Cochabamba, año 2000; Dos días de la rebeldía… Libertad; Abril de la humanidad, tierra y agua

Óscar Olivera Foronda, dijeron los médicos, estaba enfermo del corazón. Tan enfermo que había que operarlo y tal vez no sobreviviría. Tan enfermo que su cuerpo, dicen que por culpa de ese corazón enfermo, se quedó pequeñito. Recuerda todavía la luz brillante de la lámpara en la sala de cirugía cuando estaban a punto de abrirle el pecho y arreglarle el corazón, con riesgo de que muriera…de hacer que le creciera el cuerpo pequeñito. Un tiempo más tarde, luego de penurias y fraternidades que no caben en palabras y que habrá que contar y escuchar, luego de que su mejor amigo y compañero de juventud fuera asesinado, para romperle ese corazón que los médicos dijeron que estaba malito, golpe de dolor que acabaría con cualquier cuerpo grandote, no sólo sigue adelante sino que llega como obrero metalúrgico, adonde lo esperaba la constelación de las luchas de las y los de abajo, a su lugar en la tierra de las y de los olvidados. Llega con ese corazón que diagnosticaron enfermito, con ese cuerpo que vieron pequeñito, a esos días de Cochabamba de abril del año 2000. Llega a meterse en el corazón y en el cuerpo, a recibir y a asumir la vocería y el esfuerzo del levantamiento más bello de un pueblo con la tierra, por el agua. Llega para que lo habite la fuerza y la decisión de la vida hecha pueblo, por la vida misma. Para todo eso, para todas y todos le alcanzó y sobró el cuerpo y el corazón. “El agua es nuestra, ¡carajo!”, resuena latiendo y es multitud, es humanidad, es territorio, es Pachamamita. Dirán, como dijeron de su corazón y de su cuerpo equivocándose, que apenas son unos días y que ya pasaron y que quedaron para el museo de un recuerdo y que, pues, según los que hacen la historia a su acomodo, pues, que no se pudo, aunque fuera bonito. Lo dirán para negar que toda esa historia fue derogada, quedó sepultada. Que todo el despojo, se derrumbó desde el corazón y los cuerpos trenzados y tejidos en las calles de Cochabamba. Que los intocables, Bechtel, el Banco Mundial, los ejércitos, los gobiernos, las policías, las leyes del despojo, el orden inmutable, todo eso se acabó. Que los que no podían gobernarse solas y solos, lo hicieron ¡CARAJO!, lo pueden hacer, lo vamos a estar haciendo porque es el camino del agua. No se le olvida a ese corazón de corazones, a ese cuerpo de nuestros cuerpos y territorios, que en abril, no sólo fuimos libres desde Cochabamba, sino que ¡SOMOS LIBRES DESDE LA GUERRA DEL AGUA EN COCHABAMBA Y LO SEREMOS!

Pero acá está ese corazón de pueblo, que de tan fuerte y sano fue el de Cochabamba y Bolivia y más allá en esos días y sigue latiendo para irrigar agua y sangre, lágrima y vuelo, la tierra fecunda de acá y allá que desde ese abril nos fertiliza. Acá llega ese cuerpo al que le cabe la vida y la lucha y la tierra, el cuerpo del Yaku Runa (gente del agua), el cuerpo de todas y de todos levantados como agua…agua misma y libertad. Nos regala acá Óscar dos de esos días, el 7 y el 8 de abril de 2000, apenas dos. Dos días pendientes. Dos días permanentes de un abril de la humanidad con la tierra y con el agua. Dijeron que Óscar estaba enfermo del corazón y que por eso tenía pequeño el cuerpo…¿Cómo? nos preguntamos, si de hecho ese corazón es el de todas y todos y ese cuerpo contiene la transparencia, la persistencia, la fuerza, el torrente del agua. Acá están dos días que no pueden narrarse: dos días que son latidos que nos riegan la tierra fértil para la libertad que viene, de un cuerpo de todas y de todos, de pie y en camino. 7 y 8 de abril del 2000, que son ahora y siempre, hasta cuando pongamos el agua en libertad y nos liberemos con ella. ¡Así Sí! Resistencias y Caminos. Pueblos en Camino.

7 de Abril

7 de abril del 2000, era viernes, el gobierno anunció que daba un paso atrás y aceptaba las demandas de la gente en contra de la privatización de nuestro bien común, el agua.

Monseñor Tito Solari nos convocó a una misa en la catedral de la ciudad, para festejar la victoria, fuimos todos y todas quienes pudimos entrar en el templo, con mucho cansancio pero con mucha alegría por esta comunicación dada a Tito Solari, en una reunión en el Arzobispado, con todas las partes involucradas, incluyendo los que habían impulsado la privatización de la empresa pública de agua, Reyes Villa y Cía.

