El poder de los «criollos» de hoy y el fascismo

“El fascismo, es decir, movimientos de derecha intolerante con base popular, crece en todas partes gracias, en gran medida a un fermento: a nombre de la izquierda, de la democracia, de la insurrección armada, de la paz, de lo popular, de las recetas intelectuales, de lo posible, hacen lo mismo que el modelo y contra los pueblos.”

 
 
(A propósito del Batacazo Francés y del crecimiento de la derecha fascista en Francia, Europa y entre nosotros.)Y no aprendemos. En los años 30, en Europa, sucedía otro tanto. Walter Benjamin lo señala entre otros en este párrafo de su Tesis X sobre la Filosofía de la Historia:
 
«En un momento en que los políticos, en quienes los adversarios del fascismo habían puesto su esperanza, yacen por tierra y refuerzan su derrota con la traición a su propia causa, esta reflexión se propone desatar al que vive en el mundo de la política de las redes en que ellos lo han envuelto. Ella parte de la consideración de que la fe ciega de esos políticos en el progreso, la confianza en su “base de masas” y, por último, su servil inserción en un aparato incontrolable no han sido más que tres aspectos de la misma cosa. Es una reflexión que procura dar una idea respecto de lo caro que le cuesta a nuestro pensamiento habitual una representación de la historia que evite toda complicidad con aquella a la que esos políticos siguen aferrados.»
 
Parece más una descripción de lo que sucede bajo gobiernos progresistas en América Latina hoy, que lo que ya se establece bajo gobiernos fascistas. 
 
No es sólo la Colombia que se desliza ahora mismo hacia el fascismo, aunque es peor allí y más inminente. La mediocridad se extiende a todos los progresistas que señalan lo único posible en el modelo y con discursos reformistas o de izquierda progresista, ejecutan extractivismo, especulación financiera, entrega al capital transnacional y represión a los pueblos (como en Francia). Izquierdas que desde «el poder» dicen que es inevitable hacer más de lo mismo (como Hollande o Zapatero o Evo, o Correa…). 
 
El fascismo, es decir, movimientos de derecha intolerante con base popular, crece en todas partes gracias, en gran medida a un fermento: a nombre de la izquierda, de la democracia, de la insurrección armada, de la paz, de lo popular, de las recetas intelectuales, de lo posible, hacen lo mismo que el modelo y contra los pueblos. Los progresistas se acomodan fácilmente sin cambiar de discurso «revolucionario» o a partir de biografías de lucha, como conservadores defensores del poder que han adquirido dentro del modelo o que allí buscan. Muchos líderes y organizaciones «de izquierda» imponen de manera autoritaria lo que «al pueblo le conviene» en la línea del extractivismo, la especulación financiera, el autoritarismo, la línea ideológica y el despojo. Burguesías izquierdo-parlantes. «...(L)a fe ciega de esos políticos en el progreso, la confianza en su “base de masas” y, por último, su servil inserción en un aparato incontrolable no han sido más que tres aspectos de la misma cosa.»
 
En este contexto los pueblos y luchadores que se han levantado por su liberación contra el modelo y por la transformación son utilizados y sometidos. Surgen y se aprovechan de su lucha y de sus causas estos «criollos» (como lo hicieran los criollos de la «independencia» contra la colonización europea del Siglo XIX), para someterlos al mandato y poder sin autoridad de estas dirigencias que usufructúan una delegación de poder que nadie les concedió. Son sometidos por estas nuevas élites y burguesías que hablan el lenguaje de la lucha. Son maltratados, manipulados, polarizados, confundidos. Por exigir coherencia con su lucha a los «criollos» y sus aduladores, son señalados como enemigos y como aliados de la derecha y del conquistador, por sus propias dirigencias, perseguidos, desterrados, reprimidos. 
 
En estos contextos, la derecha gana eficacia estratégica contra estos gobiernos, dirigencias desacreditadas y organizaciones e intenta aprovechar la frustración y decepción de las luchas populares, reclutando gracias al desprecio por los políticos y el poder. Nacen «causas» que colectivizan y unifican: la Nación, el honor, la eliminación de los corruptos, de los habladores…La impaciencia, la búsqueda de chivos expiatorios, el odio colectivo.
 
En esta sin salida, el camino de la resistencia y de la revolución desde las bases es sacrificado. Hay que escoger entre dos males que nutren el mismo proyecto de conquista. Todo está listo para el estallido social, la intolerancia, el exterminio popular y populista para alcanzar la salvación y el orden. Es decir, el fascismo. Defender al modelo con discurso de izquierda es un brazo del exterminio.
 
Manuel Rozental
 
 
Batacazo Francés
 
El Frente Nacional de Le Pen no sólo se ha convertido –allí donde se presenta – en el primer partido sino que ha enviado al Partido Socialista, en cabeza en las presidenciales de hace dos años, al tercer lugar.
 
 
 

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