Ser siendo mujeres para liberarnos con la vida
En memoria de la cacica Gaitana, Bartolina Sisa, Gregoria Apaza, Micaela Bastidas, Ana Kaona, Mama Manuela, Mama Dominga, Casilda Cundumí y muchas más que están vivas hoy aquí. Mis ancestras y mis ancestros lucharon hasta la muerte, usando toda forma de autodefensa (armada y negociada) para impedir la invasión de nuestros territorios. Sin embargo, la forma patriarcal y colonial se instauró con toda la fuerza religiosa, militar y legal para diezmarnos. Nos robó la tierra y secuestró nuestro espíritu milenario. Nos usó como mano de obra gratuita en las haciendas, nos prohibió nuestras culturas y nos sometió a sus reglas para dominarnos. Han sido siglos de dolor y rabia, pero acá seguimos luchando contra el patriarcado, el colonialismo, el capitalismo, el estado, el racismo. Desde ahí me nombro, nos nombro, les nombro. No represento a ninguna organización ni institución ni fundación ni oenegé. Hablo como mujer hija del pueblo Nasa y del pueblo Misak, parida en la Madre de los Bosques, nuestra Kauka, en un territorio que llamaron Colombia. Desde ahí, quiero nombrar unas acciones colectivas de mi pueblo Nasa y unas reflexiones desde Pueblos en Camino necesarias para defender la vida.
Nos desterraron. La forma más visible de autodefensa fue recuperar la tierra. Retomando la memoria y lucha de los antepasadxs, los pueblos se liberaron de las haciendas, mismas que habían sido construidas sobre el despojo, el desplazamiento y el sometimiento de la gente. Las armas más visibles eran la pala, la pica, el azadón y el machete. Las mayoras nos contaron que llegaban a la madrugada con herramientas de trabajo para voltear la tierra y sembrar comida. Adelante casi siempre iban ellas, mujeres con sus hijxs tejidos a la espalda, junto a los hombres a recuperar la tierra. La respuesta estatal siempre ha sido violenta, pero las comunidades organizadas, articuladas a otras luchas se defendieron juntas. El Cabildo una instancia colonial, fue apropiada y convertida en instancia organizativa para autogobernarse.
Nos colonizaron. La forma más visible de autodefensa fue recuperar la consciencia. Más allá de la iglesia y la escuela, a través de espacios autónomos de discusión y toma de decisión colectiva. Se recuperó la Minga, práctica milenaria de los pueblos, donde participa la colectividad para lograr un beneficio común sin dueños. En minga se consolidan asambleas, manifestaciones, marchas, paros, congresos y proyectos educativos propios. Además en esa época, exigir la inclusión de maestrxs indígenas en escuelas y no colonos que llegaran a civilizarnos, ya era una forma de autodefensa importante para conservar y cuidar nuestra diversidad cultural. La asamblea tal vez ha sido la forma de autodefensa más vital que hemos tenido en los territorios, porque permite informar, reflexionar, decidir y actuar entendiendo qué nos agrede y cómo debemos autodefendernos. La asamblea siempre fue reconocida como máxima autoridad porque la decisión colectiva es la que debe orientar a nuestros representantes.
Nos espectacularizaron. Frente a la propaganda que coopta también nuestra organización, la forma más visible de autodefensa fue reconocer contradicciones. Con apoyo de gente no indígena logramos fortalecer la consciencia crítica y autocrítica en los espacios de discusión y decisión. Espacios en los que hacíamos análisis del contexto local y global, de las contradicciones internas y externas y de la necesidad de accionar el pensamiento Nasa: la palabra sin acción es vacía, la acción sin palabra es ciega, la palabra y la acción por fuera del espíritu de la comunidad, son la muerte. Este caminar en los territorios acompañado de estrategias de comunicación, facilitó el análisis y discusión cotidiano que alimentaron las decisiones colectivas y coherentes. Entonces la crítica y autocrítica fue una práctica importante para transformar lo que no estaba bien en nuestras organizaciones a través de las asambleas.
Nos militarizaron. La forma más visible de autodefensa frente a los actores armados fue optar la vida y retomar la guardia indígena. Frente al horror y la muerte que regresó con el paramilitarismo a nuestros campos, la comunidad retoma el cuidado permanente del territorio. Niñxs, jóvenes y ancianos de todos los géneros se levantan con sus bastones de autoridad para garantizar la tranquilidad. Se logró recuperar secuestradxs de todos los actores armados, se logró evitar la muerte de mucha gente, se apoyó a comunidades en emergencia humanitaria. Desde nuestra Kauka, sin armas se desarmaban a los armados, marchábamos por la vida, buscábamos agendas comunes entre pueblos y abríamos espacios de análisis, discusión y decisión colectiva por todos los territorios. Por ejemplo: Consulta frente al TLC, Cumbre Itinerante de los Pueblos, Visita por el País que Queremos, Minga de Resistencia Social y Comunitaria.
Nos burocratizaron. La forma más visible de autodefensa frente a las leyes ha sido recuperar las calles para marchar. Históricamente el movimiento indígena del Kauka se ha destacado por su gran capacidad de convocatoria y masivas marchas contra los gobiernos. Esto ha permitido tumbar leyes, decretos, tratados… es decir, defenderse de lo que va contra la vida de los pueblos. Desafortunadamente la rebeldía también se captura: después de cada marcha viene la agresión, luego se instala la mesa de negociación que dilata el tiempo y captura el espíritu de revolución. Así que la mayoría de representantes, nos vamos convirtiendo en castas bien formadas, privilegiadas y burocratizadas que evitamos la crítica y la autocrítica. Nos convierten en expertxs en propaganda para negociar con gobiernos y empresarios, pero somos incapaces de juntarnos y tejernos más allá de las coyunturas con los pueblos iguales a nosotrxs.
