Mujeres activistas: “Hoy mi nombre está en una lista de muerte”
Defensoras de derechos humanos, blogueras, indígenas, obreras y estudiantes de todo el mundo enfrentan acoso policial, amenazas, problemas económicos y, en ocasiones, maltratos que van más allá de la simple violencia física por defender sus causas. En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, celebrado el pasado 25 de noviembre para recordar el asesinato de las hermanas Mirabal por motivos políticos durante el gobierno de Rafael Leónidas Trujillo, activistas de distintas partes del mundo contaron a Apro la situación de las mujeres en sus países, su situación personal y la forma en la que se organizan para cambiar su realidad.
Lina
Lina Ben Mheni lucha mediante la palabra. Tiene un blog llamado Una chica tunecina que abrió en 2007. Durante la llamada Revolución tunecina del 2011 apoyó, junto con otros blogueros, campañas para difundir lo que sucedía en Sidi Bouzid, Regueb y Kazerine, donde comenzó el levantamiento. Fue la única bloguera que viajó a los lugares, a pesar de la censura.
“Ahí es cuando en verdad comenzó a luchar por la libertad de expresión y los derechos humanos”, comenta.
Y agrega:
“Bajo el régimen de Ben Alí tuve problemas económicos, pero mi familia no tuvo problema con mi activismo porque son militantes también. Todos hemos sido víctimas de represión policial: hombres y mujeres”.
Lina se hizo famosa por ser nominada al Premio Nobel de la Paz en 2011. Denuncia que las verdaderas dificultades relacionadas con su sexo comenzaron después de la caída del presidente Zine El Abidine Ben Alí.
“Fui perseguida por la policía política. Hoy mi nombre está en una lista de muerte, estoy bajo protección desde hace más de tres meses”, dice.
Sobre su país, especifica que cuando la policía quiere parar a alguien no le importa el género.
“Las mujeres activistas en Túnez, las militantes, son siempre blanco de la policía y son privadas de sus derechos económicos (tener propiedades, cuentas bancarias)”, dice.
En Túnez se hizo famoso el caso de Amina Sbui, quién publicó en marzo una fotografía con el torso desnudo y pintado: “Mi cuerpo es mío” y se hizo acreedora a una fatuah (pronunciamiento legal religioso no vinculante) del clérigo Adel Almi condenando a la activista a ser latigueada en cien ocasiones y lapidada hasta morir. Desde mayo, Amina enfrenta cargos por hacer una pinta en un cementerio en la localidad de Kairuán.
Lina explica que las mujeres ganaron una serie de derechos con la independencia de Francia en 1956, derechos garantizados por el Código del Estatuto Personal y la Constitución.
“Desafortunadamente después de la revolución hemos experimentado una regresión; en vez de reclamar más derechos estamos tratando de preservar aquellos que teníamos desde que el gobierno islamista trata de atacarlos”, denuncia Lina.
Lina continúa publicando continuamente sobre lo que ocurre en Túnez, a pesar de que sobre ella recae hoy una campaña que, dice, “blogueros hombres no experimentan”.
“Es difícil pero no me detiene, pienso que el amor por mi país me lo inculcaron mis padres es la razón detrás de que luche”, subraya.
Rebecca
Los indignados de Wall Street. Foto: Alejandro Saldívar
Rebecca se involucró en el movimiento estadunidense Occupy Wall Street desde la primera semana. Tenía un pequeño negocio que hacía consultoría para Organizaciones No Gubernamentales. La protesta la tomó en un momento en el que empezaría a ganar buenas cantidades de dinero. Estaba ahorrando. Compraría una casa.
“Entendí que era más importante hacer lo que creo”, cuenta.
Comenta que hay mucha presión de gente que quiere que se callen, retiren y regresen a la forma en la que eran antes. Sin embargo, dice que todavía tienen mucho que hacer.
Para Rebecca, discutir la violencia contra la mujer es un pendiente del movimiento en un país donde el 83% de las menores fueron acosadas sexualmente durante su estancia en la escuela.
“La inequidad insana genera violencia, hay que luchar incluso dentro de ese 99% contra los prejuicios contra las mujeres”, sostiene.