Eran las 5 de la tarde cuando nos comunicaron eso, la misa comenzó como las 7 de la noche, la plaza olía a gases, pólvora y sudor, los militares rondaban las calles circundantes, era extraño aquello, la presencia militar en la plaza.

A pocos minutos de la misa concelebrada por una veintena de sacerdotes y abarrotada de gente, se me acercan un cura amigo de años, él no estaba con el resto, entró de la calle a la Catedral, se acercó a mi y me dijo al oído: “todo es una mentira, nos han engañado, están decretando el Estado de Sitio, y los van a detener, los autos para llevarlos presos y confinarlos, están el puerta del templo, deben salir inmediatamente y ponerse a buen recaudo”

Así comuniqué a los voceros de la Coordinadora y la gente que estaba a mi alrededor y salimos por la puerta de la sacristía hacia una calle secundaria.

Me dirigia a la casa de mis padres, tres meses que no los visitaba, en particular a mi madre que estaba muy enferma desde años atrás. Pensé que allá no me buscarían y que además ya teníamos experiencia para sortear estos “estados de sitio”.

A medio camino, a tres cuadras de la plaza y a cuatro de la casa de mis padres, me detuvo un señor muy querido, amigo, de apellido Rocha, era PRIMER VIERNES de abril, me dijo: “pasa Oscar, estamos k’oando, es primer viernes” y me quedé en la casa del compañero, habían varios amigos conocidos y empezamos el ritual de agradecimiento y convivencia con la Pachamama.

A pocos minutos de estar juntos, prendimos el televisor para saber mas sobre los acontecimientos que podían suceder en esos momentos, y da la casualidad que estaban transmitiendo, en directo, el allanamiento de la casa de mis padres por parte de agentes civiles del gobierno que me buscaban no solo para detenerme sino para asesinarme.

Agredieron a mis padres, hicieron disparos y no me encontraron, vi a mis padres por la TV, diciendo con voz firme lo ocurrido y dándome fuerzas desde su angustia y preocupación.

Lamé por teléfono a mi casa, mi voz estaba ronca por todos los discursos dados desde el balcón del edifico fabril, en la Plaza principal, no me reconocieron y me colgaron el teléfono porque pensaban que eran los servicios de inteligencia del gobierno banzerista, insistí y cuando me enojé me preguntaron el nombre de pila que yo tenía en la familia, di la contraseña y me dijeron que debía desaparecer de las calles porque corría riesgo mi vida.

Tuve que quedarme en la casa del compañero Rocha, el estado de sitio corría velozmente por las calles y caminos con militares en las calles y la gente firme en las barricadas.

Reynaldo es el nombre que jamás olvidaré, un joven abogado que tuvo el privilegio, según me contó él, de haber recibido el don, por parte de ancianos y sabios indigenas de establecer una relación directa con la Pachamama , a través de la coca y otros medios ancestrales.

Me llevó a un pequeño cuarto y me dijo si deseaba saber cuál iba a ser el desenlace del Guerra del Agua, le dije que si.

Arrojó de manera delicada y respetuosa las hojas sagradas de coca sobre un pequeño aguayo.
Me dijo que la victoria era el futuro de la rebelión del pueblo pero que iba a haber sangre para esto ocurriese.

Era alegre y triste al mismo tiempo saber esto

Entre otras cosas me dijo si quería saber algo sobre mí y la vida familiar en el futuro, le dije que si.
Me dijo que apenas culminada la victoria popular yo iba a hacer un largo viaje al norte.

Me dijo que tenía cuatro hijxs que me amaban y que no podía dudar de la fidelidad de ellos y su enorme preocupación por mi situación, pero que no ponían en cuestionamiento en absoluto de mi consecuencia con el movimiento.

Me dijo que mi madre estaba muy enferma, pero que mi padre iba a fallecer entes que ella.
Y me dijo que esta responsabilidad que el pueblo me había asignado en el movimiento en defensa del Agua, iba a cambiar sustancialmente mi vida, que se avecinaban mas responsabilidades, mas luchas, mas logros y también mas dolor y tristeza, pero que el pueblo caminaría sin retroceder y que nos tocaría jugar un rol que las bases nos asignarían y que no podíamos fallar.

El 8 de abril fue asesinado el joven Victor Hugo Daza.

El 10 de abril del 2000, el pueblo consolidó su victoria.

El 15 de abril yo viajaba a Estados Unidos de Norte America a un encuentro mundial de movimientos que protestaban contra las políticas del banco Mundial y el FMI, la victoria del pueblo en Cochabamba, fue una esperanza e inspiración para otros pueblos del mundo, porque pudimos testimoniar, casi de inmediato y en ese escenario, la dimensión política, económica, organizativa y humana del ese movimiento llamado la Guerra del Agua.