En suma, nuestros pueblos han usado muchas formas de autodefensa dependiendo del contexto, más allá y más acá de las armas. Actualmente el instrumento más visible de autodefensa es el bastón de autoridad para cuidar y administrar el territorio. Pero también están aunque minimizados: los diversicultivos orgánicos que resisten a los monocultivos transgénicos; los espacios de formación autónoma que resisten la inclusión institucional; la sabiduría de las plantas que resiste la mercantilización de la salud… y tal vez las más fuerte y menos visible, es la fuerza espiritual de la Madre Tierra que busca liberarse con nosotrxs.
Nuestra lucha está mal herida. Además de la burocratización de las luchas más visibles, también van capturando y cooptando las luchas más territoriales que sostienen al movimiento indígena. Por ejemplo: la lucha genuina de las mujeres está mediada por las instituciones que las financian y el machismo; la lucha cotidiana de la guardia indígena está amenazada por todos los actores armados que cuidan la producción y las rutas del narcotráfico; la rebeldía de la juventud está siendo cooptada por la mafiosidad narcoparamilitar; la lucha de lxs agricultores está cercada por las leyes que protegen los transgénicos…En este contexto, en el que nos están erosionando toda forma de autodefensa comunitaria, es más difícil y más urgente la autoorganización, el autocuidado, la autogestión. Dolorosamente, la guerra se perpetúo a nombre de la paz y nos enfrentamos a la mafiosidad de un narcoestadoparamilitar que controla casi todo. Hoy vivimos uno de los peores momentos. Todavía lloramos a Cristina Bautista, Sandra Liliana Peña, Beatríz Cano, Argenis Yatacué, junto a más de mil líderes y líderesas sociales asesinadas después del acuerdo de paz. Mientras están matando a quienes se oponen a la mercantilización de la tierra, el agua, la vida; nos siguen burocratizando, incluyendo y asimilando para legitimar al mayor victimario: el estado.
Lo que nos desafía. Con o sin gobierno del pueblo, en los territorios nos siguen masacrando y el extractivismo sigue avanzando: en territorio mapuche la militarización y encarcelamiento no da tregua ; en territorio zapatista el paramilitarismo avanza cercando la autonomía; en lo que llaman Nicaragua y Venezuela siguen violando la libertad de expresión y judicializando. “El Estado opresor como macho violador” nos seguirá ilusionando, conquistando, engañando, violentando, matando, robando… siempre y cuando sigamos creyendo que es la única forma existente. Como decía Berta Cáceres, “despertemos humanidad, es demasiado tarde”, tenemos que escudriñar en la memoria milenaria para encontrar fundamentos y prácticas individuales y colectivas que nos garanticen vida plena, tenemos que reconocer aquí y ahora los horizontes emancipatorios y las prácticas autogestivas, autoorganizadas y autocuidadas para vivir con dignidad.
Paradójicamente, a veces nos queda más fácil denunciar al patriarcado pero nos anidamos en el estado y desde la casa capital administramos el despojo de nuestros pueblos. A veces nos queda más fácil denunciar al estado pero sometemos a las mujeres y a la tierra. A veces nos queda más fácil denunciar al patriarcado y al estado pero ejercemos poder en la asamblea, en huelga, en la cama, en la casa, en la calle. Toda forma de autodefensa es necesaria y urgente aquí y ahora, individual y colectiva, en todas partes y en todos los ámbitos. Denunciar los poderes que nos oprimen es tan necesario como vernos en un espejo y en los ojos de nuestras compañeras para reconocer cuando también a nombre de la libertad ejercemos el poder que denunciamos. Deshabitar el macho, el autoritario, el ególatra, el caudillo que nos habita, también es parte de la lucha cotidiana.
Lo que necesitamos. Para luchar necesitamos reconocer todos los poderes de dominación que nos habitan; para defendernos necesitamos reconocer que nos están violentando; para liberarnos necesitamos reconocer las cadenas que nos compran, capturan, engañan. En ese camino, todas las formas de autodefensa para gestar la vida, la organización y el cuidado son vitales dada la guerra contra la Madre Tierra y sus pueblos. Las venas de la tierra y sus hijxs siguen sangrando y seguirán así hasta que logremos consolidar formas de autodefensa que nos garanticen una relación distinta con la vida misma.Tenemos que reconocerel Proyecto de muerte, el enemigo común y la estructura dominante: el modelo de despojo patriarcal, colonial, capitalista, racista que nos conquista; la legislación estatal violenta que nos domina; el terror y la guerra como estrategia de despojo. Más allá de mendigar la vivienda, la salud, la educación permitidas, tenemos que exigirle al estado que nos devuelva lo que nos robó. Tenemos que tejernos entre pueblos y procesos para lograr nuestra libertad y la de la Madre Tierra. Tenemos que ser siendo territorios, porque si destruyen la naturaleza nos destruyen con ella y si cuidamos la naturaleza nos protegemos con ella. Tenemos que sanar sanándonos entre nosotrxs y con la Madre Tierra, entonces necesitamos reconocer que estamos enfermos para curarnos colectivamente. Tenemos que tejer tejiéndonos entre pueblos más allá del estado. Solxs nos podemos y nos necesitamos mutualmente para lograr la libertad y en ese camino las mujeres somos prioridad. Liberarnos del patriarcado es lo esencial, para irnos liberando de todas las amarras. Como dicen ustedes, si las mujeres se liberan, se libera la humanidad. Entonces si nos liberamos, se libera la humanidad y también liberamos a la Madre Tierra.
Jin Jiyan Azadî /Mujer, vida y libertad
Vilma Rocío Almendra Quiguanás
Berlín, noviembre 4 de 2022, Pueblos en Camino.