Mario Paciolla, poeta: ¡Verdad y Libertad! ¡Nada menos te debemos!

Hechos: A Mario Paciolla lo asesinaron en San Vicente del Caguán. Su cuerpo fue encontrado el 15 de julio de 2020. Autoridades pretendieron presentarlo como un suicidio. Su madre, la gente que lo conoció y lo quiere, quienes conocen la realidad de lo que sabía, de lo que pasa en el Caquetá, saben que sabía algo, mucho y que no se suicidó. Mario era un operador de la ONU que observaba la reinserción social de ex-combatientes de las FARC en San Vicente del Caguán. El secuestro, amenaza, asesinato…la violencia en esa región, había excluido a miembros de la ONU quienes además se encuentran fuertemente protegidos. Mario sabía algo y tenía miedo. Mario había tenido una disputa con sus jefes de la ONU el 10 de julio y supo que estaba en problemas. Mario tenía miedo. Mario terminaba súbitamente su misión en Colombia y debería haber regresado a Nápoles, Italia, el 20 de julio. Mario Paciolla amaba la vida, reía y hacía reír, amaba a Colombia y sus gentes y era tan libre como su compromiso con la libertad. Mario era un poeta.

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Claudia Julieta Duque era una amiga entrañable de Mario. Claudia Julieta sabe del horror, de la muerte, de los intereses, del poder, de la soledad. Sabe del valor y sufrimiento que imponen buscar, descubrir y defender la verdad a toda costa. Claudia Julieta le escribió una carta en la que exige “justicia para un poeta”. Desgarradora y bella muestra de humanidad que ya, ahora mismo, agrieta el sanguinario muro de mezquindad, miedo y mentira que todo lo encubre. Su carta nos llega, nos arrasa.
Resuena un reclamo, Mario: que no te hayan matado; que te devuelvan la vida. Ni más ni menos. Eso, lo único que puede hacer justicia, es imposible por culpa del aparato de muerte que gobierna, controla, mata y miente. Mucho menos que eso, pero lo único aceptable, es que se sepa la verdad, todas las verdades y que los asesinos, sus cómplices y el orden de terror y muerte por ganancias quede expuesto para que la justicia que corrió por la vida del poeta, siga su camino nuestro.

Compartimos dos textos más, indispensables, urgentes, permanentes, porque el 15 de julio con el hallazgo de su cuerpo sin vida empieza el proceso para saber las verdades. Uno de Stephan Kroener y otro de Simone Ferrari, publicado hoy, 26 de julio en TNI.it, en Italiano y que compartimos de inmediato, sin traducción aún, porque da una mirada de contexto indispensable y urgente.

Dice Simone Ferrari: “No es éste el momento de hacer hipótesis, y no será nada fácil saber lo que había descubierto e inquietaba a Mario Paciolla. Lo que sí es cierto es que el operador italiano se ocupaba de observar el respeto por los acuerdos de paz y los derechos humanos, en un municipio en el que enormes intereses económicos en juego nunca dejaron de cosechar víctimas civiles

Verdades: ¿Basta con saber quien mató a Mario Paciolla? ¿Basta con saber por qué lo mataron y cómo? No. Ese también será apenas el comienzo. Hay que saber qué se planificó y se implementa en el Caquetá al firmarse los acuerdos de paz. Hay que saber qué intereses se mueven y cómo los diversos actores se disputan ganancias, territorios, rutas, vidas y muertes. Hay que saber desde allí lo que tiene que ver todo esto con la Colombia que nos esconden y que se consolida teniendo que ocultar lo que supo un poeta. Eso y mucho más. Hay que saberlo porque detrás del mundo de las ganancias, el terror y los asesinos, detrás de todo esto está el proyecto Colombia, el que nos niegan y que hace parte de un proyecto global mafioso y asesino. El que encubren. El de la guerra total. El de un orden podrido en el que los peores mandan y matan. El mundo del silencio, del engaño y del poder fue desafiado por la mirada transparente, la alegría y la libertad de un poeta que vino a acompañar y verificar…a inventarse con la gente una paz con libertad y vida. Tanto miedo le tuvieron a la verdad y a la vida otra vez, ésta vez, que lo mataron rodeado de protecciones y como operador de la ONU. En Nápoles y en Italia la gente ha salido a la calle por el poeta y la verdad. El Alcalde de Nápoles no aceptará nada distinto a la verdad y la justicia y su vida es prueba de su compromiso.

Pero la verdad no llega de instituciones que responden al poder, a la intriga, a la guerra y al terror. La verdad llega, a pesar de todo, por la persistencia de familiares, amigas y amigos, por el afecto y compromiso a toda costa y sin precio de quienes luchan por ella desde la inspiración que da el amor y el dolor. Desde la decisión en la que se arraiga y alza vuelo la dignidad. Por eso compartimos también la entrevista a Carlos Beristain que le hace John Gibler, en la que, en torno a los hechos de Ayotzinapa, la verdad donde no se puede, se abre paso.

