mujeres en la Revolución de Rojava, en Kurdistán. Sentada en una sala de hotel Ale hablaba en kurdo con Erol, se corregía algunas palabras, las sostenía. Erol la escuchaba y respondía con paciencia. Ale se llamaba Alina Sánchez, médica argentina graduada en Cuba y desde hacía varios años trabajando en ampliar la organización de la salud entre las comunas kurdas de Siria. Sus compañeras la conocían como Lêgerîn Çiya. Un día en la mañana me escribió un mensaje Isabel, amiga mutua, para contarme que Ale había muerto en un accidente al regresar de una reunión sobre temas médicos.

A todos nos llenó de profundo dolor y llevamos su fotografía como estandarte de lo que nos unía al grupo de amigos, amigas, que nos encontramos en Pasto y Valle del Cauca. Su sonrisa se convirtió en testimonio de la verdad que fue su vida, nada ni nadie nos la puede arrebatar. Semejante pasa cuando el anciano Mabeuf cae muerto sobre las barricadas en la novela de Victor Hugo, Les misérables. Los estudiantes del ABC saben que la bandera rebelde no es nada si no la hacen presente desde el recuerdo del viejo. El gran olvido del siglo XXI es, en este sentido, el de la presencia de nuestros muertos en la cotidianidad.

Ale, Alina Sánchez

Hemos aprendido a caminar las ciudades y las veredas como referencias de paso, pero no como bastiones de la utopía escondida. Tal es el terror que utilizaron las clases poderosas en Guatemala para quebrar incluso el hálito de la presencia de nuestros muertos en el día a día. Y qué falta nos hacen. Por eso el miércoles 23 de mayo fue tan potente: un grupo de cuatro mujeres derrocaron al Estado Mayor de la Defensa en 1981. Ellos, parte de quienes coordinaron las campañas sistemáticas de la Ofensiva del Ejército de Guatemala contra las áreas urbanas, la Costa Sur y el Altiplano en levantamiento.

Las mujeres Molina Theissen han resquebrado el aspecto granítico del olvido en Guatemala y, con coraje, han abierto los resquicios de una posibilidad, quizá por el momento pequeña, quizá una rajadura, pero al final un orificio por donde entra el potente haz de luz de la vida de nuestros muertos. La verdad de sentencias como esta reside sobre todo en la capacidad que tengamos para llevarla como pregunta y constancia al día a día. No habrá transformación profunda en el mundo que no parta de lo pequeño, anónimo, en aparente dispersión. Pero sus ritmos callados propician la construcción material de la esperanza, no desde afuera sino parido con sumo dolor en el pecho que espera, que habla a los ausentes, que se atreve a vivir después de tanto y de todo.

Las mujeres Molina Theissen

Ale, Alina, nuestra amiga que murió en Siria, también nos acompaña. Su hermano, Juan, escribió una hermosa carta donde habla precisamente de la importancia de lo pequeño, de lo aparentemente sin importancia, como fortaleza del cambio: «Alina era una mujer con una gran capacidad de transmitir y despertar el amor en cualquier persona. Con una gran voluntad y humildad, que le permitía accionar su ideal de construir una sociedad mejor con igual fuerza e importancia en todos los niveles: al preparar un desayuno, al tomarle la presión a una anciana, al tener una reunión con el más alto comité de un estado, al cubrir una herida, al dar un consejo. Cada conversación, cada gesto, cada acción por más grande o más pequeña que sea es una oportunidad de mejorar el mundo, que si se hace en coherencia con lo que uno siente crea armonía a toda una comunidad.» (Sánchez, 2018).

III. La fuerza de lo pequeño

Lo pequeño sólo lo es con referencia a algo mayor. No sólo es cuestión de tamaño o volumen sino de valoraciones. ¿Qué pasaría si de pronto pudiéramos ver y sentir en lo pequeño el eco, las vibraciones, la expansión de los movimientos tectónicos que luego concebiríamos como grandes? Si así fuera el mundo de lo pequeño sería de nuevo un campo donde se concentran y enfrentan las fuerzas de la vida humana en contra de los ejércitos de la acumulación, de los poderes estatales. La memoria tiene como característica curativa el hecho de relacionar lo pequeño – los vasos, los juguetes, una ventana – con una sensación, un gusto, un tacto.

