«El tigre nicaragüense»…y que no se nos vuelva a olvidar Nicaragua
Si hay un pueblo con valor y fuerza, incontenible, hermoso. Si hay un pueblo que ha vivido únicamente cuando se desata y en su rabia enamorada clama libertad cueste lo que cueste, ese es el pueblo de Nicaragua. Se nos olvida, porque el olvido es el destino que la historia del capitalismo, de lo «moderno» que se impone sobre la libertad y la valentía, sobre la pasión y la irreverencia. Se nos olvida Sandino sacando a riata a los gringos. Se nos olvida la dinastía Somoza, la Guardia Nacional, el servilismo a los gringos invadiendo una y otra vez y una y otra vez, desatado el bello pueblo enardecido, la mirada brillante, negra y fija en el horizonte, la piel oscura y libres los vergazos y gritos al calor de la libertad sonriendo y ganando. Se nos olvida la solidaridad que convocó el triunfo de la revolución por parte del mundo entero y la certeza de un futuro digno y colectivo que se anunciaba. Se nos olvida sobre todo porque una y otra vez, quienes lucharon, hombres, ancianos, niños y sobre todo mujeres, sí, mujeres, porque en ese país de machos, son las mujeres amamantando y guerreando, son quienes han reiterado lo que se nos olvida, porque el olvido se debe a traiciones y sin salidas. Se debe a que allí unos eran los siervos de los gringos, el dictador, su dinastía, los terratenientes, las familias prestantes y lo demás, pueblo revolucionario gritando y haciéndose «Patria o Muerte» y respondiendo desde selvas, costas, montañas y corazones: «¡VENCEREMOS!». Pero hasta ese grito se hizo partido político, alianza para el poder, negociados, corrupción, manoseo, despojo, megaproyectos, abuso. Todo a nombre de ese pueblo caliente y libertario. Pero, como nos lo relata hoy mismo José Luis Rocha, historiador, luchador, desde Managua, el tigre, ese pueblo, se ha desatado incontenible. Ahora mismo está desatado contra el opresor Ortega y los oportunistas de la derecha de siempre. ¿Volverán a sujetarlo unos y otros a sangre y fuego o con mentiras? ¿Seguirá incontenible el estallido hasta la libertad? Lo que no se sabe, no se responde, no vale la pena, pero en cambio si podemos afirmar con José Luis y con quienes hoy hacen arder las calles desde su alma y cuerpos en llamas: Nicaragua es un tigre capaz de todo por la libertad…una vez más. ¡Patria o muerte!…¡VENCEREMOS! y que no se nos vuelva a olvidar Nicaragua.
¡Así Sí! Resistencias y Caminos. Pueblos en Camino
El tigre nicaragüense
y las emociones del contrapoder
Cuentan que el 31 de mayo de 1911, cuando el dictador mexicano Porfirio Díaz estaba a punto de abordar en Veracruz el barco que lo llevaría a su exilio en París después de haber perpetrado su último fraude –el único fallido en sus más de tres décadas de gobierno- contra el Partido Antirreeleccionista liderado por Francisco Madero, emitió una de las frases más proféticas de las muchas harto memorables que se le atribuyen: “Madero ha soltado al tigre, vamos a ver si puede controlarlo.” El tigre es el pueblo, pero no cualquier “pueblo”: es el pueblo de las revueltas, asonadas y turbulencias, capaz de excesos y acciones imposibles de vaticinar como la Primavera árabe, la caída del muro de Berlín, el derrocamiento del Sha de Irán en cuestión de horas, las masivas deserciones del ejército del Zar que precedieron a la revolución de octubre, etc. No hubo sibila ni analista social capaz de otear los síntomas previos de estos levantamientos en un horizonte que hasta la víspera lucía despejado. Por eso la historiadora Theda Skocpol sostiene que las revoluciones no se producen, simplemente ocurren.
