La guerra sigue matando el futuro de los pueblos

“Esta semana se ha denunciado desde Palestina-Israel y desde Colombia que en los últimos 5 años han asesinado miles de niñas y niños palestinos y colombianos, quiénes se han convertido en las víctimas más débiles de una guerra que extermina, despoja, desplaza, somete…  con diversas estrategias para garantizar la codicia del capital transnacional. Así como en Palestina- Israel son las balas y las bombas las que arrebatan vidas, en Colombia, por ejemplo, en La Guajira no sólo la guerra sino el hambre y la sed, consecuencia del extractivismo, es la que se asesina a nuestros niños y niñas…

 Mientras tanto, en el Cauca como en el resto del país, los niños y niñas siguen cayendo víctimas de la guerra como presenta de manera descarnada este excepcional testimonio recogido en el último capítulo de Contravía titulado: Toribío: 9 años de resistencia. Toribío: los sueños nunca se acabanEn ellos resalta el hermoso y doloroso testimonio de vida del niño Kevin Canas”. Pueblos en Camino
 
Compartimos los dos informes y los capítulos de Contravía con cifras alarmantes, que una vez más nos dejan claro que la guerra sigue matando el futuro de nuestros pueblos.
 
«Más de 1.500 niños palestinos fueron asesinados por Ejército israelí desde el 2000»
 
 
Más de 1.500 niños palestinos han muerto a manos de las fuerzas israelíes desde el año 2000, dijo el Ministro de Asuntos Sociales de la Autoridad Palestina, Kamal Sharafi, en su discurso de este sábado, Día de los niños palestinos.
 
Además de 1.520 niños asesinados, otros 6.000 han resultado heridos y más de 10.000 detenidos, 200 de los cuales siguen en las cárceles israelíes, cita la agencia de noticias palestina Maan a Sharafi.  
 
«La protección y el apoyo a los niños deben ser una responsabilidad nacional», dijo Sharafi, instando a la Autoridad Palestina a que apruebe una ley para la protección de los menores.  
 
La comunidad internacional ha criticado en varias ocasiones a Israel por el maltrato de menores palestinos. En marzo del 2013, un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) llegó a la conclusión de que los niños palestinos detenidos por el Ejército israelí en Cisjordania son «sistemáticamente» maltratados, que es una violación del derecho internacional.  
 
Cada año, alrededor de 700 niños palestinos de 12 a 17 años de edad son detenidos, interrogados y encarcelados por el Ejército de Israel, la Policía y los agentes de seguridad, de acuerdo con el documento oficial de UNICEF. 
 
Según el informe, los maltratos a menudo comienzan en el momento de la detención, cuando los niños son despertados por soldados armados que luego se los llevan por la fuerza, atados y con los ojos vendados a los centros de interrogación donde se encuentran en un estado de miedo extremo y privados de sueño.  
 
 
Fuente: Actualidad RT
 
Los bebés que mueren de hambre en la Guajira
 
Su nombre y su edad solo se conoce el día del entierro. Los wayúus los lloran en sus rancherías mientras en Bogotá entran a formar parte de las estadísticas: 4.125 murieron en 5 años.
 
 
Un chinchorro guajiro arrulla el cuerpo de un bebé mientras las mujeres lo despiden con gritos y llanto en una ramada en Manaure. Allí está su mamá, sus abuelas, sus tías, las vecinas de la ranchería, quienes se cubren el rostro como parte del doloroso ritual de despedida. Un adiós lleno de afecto. Nadie habla, no saben ni preguntan por su muerte. La piel de su barriguita hinchada estaba cubierta de manchas. El piache, el médico de la ranchería, creyó curarlo con su medicinas ancestrales, pero el bebé agonizante terminó en el Instituto para la salud indígena donde le recetaron una pastilla para la fiebre que costó dos mil pesos porque la mamá no tenía para el antibiótico que le hubiera salvado la vida. Murió de hambre, sin haber alcanzado a cumplir el primer año de vida. Sobrevivió días chupando un pedazo de plátano que le daba otra niña desnutrida de catorce años, su mamá, quien nunca pudo darle de lactar.
 
