Colombia. La Palabra de las víctimas: Verdad, Justicia y dejar atrás el Odio
En hechos sin precedentes en la historia de la guerra Estado-Insurgencia en Colombia, y mientras se aborda el tema de las Víctimas del Conflicto Armado, cuarto y penúltimo de una agenda que se negocia en medio de la guerra y bajo la condición de que no se acuerda nada mientras no se acuerde todo, las víctimas en comisiones, se reúnen con las delegaciones del Gobierno y de las FARC en La Habana. Por primera vez, asumen protagonismo y deben ser escuchadas con respeto.
Simultáneamente, se ha establecido una Comisión que trabaja un documento en el que se presente a las delegaciones y al país, de manera autónoma, “Los orígenes del conflicto armado en Colombia”. Los relatores son Alfredo Molano Bravo y Daniel Pecaut. La Comisión de 12 personas cuenta con la presencia de reconocidos investigadores como Renán Vega Cantor y Malcolm Deas. Es una palabra que hace falta nombrar más allá de la larga historia de encubrimientos y manipulaciones. No hay guerra porque sí en Colombia y menos porque a “unos bandidos” les dio por matar. Hay guerra con causas concretas. Una Comisión de altos mandos militares ya está en La Habana trabajando el tránsito en lo logístico y seguridad hacia el desarme. Hay, sin duda, posiciones encontradas frente a todo este proceso, pero, finalmente, las víctimas exigen sus derechos a nombre de un país de víctimas consecuencia de una larga historia de abuso y exclusión que nos llevó a la guerra y de la terrible historia de guerra que, venga de donde venga, le ha servido al establecimiento para negar a los pueblos y hacerles la guerra. Porque en Colombia, la guerra es y ha sido siempre contra los pueblos. Compartimos la Entrevista Semanal de la Periodista Cecila Orozco Tascón con Constanza Turbay Cote titulada “Escogí no cargar un costal de odios”. Invitamos a que sea leída con cuidado y con el corazón y la mente abiertas. Por encima de todo está el ánimo de reconciliación y los gestos sinceros tanto de la víctima de un crimen atroz en el que toda su familia fue eliminada por las FARC, como del Comandante Márquez quien reconoce el delito y pide perdón enfrentando a la víctima con serenidad y contrición. Así Sí!
Pedirle Perdón a Colombia para Construir el País
de los Pueblos sin Dueños
En hechos sin precedentes en la historia de la guerra Estado-Insurgencia en Colombia, y mientras se aborda el tema de las Víctimas del Conflicto Armado, cuarto y penúltimo de una agenda que se negocia en medio de la guerra y bajo la condición de que no se acuerda nada mientras no se acuerde todo, las víctimas en comisiones, se reúnen con las delegaciones del Gobierno y de las FARC en La Habana. Por primera vez, asumen protagonismo y deben ser escuchadas con respeto.
Simultáneamente, se ha establecido una Comisión que trabaja un documento en el que se presente a las delegaciones y al país, de manera autónoma, “Los orígenes del conflicto armado en Colombia”. Los relatores son Alfredo Molano Bravo y Daniel Pecaut. La Comisión de 12 personas cuenta con la presencia de reconocidos investigadores como Renán Vega Cantor y Malcolm Deas. Es una palabra que hace falta nombrar más allá de la larga historia de encubrimientos y manipulaciones. No hay guerra porque sí en Colombia y menos porque a “unos bandidos” les dio por matar. Hay guerra con causas concretas. Una Comisión de altos mandos militares ya está en La Habana trabajando el tránsito en lo logístico y seguridad hacia el desarme. Hay, sin duda, posiciones encontradas frente a todo este proceso, pero, finalmente, las víctimas exigen sus derechos a nombre de un país de víctimas consecuencia de una larga historia de abuso y exclusión que nos llevó a la guerra y de la terrible historia de guerra que, venga de donde venga, le ha servido al establecimiento para negar a los pueblos y hacerles la guerra. Porque en Colombia, la guerra es y ha sido siempre contra los pueblos. Compartimos la Entrevista Semanal de la Periodista Cecila Orozco Tascón con Constanza Turbay Cote titulada “Escogí no cargar un costal de odios”. Invitamos a que sea leída con cuidado y con el corazón y la mente abiertas. Por encima de todo está el ánimo de reconciliación y los gestos sinceros tanto de la víctima de un crimen atroz en el que toda su familia fue eliminada por las FARC, como del Comandante Márquez quien reconoce el delito y pide perdón enfrentando a la víctima con serenidad y contrición.
