Bojayá: La fuerza del perdón del pueblo negado y de su emancipación
En mayo del 2002, los paramilitares, parte del aparato de terror y guerra del régimen colombiano articulado al capital transnacional, se escudaron en medio de la población civil en un combate con las FARC. Estas, dispararon dos pipas de gas con explosivos, sobre las que no podían tener control preciso. Los proyectiles de guerra cayeron en la iglesia de Bojayá y asesinaron a por lo menos 79 civiles que habían buscado refugio allí. Bojayá es un evento entre muchos y un símbolo de lo que es la guerra y los bandos en conflicto en Colombia. O mejor, de lo que han sido y son los pueblos para quienes han dirigido la guerra: irrelevantes. A lo sumo, escudos. En el mejor de los casos, pretexto para justificar su existencia y sus objetivos. Matar, violar, desplazar, despojar, amenazar, señalar, desplazar, torturar, desaparecer, intimidar, son apenas unos de los verbos que no alcanzan a nombrar esta masacre que ha sido la guerra de ellos contra todos a partir de la existencia de un estado al servicio de la acumulación, la explotación, el abuso y el despojo. El 6 de Diciembre de 2015, ante la inminencia de la firma de un acuerdo de cese al fuego entre las FARC y el Gobierno (que se conoce en Colombia como acuerdo de paz) “Pastor Alape”, Jefe Guerrillero de las FARC pidió perdón en Bojayá a las víctimas en un acto solemne, organizado por los familiares y las comunidades. Los protagonistas ejemplares de este acto no fueron quienes pidieron perdón, aunque debe resaltarse el valor que requiere este gesto, sino ellas y ellos, los pobladores, quienes vivieron este horror y cuya voluntad de perdón no nos cabe en el corazón. En homenaje a ellas y ellos y a un pueblo al que le han hecho la guerra más monstruosa y perversa como si no mereciera respirar ni existir, es capaz de no dejarse podrir por el odio y defiende la alegría en medio del dolor y las ausencias. Un día, no con estos acuerdos ni con estos actos, pero un día, ese país negado que en el Bojayá negro levanta la cara y abraza la vida, un día, Colombia será de quienes no han sido más que víctimas. Ese día, dejarán de serlo y habrá un acuerdo de paz. Compartimos un texto de Gonzalo Sánchez, quien estuvo allí y las apreciaciones y exigencias desde los pueblos que plantea hermosamente la Diócesis de Quibdó y en las empieza a nombrarse desde sus protagonistas, El documental Promesas Incumplidas da la palabra a quienes se les ha negado La Paz de los Pueblos sin Dueños. Así Sí. Pueblos en Camino
Yo estuve en… El acto de reconocimiento de las Farc ante víctimas de Bojayá
Gonzalo Sánchez fue uno de los pocos invitados a la ceremonia en la que el jefe guerrillero “Pastor Alape” se disculpó con los habitantes del pueblo chocoano por el cilindro bomba que acabó con la vida de 79 personas, en mayo de 2002.
“Pastor Alape”, integrante del secretariado de las Farc, fue el vocero del grupo guerrillero en el acto público de perdón. / EFE
El acuerdo sobre víctimas del Gobierno y las Farc, revelado el 15 de diciembre en La Habana, Cuba, deja ver no sólo que la paz está más cerca, sino también que las víctimas han logrado con su reclamo tener un lugar central dentro del proceso de paz en Colombia, y sobre todo que las negociaciones mismas han transformado a los protagonistas de la mesa.
Pero dicho consenso en torno al tema de las víctimas tiene su antesala en Bojayá, Chocó. En el antiguo pueblo de Bellavista, a orillas del río Atrato.