Mario Paciolla, viajero y habitante de un mundo libre. ¡Verdad y Libertad!: Nada menos te debemos: ¡Gracias!
¡Así No! ¡No Más! Pueblos en Camino

HOMENAJE Y DENUNCIA

Mario Paciolla:
justicia para un poeta

“No me creo la tesis del suicidio por soledad y depresión”, afirma en este texto la periodista Claudia Julieta Duque, amiga del voluntario encontrado muerto en San Vicente del Caguán.

El alcalde de Nápoles, Italia, Luigi de Magistris, pide verdad y justicia por la muerte de Mario Paciolla en San Vicente del Caguán, Colombia. / Tomada de la cuenta de Twitter del alcalde de Nápoles (@demagistris)

No habían pasado 24 horas de la entrega en Nueva York del último informe de la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia cuando una de tus compañeras de trabajo te encontró muerto, mi amigo poeta y periodista, en tu casa de San Vicente del Caguán. Ese informe debía recoger tus hallazgos como voluntario de esa organización en el departamento del Caquetá, pero, tal y como pasó con tu muerte, la ONU guardó silencio.

Y es ese silencio, indigno de ti y de nuestra realidad, el que me obliga a escribir, a intentar romper con palabras el nudo que aprieta mi garganta desde que supe que una soga asfixió la tuya hasta dejarte sin vida en la madrugada del miércoles 15 de julio.

La hipótesis del suicidio resulta inverosímil para quienes conocimos tu vitalidad, tu sonrisa y también tus críticas a la Misión cuando un compañero enfermaba de dengue y pasaba el tiempo sin que fuera evacuado a otra ciudad para recibir atención médica adecuada. Te preguntabas qué pasaría si te picaba una culebra, si te enfermabas de gravedad en San Vicente. Ya habías planeado a quién acudir en caso de que algo así te sucediera: no sería a nadie al interior de la ONU, pues te preocupaba que la paquidermia burocrática te dejara aún más expuesto que una enfermedad o un accidente.

Ese amor propio se contradice con la idea de que fueses capaz de arrancarte la vida en un lugar tan lejano de tus amigos, familia y amores, y de tu Nápoles del alma, a donde partirías el 20 de julio para limpiarte en las aguas del Tirreno toda la suciedad que te había ensombrecido en las últimas semanas.

Semanas atrás habías desasegurado el candado que protegía la reja del techo que daba a la azotea del pequeño edificio donde vivías, en prevención “por si alguien” venía por ti. ¿Es allí donde te encontraron? No lo sabré, al menos por ahora, porque jamás te visité, ni en San Vicente ni en Nápoles, como estaba acordado.

“Vedi Napoli e poi muori” (ver Nápoles y después morir). Siempre me repetías esa melancólica frase para recalcarme la promesa que nos hicimos en el 2018, cuando dejaste Brigadas Internacionales de Paz y yo viajé a Holanda para tomar un respiro ante una nueva avalancha de amenazas: a tu regreso a Italia yo iría a visitarte.

Aunque tu contrato en la Misión expiraba el 20 de agosto, algo pasó el 10 de julio. Ese día tuviste una fuerte discusión con tus jefes, según le contaste al día siguiente a Anna Motta, tu madre, mientras le anunciabas que habías adelantado tu viaje. Te sentías asqueado.

Durante esos últimos días insististe mucho en que ya no era seguro para ti permanecer en Colombia ni en la Misión. Por eso abriste ese candado y empezaste a preparar tu salida. El miércoles 15 tendrías que haber viajado a Bogotá para iniciar el retorno. Debías tramitar el permiso para viajar en el vuelo humanitario del 20, un trámite fácil para un funcionario internacional.

Tu Whatsapp personal estuvo conectado hasta el 14 julio a las 10.45 de la noche. Lo que pasó desde entonces hasta que tu cuerpo fue encontrado por otra exbrigadista y voluntaria en la Misión a la mañana siguiente es un enigma. A ella la llamé tan pronto me enteré de la noticia, el 16, para darle mis condolencias, pero yo misma estaba ahogada en llanto. “Mario te apreciaba mucho, siempre hablaba de ti. Yo sabía que ustedes seguían en contacto”, me dijo, y yo solo atiné a pedirle que intentara rescatar de tu computador los poemas que habías compilado y querías publicar en Italia.

La tercera semana de junio, en una reunión informal en Florencia –capital del Caquetá, donde opera la Oficina Regional (OR) de la Misión de la que depende la Suboficina del Caguán– una compañera de trabajo te acusó de ser un espía.

