Las otras mujeres de la paz: la libertad para Nelly Luna

Los “acuerdos de paz” entre las FARC y el Gobierno colombiano, ratificados en el Teatro Colón de Bogotá, incluyen un compromiso de sustitución de cultivos como uno de los puntos acordados y en ellos aparece de cabo a rabo la invocación a una “perspectiva de género“. Estefanía Ciro del equipo de Alaorilladelrio denuncia en este texto que compartimos, el verdadero sentido de la “perspectiva de género” que queda ilustrado con la injusta captura y ahora condena de la luchadora social Nelly Luna en el Caquetá. Se trata de imponer tras y bajo los acuerdos la mujer permitida, sumisa, humilde, silenciosa, y de castigar y negar a las mujeres luchadoras, críticas y activas. Se trata, como bien lo señala Estefanía, de “estatizar” a las mujeres en el marco de la profundización, con los acuerdos, aún si se cumplieran, de la estatización para el capital, de toda Colombia, en particular, de áreas en las que se ha dado una disputa armada por el control del Estado, como lo es el Caquetá y las regiones “marginadas” del país. Esta guerra permanente, antes y después de los acuerdos por acceder a recursos y proyectos a nombre del establecimiento o de la “revolución”, ha sido la guerra del Estado colombiano, desde este y por tanto, una guerra por insertarse dentro de las dinámicas institucionalizadas del capitalismo y no contra este y contra el estado. Es por ello también y necesariamente, una lucha patriarcal, de dominio de pueblos y territorios  en la perspectiva de someterlos a los procesos de acumulación y control del estado capitalista. Esto no cambia con los acuerdos, aún si se cumplieran. Lo que cambiaba era quienes, en la relación social del capital en Colombia, accedían dentro del Estado a recursos, poder y decisiones. Ni siquiera ese cambio acordado es tolerable para el poder establecido. Nelly Luna y muchas otras mujeres, representa la exigencia de cumplimiento, pero también y más allá, es una mujer luchadora que desafía por eso mismo, todo el régimen patriarcal de dominio y por ello mismo también, al capital y al estado, más allá y más acá de sus filiaciones particulares.

Obediente, como siempre, a los mandatos del Pentágono y del gobierno de los EEUU, el gobierno colombiano impone la erradicación forzada, militarizada y represiva de los cultivos que son la única fuente de sustento para millones de campesinas y campesinos, negando reiteradamente el origen económico de esta producción, porque no se reprime ni se condena la acumulación y lavado de millonarias sumas de dinero que benefician al capital transnacional sino el trabajo de campesinas y campesinos con las plantas y hojas de coca. Esta guerra contra las y los productores y recolectores de hoja de coca que ya ha generado masacres en el post-acuerdo, está detrás del asesinato de muchas y muchos de los 105 líderes (hombres y mujeres) desde la firma de los acuerdos y hace parte del incumplimiento total y definitivo de los acuerdos de paz que amenaza con hundir a Colombia en una guerra total, responsabilidad del Gobierno y de sus patrones del capital transnacional. La guerra por el estado ha entrado, a partir de las negociaciones, la implementación y el incumplimiento de los acuerdos de paz en un curso de catástrofe que consiste en un modelo reiterado y perverso de estatalización que ni siquiera tolera ampliar el ámbito y participación del mismo estado al servicio del capital incorporando a las FARC al cumplir lo acordado. La paz no era nunca paz por no abrir espacios para la superación del establecimiento y del régimen estatal, sino, a lo sumo, el fin del conflicto armado FARC-Gobierno, por la vía de la participación en la gestión de recursos del estado. Fin del conflicto armado que podría, más allá de los acuerdos y de las partes involucradas, y por voluntad de movimientos y procesos de base, abrir espacios de movilización y lucha de los pueblos contra el modelo del capital y por la libertad, cerrados con la guerra. Hoy, con el disciplinamiento de Nelly Luna y de las mujeres, la perspectiva estatal de “genero” queda expuesta. No hay paz con patriarcado: son incompatibles.

El apaciguamiento de la organización social y la estatalización forzada que quieren imponer en las regiones del país por medio del remedo de la implementación de los acuerdos de paz del Teatro Colón tienen otra faceta: disciplinar a las mujeres “malas” y producir mujeres “buenas”. El ejemplo más latente es el de Nelly Luna.” ¡Así No! Pueblos en Camino

Mural en la Unión Peneya, pueblo desplazado en el 2004 y lugar donde fue capturada Nelly Luna en agosto del 2017, injusta y arbitrariamente acusada de “secuestro extorsivo” de 14 policías. Foto: Estefanía Ciro. Octubre, 2017. 

