Precarización de las mujeres: el lado oscuro de la fresa michoacana

El estado de Michoacán ha figurado en las últimas décadas como productor número uno de cultivos tales como el aguacate y la fresa, sin embargo, el crecimiento y expansión territorial de estos alimentos de lujo destinados principalmente a la exportación, han generado distintos impactos ambientales -deforestación, contaminación y pérdida de agua-, y sociales -desplazamiento del pequeño campesino, acaparamiento de tierras, control de la producción por células criminales-, además de una grave precarización laboral principalmente de las mujeres.

Zamora, localizado al noreste del estado de Michoacán, ha destacado como productor de fresa al ser el número uno a nivel estatal y nacional. Tan solo en el año 2016 la superficie sembrada en dicha jurisdicción correspondía a 1,870.41 ha [1], lo cual representa una cuarta parte del total del cultivo de fresa a nivel estado. Anteriormente la agricultura en ésta municipalidad era una actividad diversificada en la que se producían alimentos como maíz, trigo, garbanzo, papa, cebolla, hortalizas, entre otros, no obstante, a mediados de los años sesentas se introdujo la fresa.

Debido a la creciente demanda de los países del norte y la inversión de capital privado estadounidense en la industria alimentaria, para el año 2000 el cultivo de fresa se convirtió en la prioridad de los productores locales. Solo aquellos que contaron con los recursos económicos suficientes para adquirir el paquete tecnológico ofertado o exigido por Estados Unidos lograron participar en la producción, fue así que los pequeños y medianos campesinos quedaron fuera de la dinámica, convirtiéndose la agroindustria fresera en una actividad de elite.

La producción fresera es un modelo económico de desigualdad y dependencia, en primer lugar porque los inversionistas de capital privado, ya sea de carácter extranjero o nacional, se ven favorecidos por el bajo precio de la renta de la tierra, el acceso ilimitado al agua, los bajos costos de construcción y del mantenimiento de las instalaciones así como la mano de obra, en segundo lugar E.U. produce, determina y comercializar la planta de fresa que será producida en la región, así como los insumos necesarios para el desarrollo agrícola –fertilizantes, maquinarias, entre otros-.

Pese a lo anterior la agroindustria fresera es considerada por los gobiernos municipales así como por la población en general como fuente de empleos y desarrollo, si bien es cierto que la producción fresera se ha convertido en la principal actividad económica del municipio y ha influido en el crecimiento de la ciudad, también es cierto que este modelo de producción genera trabajos precarios que carecen de seguridad laboral, en los cuales se emplea principalmente la mano de obra femenina.

“La naturaleza” una justificación perfecta para la explotación

A la par del crecimiento agrícola fresero en Zamora y municipios circunvecinos como Jacona, comenzaron a instaurarse empacadoras y/o procesadoras para el tratamiento de los productos cultivados en la región. Hasta el año 2016 existían un total de 92 empresas dedicas al empaque y/o procesamiento de frutas y verduras en Michoacán [2], de las cuales 52 se concentran solo en los municipios de Zamora-Jacona [3]. Debido a la centralización de infraestructura en la zona, ambas municipalidades se convierten en el principal destino de los productos cosechados en el estado.

La industria fresera en Zamora-Jacona se ha caracterizado desde su inicio por la contratación predominantemente de mano de obra femenina. Los patrones justifican la contratación mujeres aludiendo a esa supuesta capacidad “innata” para el trabajo “delicado”, demandado en el tratamiento cuidadoso de la frutilla, por otro lado, éste se asocia a las labores que las mujeres desarrollan en el hogar, se piensa que éstas son un sector no cualificado para realizar los trabajos, lo cual sin duda representa una ventaja para los jefes quienes pagan más barato la mano de obra femenina, en comparación con la masculina.

Las características acuñadas a las labores desarrolladas en la agroindustria fresera, basadas en la reproducción de los roles y estereotipos de género han hecho de ésta una industria que facilita el acceso y contratación de mano de obra femenina, constituyéndose así en una actividad económica feminizada.