Pero también aparecen otras verdades que habían quedado ocultas tras la retórica de la propaganda, los argumentos politizados y las balas. En este caso, no es, como en muchos otros, una confrontación entre izquierdas armadas y derechas del establecimiento en las que caen víctimas. Hay más. Hay crímenes en los que seguramente, los actores armados han actuado al servicio o manipulados por facciones del establecimiento. Frente a estas verdades, la presencia de las víctimas, la disposición a reconocer verdades y darles la cara, la confesión de lo que realmente sucedió son el único camino para que, por fin, se llegue a saber la verdad con la que la reparación y la justicia se hacen posibles. En este caso, Constanza Turbay Cote podrá regresar a Colombia, dejarán de amenazarla y de matar a quienes conocen la verdad de quiénes están tras el asesinato de su familia y esa simplificación entre buenos y malos, izquierdas y derechas con la que se ha encubierto tanto interés oscuro, permita a los pueblos, por fin, abordar el conflicto social y político de Colombia, sin la interferencia del terror. Eso será posible si los beneficiarios del terror y de la guerra se someten a la condición única necesaria para la Paz: que esta es de los Pueblos y sin Dueños o que no será más que un engaño.
Reiteramos lo dicho en La Paz de los Pueblos sin Dueños ante el comienzo de las negociaciones FARC-Gobierno:
«La paz que exige la Colombia ultrajada y violada, desde sus víctimas, reclama, primero al Estado pero también a la insurgencia, que cumplan con un prerequisito de respeto impostergable, en un gesto sincero de humildad, generosidad y grandeza que hasta el momento no parece caber en la agenda de negociación. Algún día tendrán que comprender y asumir sus crímenes y la consecuencia de sus actos, cometidos bajo la premisa patriarcal, egoísta y arrogante, pilar del orden social que nos somete y que debe transformarse: la misma que les ha llevado a usurpar, a esclavizar, a eliminar con el poder, lo colectivo, lo común; aún la vida y el territorio, para acumular sometiendo. Algún día, deberán estar dispuestos a pedirle perdón sincero a Colombia, para poder sumarse desde allí a la construcción colectiva de otro país.
Comprometerse en serio con la verdad, la justicia y la reparación integral frente a cada una de las víctimas, para que el ¡Nunca Más! no vuelva a ser mentira y asuman las consecuencias. Esta es una condición fundamental para la paz y un resultado concreto de las luchas transformadoras. Los procesos indígenas y populares que luchamos contra este “País con dueños y sin pueblos”, por el “País de los Pueblos sin Dueños” defendemos desde esta perspectiva la negociación y el cese al fuego definitivo y permanente entre el Estado y la insurgencia, porque sabemos que la paz es colectiva, sin la explotación del capital y viene desde abajo.
Convocamos “a quiénes nos atrapan entre dos machismos que no quieren escuchar a la Madre Tierra. Un machismo que habla palabras y realiza acciones de guerra, de violencia, de fuerza y ayuda a reclutar para la muerte a nuestros hijos e hijas de la armonía. Otro machismo que nos condena a plegarnos ante el mandato de los poderosos con razones prácticas y afanes autoritarios y egoístas”, a escuchar a nuestros pueblos y pueblas y a nuestra Madre Tierra, para que esa otra palabra que está silenciada emerja desde la penumbra y se convierta en el camino que necesitamos para nuestra paz. Una vez más, les decimos que apoyamos la propuesta de cese al fuego que están negociando y que esperamos que los acuerdos se firmen pronto, para que este paso nos permita levantarnos en libertad a caminar palabra y acción emanada de la Madre Tierra sin patriarcados, corporaciones transnacionales, élites, vanguardias iluminadas, extractivismos, monocultivos mentales y territoriales y sin más agendas de muerte que privilegian la codicia. Exigimos el cese al fuego para hacer la paz de todas y todos.»
Emmanuel Rozental
Pueblos en Camino
LA ENTREVISTA DE CECILIA OROZCO 23 AGO 2014
«Escogí no cargar un costal de odios»
Por primera vez desde hace 17 años, cuando perdió a su primer hermano, y desde hace 14, cuando las Farc asesinaron a su madre y a su segundo hermano, Constanza Turbay Cote habla con un medio de comunicación y accede a contar cómo vivió sus tragedias.
(La petición de ‘Márquez’) me sirvió para sanar parte de mi dolor y pienso que a él le debió servir para intentar sanar parte de sus culpas”, dice Contanza Turbay/Cristian Garavito.
Usted contó que el negociador de las Farc en La Habana, ‘Iván Márquez’, le pidió perdón por el crimen múltiple contra su familia y acompañantes, en hechos ocurridos en Caquetá en el año 2000. ¿Cómo fue ese momento y qué le dijo ‘Márquez’?
El día siguiente a nuestra llegada, y luego de las intervenciones de las primeras seis víctimas, entre ellas yo, hubo un receso. Estando en ese momento y mientras yo conversaba con otra persona, Iván Márquez se me acercó y comenzó a hablarme de mi hermano Rodrigo (secuestrado por las Farc en 1995 y muerto durante el secuestro, en 1997). Me dijo que él había sido un gran hombre. Inmediatamente, le repliqué: “Entonces, ¿por qué lo mataron?”. Él me contestó que había sido un gran error de las Farc y me pidió perdón.
¿Qué le dijo exactamente?