Mural en la Unión Peneya, pueblo desplazado en el 2004 y lugar donde fue capturada Nelly Luna en agosto del 2017, injusta y arbitrariamente acusada de "secuestro extorsivo" de 14 policías.

Mural en la Unión Peneya, pueblo desplazado en el 2004 y lugar donde fue capturada Nelly Luna en agosto del 2017, injusta y arbitrariamente acusada de “secuestro extorsivo” de 14 policías. Foto: Estefanía Ciro. Octubre, 2017. 

El apaciguamiento de la organización social y la estatalización forzada que quieren imponer en las regiones del país por medio del remedo de la implementación de los acuerdos de paz del Teatro Colón tienen otra faceta: disciplinar a las mujeres “malas” y producir mujeres “buenas”. El ejemplo más latente es el de Nelly Luna.

Nelly fue capturada en agosto del 2017 en la Unión Peneya. Ella participó con la comunidad en un “cerco humanitario”, una estrategia de defensa de las matas de coca que usan los campesinos y las campesinas ante la erradicación forzada desatada por el gobierno colombiano en contravía de los acuerdos de paz. En la vereda Los Alpinos – municipio de La Montañita, Caquetá- toda la comunidad se dispuso a defenderse, en particular el codito, parcela de una mujer mayor que vivía de la coca y era su vecina. En medio del cerco humanitario, 14 policías quedaron rodeados por la comunidad, la cual exigió la presencia de representantes del programa de sustitución a nivel nacional para iniciar un diálogo y frenar las erradicaciones.

En las imágenes de prensa local, se ve que los policías nunca fueron desarmados, se les dio almuerzo y ellos mismos señalaron que los habían tratado muy bien. Ese mismo día llegó la Fuerza Pública y se llevó los policías; al otro día, en la misma comunidad desembarcaron varios helicópteros con más refuerzos que hostigaron la población en un dispositivo de terror a manera de revancha. Seis meses después, la fiscalía se llevó a Nelly Luna de su casa en la Unión Peneya a la cárcel del Cunduy en Florencia, sin permiso de casa por cárcel y acusada del “secuestro extorsivo” de 14 policías.

Este tipo de conflictos entre comunidades y fuerza pública en las propias parcelas se ha repetido por todo el territorio colombiano desde que el gobierno colombiano decidió desplegar una estrategia de erradicaciones forzosas. En algunos casos, los campesinos y campesinas han rodeado y perseguido a la fuerza pública encargada de la erradicación, en otras ocasiones se han enfrentado directamente; el caso más trágico ha sido la masacre de Tumaco el 5 de octubre, que aún no tiene responsables.

Sin embargo, en ninguno de los casos que se han dado – en Antioquia, Guaviare, Catatumbo o Nariño- los campesinos o campesinas han sido encarcelados, excepto en el Caquetá. ¿Qué hace emblemático el encarcelamiento de Nelly Luna?

En medio de la atención mediática que han tenido las mujeres en las negociaciones y la implementación de los acuerdos de paz bajo el discurso del “enfoque de género”, no deja de ser una paradoja el encarcelamiento de una mujer dirigente campesina y el silencio de tantas organizaciones, actores políticos y mujeres ante el hecho. Yendo más allá del desgastado uso de la idea de la doble discriminación de la mujer rural – por ser mujer y por ser pobladora del campo- el caso emblemático de Nelly Luna le agrega dos características más que son expresiones de exclusión y vulnerabilidad de la mujer habitante de los territorios cocaleros en el Caquetá: ella es mujer rural considerada “ilegal” – en medio de la “lucha contra las drogas”- y además es mujer comunal.

Como campesina caqueteña en medio del Plan Colombia/Patriota/Consolidación, Nelly fue víctima de uno de los años más hostiles y agresivos contra los y las caqueteñas; en el 2004 fue desplazada de la Unión Peneya cuando el ejército entró al pueblo.