Lo dijiste entre risas, porque siempre te burlabas del absurdo. Hoy, con tu sonrisa apagada por tu violenta y súbita partida, me pregunto si esa no fue una primera señal del peligro que corrías. ¿Qué pasó ese día, quién te señaló de tan grave manera, qué medidas tomó Sergio Pirabal, jefe de la OR, excompañero mío en la Comisión de la Verdad de Guatemala?

También entre risas comentaste la reciente anotación en tu hoja de vida por manifestar tu desacuerdo con la forma, para ti discriminatoria, con que la Misión estaba manejando la pandemia. Mientras a otros funcionarios se les facilitaban viajes y medidas de teletrabajo, para los voluntarios la norma fue la soledad y el aislamiento.

Tú eras de aquellos que se ríen de las cosas serias, como cuando me confesaste que bajo un seudónimo publicabas reportajes sobre Colombia para una revista italiana. Estos días, buscando pistas, volví sobre tus artículos, pero el último de ellos es de junio de 2018. Es claro que jamás violaste los principios de la Misión: desde tu ingreso dejaste de escribir.

No. No me creo la tesis del suicidio por soledad y depresión que varios de tus amigos quieren comprarse para dar trámite a su propio dolor. Tampoco me creo que una autopsia demore 10 o 20 días. Tal vez los análisis toxicológicos, pero el examen forense ya debe estar listo y tendría que ser dado a conocer por el Instituto Nacional de Medicina Legal.

(También puede leer: La extraña muerte de un voluntario internacional)

Sé de tus disgustos internos con una organización que en su informe de 2019 sólo mencionó en un párrafo de seis líneas el bombardeo militar en que murieron 18 niños y niñas reclutados por las disidencias de las Farc, varios de ellos rematados en tierra, hecho que determinó la salida del entonces ministro de Defensa, Guillermo Botero.

Sé que documentaste más casos de ese tipo, así como el desplazamiento forzado de las familias de los niños víctimas y el asesinato de varios más. Sé que te molestaban la suavidad del tono de los informes de la ONU, la compleja relación de algunos miembros de la Misión con la fuerza pública, la contratación de civiles que venían de trabajar para las fuerzas militares, la pasividad de esa organización frente a bombardeos contra civiles en el sur del Meta y el aumento de los asesinatos selectivos de excombatientes de las Farc.

Llevabas meses esperando la activación de una tercera alerta temprana de la Defensoría del Pueblo para San Vicente del Caguán. Esta semana, Mateo Gómez Vásquez, coordinador del SAT a nivel nacional, me confirmó que en aproximadamente un mes saldrá la alerta, cuyo énfasis será sobre el crecimiento de las disidencias de las Farc al mando de alias Gentil Duarte y las nuevas dinámicas del conflicto en esa región del país.

Pero esta vez la alerta será tardía. De acuerdo con la última conversación que tuviste con tu madre, el 10 de julio te metiste en “un lío” con tus jefes, que no dudo en afirmar fue el detonante que desencadenó en tu suicidio simulado.

Desde hace una semana tu nombre da vueltas en mi cabeza junto a las expresiones “investigación exhaustiva”, “inmunidad diplomática” y “extrañas circunstancias”.

Dueles en el alma, Mario Paciolla. Como brigadista tú salvaste mi vida. Hoy hay una sola forma de saldar esa deuda: buscar la verdad sobre tu muerte.

Por: Claudia Julieta Duque
Especial para El Espectador/Nacional
22 jul. 2020 – 10:45 a. m.
https://www.elespectador.com/noticias/nacional/mario-paciolla-fue-un-suicidio/

La extraña muerte de un voluntario internacional

El periodista alemán Stephan Kroener refiere el estupor que ha causado en Italia la extraña muerte, el pasado 14 de julio, del voluntario de esa nacionalidad Mario Paciolla en la zona de San Vicente del Caguán.

Voluntario italiano Mario Paciolla. / Tomado de @Ccajar

No, no lo conocí. Solo nos encontramos unas pocas veces en Bogotá y conversamos trivialmente, principalmente en la cocina en la casa del equipo de una ONG muy conocida. Mientras yo estaba sentado allí hablando con las cocineras, se acercaba a veces, tomaba café, hacía una broma con su distintivo acento italiano y desaparecía de nuevo en la oficina.

Mario Paciolla comenzó a ser voluntario dos años después de mi salida de la organización. En marzo de 2016 fue uno de los “recién llegados” que se reunieron en la casa del equipo en Bogotá. Yo había regresado el mismo mes a Colombia para seguir mi camino como periodista. Estuve en la fiesta de bienvenida dos semanas después de su llegada. En una foto que muestra a Mario en los brazos de su grupo de voluntarios, se ve un muchacho rubio, barbudo, de menos de 30 años de edad, sonriendo, lleno de vida, hijo y hermano de un pueblo cerca de Nápoles, a donde en estos días retorna su cuerpo sin vida.

