Sigue la ignorancia sobre las comarcas indígenas en Panamá

Una vez más hay que explicar y dar docencia cuantas veces sea necesario acerca de las comarcas indígenas en Panamá, ya que es como una fiebre o una enfermedad recurrente para la cual pareciera que no hay vacuna, la ignorancia sobre las comarcas indígenas en Panamá. Ya en otras ocasiones hemos respondido a estas opiniones, mal argumentadas, pero que se dispersan en la opinión pública como una pandemia.

No es la primera vez que salen o publican opiniones en contra de las comarcas indígenas o comparan a las comarcas como sinónimo de pobreza u obstáculos para el desarrollo; éstos señalamientos han salido una y otras veces en la prensa escrita, medios radiales, televisivas y ahora más por las redes sociales. En la mayoría de las ocasiones sin derecho a réplica en un país que dice ser democrático y donde supuestamente hay libertad de prensa.

Hace escasos cinco meses, el 16 de febrero, el señor Linares ex viceministro de Educación publicaba en su cuenta de redes sociales lo siguiente:

“Hay que eliminar el régimen comarcal e incorporar esas tierras al desarrollo nacional junto a la población, en un 95%, que ahí habita en condiciones inaceptables de miseria. Sin propiedad privada no hay inversión y sin inversión no hay desarrollo”.

El 12 de agosto del año en curso, la Redacción de la Estrella de Panamá publica con el título Tierras Comarcales e inicia el escrito con una interrogante: “La pregunta es ¿para qué sirven las comarcas? Hasta ahora no han demostrado proteger la cultura ancestral y tampoco han servido para guardar los bosques y afluentes”. Ante esta pregunta los pueblos indígenas respondemos con otra pregunta, ¿para qué o a quienes sirven los Estados/gobiernos? Hasta ahora no han demostrado proteger a la gran mayoría de la población (supuestamente el Estado somos todos), si apenas somos 4 millones de panameños y con un crecimiento económico envidiable por muchos países; y una pobreza imperante en las ciudades no solo en las comarcas. Hasta que vino la explosión social acumulado de muchas décadas producto de la mala distribución de las riquezas del país y de la corrupción de todos los gobiernos.

El problema real en Panamá es que hay una gran desinformación e ignorancia en el país acerca de los pueblos indígenas, de ahí que la opinión pública maneje conceptos desfasados y en general manifieste discriminación hacia lo indígena, considerándolo algo folclórico, exótico, útil sólo para acrecentar el turismo utilizando imágenes y paisajes de las comarcas; desconociendo todo el sistema sociopolítico, económico, cultural y ecológico que poseen, en suma, su cosmovisión. Una gran parte la culpa de esta ignorancia, la tiene el Ministerio de Educación, que una vez este señor Linares fue su viceministro, con sus programas obsoletos acerca de la realidad indígena.

Muchos se olvidan que la creación de los estados modernos en Abiayala (América), producto de las guerras de independencias de la corona española durante el siglo XIX, se impusieron en los territorios indígenas. Ya que antes de la invasión al continente, no existían los actuales países (por ejemplo: Panamá, Colombia, Costa Rica, etc.) que conocemos; ni los límites artificiales que ellos mismos asignaron, desconociendo a las poblaciones originarias que allí ya existían.

En el caso particular de la nación guna el reconocimiento de su territorio se remonta al año 1871, cuando se crea la comarca de Tulenega, que se extendía desde el Golfo de Urabá en Colombia hasta Puerto Escribano en Panamá, bajo el gobierno de la Unión. Durante la separación de Panamá de Colombia el 3 de noviembre de 1903, dicha Comarca fue desconocida por el nuevo gobierno panameño, y nuestro poeta Turpana exclamaría: “… y nos recortaron la patria”, a partir de ahí nos dividieron en gunas en Panamá y gunas en Colombia donde se ubican las comunidades de Ibgigundiwar (Caimán Nuevo) y Maggilagundiwar (Arquía) que tienen su territorio bajo la figura de resguardo equivalente a la comarca.

Los pueblos indígenas en Panamá se han ido adaptando a las nuevas realidades que han impuesto los Estados/gobiernos a lo largo de los años, con políticas de “civilización, integración” para homogenizar a todo el país; incluyendo la violencia usando como punta de lanza a la policía colonial a inicios de la República.

No hay duda que el referente histórico de la lucha del pueblo guna durante el siglo XX, que marca el antes y el después, es la Revolución de 1925. El levantamiento armado del pueblo guna en febrero de 1925, contra los atropellos de la policía colonial, ha sido prácticamente censurada en la historia oficial y muy poco se enseña en las escuelas acerca de este acontecimiento, a pesar de que este hecho sirvió de base para el actual reconocimiento de la autonomía guna.


