El Viaje (memoria de recorridos hacia la proclamación de la República de Tule)
«Ya sabrán los extraños qué caminos decidimos recorrer»
Dice el Mayor Tule y hermano Jesús Alemancia: “Te envío para Pueblos en Camino este texto y fotos. Creo que te comenté en algún momento que estoy trabajando narraciones cortas para una publicación sobre la proclamación de la República de Tule en 1925. «El abuelo» forma parte de este esfuerzo. Este último es una recreación de las distintas travesías que se presentaron durante el periodo a lo largo de la costa de Kuna Yala.
Te envío fotos. La de colores es la imagen de Olonibiguiña, el del sombrero es Dibin y el que camina es Luis. En el 2025 se cumplen 100 años de la insurrección y mi contribución a este acontecimiento son estos textos que tendrán como titulo «La Sombra de la Memoria””
La sombra de la memoria nos habita en la penumbra. Sólo que está sola en este olvido permanente que nos niega y habitamos. Sola en la multitudinaria ausencia que per-dura. 100 años hace que los vencidos vencieron y los extraños supieron, saben y así sabrán el rumbo de la dignidad que decidimos recorrer.
¿Dónde Estamos? En tiempo Real. Pueblos en Camino
El viaje
A la memoria de Olonibiguiña, Dibin y Luis Walter,
guerreros del alba.
«Buen viaje para los guerreros
que a sus pueblos son fieles».
Luis Llach, Viaje a Ítaca.
Veinte brazos levantan remos. A ritmo de furia, en silencio, arropados por las sombras de la oscuridad, van abriendo camino sobre el mar. El abuelo, el principal, es uno de esos brazos.
Solo los golpes de los remos acompañan el dolor que guardan los corazones de los viajeros.
Viaje de recuentos de ofensas, maltratos, opresiones que levanta el olor de la sangre de los caminos. Conversa con los viajeros el abuelo. De sus labios brotan palabras: «no hablemos del miedo a la muerte, sobre esta tierra la muerte nos acompaña siempre, nos hace hombres, porque es de hombres morir. Pensemos en nuestro pueblo, en nuestra historia, en los caminos recorridos».
Bote rebelde revienta las olas; desde las profundidades del mar, voces se escuchan, cantos de vida riega el viento. El abuelo recuerda historias, imágenes se abren pasos en su memoria. Fiestas y asambleas de pueblo disuelto, tinajas rotas, mujeres en bailes de carnaval impuesto, represión y cárcel invadiendo las aldeas.
Corazones de fuego alumbran el horizonte nocturno, luces opacas de la aldea aparecen y desaparecen entre las olas. Veinte brazos preparan fusiles; machetes reflejan las estrellas fugaces; manos rudas empuñan macanas. El abuelo siente y piensa, piensa y siente. Lágrimas recorren su rostro.
Las imágenes vuelven a invadir el espíritu del abuelo, viajan por las profundidades de su pupila; se desata la tempestad; águilas, jaguares, serpientes, espíritus de la selva lo acompañan por el sendero de sangre.
A mitad del camino, en una isla desierta, un último soplo al fuego de la resistencia se comparte. Desembarcan los comuneros, cuerpos trémulos agitan la arena. Un fuerte viento con olor a mar los sacude; los verbos de la guerra y la muerte se conjugan entre las manos y brazos de los guerreros frente a lo que viene. El viento sigue su ruta entre las palmeras.
El bote vuelve a partir. Veinte brazos levantan remos. Habla el abuelo nuevamente: «antes del alba, hemos de volver a nuestras aldeas, antes de que aparezca el abuelo sol con su sombrero de combate puesto. Ya sabrán los extraños qué caminos decidimos recorrer».
Jesús Alemancia
(noviembre de 2017)
Kuna Yala