JOHN BERGER: Con la esperanza entre los dientes
Eso, se lo llevó y nos quedó
Se escapó de una escuela en la Inglaterra rígida e intolerante de la preguerra. Ya había sufrido otra igual, cuyas atrocidades cotidianas y normales resultaban, como todos los horrores totalitarios, increíbles y descreídas por quienes en extramuros, vivían mundos diseñados para la indiferencia e incredulidad frente al horror. Se une al ejército a finales de la segunda guerra mundial y allí se teje al proletariado y desde la presencia y esencia de clases estudia a Marx quien le ayuda a entender y sufre a quienes lo rotulan marxista por todas partes por no entender que Marx es indispensable para entender y luchar contra el Capital, pero no lo es el marxismo y, peor aún, no lo ha sido. Sale de Londres y se va a vivir a Francia con una comunidad campesina, cuya forma de vida está siendo destruida, cuya dignidad resulta insoportable al capitalismo, aún más en esta fase financiera motivada y justificada desde el des-precio con afán de actuar. Es un poeta, dirá cualquiera que lo lea, que vea sus películas, que vea sus pinturas. Es un impetuoso incontrolable, dice él mismo. Es incomparable, como Benjamin, habría dicho de él Hannah Arendt. Entre sus muchos escritos hubo uno sobre un personaje, un amigo suyo médico a quien quiso mucho y que acabó con su propia vida. Según John Berger, era tal su compromiso y entrega para aliviar el sufrimiento ajeno, que le resultó intolerable la felicidad ¿Qué iba a ser este sabio, aspirante a campesino, sabiendo que nunca llegaría a serlo, sino zapatista? No porque le concedieran la identidad, sino por todo, pero en lo esencial, porque entendió el deseo: entendió y nombró que el deseo de la libertad es la libertad y así se lo dijo a las y a los zapatistas en la palabra que les enviara al seminario “El Pensamiento Crítico frente a la Hidra Capitalista”. Pocas palabras tras de las cuales irrumpió un atronador silencio expectante al ser escuchadas. Faltaba el resto. Lo que sigue. Lo que viene, lo que quedó empezado. Eso, lo que el texto invoca y convoca estaba allí, frente al mismo, alrededor de la palabra tejedora y abrazadora: hombres y mujeres de Chiapas con máscaras, paleacates y pasa montañas. Constructoras y creadoras del infinito. Practicantes del deseo contagioso. Habitantes de la libertad hecha dolor y rabia. Berger; John Berger, hizo silencio. Un silencio igual al que recibió su palabra. Un silencio que proclama expectante lo que falta, lo que sigue, lo que todavía sí pervive. Se murió, pero solamente eso, se murió…el resto, el infinito, el deseo, la libertad, siguen allí y acá en la nostalgia cuyo material es el camino. Acá mismo, la despedida de Sergio Tischler y más abajo ese texto que envió al seminario desde su zapatismo y que tuve el honor de leer con-movido hasta ese infinito que él nombra. Me consta el silencio y la expectativa. Me consta lo que falta y lo que ya han hecho. Me constan las miradas en medio de los pasamontañas. Me consta que eso que proclama y nombra se lo llevó y nos lo dejó pendiente y presente.
Emmanuel Rozental. Pueblos en Camino
JOHN BERGER: Con la esperanza entre los dientes
Sin haberlo conocido personalmente, me invade una callada tristeza la partida de Berger. Fue una referencia humana extraordinaria. La fuerza de sus libros, particularmente Con la esperanza entre los dientes. Su vínculo amoroso con los de abajo, el zapatismo en particular. Su prosa concisa y precisa. Su amor por el detalle como expresión del dolor y la esperanza, y no como dato o detalle interesante, lo cual es un rasgo que comparte con Benjamin. Nos enseñó que la verdad de la realidad de nuestras sociedades dominadas por el capital es el dolor y la esperanza, por eso el título de ese libro hermoso. La esperanza no es optimismo; surge de lo oscuro, del dolor, escribió en alguna parte. Nos mostró con extrema claridad el rostro de una humanidad destrozada, plena de cicatrices, encarcelada e invisibilizada en las superficies pulidas de las mercancías de los centros comerciales del mundo. Nos hizo ver los ríos de sangre de los que se alimentan día a día: la cotidianidad salvaje en Bangladesh, México, Guatemala, Estados Unidos, Europa, China, etcétera. Y Palestina; siempre el dolor de Palestina. Nos hizo ver lejos, hacia atrás: la humanidad todavía es una piedra en una mano rebelde.