Flexibilidad laboral, la trampa neoliberal

La dinámica al interior de las industrias empacadoras y procesadoras de alimentos varía de una empresa a otra. Aquellas de capital extranjero [4] ofrecen algunas garantías laborales como seguro social, jornadas de ocho horas y contrato laboral –aunque temporal-, en tanto que en las locales el trabajo es informal, no existe una jornada de trabajo definida, tampoco contrato y mucho menos acceso a la salud.

El modo de pago y contratación en la agroindustria puede ser por hora, la cual es remunerada entre $23 a $25 pesos, o por destajo, es decir por el trabajo realizado. En el caso del despate, como es nombrado por las trabajadoras a la acción de arrancar las hojas y pata de la fresa, la caja es pagada en $13 pesos. Para quienes poseen mayor experiencia en la labor, esta forma de pago resulta más redituable ya que en un día pueden despatar más de 15 cajas.

La forma de pago para las trabajadoras resulta un tanto tramposa. Las jornadas laborales son de lunes a sábado, si inicias a trabajar el lunes, esa semana se te conceden el pago de lo laborado solo durante tres días –lunes, martes y miércoles-. El sábado de la segunda semana se paga los días jueves, viernes, sábado, de la primera semana, así como lunes, martes y miércoles, de la segunda, quedando siempre tres días de rezago en el salario.

En las empresas locales no existe una jornada laboral establecida, ésta puede variar dependiendo de la cantidad de frutillas disponible, las jornadas pueden ser de ocho, diez o hasta doce horas continuas en las que las mujeres permanecen de pie sobre un banco metálico. Esta labor es aburrida y repetitiva, así como físicamente agotadora, algunas de las mujeres expresa que al inicio tenían mareos y dolores de cabeza, particularmente las que laboran en el área de bandas [5].

Las mujeres que se emplean en la agroindustria pertenecen a distintos grupos etarios y estados civiles, estos dos factores resultan relevantes debido a que marcan distinciones en cuanto a las posibilidades e intereses de las actoras sociales. En tanto que para las jóvenes, solteras y sin hijxs el trabajo representa un ingreso que les permite satisfacer necesidades y gustos, contribuyendo en menor medida al ingreso familiar, para las mujeres casadas y/o con hijxs el trabajo es una fuente de ingresos destinada principalmente a las necesidades del hogar.

Una de las características que distingue al modelo productivo de la industria fresera en Zamora-Jacona es la supuesta flexibilidad laboral. Para las empresas y los patrones el salario de las mujeres es un complemento al de sus esposos, por lo que no representa el sustento del hogar, bajo esta premisa algunas empresas otorgan a las mujeres facilidades y permisos, por ejemplo abandonar el espacio laboral para ir por lxs hijxs o incluso llevarlxs al trabajo –esto ocurre principalmente en las pequeñas empresas-, lo cual resulta atractivo y conveniente para muchas de ellas.

Ésta flexibilidad puede resultar ambivalente, ya que por un lado otorga condiciones moldeables que permiten a las jornaleras conjugar la esfera productiva y reproductora, mientras que deniega garantías laborales fundamentales, situación que favorece a las empresas al reducir costos.

Otro de los elementos a destacar es la temporalidad del empleo. El período de producción de fresa, desde su plantación hasta su cosecha, dura alrededor de seis meses en los que existe una elevada demanda de mano de obra en la región, sin embargo, cuando la producción disminuye un gran número de mujeres empleadas en las industrias son despedidas. Por ello las trabajadoras se ven obligadas a intercalar diversas estrategias económicas como desplazarse de una industria a otra en busca de empleo.

El hecho de que la demanda de mano de obra femenina corresponda solo a una temporada, implica que el resto de los meses algunas mujeres carezcan de un empleo fijo, por lo que además de rotar en las empresas deban emplearse en otras actividades como el comercio informal de alimentos y/o ropa, empleada domestica, por mencionar algunos ejemplos. Esto es lo que las teóricas feministas han denominado como “economía subterránea” o “paralela”.

Las trabajadoras que se emplean en la agroindustria bajo ninguna prestación no tienen derecho a una pensión o jubilación, por lo que aun a su avanzada edad deben seguir laborando. Tal es el caso de la encarga de limpieza de una empresa en Jacona, ésta mujer [6] de aproximadamente ochenta años trabajó toda su vida en las procesadoras de alimentos, sin embargo debido a que su productividad ha bajado, fue asignada a ésta tarea.

