México: El precio de ser colombiana
“Parece como si estuvieran buscando un culpable entre las víctimas: a Rubén por periodista, a Nadia por activista y a Mile por colombiana.” Ahora, de nuevo, las víctimas tienen la culpa de ser masacradas; de las atrocidades cometidas en su contra. Basta con leer «Estos son los detalles del asesinato de la colombiana en México», una ilustración del tipo de propaganda criminalística del régimen de terror mexicano (o del capítulo mexicano del régimen) lleno de señalamientos y vergonzosas manipulaciones que condenan doblemente a las víctimas y señalan como responsable de una atrocidad a una mujer colombiana. El asesinato múltiple en el DF que, en primer lugar y mientras no se logre demostrar lo contrario, es otro acto de terror vinculado al régimen que opera en México y que asesina, masacra, desaparece, intimida y mucho más, con absoluta impunidad, es imputado a una colombiana por una razón sólida, según las “autoridades” de ese país: por colombiana. Es decir, por puta, por narcotraficante, por criminal. Nadia está condenada antes de empezar y con ello desvían la atención sobre una masacre más producto del terror de una maquinaria sangrienta que no tolera reporteros y periodistas que reporten verdades, ni normalistas que luchen por la libertad de su país, ni indígenas con culturas y territorios, ni mujeres maquiladoras y trabajadoras o jóvenes, no tolera a la juventud, ni a estudiantes, ni gente que no tenga nada que ver con nada pero que desaparece para que el terror se convierta en mensaje recurrente y claro: te arrodillas, nos arrodillamos, hacemos silencio y que ganen los peores, los más poderosos, los despojadores, los que acumulan y se benefician a costa de este experimento de terror, este campo de exterminio llamado México. En unas pocas horas, un crimen político, una masacre aterradora, es distorsionada de la manera más vergonzosa e increíble en un acto delincuencial y demencial culpa de la colombiana masacarada allí. La principal evidencia para esta monstruosa aseveración (seguramente fabricada también como los 43 normalistas quemados en un basurero según la PGR) es que esta mujer había sido más maltratada que las y los demás asesinados con tiros de gracia. Eso: como a ella la torturaron, la empalaron, la violaron (si es que no montaron esto también los expertos en fabricar culpables e impunidad), ella es culpable. ¡Qué asco! Ya no hay límite. El terror, la mentira y el despojo ocupan México. Por lo menos acá se escucha una voz que señala lo evidente: No fue la colombiana, a ella también la mataron: ¡Fue el Estado! Así No. Pueblos en Camino
Mile Virginia Martín. La maniobra del régimen Mexicano que señala a la víctima: Por colombiana (mujer, puta..que andaba en algo) la mataron e hizo masacrar a los demás.
El precio de ser colombiana
Es muy posible que Mile Virginia Martin sea doblemente víctima por su condición de mujer y extranjera.
Mile Virginia Martin nació en Bogotá en 1984 y llegó a México en 2010 con el sueño de convertirse en modelo. El 31 de agosto de 2015 fue encontrada brutalmente asesinada junto con otras cuatro personas en un departamento en la colonia Narvarte de la Ciudad de México. Durante casi una semana fue borrada su identidad. No fueron suficientes la tortura y la violación de las que fue víctima, los medios mexicanos no dejaron de referirse a ella como “la colombiana”. Como si su nacionalidad fuera el único elemento para identificarla. En la confusión, le cambiaron el nombre dos veces, pasó de ser Simone a Nicole, para después recobrar su nombre y su identidad cuando el gobierno colombiano la pudo identificar.
No se sabe mucho acerca de Mile. Compartía departamento con la activista Nadia Vera, quien también fue asesinada, y su familia la describió como una persona cariñosa. Sin embargo, ha sido cubierta de una serie de estereotipos y prejuicios sobre lo que se supone que una colombiana vendría a hacer en México.
Modelo, edecán y colombiana parece significar para muchos que no “andaba en buenos pasos”. ¿Cómo una mujer como ella podría ser propietaria del Mustang rojo en el que huyeron los presuntos asesinos? (Versión que luego fue desmentida) ¿Por qué se ensañaron más con ella que con cualquier otra de las víctimas? ¿Qué hacía la colombiana en México?
