Carta a mi compañero [Homenaje a 10 años del asesinato de Octavio Acuña]

El próximo 21 de Junio se cumplen 10 años del asesinato de Octavio Acuña, compañero activista por los derechos sexuales y reproductivos en el estado de Querétaro. Una década de impunidad. Una década de mentiras y montajes de la Procuraduría General de Justicia del Estado. Una década de complicidad del gobierno municipal, estatal y federal. Pero también una década de dolor y rabia organizada exigiendo Justicia para con aquellxs compas asesinadxs solo por ser y tener diferentes preferencias sexuales, por decidir con quién quieren compartir su vida. A continuación presentamos las palabras leídas por una de sus compañeras de lucha, en el homenaje realizado a su lucha el pasado 16 de mayo en la ciudad de Querétaro.

 

Pueblos en Camino

 

Carta a mi compañero 

 

 

¿Sabes, Octavio?

 

En diez años muchas cosas pasan, muchas vidas pasan.

 

Pero diez años pueden irse también como un suspiro.

 

Quiero creer que has estado acompañando todos los pasos que nos han llevado a poder tener este preciso momento, el de la 7ª jornada y 6ª marcha queretanas contra la homolesbobitransfobia, parte de muchos otros eventos, luchas y logros, en una plaza pública del estado donde elegiste vivir, con tanta gente haciéndose presente para exigir un alto a la discriminación.  

 

Muy cerca de aquí, en Jardín Guerrero, fue a donde llegó esa primera marcha de la cual fuiste uno de los convocantes, y donde unas cuantas personas gritamos por primera vez en Querétaro: -¡Derechos iguales a lesbianas y homosexuales!. Eran mediados del 2004.

 

Fue en ese mismo lugar que unos meses después tú y tu compañero de vida fueron intimidados por policías, esa noche que comenzó el duro camino de lo que implican una denuncia, es decir, la defensa pública de los derechos humanos, que tantas personas sabemos que derivó en tu muerte.

 

Que no fue cualquier muerte.  Fue una llena de odio, de incomprensión, de impunidad.  Fue una muerte terremoto, que removió conciencias, afectos, gritos, luchas.

 

Te sorprendería, o tal vez no tanto, que casi diez años después, en ese mismo lugar se están celebrando de manera legal cada vez más ceremonias de matrimonio civil entre dos hombres o dos mujeres.

Supongo que sabes que alguien que te conoció, fue uno de esos primeros hombres.

 

Hay cosas que aún nos cuesta mucho decir.  Nos cuesta a quienes recibimos la llamada, quienes corrimos a La Condonería, quienes vimos esa camioneta blanca, quienes vimos con rabia a los medios buscando en ti “la mejor foto”, quienes no podíamos dejar de abrazar a tu amor cuando llegó y supo que ya no estabas, quienes pasamos la noche más larga en ese lugar frío con gente fría exigiendo palabras frías, quienes te vimos en esa caja, quienes llamamos a quienes pudimos llamar, quienes limpiamos tu sangre, quienes desde entonces gritamos, quienes marchamos, quienes leímos cada carta que llegaba exigiendo justicia, quienes retamos a las autoridades que afirmaban homofóbicamente que en Querétaro no existe la homofobia, quienes supimos que las homofóbicas investigaciones “reconstruyendo los hechos” no cuadraban con dónde estuviste tendido, con quién eras, con cómo era tu relación de pareja, y tu formación como psicólogo, y tu trabajo como activista. Quienes supimos de un presunto culpable, y luego de otro, y luego de otro, ninguno comprobable, cada nueva versión burdamente más inverosímil que la anterior.  Quienes rechazamos cada una de esas versiones antes y después de que se le dio carpetazo a tu caso. Quienes hicieron que La Condonería siga. Quienes nos multiplicamos y consensamos que en tanto no haya justicia por ti y por tantas otras personas que el Estado se esmera en invisibilizar o desestimar, Querétaro no puede aún marchar orgullosamente, sino que tiene necesariamente que hacerlo con indignación, rabiosamente, aún con luto, pero con dignidad, con lucha y resistencia cotidiana, con trabajo que no cesa, con niños y niñas al frente exigiendo su derecho a vivir en un mundo sin violencia, en un mundo donde quepan tantos otros mundos como colores e identidades existen. 

 

Ya no estamos todas las personas que estábamos. En diez años pasan mudanzas, desencuentros, treguas, adioses, reencuentros, decisiones.

 

También pasan bienvenidas. Han llegado otras, otros, otroas, otr*s. Muchas manos y muchos corazones que han seguido construyendo, regando, cuidando con rebeldía y afecto esto en donde fuiste una de las semillas.

También han hecho irse a otros/as como lo hicieron contigo. Me pregunto si estás con Ágnes, con Quetzalcóatl, con Toño, con Edgar, con Paco, es decir, con las otras 1217 personas asesinadas por odio entre 1995 y 2014 en este país.

 

Me pregunto si ya has podido contarles personalmente a Arturo (Díaz Betancourt), a Modesto (Cervantes), a Gilberto (Rincón Gallardo) y a Carlos (Monsiváis) lo que realmente pasó, y agradecerles por enrabiarse y luchar con nosotr*s por tu muerte, por tu vida.

 

Muchas veces también me pregunto: ¿Y si no te hubieran matado?

 

¿Y si la Comisión Estatal o Nacional de Derechos Humanos hubieran tomado en serio tu queja, cuando hubieras llegado ya no sonriendo, sino exigiendo, como te lo recomendó Marta Lamas?

