¿Y QUÉ ESPERABAN?
«Es bueno que analistas y empresarios se vayan agarrando de los calzones ante lo que se les viene con los TLC que se están firmando y, sobre todo, con la ejecución del TLC con EE.UU.» La negociación para el fin de la guerra en Colombia se da en el marco de un proceso intensivo y rápido de ocupación y despojo por la vía de los TLC al que se refiere esta nota.
Al cumplirse el primer año del TLC con Canadá, analistas y empresarios se han sorprendido porque ese tratado está beneficiando más a Canadá que a Colombia. La verdad es que lo sorprendente es su sorpresa. Dados la inveterada falta de seriedad en la negociación de nuestros tratados comerciales y los pésimos resultados de los que tenemos, ¿qué esperaban? Basta revisar el comportamiento de los tratados ya existentes para saber lo que era de esperar de este TLC, que puede ser mejor que lo que se debe esperar de los que vienen.
En 2004, cuando el Ministro de Comercio de esa época afirmaba que el acuerdo con Mercorsur multiplicaría por diez nuestro comercio con ese bloque, manifesté mi temor de que ese fuera efectivamente el resultado y nuestro déficit se multiplicara por diez. Para allá vamos. En 2004 teníamos con ellos una balanza comercial desfavorable de US$1.063 millones. En 2011 el déficit llegó a US$3.044 millones, pero porque nuestras exportaciones incluyeron ventas de US$1.076 millones de petróleo y sus derivados, las cuales hasta cualquier ministro de Comercio entiende que se hacen sin necesidad de tratados. Sin ellas, el déficit actual ya es cuatro veces el de 2004.
En 1995, cuando existía el Grupo de los Tres, teníamos con México un déficit de US$379 millones. En 2006, cuando el tratado era bilateral y se aplicaba la última etapa del programa de desgravación, el déficit comercial fue US$1.616 millones. En 2011, el déficit ya superó los US$5 mil millones, pues importamos US$6.059 de México y sólo le exportamos US$705 millones.
Colombia ha adelantado las ‘negociaciones’ de todos sus tratados sin estudios serios que de verdad establezcan y sustenten los intereses estratégicos del país. Todas se han basado en conceptos generales, nebulosos, sobre teóricos beneficios del comercio internacional. Cuando han tenido algún interés claro, ha sido el de algún grupo pequeño pero influyente (generalmente de compañías extranjeras). Y el problema de fondo es que cuando los tratados de comercio se pactan sin tener en cuenta las asimetrías y las diferencias entre las economías, permitiendo aperturas generalizadas -así sean graduales- y sin políticas de apoyo y protección eficaz para sectores estratégicos, siempre benefician más al país más sólido, diversificado y previsivo.
Es bueno que analistas y empresarios se vayan agarrando de los calzones ante lo que se les viene con los TLC que se están firmando y, sobre todo, con la ejecución del TLC con EE.UU. El único estudio medianamente serio que se hizo aquí sobre el impacto total de éste fue uno de Planeación Nacional que mostraba que, sin tomar en cuenta los daños causados por cláusulas no comerciales, el crecimiento de la producción local sería virtualmente nulo, se generaría un incremento creciente en el déficit comercial, se disminuirían fuertemente los ingresos fiscales y solamente dos sectores productivos podrían crecer mientras todos los demás caerían.
A un país aquejado por la enfermedad holandesa se le está echando el combustible de TLC firmados sin estudios ni objetivos serios, que sirven los intereses extranjeros y no el interés nacional. En medio del deterioro de su industria y su agro, Colombia debe reconocer lo que le viene pierna arriba y cambiar un modelo económico que no genera empleo. Quizás así se salve algo. O por lo menos, alguien no pregunte en unos años: ¿Y qué esperaban?
Por Emilio Sardi