El tigre parecía reposar en prolongado letargo. Algunos hablaban de la fatiga de la guerra. De la apatía política de las nuevas generaciones de jóvenes. Otros de la decadencia y cooptación de los movimientos sociales. En todo caso, es un hecho que los nicaragüenses resistimos la subida del IVA al 15% y otras reformas fiscales impopulares, no menos de cuatro fraudes electorales, un pacto de villanos entre los dos partidos políticos más fuertes, la inconstitucional reelección consecutiva, la persecución de las ONGs y el desmantelamiento de la independencia de los poderes del Estado sin serias conmociones, aunque no sin protestas y propuestas. Los cuatro gobiernos de la posguerra, de muy diverso cuño cada uno, tuvieron un denominador común: ante el turismo y la inversión extranjera vendieron a Nicaragua como un remanso de paz, en marcado contraste con el triángulo norte de Centroamérica. Hasta que alguien o algo soltó al tigre en Nicaragua. O el tigre saltó porque le tocaron los huevos. ¿Cómo se los tocaron?
Todo empezó con las protestas que suscitó el negligente manejo por las entidades estatales del incendio en la reserva Indio-Maíz, que afectó a más de cinco mil hectáreas de bosque. El incendio forestal empezó a propagarse como incendio político a todo el país cuando jóvenes universitarios se manifestaron, protestaron y fueron vilipendiados por el jefe de la bancada sandinista en la Asamblea Nacional Edwin Castro, profesor de derecho constitucional de la Universidad Centroamericana (UCA) en Managua. A los insultos del diputado, los estudiantes respondieron irrumpiendo en su clase del jueves 12 de abril y, al grito de consignas y a horcajadas sobre una ventana a modo de exótico podio, dieron lectura a un comunicado. La grabación de este acto circuló en las redes sociales. Algo se había roto. ¿Qué cosa? Un tabú. Edwin Castro fue el primer funcionario del régimen en recibir un repudio explícito en un ámbito que seguramente considerada como un coto vedado a sus adversarios. Ocurrió lo impensable e impracticable. Y su reporte audiovisual se diseminó como semillas de ceibo.
Seis días después, con los rescoldos aún humeantes del encontronazo con Castro, vino la aprobación sin consenso de las reformas a la seguridad social: 5% de reducción de las pensiones y un aumento de las cotizaciones desde el 6.25% al 7% para el trabajador y desde el 19% al 22.5% para el empleador. Ese fue el inicio inmediato que rebalsó un acumulado de dos quinquenios y pico: el destape de las millonarias mansiones que en Costa Rica y en España compró el Presidente del Consejo Supremo Electoral Roberto Rivas, más de cuatro fraudes electorales, la represión a las ONGs, el control de los fondos de la cooperación externa, el monopolio de la publicidad estatal por empresas de los hijos de Ortega-Murillo, las concesiones a las empresas mineras, el monopolio de las empresas que prestan servicios de salud a la seguridad social, los oligopolios del mercado de medicamentos y similares, y un larguísimo etcétera que llenaría tratados y enciclopedias.
El tigre saltó con rabia a las calles. Los movimientos y cambios sociales los hacen los tigres, es decir, las masas viscerales. Los reclamos de un cambio se hacen con las vísceras por la sencilla razón de que los poderosos se resisten a que le arrebaten la tajada del león mediante el diálogo y palabras persuasivas. En su libro “Redes de indignación y esperanza”, el sociólogo Manuel Castells, que ha acompañado y estudiado por décadas a diversos movimientos sociales –desde el mayo del 68 en París hasta el de los indignados en España-, destaca el papel de las emociones en la política. Si el poder busca cohibir el cambio amedrentando a la población, el contrapoder logra sus objetivos cuando el tigre vence el miedo y se llena de ira y esperanza.
El episodio con Edwin Castro fue un punto de inflexión de pérdida del miedo y del hervor de la ira. La ira puede ser canalizada porque encontró un punto de convergencia: el FSLN, que en estos momentos es identificado con todas las formas de expolio: el asalto a la caja de la seguridad social, las mafias madereras y la deforestación, el extractivismo e incluso el narcotráfico, entre otros males acuciantes. Como sucedió cuando Somoza, el somocismo era un sistema ligado a dinámicas supranacionales del capitalismo que escapaban a su control y lo trascendían. En ese sentido, no era responsable exclusivo de todos los males. Pero como era un sistema bien incardinado en esas dinámicas y tenía un hombre fuerte que lo encarnaba –Anastasio Somoza-, la rabia pudo encontrar un objetivo concreto, un lenguaje pintoresco y ser canalizada.