Al igual que cada uno de los “recién llegados”, también tuvo que presentarse en el sitio web de la ONG. Mario escribió en ese momento: “El viaje es largo, pero como siempre pasa en los aeropuertos, se puede aprovechar las esperas entre un vuelo y otro, para adivinar el destino de las personas que están a tu lado y que miran las pantallas de salidas y llegadas. Una vez en Colombia, después de engañar al tiempo, la oscuridad de la noche bogotana convierte al insomnio en adrenalina, envolviéndote en su manta de clima caluroso-húmedo-frío-seco… Y, de repente, descubres que lo imprevisible va a tener el ritmo de una cumbia callejera tocada en la Carrera Séptima”.

Todavía no se sabe qué sucedió en San Vicente de Caguán en la noche del pasado martes 14 de julio. Aunque la investigación judicial está en curso, observadores descartan la hipótesis del suicidio de Mario que mencionaron las autoridades al comienzo. Su madre lo niega categóricamente. En el periódico italiano La Repubblica, uno de los más importantes de la península, ella informa de varias conversaciones por Skype que tuvo en los últimos seis días con su hijo y en las que Mario estaba preocupado “por algo que había visto, entendido, intuido”. Parece que no lo quería contar por teléfono. Pero, según su madre, en una ocasión le dijo que tuvo una reunión con sus jefes en cual había “hablado claro” a ellos. A su madre Mario mencionó que se “había metido en un lio”.

Según el medio Caquetá al Día el cuerpo de Mario fue encontrado “con laceraciones en manos y ahorcado”, pero poco después la revista Semana publicó que tuvo “varias heridas con arma blanca”. No se conoce todavía los resultados de la autopsia, pero con la autoridad de la intuición maternal su madre aclaró ya a los medios italianos: “lo mataron”. Otro argumento contra la hipótesis del suicidio es que Mario se había asegurado un vuelo de regreso a Italia poco antes de su muerte – quería volver a Nápoles. Así también lo había dicho según su madre: “Mamá, tengo que volver a Nápoles, me siento sucio, absolutamente, tengo que venir y bañarme en las aguas de Nápoles”. Pocos días después confirmó a su madre: “Mamá, encontré el boleto de avión, para regresar, me voy el 20 de julio”. La salida a Bogotá era prevista para el miércoles antes, el mismo día de su muerte.

Las circunstancias que rodean el fallecimiento de Mario, un hombre que ha trabajado por los derechos humanos en diferentes lugares del mundo, pero más que todo en Colombia, hacen que todo sea más insoportable, más absurdo. Porque Mario se había quedado en Colombia para ayudar y apoyar a la paz que muchos colombianos anhelan. Después de acompañar a defensores de derechos humanos durante más de dos años, asumió la tarea de ayudar como voluntario en la Misión de Verificación de la ONU para la implementación del acuerdo de paz entre las FARC y el Gobierno colombiano.

Este acuerdo es frágil, muchos excombatientes de las FARC ya han sido asesinados, al igual que cientos de activistas, defensores de los derechos humanos y partidarios de los movimientos sociales. Las medidas de cuarentena a nivel nacional por causa de la pandemia del COVID-19 también facilitan los asesinatos. Encerrados en sus hogares, muchos están aún más expuestos a las bandas criminales. Mario también estaba en cuarentena en su casa en San Vicente de Caguán. Su boleto para uno de los pocos vuelos humanitarios de regreso a Europa solo cinco días después de su muerte permaneció sin usar.

La muerte de Mario apremia las relaciones diplomáticas de Colombia e Italia. En Nápoles manifestaron y desenrollaron en el balcón de la alcaldía una pancarta con la foto de Mario Paciolla. El alcalde mismo de la tercera ciudad más grande de la península, Luigi de Magistris, pidió “verdad para Mario”. De Magistris es también un famoso ex fiscal anticorrupción y ex miembro del parlamento europeo. Un duro que no aceptará ningún juego político y avisó ya que no quiere otro “caso Regeni”. Giulio Regeni era un estudiante italiano que fue torturado y asesinado hace un tiempo en Egipto.

En Colombia unos se acordarán del caso del joven italiano Giacomo Turra que murió hace casi 25 años en custodia de la policía de Cartagena y bajo circunstancias nunca aclaradas en su totalidad. Los amigos de Mario ya abrieron una página en Facebook y publicaron una petición que pide del Ministerio de Asuntos Exteriores de este país mediterráneo investigar las circunstancias de la muerte de Mario. Hasta el domingo tenían ya más de 13mil firmas. Ayer hubo la primera reunión por videoconferencia entre funcionarios de la Fiscalía colombiana, del Ministerio de Asuntos Exteriores italiano y la familia de Mario. El martes llegarán sus familiares para llevarse el cuerpo de su hijo a Nápoles.

