“El cuerpo de la mujer es la última frontera del capitalismo”
La militante feminista Silvia Federici denuncia el control que el capitalismo ejerce sobre el cuerpo de la mujer como fuente de su riqueza de acumulación.
Según la escritora, desde los comienzos del sistema capitalista, «el útero es mirado literalmente como una fábrica de trabajadores», declara.
«Quieren conquistar el cuerpo de la mujer porque el capitalismo depende de él», asegura.
La propuesta de reforma de la Ley del aborto amenaza en la actualidad los derechos de decisión de las mujeres sobre su cuerpo, con un mensaje que va más allá de los derechos sexuales y reproductivos, puesto que viene acompañada por recortes exacerbados en los servicios públicos. Para la plataforma vizcaína a favor del derecho al aborto, esta reforma se constituye como parte de «la estrategia del capital para tener a las mujeres al servicio de sus intereses». Una visión que comparte la escritora y profesora de la universidad Hofstra de Nueva York, Silvia Federici, quien ha manifestado que la cuestión de control del Estado sobre el cuerpo de la mujer es «una conexión que constituye un giro en toda la historia del capitalismo desde su principio hasta ahora».
La militante feminista, de gira por nuestro país, ha participado en Bilbao junto a Anabel Sanz, miembro de Feministalde, en el encuentro ‘Ley del aborto: caza de brujas en el siglo XXI’ promovido por Emancipatiba. Un diálogo en el que se ha puesto sobre la mesa la importancia que la lucha feminista tiene en la actualidad «para reforzar la idea imprescindible de que la periferia, más que nunca se debe convertir en el centro de la lucha capitalista». En este sentido, Federici ha hablado sobre los orígenes del capitalismo que «siempre ha necesitado controlar el cuerpo de las mujeres porque es un sistema de explotación que privilegia el trabajo como fuente de su riqueza de acumulación». Así, la escritora italiana ha señalado que el capitalismo «debe controlar todas las fuentes de la fuerza de trabajo, todas las fuentes que producen los trabajadores, y el cuerpo de la mujer es la primera fuente de esa riqueza».
Federici ha descrito el proceso que explica en su libro sobre la caza de brujas llevada a cabo en los siglos XVI y XVII como «una persecución sin precedentes» en la historia de la humanidad porque fue la primera vez en la que toda una población de mujeres fueron acusadas de ser «los seres más abominables del mundo». En aquellos tiempos comienza en Europa una legislación que penaliza el aborto y es así como las mujeres que hacen uso del mismo son condenadas en muchos países a muerte a través de la decapitación. «Al mismo tiempo se introduce toda un red de policías de vigilancia que controlan a las mujeres embarazadas para forzarlas a declarar su embarazo, para impedirles cometer algo contra el feto», cuenta la escritora sobre estas políticas con las que se puede comprender la primera fase del desarrollo del capitalismo, cuando se descubre la importancia de la fuerza de trabajo.
Precisamente así es cómo el capitalismo crea una teoría de la población entre «los que son nacidos y la producción de la riqueza». «Si tienes muchos trabajadores, muchos cuerpos, tienes muchas riquezas», dice Federici en referencia a la concepción de un marco capitalista de la producción de la riqueza que mira la fuerza de trabajo como «una sustancia que ya es esencial». Según la profesora, esta conexión permite entender por qué en toda su historia el capitalismo ha controlado siempre el cuerpo y la sexualidad de la mujer. «El cuerpo de la mujer empieza a ser visto como una máquina para la producción de fuerza de trabajo. El útero es mirado literalmente como una fábrica de trabajadores», declara. «Toda la reglamentación que el capitalismo ha introducido se puede comprender así», asegura la autora.
La procreación como cuestión política
En relación a ello, Federici argumenta que el control del cuerpo de las mujeres no solo es una cuestión económica, sino también política. «Yo siempre digo que el cuerpo de la mujer es la última frontera del capitalismo. Quieren conquistar el cuerpo de la mujer porque el capitalismo depende de él», afirma la militante feminista mientras que expone la siguiente disyuntiva: «Imagínate si las mujeres se ponen en huelga y no producen niños, el capitalismo se para. Si no está el control sobre el cuerpo de la mujer, no hay control de la fuerza de trabajo», explica. Por eso, «la cuestión del aborto es la cuestión de la procreación que se ha tratado en todos los movimientos sociales», señala.
Frente a la tendencia determinante del capitalismo, la escritora italiana hace hincapié en las «alternativas». «Tenemos una sociedad capitalista que después del fin oficial del socialismo idealizado ha mostrado su verdadera cara y ya no intenta disimular más con su cara democrática», dice Federici. Ahora asistimos a un capitalismo «muy real» que continúa el proceso de acumulación pasando por encima de los derechos sociales de la población. «Yo no veo posibilidades de cambio sin pensar en una lucha masiva que no solamente ponga una límite a esto, sino que establezca y empiece a construir una sociedad alternativa más allá de él», recalca. «En pocas palabras», resume Federici, «pienso que el capitalismo hoy no traerá más que empobrecimiento, más miseria, más huelga y la privatización de los todos los afectos de nuestras vidas».
Para hacer frente a los estragos provocados por el sistema actual, la profesora de la universidad Hofstra de Nueva York habla de la creación de «comunes». «Muchas personas a nivel mundial intentan crear comunidades para sobrevivir a las políticas de austeridad y recortes», cuenta la escritora sobre «el deseo del común» que va más allá de la supervivencia y trata de reconstruir el tejido social que «ha sido destruido por la desestructuración económica de la globalización que nos ha empobrecido», detalla. En este sentido, la dispersión de las comunidades que fueron el resultado de muchos años de lucha es un factor que hoy es parte de nuestra vida política. «Los comunes son una forma de construir, de crear nuevas formas de cooperación a todos los niveles de contenido social.
Se trata de construir comunidades en base a la resistencia a través de la cual podemos enfrentar al Estado con un poder suficientemente grande como para reclamar la riqueza que producimos», explica. De esta forma, «el común no debe ser un comportamiento ante la pobreza, sino la construcción de una comunidad que tenga la capacidad de reclamar la riqueza social que nosotros y nuestros parientes han producido», señala.