A levantarnos desde las Honduras del desprecio: todxs somos refugiadxs
A medida que las corporaciones transnacionales y cada vez menos capitalistas se apropian del planeta(OXFAM), territorio por territorio, sirviéndose de las fronteras imaginarias y ficticias de los Estados Nación que aceptamos y defendemos enardecidxs y ciegxs (ver y escuchar a Yasnaya Aguilar), nos van transformando en migrantes, más exactamente, como lo asevera acertadamente acá Alberto Arce, nos convertimos, o mejor, nos ratificamos como refugiadxs. Arrancadxs de la tierra y territorios somos, a la fuerza, por fuerza, refugiadxs. Los territorios pertenecen como los estados y todo a las transnacionales. No somos de ningún lugar. Vamos buscando cómo vendernos y movernos para sobrevivir. Necesitamos quién nos explote para comer, para encontrar techo, para seguir con vida: por eso nos vemos en la necesidad de migrar. Ese es el plan. Como el Homo Sacer que reconocía Giorgio Agamben, masas sin derechos ni lugares: hasta la muerte es potestad del poder que nos controla. En Frontera como método, la multiplicación del trabajo, Mezzadra y Neilson señalan esto, pero también que está ocurriendo masivamente y que este horror que arranca pueblos de territorios y estados y los obliga a buscar a costa de lo que sea un camino a través de muros y fronteras hacia el norte, es, a la vez, potencialmente, el inicio de una lucha tejida, articulada, digna, de lxs arrancadxs de la tierra contra el sistema que de una parte los despoja y expulsa para explotarles y de otra les rechaza, desprecia, explota y elimina. Mientras en Libia venden como esclavxs a quienes son forzadxs a huir de África, el tránsito por México desde el sur esta semana es una caravana abierta, en lucha y exigente. Ese campo de exterminio capitalista, machista, racista que es Honduras, queda expuesto así como las fronteras, los gobernantes y la lucha renovada de clases. Las y los migrantes, inspiradxs por esta valiente caravana desde Honduras dan un salto hacia la dignidad y la libertad y proclaman su derecho a vivir y su obligación de migrar como exigencias. Lxs nadie, en una misma marcha, exponen el dispositivo mafioso con el que el capital ahora mismo y desde hace unas décadas reubica la población entera del planeta para eliminarla y explotarla y abandona la sumisión y la vergüenza para hacerse fuerza, romper barricadas, nombrar su opresión y hacer el camino al que la obligan: a eso mismo, el efecto del abuso y la exigencia de lucha y dignidad. En un mundo poseído por transnacionales y capitalistas -cada vez menos- todas y todos somos, salvo esos pocos, refugiadxs obligadxs a migrar: En 2017 «La ONU informó que actualmente “hay más personas desplazadas por conflictos que en cualquier otro momento desde 1945”. Los datos no dejan lugar a dudas. Hay 60 millones de personas desplazadas, ya sea dentro o fuera de sus países, en todo el mundo”. Una de cada tres personas expulsadas de su territorio hoy en día, provienen del Medio Oriente. Las vidas de 400 millones de personas está en riesgo ahora mismo (solamente en el Medio Oriente)» Dentro de los estados y en el éxodo al que estamos siendo obligadxs, hacia el norte, esta ingeniería demográfica para la acumulación y el exterminio es la expresión de una guerra contra pueblos y territorios, frente a la que esta semana, desde Honduras, se levanta una caravana de refugiadxs y nos convoca. Quien no reconozca que es, somos, desarragaidxs, que siga aceptado la explotación y el despojo. Las y los demás, a levantarnos desde las Honduras del desprecio y a ser desde el olvido, desde el desarraigo, una rebeldía que tumba el muro.
Tumbemos el Muro, como lo exige desde México el CIG y el CNI. ¿Dónde Estamos? En Tiempo Real. Pueblos en Camino
No es una caravana migrante. Es una caravana refugiada
Algunos dirán que refugiado es el que huye de una guerra. A lo que podemos responder: «Defíname guerra».Alberto Arce
– excorresponsal de Associated Press en Centroamérica20/10/2018 – 11:14
La caravana de centroamericanos, sobre todo hondureños y hondureñas, ancianos, familias, niños, que circula entre Guatemala y México en dirección a Estados Unidos no es una caravana migrante.