Para los voluntarios extranjeros y defensores colombianos que trabajan para la paz y los derechos humanos la muerte de Mario Paciolla es un golpe duro. Muchos pensarán en él si algún día tienen que esperar en un aeropuerto. Acordándose de sus palabras lo buscarán entre los viajeros frente a las pantallas de salida y llegada. El viaje es largo e impredecible, dijo Mario, lo fue para él y lo es para Colombia y todos los que anhelan la paz.

Por: Stephan Kroener
El Espectador Nacional
19 jul. 2020 – 7:33 p. m.
https://www.elespectador.com/noticias/nacional/la-extrana-muerte-de-mario-paciolla-un-voluntario-internacional/

*Stephan Kroener trabajó como voluntario en Colombia desde 2012 a 2014. Desde 2016 vive, estudia y trabaja como periodista independiente en Bogotá.

Chi ha ucciso l’italiano Mario Paciolla?
Reportage dalla Colombia violenta, tra Farc e Narcos

Immagine di copertina
Credit: Emanuele Fucecchi

“Qui la gente ha sempre vissuto nella paura, ha sempre tenuto la testa bassa. Ti affacci alla finestra al mattino e vedi i guerriglieri. A mezzogiorno passano i paramilitari. Di sera l’esercito. Mario aveva una mente troppo trasparente, voleva che le cose si facessero bene. Per questo si scontrava spesso con i suoi responsabili”. Così l’attivista locale Gabriela (nome di fantasia) ricorda Mario Paciolla, l’operatore ONU italiano trovato morto nella sua residenza di San Vicente del Caguán (Colombia) il 15 luglio 2020.

Quel giorno Mario aveva in programma di viaggiare a Bogotá. La settimana successiva sarebbe partito per l’Italia, a bordo di uno dei pochi voli umanitari che permettono ai cittadini europei di rincasare in tempi di pandemia. Il 10 luglio, una dura discussione con i suoi superiori. La sensazione di un pericolo imminente, il rafforzamento delle misure di sicurezza di casa e la scelta improvvisa di anticipare il ritorno a Napoli.

L’ultima connessione a WhatsApp alle 22.45 del 14 luglio. Il mattino dopo, il ritrovamento del corpo senza vita. La salma è già stata trasportata in Italia, dove l’autopsia rivelerà l’eventuale fondatezza della tesi del suicidio, apparsa fin da subito poco credibile.

Le ragioni alla base della decisione repentina di abbandonare la missione non sono ancora state determinate. Alcuni dubbi li ha sollevati sul quotidiano El Espectador la giornalista colombiana Claudia Julieta Duque, amica stretta di Paciolla. Ma per comprenderli è necessario aprire lo sguardo alle intricate dinamiche sociali in cui si muovono gli operatori ONU nel Caquetá, Colombia sudorientale. Un campo minato in cui gruppi guerriglieri, mafie locali e reti di narcotraffico internazionale si contendono gli enormi interessi in gioco nel territorio: produzione ed esportazione di cocaina, deforestazione massiva e licenze petrolifere.

Cosa faceva Paciolla in Colombia

In primo luogo, la missione: Mario Paciolla e i suoi colleghi erano incaricati di osservare e valutare il compimento degli accordi di pace tra Governo colombiano e FARC, ratificati a fine 2016. La missione di verifica dell’ONU in Colombia era iniziata nel settembre del 2017. Paciolla ha iniziato a farne parte nell’agosto del 2018. Copriva la zona di San Vicente del Caguán (Caquetá).

Un incarico particolarmente delicato: a San Vicente del Caguán l’implementazione degli accordi di pace stava assumendo da tempo risvolti inquietanti. In effetti, l’assassinio di Paciolla sembra collocarsi in una ben più ampia strategia del terrore messa in atto dai gruppi armati che si contendono da tempo il controllo della regione. Una strategia che, a quanto sembra, ha saputo aggirare i rigidissimi protocolli di sicurezza ONU per i propri dipendenti in zone ad alto rischio. La tutela garantita ai funzionari internazionali sembrerebbe essere misteriosamente venuta meno nel caso dell’operatore italiano. Come è possibile? Perché Paciolla nei giorni precedenti alla morte si sentiva in pericolo?

