La dignidad de los pueblos originarios es fruto del hacer y rehacer la consciencia
Atravesamos uno de los momentos más difíciles y oscuros, mayormente porque ante la agresión sistemática nos confundimos sin crítica suficiente dentro de nuestras contradicciones. La guerra contra los pueblos avanza despojando comunidades, organizaciones, ríos, montañas, barrios, resistencias, autonomías. En nuestro Cauca, el crimen organizado con armados legales e “ilegales” de alto y bajo nivel, está convirtiendo el territorio del gran pueblo -Cxab Wala Kiwe-, en un campo de muerte para beneficio de la extracción, explotación y acumulación de capital. ¿Cómo así? Pueblos en Camino
Peor aún, dada la pandemia actual –que esconde otras–, el narcotráfico sigue erosionando la búsqueda de equilibrio y armonía y la “vida sabrosa” junto a nuestras luchas históricas. Aunque el confinamiento y disminución de funciones laborales ha empujado a la institucionalidad indígena a retomar y a fortalecer saberes y prácticas colectivas vitales para nuestra existencia, este hacer necesario es aún mínimo frente a las formas establecidas que nos han impuesto también con la colonización, los Estados, el capitalismo, las guerras, la mafia y, por supuesto, el patriarcado.
El presente
“135 líderes y lideresas sociales asesinadas en 2020 en este país” (Indepaz), casi 30 de éstos en el Cauca; hostigamiento y persecución contra quienes insisten en liberar la Madre Tierra; monocultivos y extractivismos rampantes por todas partes; agresión y encarcelamiento contra los y las que se rebuscan en las calles; prohibición de pequeños mercados urbanizados; control social y domesticación de luchas; virtualización de la salud y la educación; contención militar fascista para crear territorios de miedo, terror e indiferencia con infinidad de grupos armados que dificultan entender a quién nos estamos enfrentando.
Por ejemplo, alias “El Barbas” (disidente de las Farc), supuesto responsable de la masacre de Tacueyó, en la que asesinaron a la autoridad indígena Cristina Bautista, junto a cuatro guardias, fue visto en un retén del Ejército requisando comuneros (Noticias Uno). En Corinto hace un par de años, cuando la comunidad exigió la salida de un grupo de soldados que acampaban en una casa abandonada, además de utensilios militares encontraron una pañoleta nueva del ELN. También duele profundamente saber que hay nasas involucrados en este terrible juego mafioso y de muerte que está erosionando nuestra lucha.
La urgencia
Vivimos una profunda confusión, no solo por esta coyuntura, sino también por exigir y ejercer la salud, la educación, la justicia, la comunicación que nos incluye al Estado, pese a que la Madre Tierra reproduce los tejidos de vida que han garantizado nuestra existencia con ella. En este contexto, por ejemplo, es urgente mirar a contrapelo la labor educativa que hemos venido promoviendo, a la vez que reconocer, liberar, reproducir y pandemizar saberes prácticos que nos encaminan a despatriarcalizar, descolonizar, desestatizar: “Tenemos que dejar de avanzar. Nos toca retroceder. Volver a nacer se hace necesario hoy”, expresó una autoridad en Caldono refiriéndose a la crisis mundial.
En ese sentido, la radio comunitaria, medio apropiado para la educación y la conciencia popular, además de denunciar violencias, visibilizar demandas, informar comunidades, convocar acciones, reproducir decisiones, acompañar movilizaciones, promover debates, caminar territorios, generar consciencia, cuidar memorias… debe profundizar la palabra y la acción crítica transformadoras también para liberar el territorio del imaginario de nuestros pueblos.
La historia
Los logros del movimiento en casi 50 años del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) no han sido regalos del gobierno, se han luchado día a día desde los territorios. Lo más visible hoy, en términos de salud y educación, ha sido la obligada respuesta del Estado colombiano a las recuperaciones de tierra, a nuestra lucha armada, a las huelgas de hambre, a la desobediencia civil, a la resistencia pacífica, a las tomas de la carretera panamericana, a las movilizaciones sociales, a las mingas de pensamiento, a las masivas marchas, a las propuestas y acciones éticas comunitarias Hemos perdido innumerables seres que merecen redimirse hoy con acciones más rebeldes, liberadoras, emancipadoras también frente a la “hidra capitalista” que nos habita. Por ejemplo, si hablamos de “comunicación otra”, como rezaba el Tejido de Comunicación ACIN en el 2004 (víctima de persecución interna), corresponde a ser agua que se riega en todos los espacios territoriales, que reteje lo que el sistema ha separado y que comunica para la verdad y la vida.
Nuestro quehacer
El cuidado colectivo y los protocolos de seguridad para aplazar el mal de afuera –Wee Wala– han empujado a retomar con mayor urgencia los trueques, las huertas, la medicina ancestral, los mercados internos, los rituales espirituales y, sobre todo, los controles territoriales liderados por los guardias indígenas y la comunidad en pleno. Al mismo tiempo, nos ha mostrado con mayor incomodidad que seguimos hablando de educación propia, pero dependemos del gobierno. Ojalá desde las radios comunitarias empecemos a incomodarnos también con la normalidad que reproducimos.
En algunas partes, la pandemia nos está empujando a vernos en las contradicciones que nos habitan, a abordarlas alrededor del fuego y a recordar y retomar alternativas más allá de la crisis impuesta. Por ejemplo, algunas autoridades indígenas no están dispuestas a someter la educación a internet: están involucrando más a sus hijos e hijas en el hacer con la tierra, promoviendo visitas de profesores casa por casa, trabajando talleres para hacer en el territorio y promoviendo programas radiales. Claro, con dificultades y desafíos evidentes, dado que se ha relegado la educación a la escuela y debe volver a la tierra.
Aquí y ahora, son vitales los autocuidados, las redes de comercio local, la protección individual y colectiva, pero también desbordar el aislamiento privilegiado para reconocer lo que hay detrás de la pandemia, para descubrir lo que esconden los medios de paga, para protestar contra las políticas de muerte que avanzan mientras nos confunden con el “quédate en casa”.
Los desafíos
Es cierto que tenemos demandas y exigencias al Estado en todos los ámbitos y que es obligación de los gobiernos responder según las leyes que hemos ganado con luchas, pero no nos podemos anclar solo al terreno de la negociación y los acuerdos, porque éste responde en esencia a la política patriarcal, colonial, racista, capitalista que nos está matando en los territorios. Necesitamos medios comunitarios en campos y ciudades para “informar, reflexionar, decidir y actuar” rompiendo la normalidad que nos impuso el sistema.
Urgimos de mecanismos concretos y cotidianos – como ejercen desde la Revolución en Rojava-, con “crítica y autocrítica para transformar” las luchas permitidas que nos asimilan.Debemos tejer resistencias y autonomías entre pueblos y procesos más allá de las alianzas tácticas que nos impone el Estado. Paremos y retomemos el camino con la tierra que nos cuidará para volvernos a sembrar y renacer con ella.
Vilma Rocío Almendra Quiguanás- Pueblos en Camino
Publicado en El Periódico El Colectivo, edición impresa 53, Medellín, Antioquia
Fuente: https://elcolectivocomunicacion.com/edicion-impresa-2/
Junio de 2020