Es una caravana refugiada.
Esta caravana toma forma física hoy. Pero camina desde hace años. Es un problema diagnosticado correctamente por las instituciones internacionales y maltratado en su explicación. Lo que mal se explica, aún conociendo el diagnóstico realizado por los expertos, difícilmente puede abordarse de manera correcta. De ser bien titulado y explicado el problema, los ciudadanos tendrían más elementos para decidir cuál es su nivel de implicación y su voluntad de presión sobre quienes deben tomar decisiones, que se sentirían más autorizados a intervenir con determinación si la narrativa avanzase. No se abordan las crisis migratorias del mismo modo que las crisis de refugiados. Los refugiados deben recibir protección. A los migrantes se les aplican leyes migratorias. El matiz es importante.
Algunos dirán que refugiado es el que huye de una guerra.
A lo que podemos responder «Defíname guerra». Los índices de violencia homicida en Honduras y El Salvador son incluso superiores a algunos países en guerra declarada y reconocida. En el caso de América Central, sus presidentes no han dudado nunca a la hora utilizar palabra guerra cuando se trata de hablar de la guerra contra las pandillas o la guerra contra el narcotráfico. Para pedir ayuda militar y de seguridad o llenar sus calles de tanquetas. Solo para eso.
Otros añadirán que una persona refugiada lo es una vez ha abandonado su país por un temor razonable a perder la vida, siendo parte de un determinado grupo social y ante la incapacidad de su estado de protegerla. También que la condición de refugiado es independiente de que se haya reconocido o no. Desde que las marchas de sirios, iraquíes y afganos comenzaron a atravesar Grecia, los Balcanes y Europa Central hace dos años, la palabra refugiados ocupó los titulares sin mayor cuestionamiento.
¿Qué está pasando con los miles de centroamericanos, casi todos hondureños en esta ocasión, que comienzan a agolparse en el río Suchiate, frontera entre Guatemala y México?
Contexto.
El primer informe sistemático sobre los motivos de la huida de los menores centroamericanos en dirección a Estados Unidos y México, “Niños en fuga”, fue publicado por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los refugiados en marzo de 2014. A partir de cientos de entrevistas con menores se había llegado a la conclusión de que la mayoría de ellos abandonaban sus países por motivos relacionados con la violencia. Datos duros, fríos. El incremento de solicitudes de asilo de menores centroamericanos en los países vecinos entre 2008 y 2014 era del 1.185 por cien. Una cifra que ya rompía hace cuatro años el espacio de las gráficas de visualización de datos.
Poco después, el verano de 2014, delegados del Alto Comisionado de Naciones para los Refugiados se reunieron en una conferencia en Managua. En los titulares de la prensa mundial ya había estallado una crisis de familias y menores centroamericanos que llegaban a la frontera sur de Estados Unidos huyendo de Honduras, El Salvador y Guatemala y que aún hoy sigue manteniendo a miles de personas en el limbo jurídico de la amenaza de deportación y la resolución de sus solicitudes de asilo. Una crisis que se definía como crisis migratoria pese a la evidencia aportada meses antes por Naciones Unidas de que el problema era de naturaleza diferente. De aquella reunión, otro intento, más titulares, una declaración, una recomendación que corregía el enfoque: Son personas desplazadas por un conflicto armado interno. Deben ser tratadas como refugiadas.
El primer trabajo académico sobre la relación entre crimen organizado y desplazamiento forzado de población en Honduras lo firmó David Cantor, Director de la Iniciativa para el Derecho de los Refugiados de la Universidad de Londres, ese mismo año tras recorrer varias colonias de Tegucigalpa donde ya en 2013 podían verse calles enteras devastadas. Abandonadas ante la presión ejercida por las pandillas que cobraban extorsiones a sus habitantes por el mero hecho de vivir en ellas. Cantor ofrecía el marco teórico para comprender la complejidad del problema hace ya un lustro.
Pero esa transición conceptual nunca ha calado más allá de las organizaciones especializadas y la academia. El enfoque con el que se narraba y se narra el problema -se define, porque narrar es definir- seguía girando en torno a lo migratorio. Crisis migratoria, se titulaba y tiula, y no crisis de refugiados. No se habla de protección de víctimas de violaciones de derechos humanos sino de un flujo de personas a las que gestionar.
