Predicadores admirados con sangre en las manos: Canadá es imperdonable
Compartimos un texto que aparece en el número 65 del Periódico El Colectivo de Medellín (número que les invitamos a leer en su totalidad) (y que ahora también publica Lucha Indígena en su edición 178), como reacción inmediata ante el proceso en curso de encontrar y desenterrar cientos, miles de cadáveres de niñas y niños indígenas (hay adultos también) en los colegios residenciales de Canadá (pueden ser hasta 20 mil según aseguran expertos). No es uno de los acontecimientos del pasado de Canadá ni historia pasada. Es un hecho, una atrocidad, un genocidio vigente. El eje de la política pública en torno de la cual se ha establecido ese país, ese estado nación, la institucionalidad, la forma estado, la cultura, el carácter nacional, es decir: Canadá. No es un asunto que se limita a la relación entre la modernidad civilizada de un país ejemplar que anda predicando por el mundo su modelo, frente a los pueblos indígenas afectados, sino, Canadá como un todo. Un estado establecido, construido, legitimado, arraigado en una manera de ser, hacer, acumular, conseguir, ordenar, legislar, basado en el terror contra inocentes, inermes, pertenecientes a esa tierra usurpada sobre la que impusieron de manera atroz y con máscaras de decencia un horror inenarrable. El referente neutro, la normalidad, lo naturalizado que se acepta como valores fundacionales y principios estructurales de esa nación, ser Canadiense es eso, tomarse a nombre de valores irrebatibles, blancos, decentes e inevitables, territorios, pueblos, culturas y, por el bien de estos, someterlos, destruirlos y presentar la masacre, la imposición, el despojo y el horror genocida como necesario, útil, bueno. Lo hicieron antes de los colegios residenciales que se presentaron como la oferta del derecho a la educación, lo lograron con esta estrategia de masacre cultural que convirtió naciones milenarias en empobrecidos, avergonzados y señalados como inferiores y sujetos del poder del genocida que luego les ayuda a «enfrentar sus traumas» con políticas públicas y «ayudas» que le cuestan tanto a la sociedad para cuidar de pueblos primitivos y atrasados que no sirven para nada. El victimario masacra a la víctima en todos los sentidos, cuida de ella para que le agradezcan y para poder señalar la necesidad de completar el trabajo del exterminio. Siguen hoy con las políticas de migración que traen población barata, la que le sirve a su proceso de acumulación, de todo el mundo, especialmente de lugares donde la política de Canadá fomenta extractivismos mineros, petroleros y otros y garantiza apoyo a políticas de guerra, represión y despojo. La política externa es igual a la política del derecho genocida de los colegios residenciales. Ahí están encubriendo y haciéndose cómplices de regímenes asesinos por todo el mundo a nombre de las ganancias y el progreso. Predicando van matando y robando. Discursos de paz y derechos humanos. Iniciativas contra el racismo y todo el etcétera integral bajo una premisa, generar ganancias, acceder a riquezas y territorios e importar la gente que nos sirva para convertirles, como a las y los herederos que sobrevivieron los colegios residenciales en sumisos, dependientes y agradecidos que si en sus países fueron perseguidos por las mineras del Canadá, en Canadá a cambio de aprender una lengua, un mínimo de beneficios materiales y los empleos para los que los necesita esa misma economía colonial, racista y extractiva, los anulan en su experiencia, en su saber, en su memoria, en sus luchas, generación tras generación. Para algunos, el sueño americano: el éxito en los términos de la competencia de modo que agradezcan la maravillosa oportunidad que ese país les dio, a cambio de la cual se integran a defenderlo y representarlo de manera acrítica y «bondadosa». ¿Se entiende?, ¿se ve? la política poblacional migratoria de Canadá es equivalente a los colegios residenciales. Salvan vidas a cambio de anular y re-educar…a menos que quienes lleguen traigan mucho dinero mal habido usualmente como cómplices del robo y buenos servidores del extractivismo Canadiense y entonces, pues, son bienvenidos, porque en realidad ya son «clase media Canadiense». Hacen parte de la cultura del despojo, del genocidio, de la paz de los cementerios, de las escuelas, de las iglesias, del blanqueamiento…de la sumisión arrogante y convencida que conduce a defender siempre al que te compra.
