Colombia: Otra tregua del Despojo

«Que el fin de la guerra, esta tregua que tiene que llegar, sea el aire que se requiere para la movilización renovada  de los pueblos hacia la emancipación frente al modelo de despojo y a quienes a nombre de derechas o “izquierdas” hoy se entusiasman con el reparto del botín.»

 

Colombia: Otra tregua del despojo

Estamos cansados de estar cansados de la guerra, pero ni el cansancio ni el sufrimiento terminan las guerras. Terminan cuando se han alcanzado los objetivos y se ha cumplido la agenda de quienes se benefician del terror y de la muerte o cuando calculan que pueden lograr lo que quieren mejor sin guerra, o haciéndola por otras vías. Ojalá, por fin, se acabe esta guerra que ha negado durante décadas el sentir, la vocación y las decisiones de un pueblo que la sufre y la rechaza.

Acaba de confirmarse de manera abierta y pública el acuerdo formal entre las FARC y el Gobierno de Colombia para realizar, a partir del mes de Octubre próximo negociaciones de paz con la intención de “no levantarse de la mesa hasta no suscribir un pacto de paz que ponga fin a más de 50 años de conflicto” . Hace mucho tiempo tenía que haber terminado esa guerra contra los pueblos. Me uno a quienes consideran que esta vez, las condiciones están dadas para que este proceso tenga los resultados propuestos y que la guerra, esa larga guerra entre las FARC y el  Estado Colombiano termine. Lo es en gran medida, porque, según lo que observo, uno de los mayores obstáculos para llegar a este acuerdo entre actores armados ha sido superado; me refiero en lo fundamental al “Libre Comercio”.

Sin entrar en detalles, basta convocar la memoria. Una memoria extensa y colectiva. Una memoria continental y hoy, aún más, global. Difícil será olvidar el levantamiento Zapatista en medio de la celebración por el ingreso triunfal del México de Salinas de Gortari al primer mundo del “Libre Comercio”. Los que “se cubrieron el rostro para que los vieran”, cansadas y cansados de ser invisibles para el despojo y la acumulación, denunciaron el “NAFTA” y convocaron con justicia, la solidaridad y el respeto de México y del mundo entero: “Nunca más una América sin sus pueblos”. Pocas iniciativas imperiales han movilizado tanta creatividad y resistencia articulada de los pueblos como el Área de Libre Comercio de las Américas- ALCA. Sumando capacidades y aportes diversos y distantes, en poco tiempo, los intereses, beneficiarios y propósitos reales de esta estrategia fundamental del Neoliberalismo fueron estudiados, analizados, comprendidos, denunciados y resistidos a lo largo y ancho del continente hasta derrotarla. Bueno, por lo menos en su formato ALCA, porque claro, como es bien sabido, el proceso de imposición e implementación de este proyecto ha continuado por diversas vías que incluyen los Tratados de Libre Comercio, las políticas y proyectos del Banco Mundial y del FMI, los acuerdos de la OMC (que también levantaron movilizaciones y resistencias masivas) y la Alianza del Pacífico entre otras. El “Libre Comercio” en relación con Colombia evoca una resistencia popular ejemplar en medio y a pesar del terror, desde referendos populares, hasta tejido de procesos, acciones políticas, pedagógicas, capaces de detener la firma y ratificación de tratados que legalizan el despojo y el abuso. La Minga de Resistencia Social y Comunitaria, llegó a convertirse en el símbolo y el camino de la resistencia a este modelo a través de la construcción desde los pueblos de agendas autónomas y diferentes.

En esencia, como es bien sabido, el “Libre Comercio”, es la política más reciente y agresiva de acumulación del capital transnacional corporativo ubicado en el ápice de la arquitectura de poder global. En el ámbito de este proyecto, el nuevo y único sujeto de derechos, la “persona jurídica” reconocida y protegida por los Estados y bajo tratados y acuerdos internacionales es la Corporación Transnacional. “Persona” que es protegida precisamente de quienes defienden derechos humanos, derechos ambientales, soberanías territoriales y nacionales, bienes comunes, libertades y aquello que se recoge bajo las luchas por la emancipación de los pueblos y por la justicia social. Los sujetos únicos de la historia son los poderosos y sus aliados con el poder de transformar en objetos de sus intereses y agendas a los pueblos. Los bloques corporativos transnacionales avanzan y se consolidan a través de su agenda de “Libre Comercio” cuyos pilares son la profundización de la “acumulación primitiva” y del “patriarcado”. La primera, transforma territorios-naturaleza, el trabajo(la humanidad) y el dinero, en mercancías al servicio de la acumulación. La segunda, desconoce y activamente supedita a la Madre Tierra y a la mujer-cuerpo-sujeto y lo femenino en todos los ámbitos, patriarcalizando bajo el poder del mercado del capital la acumulación y sometiendo el trabajo de producción y reproducción de la vida a una esclavitud machista indispensable para abaratar los costos de producción mercantil. Los gobiernos, aún el de los EEUU, pasan, bajo el “Libre Comercio” a ser instrumentos de la agenda corporativa. En el 2006, la agenda de Seguridad Nacional de los EEUU, de manera abierta, pone la guerra al servicio del “Libre Comercio” y de su globalización.