Jerarquía y acoso

La organización del trabajo al interior de las empacadoras y procesadoras de Zamora-Jacona corresponde a una estructura jerárquica. En cada área hay una supervisora a cargo del resto de las trabajadoras, ésta a su vez se encuentra subordinada a un superior, hombre. Este tiene mayor capacidad de acción e incidencia en la coordinación del trabajo en las empresas, funge también como el autorizado para llamar la atención a la supervisora y a su grupo de trabajadoras delegadas.

Los hombres son designados a las tareas consideradas “difíciles” como cargar o lavar cajas y botes, reparar y dar mantenimiento a la maquinaria, además estos representan una mayoría en los puestos administrativos al interior de las empacadoras y procesadoras.

El acoso de parte de los supervisores es una realidad a la que las mujeres se deben enfrentar en estos espacios laborales. Una de mis interlocutoras se desempeñaba como supervisora en una procesadora extranjera, pese a que se encontraba satisfecha con su trabajo tuvo que renunciar a este después de sufrir el hostigamiento y acoso de su superior. Pese a que denunció a este con su patrón, el acosador la amenazaba constantemente con despedirla al negarse a mantener relaciones sexuales con él.

A nivel regional no existe un sindicato independiente o institución gubernamental que brinden atención y servicios especializados a las demandas y problemáticas particulares de las trabajadoras, como por ejemplo el que puedan denunciar los abusos de poder de parte de los supervisores o el acoso de sus compañeros de trabajo.

Consideraciones finales

Considero que la expansión del cultivo de la fresa en Zamora obedece a un modelo extractivista caracterizado por la sustracción de grandes volúmenes de recursos agroalimentarios destinados a la exportación directa. El monocultivo de fresa ha generado reducidos efectos positivos, mientras que produce una serie de impactos sociales y ambientales negativos. A esto se suman las normas de inocuidad establecidas por E.U. que exigen el riego del cultivo con agua prístina, priorizando el acceso y consumo de ésta a los grandes productores sobre el abastecimiento de la población, lo cual comienza a tener efecto sobre la cantidad y calidad de agua de los cuerpos de agua de la región.

El sistema económico neoliberal marco un retroceso en los avances que las luchas de la clase trabajadora a lo largo y ancho del mundo había ganado. Por ello actualmente desconocemos y nos conformamos con las raquíticas garantías laborales que nos ofrecen las grandes empresas como es el caso de la agroindustria fresera en el valle de Zamora.

Para algunas mujeres el trabajo en la industria fresera es generoso debido a que les otorga un ingreso a su hogar, además la flexibilidad les permite estar al tanto del cuidado de sus hijxs así como abandonar el trabajo cuando tengan una oportunidad mejor. En tanto que para otras representa la última opción laboral debido a que no existe un salario fijo, tal como lo expresaba una trabajadora con quien tuve la oportunidad de platicar.

Sin duda los inversionistas privados son los principales beneficiados por la sobreoferta de mano de obra femenina y las condiciones de precariedad económica en la que vive la mayor parte de las mujeres en los municipios de Zamora y Jacona, quienes aceptan insertarse en este empleo pese a que no se les garantice seguridad laboral.    

Por: Itzayana T. L.

Notas:

[1] Fuente: Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera, 2016.

[2] Cabe señalar que en éste registro fueron descartadas las empresas destinadas al empaque del aguacate, debido a que el objetivo era conocer la infraestructura desarrollada en el estado de Michoacán respecto al procesamiento de frutillas como fresa, zarzamora, arándano, mango, entre otros productos.  

[3] Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (2016).

[4] Cabe destacar que existe opacidad respecto a la información sobre el origen y magnitud del capital invertido en las empacadoras y procesadoras de alimentos que operan en los municipios de Zamora-Jacona.

[5] El área de bandas es el lugar donde la fresa es sometida a un proceso de lavado y selección, donde se separa de las podridas, magulladas o que aún tienen lodo. Para ilustrar el proceso de la fresa, así como el discurso que manejan las empresas puede consultar el siguiente video: https://www.youtube.com/watch?v=ZAI1F_wDoAI

[6] Los nombres han sido omitidos para resguardar la seguridad de las interlocutoras.

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