Después de un llanto ruidoso vuelve el silencio. Las tejedoras de mochilas suspenden durante 24 horas su trabajo para despedir al niño muerto; comen lentejas con arroz y conversan calladamente.  En este ritual no hay chivo ni un gran fogón encendido, tampoco botellas de whisky Old Parr como en los entierros de los caciques indígenas. Es una velación dolorosa y austera. En una manta funeraria que no es otra cosa que una tela estrecha colorida, parecida a la de las mochilas, envuelven el pequeño cuerpo para enterrarlo en el árido desierto de los cementerios guajiros.  Antes de que las mujeres empezaran a echarle la tierra encima, le lanzaron al hueco lo único que tenía en la vida: una camiseta sucia de franela.
 
Este ritual se ha vuelto algo cotidiano entre los wayúu pues casi que cada semana muere uno de sus niños. Así han enterrado a los 4125 niños que han muerto de hambre y de desnutrición en los últimos cinco años en La Guajira, según los manuales de salud. Pero también mueren por el agua con la que buscan calamar la sed del ardiente sol caribe; agua que sacan de pozos donde se revuelve la tierra y la lluvia cuando no la recogen en tanques negros de plástico sucio donde crecen y se cultivan bacterias, parásitos intestinales, sarna, conjuntivitis aguda y enfermedades pulmonares en los niños wayúu. Los riachuelos que salen del rio Rancherías van cargados de mercurio producto de las minería de las multinacionales, para hacer que el agua que beben en la Guajira sea casi que veneno.
 
La comida es un vaso de avena diario que es el alimento que reparten gratuitamente. El pan, un platanito o un plato de lentejas llega a la casa cuando las mamás logran vender laguna mochila en el mercado de Riohacha a menos de 10 mil pesos cuando en Bogotá valen 200 mil.
 
 
Pero para lograr esa venta, antes se enfrentan a un camino de trocha. Deben caminar desde sus ranchería hasta la carretera principal donde toman un carpati –jeep 4×4- en los que el cupo cuesta dos mil pesos si por ejemplo, el viaje es desde Mayapo hasta Manure. La inexistencia de vías no solamente complica la llegada hasta el mercado sino también hasta los centros de salud y los centro de acopio de alimentos.
 
Los wayúu viven de la artesanía, el pastoreo y muy pocos de la pesca, pues no todos tienen el nylon y los anzuelos. Algunas logran tomarse una sopa ayudando a los pescadores a traer la red. Otras para su suerte, se pueden encontrar en el camino con un hombre que se enamoré de su hija y les ofrezcan un chivo. La poligamia hace que las niñas queden embarazados prematuramente, casi que desde que les llega la primera  menstruación.
 
De los niños wayúu solo se sabe su nombre y su edad cuando mueren.
 
El año pasado seguían muriendo los niños mientras el ex gobernador Kiko Gómez, detenido en la Picota, lanzaba con el Instituto de bienestar Familar el Programa de Alimentación y Nutrición para la Guajira – P.A.N, con un presupuesto de 4800 millones, una plata que debió cuidar Leandro Sampayo, pero que se esfumó como tantas platas en la Guajira. Como ocurre con las regalías de Uribia, un municipio que recibe 5.000 millones y que maneja las cifras de miseria más altas del país. La politiquería y la corrupción campea mientras la muerte acecha.
 
En los primeros dos meses de este año ya han muerto 3 bebes y 47 agonizan por haber nacido con bajo peso, por la desnutrición de sus mamás.  No son muertes anónimas, son niños de carne y hueso con mamás que no olvidan y que los visitan en los cementerios esperando que algún día este ritual de la muerte no se repita con tanta frecuencia, con tanta indolencia.
 
 
 
 
Por: Isabella Bernal
Fuente: Las 2 Orillas
 
Capítulos de Contravía sobre la guerra y la resistencia indígena en Toribío
 
 
 
 
 

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