Cuando las mujeres avanzan: «Todas somos Malinches»
A partir del siglo XIX se utilizó la imagen de la Malinche a nivel mesoamericano, para denigrarla, para explicar nuestro origen mestizo y el papel que ocuparía la mujer en la nueva nación. Acusada de traicionar a su pueblo y de entregar su cuerpo al enemigo, su doble “raja” –cuerpo y palabra– es entendida y explicada como consecuencia de una doble pertenencia a lo subalterno: indígena y mujer.
Octavio Paz manifiesta que la Malinche es la que traiciona al pueblo, es mujer indigena inconforme con su pueblo…“es curioso que Paz no mencione que la Malinche fue esclavizada y vendida a Cortés cuando narra que ella se da voluntariamente; en todo caso ¿cómo opera la voluntad desde la esclavitud?”.
La verdad es otra, la original Doña Marina fue vendida como esclava por sus padres “para aumentar la herencia del hermano”. De cualquier manera, la imagen de la mujer indígena a partir de esta figura es entendida como objeto de trueque y transacción.
En los últimos años del siglo XX las mujeres indígenas se reapropian de la imagen de la Malinche, Doña Marina, la rajada, la chingada, para empoderarse, para exigir el respeto a sus derechos y sus cuerpos: “han movilizado el arquetipo, la que se abre, hacia la que se alza, se levanta y rehúsa autorías de traición”. Como a ella, a la mujer que traiciona, a la que transgrede las normas, a la que se levanta, se le aplica como arma de guerra, como castigo: la violación de su cuerpo.
Las indígenas de mesoamerica libran una doble lucha: al exterior, junto a los hombres, demandan redistribución económica, reconocimiento y no exclusión; al interior, como mujeres, demandan derechos económicos respecto a la subordinación de género (poder heredar la tierra) y culturales (no ser discriminadas como seres simbólicamente inferiores).
“Mi nombre es Esther, pero eso no importa ahora. soy feminista, pero eso tampoco importa en este momento. Soy indígena y soy mujer, eso es lo único que importa ahora”.
Esta nueva traición, la de las otras malinches, hacia sus usos y tradiciones (impuestos desde afuera), es vista por feministas de todo el mundo como un gesto de liberación.
La violación de los cuerpos como arma que calla voces, no sólo la sufren por parte de paramilitares, del Estado y del neoliberalismo; también al interior de sus comunidades.
…también nuestros esposos, hermanos, padres, hijos, nuestros compañeros de lucha, los que trabajan y están organizados junto con nosotras, (…) cuando exigimos respeto a las mujeres, no sólo lo demandamos de los neoliberales, también se lo vamos a obligar a los que luchan contra el neoliberalismo y dicen que son revolucionarios, pero en su casa son peor que el Obama…
…hoy las invitamos a las mujeres de todo el territorio y el mundo y las que están en los rincones que no son organizadas, no nos escuchan pero sí va a llegar mi voz. Que nosotras vamos a obligar obligatoriamente nuestro respeto como mujeres que somos aun pongan su carita triste. Porque todavía hay muchas partes de este pais que (…) dicen que no servimos, no valemos, no tenemos ningún derecho, pero hoy este momento se ha cumplido (…) que por obligación nos tienen que respetar.
Del maltrato no culpan a los hombres; a través del sistema autónomo de educación se han dado a la tarea de comprender que esas prácticas son herencia de 500 años de invasión y destrucción. – en la mayoría de las comunidades autónomas habían escuelas a las que asisten niñas, jóvenes y adultas para aprender su historia y formas de organización. “No puede ser independiente y libre la mujer que depende económicamente del hombre”. A través de la educación, de creación de cooperativas y otras actividades, se busca que las mujeres logren conciencia histórica y obtener un ingreso que las haga libres.
Con la participación de mujeres en la organización civil, los indígenas comprenden la necesidad de mirar a las mujeres con otros ojos; el abuso y la opresión hacia la mujer no son buenos para el otro mundo que están construyendo; con errores y tropezones aprenden que sólo así es posible “un mundo donde quepan otros mundos”.
Fuente: César del Castillo