En Bellavista viejo, el 6 de diciembre, domingo, a un costado de la iglesia, bajo el sol y en sillas plásticas blancas, se ubicaron más de 600 víctimas de frente a una delegación de las Farc. Esperaban escuchar el reconocimiento de un crimen que los marcó para siempre, entre miradas fijas, con lágrimas algunos y en medio de la solemnidad, todos, observaban a la insurgencia dar la cara. Las víctimas habían ido a La Habana, ahora La Habana venía a las víctimas.
Las víctimas fueron llegando en lanchas a Bellavista, que hoy está prácticamente deshabitado, luego de que en 2002 las Farc lanzaran dos pipetas de gas en contra de los paramilitares que utilizaron a la población como escudo. Las pipetas, un arma prohibida y de difícil dirección, cayeron dentro de la iglesia, en la cual murieron aproximadamente 79 personas civiles y 100 más resultaron heridas. Los familiares de las personas muertas y los heridos fueron recuperándose poco a poco, con el transcurrir de los años.
Bojayá puso al descubierto todas las perversiones de la guerra. Mostró hasta dónde la confrontación invocada en defensa de las comunidades terminaba haciéndoles daño, destruyéndolas, provocándoles muerte, dolor, crueldad y desesperanza. Y precisamente todo el impacto de la guerra cayó sobre los más débiles: niños y ancianos. Con Bojayá, la guerra en Colombia se quedó sin argumentos.
Al mismo tiempo, Bojayá nos señaló que la masacre es una expresión de la violencia, pero no la única, y la violencia no se circunscribe sólo a una fecha, a un lugar o a unas víctimas. La responsabilidad por la masacre es distinta a la responsabilidad más general por la violencia en la región.
Desde el 18 de diciembre de 2014, luego de la primera visita de las víctimas de Bojayá a La Habana, ellas comenzaron un proceso y un trabajo de día a día basado en el reclamo de sus derechos, en la consulta a las comunidades de la región y en la posibilidad del perdón. De esta forma, desde Bojayá, nos ofrecieron a todos en Colombia una profunda lección de pedagogía social que potenció su significado en el contexto de las negociaciones.
La ceremonia del 6 de diciembre, con una obra de teatro juvenil y la voz de las víctimas, solemne y austera, enfrentó a la insurgencia a sus propias víctimas, y a las delegaciones de la comunidad afectada hasta hoy por la guerra, les permitió reclamar en su territorio explícitamente: nunca más aquí. La escena, en síntesis, permitió ver frente a frente el disminuido poder de un guerrero y el poder moral de una víctima.
Bojayá es un hito en la construcción de paz. Las víctimas lograron una aceptación de responsabilidad por parte de los perpetradores y en su propio pueblo, en el lugar del oprobio, las víctimas prepararon el escenario largamente. Con sentido de proceso, no de coyuntura. Con sentido de reconciliación, no de retaliación.
El modo como se estructuró y formalizó el encuentro del 6 de diciembre envió un mensaje profundo para los próximos actos de reconocimiento de responsabilidades que la territorialización de la convivencia seguirá demandando.
La comunidad de Bojayá les enseñó al país y a este proceso de paz que las tareas son de larga duración, en su gestación y en su continuidad. Que en actos de esta naturaleza no sólo la insurgencia (en este caso), o quien sea en otros, debe responder a las exigencias de las víctimas, sino que la reparación y la reconciliación sólo son posibles si hay respuesta efectiva a dichas exigencias, y no instrumentalización de sus expectativas.
Las víctimas de Bojayá nos mostraron lo que significa construir tejido de garantías para las comunidades y proyectaron tareas y exigencias concretas al Estado, a la insurgencia y a la sociedad.
Las víctimas nos están enseñando, y nos dicen hoy, después de Bojayá y del acuerdo de La Habana: la reconciliación es un acto que debe comprometer a todos para que la paz sea un proceso sin retorno.
Por: Gonzalo Sánchez G.