 

¿Se hubiera logrado una recomendación que hubiera dado paso a todos los avances que ahora tenemos en el reconocimiento de los derechos humanos de las personas no heterosexuales en Querétaro, sin que hubieran sido a costa de ese precio tan alto que fue perderte?

 

¿Habrían intentado intimidarte para que cerraras La Condonería, como sí ocurrió con algunas sex shops cercanas?

¿Cuántos talleres cara a cara entre hombres habrías facilitado, posibilitando que muchos chicos vivieran con menos miedo y más libertad su orientación sexual? ¿Y si hubieras estudiado un doctorado, de qué hubiera sido tu tesis? ¿A cuántos congresos habrías asistido, o cuántos habrías organizado? ¿Seguirías en Aquesex, como casi (casi) tod*s nosotr*s?

¿Habrías interpuesto tu amparo para poder casarte en Querétaro? ¿Habrías salido en un video convocando a la más próxima marcha, diciendo: “Marchar es luchar”? ¿Por cuántos crímenes de odio por homolesbobitransfobia habrías exigido justicia?

 

¿Cuántos proyectos, sueños, carcajadas, disidencias, viajes, terquedades (porque terco, sí que eras), desacuerdos, “jalones de orejas” de tus dos mamás, brindis inaugurales, abrazos familiares tuyos nos hemos perdido?

 

¿Qué hubieras hecho por los 43 de Ayotzinapa? ¿Qué hubieras hecho con los 1270 recientes reportes de mujeres desaparecidas en Querétaro? ¿Cuántas vidas habrías cambiado ejerciendo como Educador en Sexualidades, promoviendo el uso de condones, previniendo embarazos no deseados o infecciones de transmisión sexual, asesorando casos de personas a quienes les hubieran violado sus derechos humanos?

 

Por la homofobia que sufriste en la entonces Comisión Estatal de Derechos Humanos, probablemente sí que te sorprendería cómo hasta algunas instituciones parecen estar aprendiendo la lección. Ya hasta organizan foros y meten iniciativas para derogar el término “matrimonio”. Ya hasta hay un Instituto Municipal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, donde cada vez se nombra más el concepto “diversidad sexual”. Ya el IMSS tiene que afiliar al esposo del esposo. Ya hay marchas de las putas, numerosos colectivos sexodiversos, jóvenes entrándole cada vez más a estos temas. Ahora hay Facebook, hay Twitter, que hacen inmediata y masiva una denuncia. La discriminación ya es un delito en Querétaro. Algunos/as políticos/as sí miden lo políticamente incorrecto de hacer una declaración homofóbica en público.

 

Si alguien me hubiera dicho hace once años que hoy podría ver a dos hombres o dos mujeres tomados de la mano, besándose en las plazas públicas y en las calles de Querétaro, como cualquier pareja heterosexual ya podía hacerlo, me hubiera costado creerlo. Sé que los activismos coadyuvan para lograr a cuenta gotas cambios para las nuevas generaciones, pero que a muchas personas que dedican su vida a luchar, no necesariamente les toca poder ver esas transformaciones. Fue tu caso, aunque quiero creer que sí estás viendo.  Y que por eso, ves que falta aún mucho.

 

Le falta al Estado y a la sociedad resarcir la deuda histórica que tiene con las compañeras trans, que son de las más vulneradas aún. No se les reconoce jurídicamente su identidad sexogenérica, y siguen viviendo violencia y explotación todos los días.

 

Le falta al Estado y a la sociedad que a las compañeras lesbianas no se les trate como si no existieran, como si no se les pudiera tomar en serio en políticas públicas sobre salud sexual, sobre derechos sociales, sobre derechos de las mujeres.

 

Le falta el Estado y a la sociedad entender que el mundo no es sólo “blanco o negro”, que hay más que sólo heterosexuales u homosexuales, que tienen el pleno derecho de ser reconocidas todas las identidades y orientaciones sexuales en un marco ético de noviolencia, convivencia y respeto, que en el mundo habemos bisexuales, pansexuales, asexuales, intersexuales, demisexuales, sapiosexuales, identidades trans, personas que no son ni hombres ni  mujeres, que son poliamorosas, contraamorosas, sexodiversas, cuirs, transfeministas, lesboterroristas, con numerosísimas expresiones comportamentales de las sexualidades, y las que están por venir.

 

Falta que el matrimonio igualitario en Querétaro o en otras partes de este país no requiera un amparo, sino la derogación de artículos civiles declarados inconstitucionales por la Suprema Corte de Justicia de la Nación y al que han hecho oídos sordos a quienes les toca garantizar los derechos para todas las personas, no nada más para sus consentidas y consultadas “mayorías”.

 

Falta que no haya asesinatos en razón de odio. Que no haya violencia de género. Que haya verdadera inclusión. Que no haya más cínica impunidad.

 

Y falta, sí que aún falta mucho, para que a nadie, nunca más, le depositen la vergüenza, la culpa o el miedo por ser quien es y amar a quienes ama.

 

Y sí. Justo por esto, hoy ya somos much*s, cada vez más, que somos Educadores/as y Activistas, ofreciendo el corazón para que algún día nadie más sea víctima de discriminación.

 

No todo está perdido.

 

Gracias por esa enorme lección, compañero. 

 

 

Por: LLuvia E. Cervantes Contreras

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