Con cinco hijos, separada de su esposo y sin su apoyo, sin ningún tipo de reparación ni reconocimiento como víctima o atención por parte del gobierno, inició una marcha de hambre que la llevó por La Montañita y por Florencia y duró varios años. Al borde de la crisis con sus cinco hijos y después de que la estigmatizaran por ser desplazada de la Unión Peneya – algunas víctimas no les sirven al estado colombiano- encontró pequeños trabajos que lograron darle estabilidad y alejar de la amenaza del hambre a su familia. El caso de Nelly es emblemático porque es doblemente víctima por las políticas globales y nacionales tanto de “combate contra las drogas” como de guerra anti-insurgente del gobierno colombiano, desde el 2004 hasta el 2017. A ella nadie le responde.

 

También es emblemático porque Nelly es una dirigente histórica comunal del Caquetá; no es casualidad que la juez no permitiera su excarcelación porque “influía sobre la comunidad”, y así la sentenciara a permanecer en la cárcel por tanto tiempo. La formación de Nelly es la misma de muchas mujeres en el Caquetá, la del Partido Comunista que le permitió participar activamente en la organización de mujeres, mucho antes de que se pusiera de moda con las negociaciones de paz, al fundar en el departamento la asociación de mujeres por la paz y la defensa de los derechos de la mujer colombiana (ASODEMUC) y que tiene una base social significativa en La Montañita. A su vez, ella ha sido presidenta de juntas de acción comunal y parte integrante de organizaciones campesinas departamentales. Su caso es emblemático ya que los jueces impiden su excarcelación por su raíz comunal, comunista y como ella señala, marxista.

No se puede caer en el tipo ideal de la mujer rural como des ideologizada. Las mujeres rurales también participan en política, su vida es la política y la comunidad, a pesar de que la neutralidad del “enfoque de género” nos despiste y no permita verlas y comprenderlas así. Un primer miedo de este discurso y del silencio de las mujeres ante el caso de Nelly Luna es la producción de “la buena mujer” – rural- quien es la que resuelve su independencia económica pero no su libertad política. La mujer rural en este nuevo pacto por el país implica comprender, respetar y desactivar la estigmatización sobre estas mujeres campesinas.

Esta sombra de cacería de brujas tiene sentido en la medida que se hace un análisis, un filtro de clase sobre el estudio del fenómeno cocalero y por supuesto, las mujeres en él. Por un lado, el terror o la pedagogía de la crueldad: andando los pueblos y caseríos donde trabaja Nelly, las mujeres han disminuido el ritmo de su trabajo esperando a que ella regrese; las mujeres “buenas” saben con quién meterse. Por otro, un disciplinamiento, las mujeres “buenas” deben pedir proyectos, proyectos productivos, individuales, que terminan desarrollando en las horas extras, sumándole un tercer horario a las 24 horas que ocupan su vida: la de la producción, la reproducción y la del asistencialismo productivo.

Al parecer, la implementación de los acuerdos quiere mujeres que le gusten los proyectos de pollos y huevos, que haga parte de la clientela de los alcaldes, que no se moleste en cuestionar, que le regalen solo las tejas para los galpones, o la camiseta y las gorras para el evento público con lemas de emprendimientoempoderamiento. Las otras mujeres, que exigen el respeto a los acuerdos de voluntades de sustitución, a la formación política de las mujeres, al acceso a la tierra que no necesariamente implique su mercantilización sino formas cooperativas de producción, las que son capaces de hablarle sin miedo a un estado que las ha violentado por tanto tiempo, esas – en la desazón en la que se convirtió la implementación de unos acuerdos de paz- son las “malas” mujeres.

El 20 de diciembre tuvo lugar una de las audiencias de su caso, una nueva oportunidad para su excarcelación, que fue extendida en la anterior audiencia en octubre. Las voces populares y comunales del Caquetá hacen un llamado a las mesas, comités, asociaciones, organizaciones, coordinadoras y en general hombres y mujeres del Caquetá para que exijan su inmediata libertad.

Plantón

#LideresaNoDelincuente

20 de Diciembre de 2017- 10 A.M.

Palacio de Justicia de Florencia- Caquetá

 

Twiteratón por la Libertad de Nelly Luna

 

#NellyLuna

#LideresaNoDelincuente

#LibertadParaNellyLuna

Estefanía Ciro*

*Economista de la Universidad de los Andes (Bogotá), Maestra en Historia de la misma universidad y Doctora con Mención Honorífica en el Programa de Posgrado de Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Sociología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM, Ciudad Universitaria, Ciudad de México).

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