Experimentos de tortura pagados por la CIA en Montreal, la Universidad de McGill, capturando personas vulnerables y deprimidas para ensayar lo que la CIA implementó por el mundo para la acumulación de territorios, despojos, ganancias y migrantes agradecidos (denunciado por Naomi Klein en Doctrina de Shock) -la relación con el nazi-fascismo no hay que inventarla, está documentada, basta con recordar al Psiquiatra Donald Owen Cameron. Experimentos de «nutrición» para observar impactos del hambre y de la manipulación atroz para someter y domesticar. Pero el más exitoso de todos estos experimentos entre tantos tan ocultos como las tumbas del genocidio infantil hasta ahora: la fabricación de una mentalidad arrogante, superior, saneada, basada en la convicción de que los buenos modales que no se dejan llevar por conflictos, el consumo insaciable como un derecho, señalar al mundo donde no hay lo que ellas y ellos tienen como un pretexto para «cuidar y agradecer la grandeza de nuestro país». En fin todo lo que les convence de la cuna a la tumba de tener derecho al privilegio y a la riqueza y a sentirse tan bondadosos y tan generosos por andar preocupándose por el mundo y predicando lo que tenemos que hacer desde las vanguardias, ONGs, académicxs, programas de desarrollo y más para cambiar nuestras realidades según su receta. Eso, la convicción del privilegio como derecho y cultura que hace que aún cuando admiran nuestras luchas son ellas y ellos quienes seleccionan las correctas. Hay excepciones y buena gente, claro. Si no no podría establecerse la normalidad genocida. Hoy hay quienes señalan la ira indígena que quema iglesias y tumba estatuas como evidencia del salvajismo que nada arregla. Cuando esto hacen se ponen en evidencia.
Mientras aún se destapan fosas y por fin se empieza tal vez a reconocer la masacre ¡cuyos testigos hasta tanto el radar no descubra la fosa han sido consideradas mentirosos!, ya apuntan al crimen del indio salvaje contra edificios y cosas. Ellas y ellos saben cómo sí y cómo no deben hacerse bien las cosas. Trudeau quiere que el Papa pida perdón, cuando la culpa es del régimen todo y no del sicario, del operador. Fue política pública. Lo es hoy. Canadá es un orden criminal. Un crimen que debe comprenderse. La verdad está muy lejos de ser develada y se requiere. Ya están encubriendo. Ofrecen reparación (¿qué van a reparar? ¿se paga con dinero y perdón de iglesias la masacre genocida y el etnocidio? ¿no van a destapar la verdad de Canadá como un todo? ¿no van a hacer que se miren en todos los ámbitos para reconocer que han sido operadores, cómplices y artífices de manera integral como sociedad?) y apuntan hacia otros.
No. Tal como están las cosas, aquí y ahora, Canadá no tiene perdón. Eso que es Canadá, su parte en el orden colonial, no puede hundirse en el pasado porque se ha refinado, profundizado y extendido. Son crímenes que ahora mismo cometen y ejecutan. Es la esencia de su política pública. Hasta lo bueno y admirable se financia y soporta sobre el abuso, el terror y el privilegio. Han señalado a otros genocidas y criminales de lesa humanidad y no tenían ni tienen autoridad para hacerlo. Les llega la hora de verse ante el espejo de las y los sobrevivientes de la Isla de la Tortuga. El exilio me llevó a Sakitawak y allí a clanes y familias víctimas de la estrategia residencial. Me acogieron, me contaron. Lloraron sin lágrimas ahogadas en alcoholismo y odio. Nos rescatamos juntas y juntos y supe entonces por cada una de ellxs en este dolor pandémico que mata y no tiene cura, que son gente maravillosa que nunca mereció un dolor tan profundo y repugnante. Una afrenta contra la belleza y por odio patriarcal vanidoso contra la Madre Tierra llamado para siempre Canadá.
Libres de Canadá seremos libres todas y todos para regresar a casa, a la Madre tierra. Desde allá, hasta el Wallmapu pasando por todos los rincones de la tierra. Porque no se salva ningún estado nación: este criminal-Canadá, era el «mejor».
¡NIW HK M KANAK! TODXS MIS PARIENTES (CREE)
¡Así No! Dominación y Despojo
Emmanuel Rozental
Pueblos en Camino
Julio 7 de 2021
Predicadores admirados con sangre en las manos
Stephen Harper, primer ministro conservador del Canadá, pidió perdón a las víctimas indígenas de los “Colegios Residenciales” en el 2008. Un perdón burocrático, de esos que en el papel y en el gesto frío y calculado se proclaman como hitos históricos. Era más lo que pretendía ocultar que lo que reconocía y prometía reparar. Ese mismo año la Minga llegaba a Bogotá desde el Cauca profundo a entregar los 5 puntos de una agenda contra el modelo económico y el proyecto de muerte del capitalismo, señalando al terror de esta democracia genocida como el instrumento de política pública para el despojo corporativo encabezado por la minería canadiense, denunciando la legislación del abuso que debe suplantarse por la de los pueblos para la vida, exigiendo el cumplimiento de los compromisos de Estado ganados en lucha y convocando el tejido de pueblos que dejará atrás la institucionalidad estatal.
Al mismo tiempo que esta Minga se entregaba en la Plaza de Bolívar a los pueblos de esto que llaman Colombia, ese mismo día, en Lima, Harper y el Matarife Álvaro Uribe Vélez se comprometían en la APEC (Foro de cooperación económica alianza del Pacífico), con un tratado de libre comercio entre los dos países para pisotear públicamente la Minga, los pueblos y la agenda de vida y justicia. Canadá ratificaba entonces y perpetúa hoy, a cambio de territorios y riquezas, su complicidad integral con las fosas comunes, las masacres, los falsos positivos, el paramilitarismo, el terror y el despojo.