Mis hijos, que ahora son seis, jamás dejaron de apoyarme y saben de la cotidianidad de mi vida y mi integridad como padre, trabajador y organizador.

El 1 de marzo del 2001, falleció mi padre de un paro cardíaco, su apoyo fue fundamental en mi camino.
Mi madre se fue a acompañar a mi padre el 14 de mayo del 2005, mi madre como referente permanente y eterno.

El primer viernes de abril es un día que jamas olvidaré, debo la vida y debemos la victoria al compañero Rocha a Reynaldo a hoja sagrada de Coca a la K’oa y a la gente de mi pueblo que esa noche y al día siguiente derrotó al “estado de sitio” y puso a los militares y policías en lugar donde deben estar, en sus cuarteles.

“Hace 18 años comenzamos a dar a luz un nuevo mundo…una nueva forma de estar juntos en la lucha, de enlazar nuestras fuerzas y de construirnos un camino común.”

“Fueron meses intensos y exigentes, días y días de lucha y deliberación continua, de ocupar las calles, las plazas y los caminos y de pelear palmo a palmo contra los que una y otra vez nos expropian nuestros esfuerzos y nuestras riquezas para mandar sobre nosotros.”

“El relámpago de abril del 2000 sigue vivo en la memoria de muchos y muchas, somos nosotros y nosotras mismas quienes podemos defender la vida y sus regalos para organizarnos una vida satisfactoria y digna.”

“No olvidemos lo que logramos producir colectivamente.”

“No olvidemos que fue nuestra capacidad colectiva de crear confianza mutua lo que abrió un horizonte renovado de vida y de lucha”… (Raquel Gutiérrez Aguilar, en el 2015)

Fue el 7 de abril del 2000, así fue, así deberá ser …otra vez, no solo es nuestra obligación, es nuestra responsabilidad como guerreras y guerreros del agua….

Oscar Olivera, primer viernes de abril del 2018
(*) Fotos del hermano Aldo Cardoso!!

8 de Abril

8 de abril, la madrugada de ese día, no tenía voz, no salía sonido alguno de mi garganta, me llamaron periodistas para saber dónde y cómo estaba.

No podía responder, el sabio compañero Rocha me dijo que mascara Retama, para recuperar la voz.

Masqué por horas y mi garganta empezó a emitir sonidos que me permitieron comunicarme con la gente.

Me pidieron que grabara un mensaje al pueblo, todos querían saber qué había pasado con los voceros de la Coordinadora.

Me acuerdo que, mediante un teléfono, comencé a pronunciar unas cuantas palabras y mas o menos dije lo siguiente:

“Hermanas y Hermanos, me encuentro en algún lugar de Cochabamba, en buen estado, agradecido por su preocupación, pero admirado por la valentía y coraje de la gente en las barricadas que permanecieron de pie frente a los fusiles y las balas de militares y policías.

“Que nuestras únicas armas, eran las barricadas, unos cuantos palos y piedras, pero ante todo nuestra indignación frente a la mentira, el desprecio y el olvido de los poderosos y ante todo la acción colectiva de mujeres, hombres, niños, niñas, jóvenes, ancianos y ancianas, que nos devolvió la confianza mutua, que posibilitó perder el miedo.

Que nuestro objetivo ya no sólo era la recuperación del agua, ya no sólo era la disputa con el poder criminal de arriba, por el destino y el disfrute de ese bien común que nos fue entregado por la Pachamama, sino que ahora nuestra lucha era por definir quién decidía: el pueblo o unos cuantos políticos y empresarios.

Que no podíamos dar un paso atrás, ni siquiera al costado, que nuestra lucha tenía un profundo contenido democrático, porque democracia en términos simples para la gente sencilla y trabajadora es: Quién decide.

Derrotamos al ejercito y la policia, derrotamos al “estado de sitio” derrotamos la resignación, el olvido, el individualismo y entendimos, en la lucha concreta que sólo la acción colectiva, desde abajo y desde fuera de esta institucionalidad, hará posible un cambio en las condiciones de vida de nuestros pueblos.”
Terminé llorando al final de este mensaje y los periodistas me contaron luego, que la gente también lloraba en las barricadas y bloqueos, pero llorábamos de alegría y nos embargaba un sentimiento de hermandad y generosidad, como nunca antes habíamos sentido.

 


Era un sábado 8 de abril del 2000…hace 18 años…

Oscar Olivera, primer viernes de abril del 2018
Pueblos en Camino
Abril 9 de 2018

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