Naciones Unidas no cejó en el intento.
En 2015, la relatora de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Chaloca Beyani, viajó a Honduras para estudiar el desplazamiento interno de población debido a la violencia. Detallaba un clima de amenazas, intimidaciones, asesinatos, extorsión y violaciones de mujeres y niños, reclutamientos forzados por parte de las pandillas en las escuelas y el ambiente de miedo e inseguridad que alimentaba un círculo perverso de hundimiento hacia la nada. Dejó claro que, si bien el conflicto que vive el país es diferente a los de Oriente Medio o África, el impacto en las vidas de sus ciudadanos no es menos catastrófico. Su informe indicaba que las ciudades, ya entonces, hace años, estaban bajo control de las pandillas, que operan en un contexto de impunidad total y ante un sistema de seguridad fallido. «La única opción para escapar de la influencia de las pandillas y la criminalidad es dejar sus hogares», describió Beyani. Poco cambió a la hora de afrontar el problema.
Como si quisiera tomarlo donde lo dejaba Naciones Unidas, en 2016, El Secretario general de Amnistía Internacional, Shalil Shetty, explicaba en una entrevista en Tegucigalpa que “quienes huyen de la violencia en América Central califican como refugiados” y añadía “Que no huyan de la guerra no significa que no huyan de condiciones similares a las de la guerra”. Aportaba datos y un nuevo informe.
Las cifras nunca han mejorado. Lo que sucede en Honduras, El Salvador y Guatemala emerge de vez en cuando a la prensa, ya sea la última masacre o la última estadística escalofriante sobre homicidios o desnutrición infantil. El foco de cada cobertura no debe tapar el bosque. El problema de esos países es estructural y siempre tiene la violencia y la impunidad, la corrupción y la ausencia de estados efectivos como principal fuerza de desplazamiento de población. Se escribe, se habla, se debate, ya sea por la separación de menores de sus familias en Estados Unidos o por los explosivos exabruptos de su presidente. Y lo que pasa hoy, pareciera, se debe a lo que sucedió la semana pasada. A un exdiputado que organiza, a una elección interna que se avecina o a un Presidente cuestionado. A lo episódico, que tal y como emerge se abandona a la semana siguiente. Para volver a empezar en el mismo punto un año más tarde, cuando vuelve a estallar el problema. América Central no ocupa un espacio propio, de reflexión autónoma, de narrativa definida. A cada estallido, pareciera que olvidamos cualquier curva de aprendizaje de las crisis anteriores, el contexto, los informes de los expertos, lo que sucede cada día en las colonias de San Pedro Sula. Las crisis se dejan narrar, llevar y manejar por una ola inmediata a la que subirse con la prisa de lo urgente.
¿Que miles de personas caminan por un país? Pongamos migrantes, pura inercia. ¿Que Trump vomita amenazas y Presidentes cautivos por el dinero que reciben de Estados Unidos tratan de actuar al dictado de lo que manda Washington bajo amenaza de represalias y militarización? Pongamos crisis diplomática. Sumemos elecciones de noviembre y el problema político interno de Honduras, con un Presidente de legitimidad muy contestada, y ya nos hemos olvidado de las decenas de miles de centroamericanos que viven en la guerra de todos contra todos impulsada por pandillas, extorsiones y el tráfico de drogas a Estados Unidos que, por larga y hondureña, deja de ser noticia.
Espetarle un micrófono en la cara a una madre migrante que huye de San Pedro Sula no sirve para que cuente lo que pasa en su colonia con las pandillas. Eso no lo cuentan así como así. No podemos comenzar de cero cada vez. Eso hay que saberlo de antes, comprenderlo, contextualizarlo. Para eso el trabajo de académicos y organizaciones internacionales que ofrecen los marcos, la investigación sistemática y de fondo para informar el reporteo. Saber preguntarlo. Y donde esa madre dice que huye por hambre, con tres preguntas enfocadas y sin cámaras, emergerá que además del hambre, consecuencia, está el resto, las causas. Está la Honduras de las últimas décadas. Un país que, junto a El Salvador, se ha convertido en un inmenso charco de sangre y extorsión violenta que, claro, tienen como consecuencia hambre y desempleo.