Fácil, seguramente era puta, si no cómo explicar el multihomicidio. Nada tiene que ver con que México sea uno de los países con un mayor número de feminicidios (recientemente, el estado de México, entidad vecina del Distrito Federal, activó la alerta de género en varios municipios) o que dos de las personas asesinadas realizaban trabajos de alto riesgo como periodistas y defensores de derechos humanos en uno de los países más peligrosos para ejercerlos. No, la culpa es de la colombiana por puta. Así de brutales son el machismo y la xenofobia en México.
Un estereotipo de senos operados, estrechas cinturas y acentos tropicales. En México, ser mujer es ser víctima constante del machismo y más si se agrega el componente de ser migrante y sudamericana. Mile también se enfrenta a otro estereotipo: el crimen organizado. Como si no hubiéramos aprendido ya los mexicanos que el narco no sólo mata al narco. La línea de investigación que apunta hacia el crimen organizado se vio reforzada por la nacionalidad de Mile. Se lo buscó, dirán algunos; en algo andaba metida, dirán otros. Sin embargo, mientras el estereotipo quede confinado a la vox populi y al juicio mediático, no pasa de ser una muestra más del machismo y la xenofobia mexicanos.
El gran riesgo que se corre es que la justicia mexicana se aproveche de esto y los autores de estos terribles asesinatos queden, como es costumbre, en la impunidad. Al igual que Mile, Alejandra, empleada doméstica que trabajaba en el departamento, ha permanecido sin apellido a lo largo de los días. La discriminación estructural reflejada en la cobertura de los medios y de la justicia.
Parece como si se estuvieran buscando un culpable entre las víctimas: a Rubén por periodista, a Nadia por activista y a Mile por colombiana. Sin embargo, aun si este fuera el caso, Mile y todas las demás víctimas merecen que el gobierno del Distrito Federal llegue hasta las últimas consecuencias en las investigaciones. De acuerdo con la “Declaración conjunta sobre delitos contra la libertad de expresión” de la OEA (la cual suscribe México), cuando existan evidencias de que se pueda tratar de un delito relacionado con la libertad de expresión se deberán agotar todas las líneas de investigación relevantes vinculadas. Lo anterior no significa que sólo se deba aceptar una versión en la que se trate de un delito contra la libertad de expresión, sino que no se puede descartar ninguna línea de investigación hasta que se agote.
Por otra parte, si el móvil del asesinato recae en Mile, el costo político es mucho menor que si cae en Rubén o en Nadia. La crisis de derechos humanos que sufre México incluye una grave represión a la libertad de expresión. La muerte del periodista y la activista es un golpe fuerte para quienes defienden los derechos humanos en México. La cantidad de movilización que ha habido por los asesinatos no hubiera sido de ninguna manera la misma si sólo hubiera muerto Mile. Presentar como daños colaterales a las otras cuatro víctimas sería la salida fácil a una investigación exhaustiva que podría llegar hasta el gobierno de Veracruz. Rubén y Nadia habían recibido amenazas en ese estado por sus actividades.
Rubén Espinosa Becerril. Fotoperiodista exilado de Veracruz y amenazado. Víctima de esta masacre
Actualmente, la Procuraduría del Distrito Federal tiene detenido a uno de los tres sospechosos. Él confesó haber estado en el departamento con las cinco víctimas. De acuerdo con su versión, se trató de un robo, pero él afirma no haberlos matado. Igualmente se han empezado a difundir las primeras fotografías de la escena del crimen, donde se ve que existió una especial saña en lastimar a Mile. La investigación no tardará mucho en concluirse, detendrán a los culpables y los enviarán a un reclusorio. El móvil del asesinato será el que convenga más. Dudo que alguna vez se sepa la verdad. Es muy posible que Mile sea doblemente víctima por su condición de mujer y extranjera. La primera, víctima de feminicidio a manos de sus asesinos, y la segunda, a manos de la opinión pública y la justicia mexicana.
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