Según la primera constitución de Panamá de 1904 en el artículo 4° dice: “El territorio de la República se divide en las Provincias de Bocas del Toro, Coclé, Colón, Chiriquí, Los Santos, Panamá y Veraguas. Las Provincias se dividen en Municipios. La Asamblea Nacional podrá aumentar o disminuir el número de aquellas y de estos, o variar sus límites”. A raíz de la Revolución Tule de febrero de 1925, el Presidente Rodolfo Chiari y el Secretario de Gobierno y Justicia Carlos L. López envían una carta el 14 de marzo de 1925 a la Asamblea Legislativa que dice lo siguiente:

“En la región atlántica de Nuestra nación existió hasta hace poco un territorio que no estuvo incorporado al imperio de nuestras leyes administrativas, civiles y judiciales, sino por mera ficción. Para evitar los males que tal situación podría crear, fue erigido ese territorio en Intendencia, medida que se creyó la más acertada, entonces, para poder llevar autoridad nacional a esa apartada región. Sucesos de todos conocidos, obligan hoy a legalizar la forma en dicha región para que viva dentro de nuestra Constitución, que es égida de paz y de progreso para todos los que habitan el territorio del Istmo, y hacer de esa sección de la República una entidad política. A ello obedece el proyecto de ley que os envío por el cual se segrega la Provincia de Colón el territorio ocupado por los aborígenes de San Blas y se convierte en Comarca, regida por leyes especiales” (lo subrayado en negrita es nuestro).

De esta manera en 1925 se produce el primer cambio de la Constitución de 1904, Reformado por el artículo único del Acto Legislativo de 20 de marzo de 1925 y 25 de septiembre de 1928 que dice:

“El Artículo 4° de la Constitución quedará así: Artículo 4° El territorio de la República se divide en Provincias y éstas en Municipios, en el número y con los límites que las leyes vigentes establecen; pero la Asamblea Nacional podrá aumentar o disminuir el número de aquellas y de estos, o variar sus límites.
La Asamblea Nacional podrá crear COMARCAS, regidas por leyes especiales, con territorio segregado de una o más provincias”. (Constitución de 1904, en línea, lo resaltado en negrita y mayúscula es nuestro).

Posteriormente en la Constitución de 1972, la división política del país quedó así: “Artículo 5. El territorio del Estado panameño se divide políticamente en Provincias, éstas a su vez en Distritos y los Distritos en Corregimientos. La ley podrá crear otras divisiones políticas, ya sea para sujetarlas a regímenes especiales o por razones de conveniencia administrativa o de servicio público.” (Constitución de 1972, en línea, lo resaltado en negrita y subrayado es nuestro).

Por lo tanto, señores de La Estrella de Panamá, las comarcas no han sido regalo de ningún gobierno ni han sido cedidas; los pueblos indígenas ya estaban en sus tierras, que solo fueron “legalmente” reconocidas por el Estado, y forma parte de la división política del país, historia Matria. La sola existencia de los ocho pueblos indígenas según la Contraloría Censo de 2010, aunque generalmente se mencione a siete pueblos indígenas en Panamá. Después de la invasión del continente Abiayala por más de 500 años de Lucha y Resistencia, hemos sobrevivido gracias a la capacidad de nuestros pueblos, a nuestra cosmovisión. Con nuestros propios idiomas, sistemas de autogobierno, historia milenaria que no se remonta solo al Bicentenario nada más; y tienen la osadía de cuestionar nuestra cultura ancestral, los pueblos indígenas no tienen que esperar que llegue noviembre “mes de la patria” para disfrazar de montuno, calzar cutarras y sombreros a sus niños; después insultan a los campesinos y los “indios”.

Con respecto a la afirmación que hace La Estrella de Panamá: “… y tampoco han servido para guardar los bosques y afluentes.” Solo lo remitimos a que mire y lea las publicaciones de Miambiente:

“Con relación a las comarcas, indicó que el 32% de los bosques del país están dentro de las áreas comarcales lo que demuestra el alto valor que tienen los pueblos indígenas en temas de conservación.
En cuanto a las cuencas hidrográficas, de acuerdo al mapa, la que mayor porcentaje de bosques posee es la del Río Chucunaque con 8.85%, Río Bayano con 7.05%, Río Tuira con 5.79%, Río Chanquinola con 5.42%, y la cuenca del Río Cricamola y Calovébora con 4.40%.” (22 de abril de 2022, en línea).