San Vicente del Caguán: violenza in tempi di pace

Ogni volta che ha un aggiornamento sulla vicenda, Gabriela mi telefona da una scheda non tracciabile. Ha paura di essere intercettata. A San Vicente del Caguán nessuno crede alla versione del suicidio, ma quasi tutti hanno paura di parlare. L’alone di omertà che avvolge il municipio trova facili spiegazioni nella violenza sistematica di cui sono vittime i difensori dei diritti umani locali.

https://www.sogeocol.edu.co/dptos/caqueta_02_ubicacion.jpg

Negli ultimi quattro anni in Colombia sono stati assassinati circa 500 líderes sociales, e dal 2018 San Vicente si trova stabilmente nella lista dei dieci municipi nazionali con la maggiore concentrazione di omicidi di attivisti. Uno di loro, Oscar (altro nome di fantasia), mi racconta che a San Vicente “chi difende i diritti umani è divenuto un trofeo per i gruppi armati”.

Dietro le persecuzioni ai difensori dei diritti umani si cela la macabra riconfigurazione delle geografie del conflitto. Dopo la firma degli accordi di pace del 2016, le sezioni dissidenti delle FARC (il gruppo guerrigliero più longevo e strutturato d’America) hanno costituito nebulose alleanze con le cosiddette BACRIM (Bandas Criminales), organizzazioni criminali dedite al narcotraffico e all’estorsione. Alcune BACRIM sono a loro volta affiliate alle grandi mafie continentali: è da tempo segnalata la presenza del Cartello di Sinaloa nella regione, a gestire la produzione e l’esportazione della cocaina verso il Messico e gli Stati Uniti.

Allo stesso tempo, gli ex-guerriglieri che hanno deciso di consegnare le armi subiscono dal 2016 persecuzioni sistematiche, i cui responsabili sono facilmente identificabili nei nemici storici delle FARC nel territorio: i gruppi paramilitari sorti dalla dissoluzione delle AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) nel 2006. Bande armate affiliate all’estrema destra, tutelate dall’esercito e finanziate con il narcotraffico, la cui principale attività è la repressione violenta di ogni attore politico considerato socialmente scomodo.

División político-administrativa del Caquetá. San Vicente del Caguán al norte en color rosado. https://www.todacolombia.com/departamentos-de-colombia/caqueta/municipios-division-politica.html

La presenza stabile di attori armati a San Vicente del Caguán non è certo una novità. Il municipio vive uno stato radicato di abbandono delle istituzioni. Siamo nella zona settentrionale del Dipartimento del Caquetá, la porta d’ingresso all’Amazzonia colombiana. Negli ultimi decenni il territorio è stato uno dei maggiori epicentri dei grandi focolai di violenza del Paese. Una regione rurale poco accessibile (secondo uno studio dell’UNODC il 72% dei centri abitati è raggiungibile solo via fiume) e in larghi tratti carente di servizi basici per i contadini e gli allevatori che la popolano.

Tra FARC, paramilitari e narcotrafficanti

Miravalle San Vicente del Caguán Caquetá Zona veredal transitoria de normalización Rio Pato Ex Farc Farc Julio 22 y 23 de 2019 Foto León Darío Peláez/ Semana. En estas zonas, se concentraron lxs combatientes desmovilizados de las FARC

La scarsa accessibilità del Dipartimento, distribuito tra la Cordigliera Orientale e le prime distese della selva amazzonica, ne ha facilitato l’occupazione militare da parte di svariati gruppi armati. Le FARC occupano la regione nel 1964, sfruttando l’assenza statale per costituire zone di formazione militare dei propri integranti e per assumere il controllo di diversi municipi. Parallelamente, a partire dagli anni ’70 il Caquetá diviene una delle principali zone di coltivazione di coca e produzione di cocaina.

Le FARC intervengono progressivamente nella relazione tra narcotrafficanti e comunità, dapprima chiedendo una tassa (el gramaje) ai coltivatori, per poi espandere le stesse richieste agli acquirenti della droga, ai proprietari dei laboratori di cocaina e ai gestori dei voli diretti verso i porti marittimi del Paese.

farc colombia
Guerrglieri Farc, 2017. Credit: ANSA/EPA/UN MISSION IN COLOMBIA

A partire dal 1997 interviene nella disputa per il controllo territoriale e del traffico di cocaina il Bloque Central Bolivar, sezione locale della struttura paramilitare delle AUC. Gli scontri armati con le FARC avrebbero tormentato per decenni le comunità contadine della regione. Negli stessi anni, proprio a San Vicente del Caguán hanno inizio le storiche trattative di pace tra le FARC e il Governo di Andrés Pastrana (1999-2002), concluse con un nulla di fatto.

Durante la presidenza di Álvaro Uribe (2002-2010) e con l’appoggio degli Stati Uniti, il territorio del Caquetá viene militarizzato con 18mila uomini armati. Le FARC, in inferiorità numerica, rinunciano agli scontri a fuoco con l’esercito, adottando nuove strategie del terrore per imporre il loro dominio: massacri a civili, torture, omicidi politici. I paramilitari rispondono con le stesse modalità.