El número de solicitudes de asilo de centroamericanos sigue multiplicándose por factores de cien en cien. Sobre todo en México, que asume gran parte de la resolución del problema desde que aceptó convertirse de manera oficial, a través del plan “Frontera Sur” en la frontera externalizada de Estados Unidos. El problema, hoy, está en México, ese gran deportador de centroamericanos, muchos más de los que deporta Estados Unidos, que debe decidir si da paso seguro en dirección a Estados Unidos, cierra su frontera o asume la deportación de miles de desplazados, como lleva haciendo en silencio desde hace años.
Naciones Unidas, Amnistía Internacional, cuanta organización internacional ha sido, dice que son refugiados, desplazados por la violencia interna. Víctimas de vulneraciones graves de los derechos humanos. Que, por tanto, necesitan protección. En México y por parte de quienes gestionan las crisis de refugiados en el mundo. Por los profesionales de la ayuda y la protección, no por los del exabrupto, la amenaza y el uso manipulativo de las personas como monedas de cambio para la diplomacia.
Que permitan intervenir a Naciones Unidas, le den dinero y autoridad.
Lo que América Central necesita no son visas, fronteras cerradas ni militarizadas.
Es, lamentablemente, como ya sucedió en el pasado, un gran campo de refugiados.
Alberto Arce
Zona Crítica
eldiario.es
20/10/2018 – 11:14
Huyendo de Honduras
Hemos seguido con profundo dolor la segunda caravana de migrantes hondureñes de 2018, los vimos partir en las transmisiones de nuestres compañeres acompañañntes por redes sociales, seguimos sus “updates” y “lives” por 2 días antes que el mundo lo supiera.
Al igual que cuando la crisis de niñez no acompañada detenida en la frontera Sur de EE.UU., producto del asesinato masivo de nuestra niñez y juventud, así como otros grandes eventos “impactantes”, fue en las últimas 48 horas finalmente alcanzamos la cobertura en las grandes cadenas de noticias internacionales, cuando nuestro éxodo se volvió una “crisis internacional” luego de las amenazas de Trump. Esa es la única forma en la que podemos lograr atención a una situación cotidiana en nuestras Honduras en dictadura.
En este momento hay tres caravanas más intentando salir de Honduras, han cerrado las fronteras y el régimen ha emprendido una nueva campaña internacional de mentiras. Culpan a un partido político sin recursos económicos de promover y financiar el desplazamiento masivo de miles de personas.
Sin embargo hay una realidad objetiva: en promedio cada día salen unas 300 personas de Honduras, la mayoría son migrantes irregulares una vez saliendo del territorio del CA4 (convenio migratorio del Sistema de Integración Centroamericano). La gran mayoría son pobres y tienen dependientes.
Comparto con mis compatriotas el dolor de haber decidido huir, pero soy privilegiada: lo he podido hacer en avión y con visado. No es el caso de 9 de cada 10 compatriotas. Pero algo tenemos en común la mayoría, independientemente de nuestra extracción social: me atrevo a decir que 95 de cada 100 sufrimos por la violencia generalizada e institucionalizada o la pobreza. Muchas personas hondureñas sufrimos Estrés Post Traumático por la violencia: nos han asesinado a una persona querida, hemos visto cadáveres en las calles, fuimos reprimidas por los cuerpos de seguridad estatales, hemos sido asaltadas, tenemos temor de la policía, estamos desempleadas, nos han arrebatado casi todo, solo nos queda la vida. TENEMOS DERECHO A TRATAR DE SOBREVIVIR.
Autoridades mexicanas abrieron este sábado su frontera para dejar pasar a mujeres y niños que integran una caravana de migrantes procedentes de Honduras, buscando aliviar la dura espera a las miles de personas hacinadas sobre el puente que une México con Guatemala. (Foto: AFP)
Desde 2009 la crisis social en Honduras ha alcanzado los más altos niveles del continente, llegamos al récord Guinness por la violencia en 2013, fuimos declarado el país más peligroso para ser mujer en 2014 luego que el asesinato de Miss Honduras llamara la atención sobre la “cotidianidad” de las femicidios. En 2015 estalló un escándalo de corrupción sin precedentes en nuestra Seguridad Social, un desfalco millonario que habría causado muertea cientas de personas, miles seriamente afectadas. Sufrimos de analfabetismo, desnutrición y hambre. Honduras está en el “top” de los países más desiguales del continente. ¿Seguimos dando razones?