No era un error, ni desinformación o desconocimiento, como no era desconocido lo que se había hecho durante un siglo, a partir de 1880 hasta los 90 del siglo XX, en campos de concentración, re-educación y exterminio con niñas y niños indígenas de todo Canadá. Es el mismo Canadá extractivista que, a través de CERI (Canadian Energy Research Institute), una paraestatal del gobierno canadiense que actuó en todo el continente, redactó los códigos mineros de toda Abya Yala para beneficio de transnacionales, encubriendo con esa apariencia blanca, limpia, decente, la guerra contra la tierra y la masacre por ganancias de la que son y han sido capaces como pocas naciones en el mundo.
En 1920, la ley indígena del Canadá fue enmendada y la educación (del conquistador blanco) se volvió obligatoria para los indígenas. Los padres que negaran este “derecho” a sus hijxs serían castigados por la rigurosa ley del gobierno. “Su idioma es lo que les permite conformar un pueblo. Mientras conserven su idioma, ellos (los indios), no podrán asimilarse”, afirma el texto de la enmienda.
Ahora, 7 de junio de 2021, el pueblo derriba la estatua de Cristóbal Colón en Barranquilla y la de Egerson Ryerson en Toronto. Ryerson fue uno de los arquitectos de la enmienda a través de los colegios residenciales encargados a iglesias cristianas (Católicas y otras). Al menos 150.000 niñas y niños fueron sometidos a estos campos de abuso y muerte. Gerry Gardiner, por ejemplo, fue brutalmente golpeado sin explicación alguna por el cura en el baño. Fue porque “seguramente estaba pensando en esa lengua del demonio”. Las violaciones y abusos físicos fueron sistemáticas. Hasta allí llegó Harper para encubrir. Ofreció compensación con programas y políticas para comprar el perdón y brindar ayuda sicológica a las víctimas.
En los círculos de la palabra en el norte de Saskatchewan, durante meses y años escuchamos los relatos de horror y de dolor. La vergüenza injertada en la conciencia de las víctimas educadas para negarse, callar y dejarse abusar.
Linda fue la primera en recibirme en Sakitawak. Hermoso y elegante semblante, enormes ojos entre verdes y grises. Su humor oscilaba entre la ira incontenible y la alegría desbordada. Allí creció sin sus padres, recibiendo golpes, sabiendo y aprendiendo de su fealdad irreparable, de su aspecto deplorable, de su atraso heredado. Aprendió a agradecer el odio y el horror. De no hacerlo, las consecuencias eran indescriptibles.
Empezaron a hablar entre sí y a entender el origen del auto desprecio suicida. La frontera del alcohol avanzaba con la frontera de la invasión hacia el norte con la que llegaban los efectos de la enmienda. El derecho a educarse para el genocidio y agradecerlo. Caminamos por varios de esos colegios. Por sus prados y bosques tras las rejas y sentimos el peso de un cementerio escondido y negado. Acá mismo siento el escalofrío. Las fotos en blanco y negro de niñas y niños en Algoma, al norte de Ontario. Fotos de víctimas uniformadas y sometidas. Hoy, los radares subterráneos descubren fosas y cementerios. Van más de 1.000 en solo dos de las decenas de colegios. Se suicidaban a fuerza de dolor y asco. Los mataron y enterraron desapareciéndolos. El radar va a seguir descubriéndolas. Con ira justa, queman iglesias.
Ryerson, prócer racista de la educación y símbolo del Canadá civilizado, cuyo nombre lleva una universidad en el centro de Toronto, es un hombre blanco que simboliza lo que es y ha sido Canadá. Negocian tratados-máscaras con naciones y pueblos, con la intención de incumplirlos mientras ejecutan el terror y lo encubren. Fundaron una nación imperial asesina y ladrona para una minoría blanca y europea capaz de todo, siempre elegante, siempre bajo el imperio de la ley. Impusieron su decencia como referente neutro, como el bien inamovible. La bandera blanca con las franjas y la hoja roja del arce son sangre derramada por un orden limpio con el derecho a someter. Efectos de más de 150 mil niñas y niños en campos de terror y exterminio durante un siglo, enmascarados bajo el supuesto derecho a la educación. Les llevaron el alcoholismo. Rasgo esencial de la cultura canadiense: Los victimarios-beneficiarios de clase media aprendieron a señalar y despreciar a las víctimas.
Por el mundo andan predicando su limpieza, su civilidad. Son intachables, justos y correctos. Pero Canadá es un régimen sangriento enmascarado y perfumado. Es una vergüenza y una atrocidad vestida de paño y buenos modales. Canadá debe desaparecer en el arrepentimiento y la ignominia. Es la historia de un crimen atroz irreparable y en curso. Que germinen las semillas de la infancia torturada y sus herederxs. Que caiga derribado ese horror llamado Canadá. Predicadores inescrupulosos de esta historia sangrienta que debe terminar.
Emmanuel Rozental
Pueblos en Camino
Periódico El Colectivo No.65
Medellín
Escrito Julio 1 de 2021
Publicado Julio 7 de 2021
https://elcolectivocomunicacion.com/2021/07/07/predicadores-admirados-con-sangre-en-las-manos/