La guerra en Colombia en las últimas tres décadas, sirve a los intereses del “Libre Comercio”. El “Plan Colombia”, es el instrumento con énfasis en la guerra y el terror, combinadas con políticas públicas y propaganda, cuyo propósito es el de transferir territorios, recursos, bienes y mano de obra a los intereses corporativos transnacionales. Con el pretexto del narcotráfico y el “terrorismo”, que estas mismas políticas fomentan por la vía del despojo y de la represión, el país fue estratégicamente transformado en un “teatro de operaciones militares”, de modo que los movimientos sociales, y los procesos de construcción colectiva de alternativas fueran víctimas de los ataques de unos y otros actores armados. El resultado es evidente: el despeje de territorios enteros en todo el país (Colombia y ahora otros) para su ocupación por parte de megaproyectos extractivistas (minería, agronegocio, petróleo y energía, agua, biodiversidad, etc.) y el desmantelamiento de movimientos, pueblos y procesos. Una guerra para el “Libre Comercio”. Una guerra sucia, dolorosa, sofocante, que no se hace con el fin de ser ganada por ningún actor armado, porque sus beneficiarios: el capital transnacional, necesitan de mantenerla para alcanzar sus objetivos.

La superación de este obstáculo del “Libre Comercio” venía avanzando desde hace un tiempo y recibió un impulso grande con la llegada al gobierno del Presidente Santos. Santos profundizó como ningún gobierno anterior, el modelo del “Libre Comercio”. Consiguió ratificar el TLC con EEUU, mientras el de Canadá ya viene generando miseria. En su Plan de Desarrollo y en sus políticas de Estado, a través de sus cinco locomotoras, se ha atrevido a imponer políticas de despojo en todos los ámbitos que ni siquiera Álvaro Uribe Vélez habría intentado. El 20 de junio pasado, entregó en concesión 20 millones de hectáreas en una sola resolución (0045), a las transnacionales de la minería abierta, sin consulta previa a las comunidades afectadas . En 3 artículos de su Plan de Desarrollo, transfiere la tierra con vocación agrícola a grandes empresarios y convierte a indígenas, campesinos y desplazados por el terror, en esclavos de estos emprendimientos . La política que Santos ejecuta a nombre de intereses corporativos es la consolidación de la repartición de Colombia como botín de guerra entre los vencedores empresariales y del gran capital transnacional….y su discurso es de paz. La paz para la que se ha hecho esta guerra contra los pueblos; este experimento desde Colombia.

El régimen, encontró eco en la insurgencia armada, en organizaciones afines a la misma y entre grupos coordinados que se dedicaron a promover una paz compatible con la lógica de Santos. Activamente se ubicaron de manera estratégica dentro y por encima de procesos y movimientos indígenas y populares. Modificaron agendas y propuestas para retirar el “Libre Comercio” como tema prioritario de las movilizaciones y luchas populares. La coordinación de estas agendas y de sus protagonistas merecerá en el futuro ser estudiada. Sin el obstáculo del “Libre Comercio” en la agenda de los acuerdos entre los armados, el fin de la guerra es posible hoy. Uno de los ejemplos más explícitos de esta dinámica es el de la Minga de Resistencia Social y Comunitaria cuya agenda de 5 puntos identificaba el terror, la guerra y la legislación de despojo, como estrategias al servicio del “Modelo Económico” y convocaba a generar una “agenda de los pueblos” desde abajo, que reemplazara este modelo. Esta agenda fue ostensiblemente modificada, de modo que los 4 temas que ahora abordan y que se han convertido en mesas de trabajo entre Gobierno e Indígenas, excluyen como eje temático el “Libre Comercio”.

La entrega de riquezas y recursos al capital transnacional, el extractivismo y la privatización de territorios, ahorros, servicios y bienes comunes, las decisiones patriarcales y autoritarias, a puerta cerrada, a nombre de los pueblos pero sin su participación y la manipulación del sentir popular para que unos, a nombre de muchos aprovechen el cansancio para llegar a acuerdos, son las características de este proceso.

Ojalá se acabe esa guerra de ellos. Ojalá los que no conciben un cambio de estrategia sean derrotados por los acuerdos. Ojalá dejen de matarnos de uno y otro lado y que estos acuerdos lleguen pronto, para que por lo menos se de una nueva tregua en esta larga historia desde la conquista, de guerras permanentes y treguas temporales para el sometimiento efectivo de los pueblos.

Sin embargo, lo que han sido capaces de hacer algunos de quienes buscan estos acuerdos para obtener sus beneficios y eliminar a quienes señalamos que la paz no es posible en el marco del “Libre Comercio” es una advertencia de lo que viene y de lo que serán capaces de hacer para defender sus conquistas. Las evidencias, persecuciones y engaños los sufrimos en carne propia. El fin de la guerra en un acuerdo entre ellos, nos advierte sobre la urgencia de convocarnos desde abajo para hacer realidad el “país de los pueblos sin dueños” en armonía y libertad con la Madre Tierra. Que el fin de la guerra, esta tregua que tiene que llegar, sea el aire que se requiere para la movilización renovada  de los pueblos hacia la emancipación frente al modelo de despojo y a quienes a nombre de derechas o “izquierdas” hoy se entusiasman con el reparto del botín.

Manuel Rozental

Pueblos en Camino
Tejiendo Resistencias y Autonomías
Entre Pueblos y Procesos.

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