Bolivia: “Alvaradas”

Hace algún tiempo se publicó, con éxito vanamente reprimido por el Gobierno, “Evadas”, una recopilación de las declaraciones públicas desafortunadas del presidente Evo Morales que, siendo solo parcial, era considerablemente extensa. Algunas de las declaraciones públicas que, por su parte, ha venido haciendo el vicepresidente García ameritan la recopilación de las “alvaradas”, más aún cuando la yunta ha decidido relanzarse unida y equilibrada. 
 

Ni las unas ni las otras son meros accidentes o deslices carentes de significado, y aun tratándose de lapsus, como han explicado ocasionalmente sus autores, tendrían el importante significado de traslucir deseos reprimidos que la sicología atribuye a los mismos. Evadas y alvaradas son expresiones políticamente incorrectas, pero, como es tan frecuente en estas, revelan lo que contiene en profundidad el pensamiento y el espíritu de sus emisores, desde ya, con más autenticidad que la  retórica políticamente correcta.   
 
Las alvaradas no serán tantas como las evadas, pero en cambio son más substanciosas. En una inevitablemente apretada muestra de ellas, probablemente desmerecedora de toda su amplitud y riqueza, tenemos que el vicepresidente García ha dejado muy claro su criterio respecto a la realidad y a la cultura indígena, por lo demás tan relevante en el país y en el movimiento político que conduce, afirmando, en encendido alegato relacionado con el TIPNIS, que “algunos quieren que los habitantes del TIPNIS sigan viviendo como animalitos”.  
 
Su actitud frente a las víctimas del VIH y, es de suponer, a la diversidad de opciones sexuales, ha quedado patentizada, con auténtico dramatismo, al sentenciar que los agresores de mujeres “deben ser tratados como sidosos”. Aunque tal vez, se haya tratado de una expresión de piedad extrema que partía de identificar la condición patológica de los maltratadores y asesinos de mujeres, y abogaba por brindarles solidaridad y atención médica. Respecto a los alcances democráticos de la representación política, y, especialmente, de la vida interna de su partido, su posición ha sido concluyente y enérgicamente planteada estableciendo que “los librepensantes pueden dejar el proceso de cambio”, porque en él se necesitan revolucionarios y no de librepensantes. Pero la alvarada más destacable, tanto por su rotundo significado como por la formalidad de su fuente escrita que acredita la plena conciencia de su emisor y descarta el lapsus, es aquella en la que el Vicepresidente explicita sus propósitos profundos respecto a la reforma institucional del Estado y, en particular, del sistema de justicia, proclamando que bajo la “revolución de la justicia”, “el Estado no puede perder ante nadie”, porque, para él, este Estado es la “encarnación del pueblo trabajador”, y, por lo demás, la independencia de poderes es “una ilusión liberal”.
 
La elocuente convergencia ideológica de las alvaradas, todas dichas de viva voz o escritas de puño y letra de su autor, retratan la mente y el alma del vicepresidente García con incontrastable agudeza y fidelidad, y sin necesitar aclaración o añadido alguno. Revelan inapelablemente lo que la retórica vicepresidencial, con toda su rimbombante sonoridad revolucionaria y sus altas pretensiones teóricas, no ha logrado encubrir, pues, al influjo del creciente descontrol del personaje, se desencaja, se destiñe y se colma de grietas y agujeros de los que bullen, incontenibles e inocultables, las alvaradas.
 
Por ello mismo, las alvaradas tienen la bondad de anunciar y explicar los más trascendentales actos del poder político. Así, atendiendo solo a las referidas aquí, se explican plenamente las razones y la inevitabilidad de la pérdida democrática y la conculcación constitucional que significa la habilitación a la recontraelección del binomio gobernante. Para ello, en feliz reproducción del confesorio dislate vicepresidencial, hubo otra alvarada, antológica como pocas: la que conceptualizó el burdo atropello como “maniobra envolvente”, y, por supuesto, una alvarística justificación histórica: continuar “la revolución más importante del país y del continente en los últimos siglos”.    
 
 
Por: Alejandro Almaraz Ossio

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