Nonostante il corposo intervento militare dello Stato, il territorio è ancora teatro di violenza ed illegalità. Nel solo 2013 vengono sequestrati diecimila chili di cocaina nel territorio. Le arterie San Vicente del Caguán-La Macarena e San Vicente del Caguán-Neiva si stabiliscono come le due rotte centrali per la fuoriuscita della cocaina dalla regione.

Lo smantellamento delle organizzazioni armate diverrà uno dei punti centrali dell’accordo di pace stipulato nel 2016. Tuttavia, come ricorda l’attivista Oscar, le vicende prenderanno una piega diversa: “La firma degli accordi aveva generato molte speranze ed aspettative, per chi come me ha sofferto in prima persona il conflitto. Ci ha permesso di sognare, non solo la pace, ma anche il progetto di una nuova società, in cui i contadini avrebbero avuto un ruolo dignitoso. Con l’avanzamento del processo, le nostre speranze si sono allentate. Sentiamo che stiamo andando incontro a un precipizio”.

La missione dell’ONU e l’attività di Paciolla

“Abbiamo perso una figura fondamentale per un territorio in cerca di pace”. Con queste parole Herson Lugo, assessore alla Pace e alla Riconciliazione per il dipartimento del Caquetá, si riferisce alla morte di Mario Paciolla (Ansa Latina).

La supervisione degli accordi del 2016 da parte della missione di verifica dell’ONU era apparso sin da subito un compito arduo. Le riforme agrarie a tutela dei contadini promesse dal governo firmatario non hanno trovato seguito nei programmi del presidente conservatore Ivan Duque, eletto nel 2018. Il reintegro degli ex-combattenti delle FARC è stato più problematico del previsto: lo Stato non ha garantito la protezione necessaria a tanti integranti del gruppo guerrigliero, assassinati non appena hanno abbandonato le armi.

La sostituzione delle coltivazioni di coca procede a ritmo troppo lento. San Vicente del Caguán continua ad essere una rotta centrale nel trasporto della cocaina verso i porti marittimi di Buenaventura, sulla costa pacifica, e di Cartagena, sul versante atlantico. Inoltre, il mancato compimento degli accordi ha portato tanti ex-guerriglieri a tornare alle armi, frammentando ulteriormente la distribuzione dei gruppi armati e degli interessi economici e sociali del territorio.

In una situazione di sempre più complessa interpretazione, tutti i membri della comunità di San Vicente ascoltati concordano su un fatto: il lavoro di Mario Paciolla nel Caquetá era stato encomiabile. Buona parte della sua attività si concentrava a Miravalle, dove un accampamento delle FARC era stato convertito in zona di reinserimento sociale.

Nel 2019 Paciolla ha gestito un progetto di reintegro di ex-membri FARC attraverso l’attività sportiva del canottaggio, con risultati straordinari: ai mondiali di rafting in Australia dello stesso anno, la nazionale colombiana viene rappresentata da cinque ex-guerriglieri e tre contadini di San Vicente del Caguán. Sono stati numerosi i processi di reintegro supervisionati da Paciolla, così come le sue relazioni di denuncia di crimini dell’esercito nazionale nei confronti delle popolazioni vulnerabili nel territorio.

Gli operativi della forza pubblica si sono intensificati con il ritorno alle armi di alcuni grandi capi delle FARC (El Paisa, Santrich e Iván Márquez), annunciato il 29 agosto 2019 in seguito al mancato rispetto degli accordi di pace da parte del governo di Iván Duque. La designazione della limitrofa regione del Meta come “Zona Futuro” (spazio di erradicazione forzata delle economie illecite) è stato un ulteriore detonante per l’aumento esponenziale di operazioni militari, le cui vittime sono state spesso civili.

È il caso, per esempio, del bombardamento delle forze militari diretto a un accampamento delle FARC di Puerto Rico, municipio limitrofo a San Vicente del Caguán. L’attacco causò la morte di 8 minorenni. Un episodio tragico che, nel novembre del 2019, costò le dimissioni al ministro della difesa Guillermo Botero.

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Ex guerrigliera delle Farc in posa davanti al cartello della “reintegration area Hector Ramírez” in un piccolo villaggio del Caquetá. Credit: ANSA/ Sinikka Tarvainen/dpa

Paciolla, una figura scomoda

Paciolla si era occupato in prima persona della difesa dei diritti delle famiglie degli adolescenti uccisi. Probabilmente la sua integrità era scomoda anche per i suoi responsabili, cui Paciolla criticava legami ambigui con l’esercito e una certa superficialità nelle relazioni dirette a New York, sede centrale dell’ONU.