El FSLN es el nudo fontal de los expolios. No es su causante exclusivo y no dudo que la mayoría de ellos existiría incluso en ausencia del FSLN, como ocurre en el resto del istmo, donde los expolios son ejecutados por partidos políticos que ni en raíces ni en retórica guardan afinidad con el FSLN, si exceptuamos –hasta cierto punto- al FMLN. Pero en las últimas dos décadas –incluso antes de asumir el poder-, el FSLN les ha insuflado aliento, dado forma y provisto de manos y cabezas. Y además de esto, ha aportado su particular versión de los medios para perpetuar el sistema, no enteramente original si levantamos un poco la vista de este tiempo y lugar: gamberros que contienen a la oposición a morterazos, compra de clientela política con cargos, láminas de zinc y sacos de frijoles, proclamación de un estado confesional, autoidentificación como socialistas y una cosmética kitsch que abigarra con colorines las bancas en la calle, las pancartas y los memos oficiales.
En las calles de Managua, impregnada hasta el hartazgo por esa cosmética como una forma de apropiación política del espacio, la rabia se ha enfocado primordialmente sobre los “chayopalos”, antes llamados “arbolatas”, los árboles metálicos gigantescos y de colores que Rosario Murillo ha sembrado en la capital. Son los símbolos del régimen. Sobre ellos se ensaña la odiosa pero recurrente economía jurídica del ojo por ojo. En desquite por la negligencia con la que el gobierno enfrentó el incendio en la reserva Indio-Maíz, los manifestantes empezaron a deforestar Managua, podando y quemando sin misericordia los “chayopalos” con que la Vicepresidente ha ido construyendo la que la vox populi ha bautizado como reserva Chayo-Maíz.
El incendio político se ha extendido a decenas de ciudades y numerosos puntos de la capital. El asedio al que los manifestantes han sido sometidos por policías, fuerzas antimotines y miembros de la Juventud Sandinista ha cobrado más de 20 muertos comprobados hasta el domingo 22 de abril, con un sobresaliente desbalance en perjuicio de las fuerzas de la oposición. Hay también más de 40 desaparecidos y decenas de detenidos. La dispersión de energías y la falta de organicidad de quienes protestan no permiten vaticinar el derrotero de esta lucha.
Intentando desmarcarse de la propuesta del Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), que se conforma con una marcha atrás en las reformas en seguridad social, un grupo de estudiantes universitarios dieron a conocer un pliego de peticiones donde reclaman una mesa de diálogo amplia que no se reduzca al COSEP, anular la reforma, investigación de los asesinatos, destitución inmediata de todos los alcaldes, otros funcionarios públicos y jefes de la policía que protegieron a los vándalos en contra de los estudiantes, restablecimiento de la libertad de expresión y la señal de los medios censurados, libertad de los encarcelados por manifestarse, independencia de los poderes del Estado, investigación del enriquecimiento ilícito de los funcionarios públicos y devolución de lo robado, renuncia inmediata de Daniel Ortega y todo su gabinete, y convocar a elecciones libres. En caso de no quedar satisfecho, el tigre seguirá al ataque o al acecho.
José Luis Rocha[1]
Para Periódico Digital Confidencial (Censurado)
Publicado en Pueblos en Camino con autorización del autor
https://confidencial.com.ni
Managua, Nicaragua,
Abril 22 de 2018
[1] Doctor en sociología e investigador de la Universidad Centroamericana “José Siméon Cañas”.
Gracias, gracias compañer@s de Pueblos en Camino por dar voz a las voces nicaragüenses en resistencia.
Abrazos rebeldes.
Cecilia Zeledón
UnitierraPuebla