Hasta ahora no he dado las políticas. Todo lo social es político y aunque muchos de los elementos de la crisis ya estaban presentes antes de 2009 (la pobreza, el carácter regional de la violencia por el crimen organizado, la corrupción e impunidad, el historial represivo de las fuerzas de seguridad) todas estas situaciones se profundizaron y agravaron luego del Golpe de Estado del 28 de junio. El Estado de Honduras está secuestrado por una Narco-Dictadura impuesta y respaldada por el Departamento de Estado (Si, son unos hijes del demonio, pero son sus hijes del demonio[1]).
Pese a toda esta situación millones de personas hondureñas resistieron y cifraron sus esperanzas en un proceso electoral. Hicimos una gran “Alianza de Oposición Contra la Dictadura”, muchas regresamos a trabajar en la lucha política, tuvimos una campaña heroica, sin recursos y asedio: en constante ataque por el terrorismo mediático. Pese a todo, logramos dar esperanzas y vencer el miedo, incluso logramos vencer el fraude en las urnas. Los #FueraJOH GANAMOS LAS ELECCIONES. Lo demás ya es “historia”: Fraude en el conteo, protestas reprimidas, estado de excepción, persecución y asesinatos.
“Ya me voy de mi país, aquí no puedo vivir, porque si me quedo aquí, del hambre voy a morir” “JOH Es pa fuera que vas”, la canción de Macario para nuestra campaña se volvió el himno de Honduras. Después de la imposición del usurpador el pasado 27 de enero, tras de meses de batalla política y semanas contando muertes y heridos, muchas decidimos huir de Honduras.
La vida es el bien más preciado, tenemos derecho a intentar seguir con vida .Tenemos derecho a migrar e Intentar sobrevivir. Quedarse en Honduras potencia exponencialmente las posibilidades de morir: por violencia, por hambre o por falta de medicamentos.
No nos vamos buscando sueños, huimos de Honduras porque no tenemos otra alternativa.
Natalie Roque Sandoval / Hondureña en Resistencia, migrante auto-exiliada por EPT
Editor Internacional
Ecuador Today
21 de Octubre de 2018
https://ecuadortoday.media/2018/10/18/huyendo-de-honduras/
TUMBEMOS EL MURO. PRONUNCIAMIENTO DEL CNI-CIG EN APOYO A LA CARAVANA DE MIGRANTES
El Congreso Nacional Indígena y el Concejo Indígena de Gobierno, abrimos nuestro corazón y nuestra rabia. Llamamos a la solidaridad urgente hacia nuestros hermanos y hermanas que sufren el desplazamiento forzoso por la destrucción que los grandes capitales siembran en cada rincón del mundo, destrucción que se convierte en violencia, despojo y pobreza.
Llamamos respetuosamente a las redes de apoyo al CIG, a la Sexta Nacional e Internacional y a las organizaciones de derechos humanos a manifestar, por todos los medios posibles, su apoyo a la caravana de nuestr@s herman@s migrantes, que acompañemos su andar, su resistencia y rebeldía, que rompamos con ellos los cercos y los muros del poder.
El camino de nuestras hermanas y hermanos trae consigo la tragedia sistémica de nuestro mundo, el profundo daño que el capitalismo ha causado a nuestra madre tierra y con ella a todos los pueblos. El desplazamiento, el éxodo de cientos, miles, millones comenzó hace años y hoy se acuerpa y surge en forma de caravana de migrantes. Pero esto es apenas uno de los síntomas del colapso que en cada una de las lenguas en las que hablamos el Congreso Nacional Indígena, hemos venido denunciando, el colapso desde el que estamos llamando a la organización para resistir y rebelarnos.
Lo que debe detenerse no es el andar de la humanidad, sino la invasión del gran capital, los caminos solo los podemos abrir con y entre todas y todos.
Atentamente
Por la reconstitución integral de nuestros pueblos
Nunca más un México sin nosotros
Congreso Nacional Indígena
Concejo Indígena de Gobierno
20 OCTUBRE, 2018
http://www.congresonacionalindigena.org/2018/10/20/tumbemos-el-muro-pronunciamiento-del-cni-cig-en-apoyo-a-la-caravana-de-migrantes/