Director del Centro Nacional de Memoria Histórica
El Espectador
NACIONAL 27 DIC 2015 – 1:17 PM

CONSTRUYAMOS PAZ CON ENFOQUE ÉTNICO – TERRITORIAL
“La paz y la justicia se besan” (Salmo 85, 11)
La Diócesis de Quibdó, frente al acto de reconocimiento de responsabilidades y petición de perdón de las FARC por la masacre de Bojayá, llevado a cabo el 6 de diciembre de 2015, comparte con la opinión pública sus apreciaciones:
• Reconocemos que fue un acto libre, bien organizado, en silencio y sin aplausos, digno y respetuoso de los sentimientos de las víctimas que habían insistido en no convertir este espacio en un espectáculo mediático.
• Fue fruto de un proceso de reflexión y de consulta a lo largo de un año.
• Fue significativa la participación del Gobierno nacional, países garantes, testigos y observadores nacionales e internacionales, entre los cuales resaltamos el papel de la oficina de Derechos Humanos de Naciones Unidas y ACNUR.
Conscientes de que el acto como tal todavía no se puede traducir en la construcción definitiva de paz, sino en una apertura a los necesarios cambios transformadores del conflicto que aún es sensible en los territorios colectivos de esta región, nos comprometemos a:
• Mantener nuestra presencia permanente en el territorio, acompañando a las organizaciones étnico territoriales en la construcción de una paz respetuosa de sus máximas aspiraciones de autonomía.
• Contribuir en la organización del Santuario de la Memoria, de la mano con las víctimas y las autoridades civiles.
Como Iglesia que camina en el territorio, hacemos las siguientes recomendaciones para la construcción de una paz justa, digna y duradera que no arriesgue una revictimización de las comunidades afros e indígenas sino que reconozca a los legítimos dueños del territorio:
A la guerrilla de las FARC:
• Observar el principio de distinción entre población civil y combatientes.
• Reconocer que los Resguardos Indígenas y Consejos Comunitarios no son su base social; que en los territorios colectivos de comunidades étnicas no pueden crear organizaciones paralelas ni cooptar las ya existentes.
• Abstenerse de obligar a la población civil a militancias políticas.
• Reconocer y respetar los territorios colectivos y que en los mismos la máxima autoridad según la ley y los tratados internacionales son las autoridades étnicas.
• Renunciar al control militar y social que ejercen en los territorios colectivos y en las comunidades mestizas y a los actos intimidatorios, amenazantes y desafiantes frente a las autoridades étnicas y comunitarias.
A las organizaciones Internacionales:
• Ejercer una veeduría permanente que dé cuenta de las garantías a los Derechos Humanos y observación del Derecho Internacional Humanitario en territorios colectivos de comunidades indígenas y afros y en comunidades y organizaciones mestizas.
Al Gobierno Colombiano:
• Exigir sacrificios territoriales a quienes se han beneficiado política y económicamente de la guerra y no a las comunidades étnicas que históricamente han sufrido las consecuencias del conflicto, y como constata la iglesia continental: “están amenazadas en su existencia física, cultural y espiritual” (Documento de Aparecida, artículo 90).
• Llevar a feliz término las peticiones del comité de víctimas de Bojayá, presentadas el 6 de diciembre de 2015 en el acto de reconocimiento de responsabilidades y petición de perdón.
Animamos al pueblo chocoano a disfrutar en esta navidad del reencuentro familiar, a mantener viva
la esperanza y a prepararnos para dar nuestros mejores aportes y contribuciones para la construcción de una paz con enfoques diferenciales y centrada en la justicia social. El Dios de la Vida nos bendiga con su infinita misericordia y nos ilumine el camino de paz y reconciliación que debemos recorrer fraternalmente.
Quibdó, 23 de diciembre de 2015
DIÓCESIS DE QUIBDÓ
Informativo Chocó.
Documental Promesas Incumplidas – CHISEA
Es un documental sobre el seguimiento a la primera sentencia de restitución de derechos territoriales de los pueblos étnicos en Colombia, en el marco de la Justicia Transicional