Refiere que durante la represión que sufrió Occupy Wall Street para ser retirados del Parque Zucotti las activistas fueron molestadas sexualmente.
Detalla:
“La policía es mucho más manipuladora y se apoya en los medios de comunicación, manejan muchas fotos en medios y en periódicos de policía tocando los senos de activistas”.
Denuncia que la estrategia es hacer creer que como mujer en manifestaciones se está en un peligro mayor y prevenir a otras mujeres de unirse al movimiento.
En ese entonces, relata, una amiga con el brazo enyesado le comentó un policía había tocado sus senos. Cuando le confrontó le tomó la mano y le quebró la muñeca.
Varias otras mujeres le han dicho que durante las manifestaciones los policías tocan sus senos, por lo que sospecha que estas acciones no son sólo un mal comportamiento policiaco sino una política específica e intencionada.
“Lo querían los medios, no lo ocultaban, lo hacían frente a las cámaras de 50 personas; querían dar el mensaje: que no pasarían un buen tiempo manifestándose, que era cosa de hombres blancos y tenían que mantenerse fuera”, dice.
Finalmente, comenta que después del movimiento muchas mujeres de Occupy Wall Street tuvieron que regresar a sus trabajos y a su vida normal.
Sin embargo, vio avances con el movimiento, avances que retoman la lucha por los derechos de la mujer en Estados Unidos en los ochenta.
“Muchas mujeres tuvieron por primera vez la oportunidad de tomar uno de estos liderazgos, la oportunidad de ser radical en las acciones y no sólo en teoría”.
Maryam
Maryam al-Khawaja addresses Amnesty’s AGM from Amnesty International on Vimeo.
Maryam al-Khawaja es defensora de derechos humanos en Bahrein, país árabe del Golfo Pérsico. Desde 2011 su país vive un levantamiento popular contra el régimen del rey Hamad Al-Khalifa.
Es hija de Abdulhadi al-Khawaja, fundador del Centro de Derechos Humanos de Bahrein (BCHR) y preso desde el nueve de abril de 2011 por “formar una organización terrorista para derrocar al régimen”.
Desde que comenzó el levantamiento se ha dedicado a viajar para hablar sobre la violación sistemática de derechos humanos en su país.
“Cuando presencias violaciones de derechos humanos, detenciones arbitrarias, y escuchas a la gente hablar de tortura sistemática es difícil no verse involucrado y vivir contigo mismo”, cuenta Maryam.
Participó en el Foro de Libertad de Oslo en mayo de 2011 y al siguiente mes recibió amenazas de muerte.
Tuvo que tomar la presidencia del Centro cuando Nabeel Rajab, colega de su padre, fue detenido en julio de 2012. Hoy se encuentra exiliada y viaja con pasaporte danés.
“En septiembre tuve que dejar Bahrein por amenazas de arresto”, dice.
Actualmente, la hermana de Maryam, Zainab, se encuentra detenida desde marzo de 2013 por manifestarse por el encarcelamiento de su padre.
Maryam refiere que en su país las mujeres son sujetas de ejecuciones extrajudiciales, sistemática física y psicológica tortura sexual, arrestos arbitrarios, heridas por uso excesivo de la fuera contra manifestantes, cateos de casas por la noche.
“Una de las únicas veces en las que no hay discriminación de género por parte del gobierno en Bahrein es cuando se trata de violaciones de derechos humanos”, resalta.
Específicamente por ser mujer, denuncia, tiene acosadores del gobierno que la atacan sexualmente, haciendo amenazas y comentando cosas acerca de su cuerpo.
Desde que comenzó la revolución en Bahrein en febrero de 2011, las mujeres tomaron un papel protagónico.
Jalila al Salman, vicepresidenta de la Asociación de Profesores de Bahréin, y Rula al Saffa, directora de la Sociedad de Enfermería de Bahréin se fueron a huelga de hambre estando presas. Miles de mujeres salen a las calles en bloques. Fueron particularmente llamativas las manifestaciones de febrero de 2012, en las que cientos de mujeres salieron a las calles por la detención de doctoras y enfermeras que curaron activistas heridos.