Curativa es como esfuerzo de la persistencia y se llega a ella con los ojos puestos en el horizonte que aún no se ha realizado pero que desde ya empezamos a vivir. Los pueblos que experimentaron la dureza y crueldad de la guerra en el siglo XX pueden dar luces – desde su propia tradición y lengua – para reanudar los hilos generacionales. El antropólogo Heonik Kwon encontró en los ritos funerarios vietnamitas dicho vínculo: «”Los ancestros comieron mucha sal, entonces sus descendientes desean agua.” Este refrán popular sobre la sal y el agua nos habla de la naturaleza histórica de las motivaciones humanas en la imaginación vietnamita – incluyendo la idea de que los deseos insatisfechos de las generaciones pasadas son transmitidos y manifestados a los vivos»[3]. (2006: 78; cursiva propia).

Si la memoria es parte de esa materialidad social parida desde el pecho, luego también es red en expansión de la posibilidad de otro mundo. Quiebra el tiempo linear o mítico de los negocios, de los programas televisivos, de los tiempos electorales y de la burocracia estatal. Por eso en el silencio se convierte en posibilidades de lo distinto, llamas vivas que sólo pueden ser heredadas al conocer ese vínculo entre las generaciones pasadas y las presentes. La vida, no la muerte, es la que nos conecta, si bien para llegar a ella hayamos muerto alguna vez. El Estado Mayor del Ejército en 1981 – responsable de las ofensivas en la ciudad entre mayo y julio, de la movilización de tropa a Tecpán y Chupol para iniciar una de las peores campañas de masacres del continente – ha sido en parte condenado en la sentencia del 23 de mayo. Aunque los subterfugios de las cortes quieran anularlo en semejante estilo a la condena del General Ríos Montt, la resolución ha sido dictada.

En varias tradiciones espirituales y religiosas de los pueblos son las mujeres las parteras de un nuevo mundo, las que asumen el dolor inenarrable de la ausencia y, en su persistencia, son propulsoras de las fuerzas de resurrección del cosmos. En el Popol Wuj Ixkik persiste en el exilio contra los señores de Xibalbá y da a luz a los Gemelos. Ixmukané, como madre y abuela, brinda al pueblo su alimento, el maíz. En la tradición cristiana se tiende a olvidar cómo el plan salvífico divino no hubiera ocurrido sin la constancia, firmeza, esperanza y amor de las mujeres: María de Nazaret y de María de Magdala, la primera asumiendo una decisión frente a las normas sociales, la segunda firme hasta lo último al pie de la cruz.

La fortaleza de asumir en lo cotidiano, en lo silencioso, el dolor propio y de un pueblo, las hizo portadoras de los ojos que vieron la primicia de la Resurrección de los justos y los inocentes. Allí, lo que un día estuvo escondido, hoy sale a la luz y del vientre de la tierra los pueblos se levantan. Habitan allí como la sonrisa de Ale, como la inocencia de Marco Antonio. Cerca, con el pecho presto y el coraje heredado de las mujeres Molina Theissen, resplandece la luz de una nueva posibilidad en Guatemala.

Por Sergio Palencia
Nueva York
23 de mayo 2018
Pueblos en Camino

Referencias

Beethoven, Ludwig van. (1864). Fidelio. German Text, with an English translation. Boston: Oliver Ditson Company, pp. 24

Bloch, Ernst. (1998). Literary Essays. California: Stanford Univesity Press. Translated by A. Joron et al., pp. 538

Kwon, Heonik. (2006). After the Massacre. Commemoration and Consolation in Ha My and My Lai. United States, University of California Press, pp. 217

Sánchez, Juan. (2018, 23 de mayo). «Carta de Juan, hermano de Alina Sánchez. “Es inmensa la alegría de haber podido compartir mi vida con la sonrisa de Alina”», ANF News. Disponible en: https://anfespanol.com/cultura/es-inmensa-la-alegria-de-haber-podido-compartir-mi-vida-con-la-sonrisa-de-alina-3161

[1]           «Meinst du ich kann dir nicht ins Herz sehen!» (Fidelio, p. 6)

[2]           «Wie gross ist die gefahr! Wie schwach der Hoffnung» (Ibíd. p. 7)

[3]           «“Ancestors ate too much salt, so their descendants desire water.” This popular idiom about salt and water speaks of the historical nature of human motivations in the Vietnamese imagination—including the idea that the unfulfilled wishes of past generations are transmitted to and manifested through the living.» (Kwon, 2006: 78)

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