La giornalista colombiana Claudia Julieta Duque, amica storica di Paciolla, riporta alcune inquietudini al riguardo. In una commovente lettera aperta pubblicata sul quotidiano El Espectador, Duque rivela che Mario le comunicava spesso la sua inconformità con le modalità operative dell’ONU nel territorio, a costo di ritrovarsi in posizioni scomode.

In una riunione informale tenutasi a Florencia, capoluogo del Caquetá e sede regionale della missione di verifica, Paciolla è stato additato da una collega di essere “una spia”. Pochi giorni dopo riporta la grottesca accusa all’amica, “perché scherzava sempre delle assurdità”.

Non è questo il tempo di fare ipotesi, e non sarà certo facile sapere cosa aveva scoperto e inquietato Mario Paciolla. Quello che è certo è che l’operatore italiano si occupava di osservare il rispetto degli accordi di pace e dei diritti umani, in un municipio in cui gli enormi interessi economici in gioco non hanno mai smesso di mietere vittime civili.

Le ultime in ordine di tempo erano state Eilcerio Mendosa (dicembre 2019), attivista per i diritti umani, e Holman Fabio Montés (febbraio 2020), ex-guerrigliero FARC. Entrambi assassinati a San Vicente del Caguán, entrambi i crimini rimasti impuniti.

Una guerra senza regole: attivisti nel mirino

I gruppi armati della regione operano ancora tramite massacri, estorsioni, traffici illeciti. A scontrarsi per il controllo del territorio sono vecchie e nuove dissidenze delle FARC, bande criminali, gruppi paramilitari e l’esercito nazionale. L’ingresso nella regione del Cartello di Sinaloa ha ulteriormente diffuso la pratica del sicariato, con esecuzioni realizzate in maniera metodica da professionisti del crimine.

Una guerra senza volti né regole, che mette in luce le grandi fragilità degli accordi di pace. In questo scenario macabro, anche gli agenti internazionali sembrano aver perso quello status di intoccabilità che contraddistingueva l’attività dell’ONU nelle zone ad alto rischio della Colombia.

Già nel 2017 un funzionario delle Nazioni Unite operativo nel Guaviare (regione amazzonica confinante con il Caquetá) era stato sequestrato da presunte dissidenze delle FARC, e rilasciato dopo due mesi di prigionia. Si occupava di seguire il processo di sostituzione delle coltivazioni di coca.

Nel gennaio del 2018, alcuni membri del Frente 62 delle Dissidenze delle FARC intercettano un veicolo ONU in transito per San Vicente del Caguán. Si appropriano del furgone senza lasciare feriti. Il mezzo sarà recuperato dall’esercito diversi mesi dopo: era utilizzato dalle Dissidenze per trasportare cocaina ed esplosivi.

Nel corso del 2020 appaiono a San Vicente volantini firmati da diversi gruppi armati, in cui si chiede l’immediata fuoriuscita dalla regione di ogni organismo internazionale.

L’attivista Oscar, minacciato da tempo per le sue battaglie in difesa del diritto alla pace dei contadini di San Vicente del Caguán, mi chiede retoricamente: “Tu credi che a questi gruppi faccia piacere che una persona con la schiena dritta controlli il loro operato?”. E aggiunge: “Noi attivisti della comunità non siamo mai stati tutelati, la nostra vita è sempre a rischio. Ma per un funzionario dell’ONU è diverso, si sa che attaccarli implica un’indagine vera, l’attenzione internazionale. Non è come uccidere un attivista locale. Il problema è che il conflitto armato è diventato selvaggio, non fanno più distinzioni. Prima c’era terrore, ma per lo meno esisteva una verticalità, dei nomi, delle gerarchie. Ora non sappiamo nemmeno più chi sono”.

Un’oscura spirale di violenza che continua a travolgere chi, come Mario Paciolla, non poteva accettare compromessi nella sua battaglia per la giustizia e per la pace del popolo colombiano.

*Simone Ferrari
TPI.it
26 de Julio de 2020 13:35
https://www.tpi.it/esteri/mario-paciolla-ucciso-perche-reportage-da-colombia-20200726641116/

*Dottorando presso Unimi (Milano) e la PUJ (Bogotá), si occupa di diritti, letterature e culture dei popoli andini colombiani. Collabora con diversi progetti di risocializzazione urbana a Bogotá.
*Candidato a Doctorados de la Universidad de Milán y de la Pontificia Universidad Javeriana, se ocupa de derechos, literatura y cultura de los pueblos andinos de Colombia. Colabora con distintos proyectos de resocialización urbana en Bogotá

Carlos Beristain entrevistado por John Gibler

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Un comentario en «Mario Paciolla, poeta: ¡Verdad y Libertad! ¡Nada menos te debemos!»

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