Sergio Tischler
Puebla, 4 de enero de 2017.
Así Sí. Pueblos en Camino
John Berger. Palabras para el seminario
El Pensamiento Critico frente a la Hidra Capitalista
Desearía poder estar con ustedes físicamente, pero mi espalda no es suficientemente fuerte para viajar tan lejos. Aun así, ustedes con sus centinelas y el síndrome del vigía, saben que estoy ahí en su seminario con mi espíritu, con mi imaginación y con las historias que compartimos y las historias que haremos juntos.
Historias que trazan su camino hacia horizontes de esperanza, que los fascistas económicos que gobiernan al mundo están arrasando. Historias que caminan como guías cuando hay una tormenta…
Saludos
John Berger
El infinito, ahora
El mundo ha cambiado. La información se comunica de manera diferente. La desinformación desarrolla sus técnicas. Migrar se volvió el principal medio de supervivencia, a una escala mundial. Militarmente hablando, el Estado nacional de quienes sufrieran el peor genocidio en la historia se volvió fascista. Los Estados nacionales se han reducido en lo general y su papel se minimizó políticamente a uno de vasallos al servicio del nuevo orden económico. El visionario vocabulario político de tres siglos se tiró a la basura.
El Fin de la Historia, lema global de las corporaciones, no es un vaticinio: es una orden para borrar el pasado y lo que nos legó en todas partes. En suma, ya quedó establecida la tiranía global, económica y militar de hoy.
Al mismo tiempo se descubren nuevos métodos de resistencia ante esta tiranía. Al interior de la oposición creciente, la cooperación natural reemplaza a la autoridad centralizada. En vez de obedecer, los rebeldes deben confiar más en sí mismos. Las alianzas urgentes en asuntos específicos reemplazan los programas de largo plazo. La sociedad civil aprende las tácticas de guerrilla de la resistencia política y comienza a practicarlas.
Hoy el deseo de justicia es multitudinario. Esto significa que las luchas contra la inequidad, las luchas por la supervivencia y la dignidad propias, en pos de los derechos humanos, no deben nunca considerarse en términos de sus demandas inmediatas, de la organización que las haga posibles o de sus consecuencias históricas. Ya no pueden reducirse a «movimientos». Un movimiento describe un gran grupo de personas que colectivamente se mueven hacia un objetivo definido, el cual logran o no pueden lograr. Pero dicha descripción ignora, o no toma en cuenta, las innumerables decisiones personales, los encuentros, las iluminaciones, los sacrificios, los nuevos deseos, los pesares y, finalmente, las memorias que ese movimiento hace emerger y que, en estricto sentido, serían incidentales a dicho movimiento.
La promesa de un movimiento es su victoria futura, mientras que las promesas de esos momentos incidentales tienen un efecto instantáneo. En su intensidad o su tragedia, tales momentos incluyen aquellas experiencias de una libertad en la acción. (La libertad sin acciones no existe.) Momentos así son trascendentales –como ningún «resultado» histórico puede serlo. Son lo que Spinoza denominaba lo eterno, y son tan multitudinarios como las estrellas en un universo en expansión.
No todos los deseos conducen a la libertad, pero la libertad es la experiencia de un deseo que se reconoce, se asume y se busca. El deseo no implica nunca la mera posesión de algo, sino la transformación de ese algo. El deseo es una demanda: la exigencia de lo eterno, ahora. La libertad no constituye el cumplimiento de ese deseo, sino el reconocimiento de su suprema importancia.
Hoy el infinito está del lado de los pobres.
John Berger