“Es parte del cambio de la situación entera del país, pero para cambiar la situación de la mujer en Bahrein necesitamos cambiar el sistema entero en el que se basan las violaciones contra la población entera”, aclara Maryam.
Vilma
Vilma Almendra es una indígena colombiana. Lucha por los derechos y la autonomía de los pueblos desde la comunicación. Es hija de Luz María Quiguanás, una de las fundadoras de la Asociación de Cabildos Indígenas del Cauca (ACIN), constituida en 1994, pero con raíces en la década de los años setenta, cuando las mujeres lideraron la recuperación de tierras en manos de hacendados.
Tuvo que salir de su comunidad junto con su madre hacia la Ciudad de Santader de Quilichao después de una matanza indígena en 1984.
“Mi mamá estaba tan metida que no tenía tiempo para la familia; todo era el movimiento: no tiene horario de entrada, salida, sueldo, nada, pero es un compromiso uno quiere transformar y uno lo asume”, relata.
En 1998 delegan a su madre a una gira en Europa para hablar del movimiento. Se ausenta y le toca reemplazarla.
“Entendí lo que me estaba perdiendo”, dice.
A partir de entonces comenzó a participar en el Tejido de Comunicación, parte de la organización en “tejidos de vida” dentro del ACIN.
Sobre las mujeres, opina:
“Estamos abajo, invisible perfil pero siempre caminando, haciendo trabajo que aunque no es visible para que los hombres sean fuertes y hagan el trabajo que se debe hacer”.
“En Colombia –acota– el cuerpo de las mujeres, se ha convertido en un botín de guerra”.
Detalla que parte de las estrategias generadas a partir del conflicto armado en Colombia es atacar a la mujer porque a pesar de que no figura mucho en cargos es el sustento de los hogares, matarla y desaparecerla significa desequilibrar a la familia y la comunidad.
“Tanto paramilitares que descuartizan, violan, decapitan, así como las guerrillas, se han convertido en un instrumento de terror que favorece el despojo y desplazamiento en comunidades”, dice.
Se refiere luego al caso de Zuleima, de la comunidad de Tacueyó, que vendía a todo el mundo que pasara por su casa. Un miliciano de las FARC la sacó de una fiesta, la violaron, cortaron los senos y mataron por “informante”.
Y hace un símil con el actual modelo extractivo y de megaproyectos:
“En la madre tierra veíamos lo que pasó con el cuerpo de Zuleyma. Hay muchas mujeres indias, campesinas mutiladas. Uno ve el cuerpo de una mujer mutilada, violada y el cuerpo de la madre tierra se parece cuando ve la forma en la que sacan el oro con la minería a cielo abierto.
“Es el cuerpo de la mujer violentada, acallada, es el territorio, la madre tierra que le está pasando la misma, cosa”.
Pero denuncia que también dentro de las organizaciones la agresión viene de cerrar espacios, no dejar hablar, no dejar participar si se es una voz autónoma autocrítica y propositiva.
Vilma saca a colación una experiencia de uno de “Tejidos de Vida” del ACIN dedicado a la cultura en el que promovieron crear vallas con diseños indígenas y las leyendas: “No parimos hijos para la guerra, el cuerpo de la mujer es el de la madre tierra: ¡Hay que respetarlo!”.
En Caloto y Corinto, dos de los lugares más afectados por la guerra, las mujeres fueron a bases militares y lugares con presencia de las FARC y enterraron la valla enfrente de ellos. Fueron agredidas, tumbaron las vallas, las insultaron, pero insistieron.
“Plantaron su dolor, su denuncia en un espacio público. Sembrando su palabra frente a esos actores de muerte”.
Cuenta que a pesar del contexto de guerra, las mujeres de Colombia salieron el 22 de noviembre a una multitudinaria marcha en Bogotá de las mujeres por la paz. Actualmente en el proceso de “La Minga” y el Paro Agrario en Colombia las mujeres tienen un papel importante.
“La paz se construye desde abajo yo pienso que mujeres indias, afros, campesinas son la clave para ese proceso de reconstrucción de la paz y consolidar la autonomía”, concluye Vilma.
Por: Jesús Aldabi Olvera
Fuente: Revista Proceso