En otra publicación acerca de la cobertura boscosa del país sigue señalando Miambiente: “El informe tiene un margen de evaluación de siete años entre el 2012 al 2019, y el mismo arroja también que la provincia de Colón con +23,696.08 has y Comarca Guna Yala con +10,702.50 has son las regiones del país con más cobertura ganada.” (La Prensa, 17 de febrero de 2021, en línea).

La Estrella de Panamá sigue afirmando: “La idea de crear tierras comarcales tuvo como objetivo preservar la cultura de nuestros pueblos originarios […]” Como ya lo señalamos anteriormente en el caso de la nación guna, la creación y reconocimiento del territorio Tule Nega se remonta a 1871, gracias a la dirigencia de esa época bajo el liderazgo del sagladummad Inanaginya. Durante la separación de Panamá de Colombia, la nueva República desconoce ese territorio; y se inicia el periodo de la “civilización e integración”. El 31 de diciembre de 1908, la Asamblea Nacional aprobó la Ley 59 relacionada con la “Civilización de los indígenas”.

En sus artículos primero y segundo, la ley establece que: “[…] se tratará por todos los medios pacíficos la reducción a la vida civilizada de las tribus salvajes que existen en el país. a) Los misioneros y los maestros de escuelas serán los agentes civilizadores […]” Con la iglesia católica y la misión bautista a través de la imposición de la educación como instrumentos civilizatorios del Estado. Llegando al extremo de prohibir todos los rituales sagrados, el uso del idioma, cambio de la vestimenta de las mujeres gunas “la mola” por el traje occidental de manera violenta, arrancando los winis (abalorios) y narigueras de oro. Por lo tanto, la creación de las comarcas no fue ninguna idea de nadie, de ningún gobierno, ni de preservar nada, al contrario, querían destruir todo lo indígena e imponer sus valores occidentales. La comarca nació a punta de sangre y de lucha armada que protagonizaron los jóvenes del 25, bajo el liderazgo de Nele Kantule, Simral Colman, Olonibiginya, el comandante Olotebiliquiña y otros más.

Producto de esa Revolución, que pronto celebraremos el Centenario, se da el cambio constitucional y por primera vez aparece el término COMARCA en la constitución como una división política más de la República, así que no fue ninguna idea, lo impusimos a punta de escopeta y sangre. Si no están de acuerdo con las comarcas, entonces preguntemos también: ¿para qué sirven los corregimientos, los distritos, las provincias y el Estado? Cambiemos la constitución, que ya quedó obsoleto, ya es hora de hacer una constituyente en donde participen todos y todas, ahí estaremos también para exigir nuestros derechos y defender nuestras comarcas.

En cuando al “caciquismo imperante está corrupto”, no sé a qué se refiere realmente; porque los congresos generales indígenas (la Asamblea del Pueblo) son las máximas autoridades dentro de las comarcas y no son los caciques como muchos piensan. En el caso particular de los gunas, durante el año se realizan dos sesiones (cada seis meses) ordinarias del Congreso General Guna administrativo por derecho y recursos propios; durante la misma se rinden cuentas a los delegados del pueblo de la gestión se los sagladummgan (mal llamados caciques) y de todas las instituciones que forman parte del congreso, y de ser necesario por asuntos de urgencia se realizan congresos extraordinarios. Además, se efectúan tres congresos culturales, en donde participan los delegados de los diferentes pueblos de la comarca Gunayala. Por eso una vez el sociólogo Raúl Leis afirmó, que él había aprendido más de la democracia de los gunas durante su participación en los congresos, que de los griegos.

El término o la palabra aproximada en dulegaya (idioma guna) de pobreza sería “wileged” y no tiene nada que ver con carencias materiales o económicos/financieras, se refiere más a sentimientos o sufrimiento, carencia de afectos, se usa más cuando un ser querido o un familiar se muere y uno queda triste y se relaciona o es sinónimo de tristeza. O sea, el concepto de pobreza realmente es tristeza, más que económica. Del mismo, su opuesto, o sea el término riqueza en guna es nuevo y se dice “mani ibed” (dueño o poseedor de mucha plata). Realmente el sistema económico capitalista que impera en nuestro país, ha empobrecido no sólo a las comarcas, sino al resto del país. Como ya lo afirmamos eso es debido a la mala distribución de la riqueza, la corrupción y el saqueo a las arcas del Estado realizado por diferentes gobiernos empobreciendo al país.

El verdadero problema es que ningún gobierno se ha interesado en entender el funcionamiento de los modelos de las comarcas indígenas. Y la falta de voluntad política, por otro lado, impide que se reconozcan sus reivindicaciones y se dé un verdadero espacio de diálogo sin intermediarios para resolver los diferentes problemas que aquejan a las Comarcas. Tampoco hay una verdadera política indígena; lo que hay es una politiquería indigenista para tratar los asuntos con sus autoridades y sus congresos. Lo que hay es una política de imposición, y por muy buenas que sean algunas iniciativas, éstas deben ser discutidas y avaladas por las comunidades indígenas. No solamente se trata de informar, sino también de escuchar y aceptar las críticas positivas de la parte indígena.

En ocasión de la “Celebración de los 500 años del descubrimiento del Mar del Sur” en ese año por parte del gobierno, vino a relucir el tema de la pobreza indígena en las comarcas a través de las redes sociales. Unos a favor y otros en contra. Se ha insistido en los diferentes medios de información, y se ha vendido la idea a la opinión pública: “las comarcas como sinónimo de pobreza”, “un obstáculo para el desarrollo del país”.

El verdadero problema no es la creación ni la existencia de las comarcas indígenas, ni tampoco los indígenas son un problema como algunos lo plantean. Lo que no han querido entender todos los gobernantes de Panamá es que nunca ningún gobierno ha tenido la voluntad política de reconocer a los pueblos indígenas como tales, como sujetos de su propia historia y constructores de su propio desarrollo, con un sistema político, cultural, social, económico, espiritual, ambiental y cosmovisión. La visión de los gobernantes y su política (muchas veces politiquería) ha sido paternalista, integracionista, cortoplacista; desde el inicio de la República hasta el día de hoy no ha cambiado esa visión ni esa política.

Todos los gobiernos en los años de elección presentan sus famosos planes o programas de reducción de la pobreza indígena a través de proyectos y préstamos jugosos ante las instituciones financieras.

¿Cuál es la diferencia de las políticas con respecto a los territorios indígenas en Panamá o en qué ha variado a través de los años? El lema del escudo lo dice todo: «Panamá Pro Mundi Beneficio» y al nacional, al originario no más comarcas. Y ¿cuáles han sido los resultados de esos programas o proyectos?

Lo que ningún gobierno ha reconocido es que estas políticas y proyectos siempre han sido impuestas, no consultadas, dado que por muy buenas que sean éstas deben tener la aprobación de las autoridades y las comunidades que son las beneficiarias. En ese sentido, la «pobreza indígena» ha sido un negociado para todos los gobiernos, captar fondos internacionales (ya sean donaciones o préstamos) con el fin de bajar la pobreza extrema; consultorías bien pagadas para “expertos en pobreza indígena” tanto de nacionales e internacionales que a veces ni siguiera pisan la comarca o van de turismo; e informes bien ilustrados (con impresiones de lujo) y las mediciones con los últimos modelos para calcular la pobreza y la presentación en el mejor y más caro hotel de la localidad (bufet digno para hablar de pobreza). Se crean oficinas para alimentar a la gran burocracia estatal a costa de la pobreza indígena y, al final, sólo quedan los informes (gobiernos tras gobiernos archivados, quien sabe dónde). Se despilfarran recursos y a las comarcas solo llegan migajas (acaso el 10% o 20% a lo sumo). Y, quién implementa todas esas políticas?, ¿los pueblos indígenas?, y ¿quién administra esos fondos? Si de verdad hay una voluntad política destinada a resolver las necesidades de los pueblos indígenas se debe dar un verdadero y real reconocimiento a sus autoridades y sus instituciones, llámese congresos o consejos, comunidades, y no estar inventando o creando nuevos cascarones, que sólo sirven para crear conflictos y dualidad de poderes en las comarcas.


Definitivamente, el problema son el Estado y los gobiernos, y no los pueblos indígenas; no son un obstáculo para el desarrollo de los países, son cuidadores de la Madre Tierra y no destructores de ella. Al final, los gobiernos no quieren reconocer su incapacidad de resolver los temas indígenas.


Señores, lean, investiguen un poco antes de emitir sus opiniones ahora que hay más facilidad en la era de internet o sino va a formar parte de “legiones de idiotas”. Tal como lo dijo el gran escritor y filósofo italiano Umberto Eco, autor de mis novelas favoritas Il nome della rosa (El Nombre de la Rosa) e Il pendolo di Foucault (Péndulo de Foucault): «Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas».

Autor: Kinyapiler Johnson González
Panamá, 16 de agosto de 2022.

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