En mi intervención yo me había referido a cuánto dolor y tragedias nos hubiéramos evitado si hubiésemos tenido la oportunidad de dialogar antes y de aclarar rumores que se hicieron circular interesadamente en la región, con la certeza de que, a la luz de la razón y la verdad, todos hubiéramos sabido la realidad de lo que estaba pasando. Durante el receso, Márquez me dijo que había escuchado con mucha atención mi intervención y que había seguido, una a una, mis palabras. Y aceptó que, en efecto, si hubiéramos hablado antes, lo que pasó con mi familia jamás hubiera ocurrido. Me repitió dos veces: “Fue una equivocación muy grande de las Farc. Le pido perdón”.
Usted también aseguró que creía que ‘Márquez’ estaba hablando con sinceridad. ¿Qué la condujo a tener esa certeza?
Varios hechos: el gesto de acercarse espontáneamente mientras él hablaba con unas personas, y yo dialogaba, aparte, con un funcionario; su decisión de entablar conversación conmigo delante de ese funcionario; sus frases, usando varias veces los términos “equivocación” y “perdón”. Y un encuentro posterior, después del almuerzo y en el mismo recinto, en el cual me repitió esas expresiones.
¿Por qué cree que un hombre tan duro y curtido en la guerra y en la muerte se podría conmover con su relato?
No lo sé. Creo que las Farc ya se habían dado cuenta de las perversas mentiras que, como le dije, circularon en Caquetá sobre mi familia y que le hicieron llegar a la guerrilla con propósitos criminales. Yo recordé todo lo sucedido, en mi intervención. Además, Márquez había conocido a mi hermano Rodrigo cuando coincidieron en la Cámara de Representantes en un período en que habían sido elegidos cada uno por partidos diferentes, y antes de que Márquez se convirtiera en guerrillero. Cuando las Farc secuestraron a Rodrigo, hacía mucho tiempo que habían perdido contacto. Sin embargo, por lo que me dijo Iván Márquez sobre mi hermano, pienso que nunca olvidó quién era. Pese a esto, mi hermano perdió la vida durante ese secuestro.
Algunos periodistas criticaron ese acto de contrición porque se hizo privadamente, no en la mesa de negociación y delante de todos. ¿Cree que la “informalidad” del gesto de ‘Márquez’ les resta importancia a esas palabras?
Todo lo contrario. Si él hubiera querido hacer un espectáculo publicitario, llama cámaras y periodistas. En cambio, lo noté desprovisto de premeditación. Le confieso que a mí me sirvió para sanar parte de mi dolor y pienso que a él le debió servir para intentar sanar parte de sus culpas. Eso no significa que no sea indispensable, en un proceso de paz completo, que las Farc también pidan perdón públicamente, no solo por el tamaño y el daño de la equivocación, sino por el rol que había desempeñado mi extinguida familia en Caquetá.
Con toda sinceridad, ¿cuáles sentimientos llevaba cuando llegó a La Habana, antes de encontrarse con los victimarios de su familia?
Tenía expectativas impredecibles. No sabía qué iba a pasar, como tampoco cómo me iba a sentir frente a mis victimarios exponiéndoles, cara a cara, el inmenso dolor que llevo en mi corazón por la tragedia de mi vida: el genocidio de mis seres más amados. Cuando uno debe ir a un hospital, va con el ánimo de obtener la cura. Visto desde esa perspectiva, hoy en día no dudo en calificar esta experiencia como una de las más trascendentales que he tenido.
No deseo meter el dedo en la llaga, pero quisiera hacerle la siguiente reflexión: no debió ser fácil encontrarse con quienes asesinaron a su familia, por más preparación emocional que usted tuviera. ¿Cómo dominó su tragedia cuando estuvo frente a las Farc?
Tuve la fortuna de haber nacido en una familia en la que nunca hubo un lenguaje de odio. Además, hay un hecho trascendente en mi vida: después del secuestro y posterior asesinato de mi hermano Rodrigo, mi mamá nos reunió y nos invitó, a mi hermano Diego y a mí, a que no guardáramos en nuestros corazones odios ni retaliaciones. Dijo que ese era el mejor homenaje que podíamos hacer a la memoria de Rodrigo. Cuando los asesinaron a ellos dos, tres años después y aún viéndolos en sus ataúdes, les prometí a que iba a cumplir lo que mi madre nos había pedido. Y me prometí a mí misma ser un instrumento de paz.
¿Por qué? Con tres muertes trágicas como las de su familia, uno puede ser dominado por la ira, además del dolor…
Fuera de todo lo que se me venía encima, lo único que podía escoger en ese momento, era no cargar con un costal de odios. Por eso desde un principio tomé la clara determinación de no dejarme llevar por los sentimientos negativos. Si no hubiera actuado así, mi vida hubiera terminado siendo un infierno.
Usted acaba de referirse al “asesinato” de su hermano Rodrigo. Yo creía que él había muerto mientras estaba secuestrado, pero por ahogamiento debido a que la lancha en que lo trasladaban sus secuestradores se habría volcado accidentalmente….
Las características de su cadáver no eran las de un ahogado, como tampoco coincidían ni la fecha ni el sitio del naufragio de la embarcación, con la fecha y el sitio en donde estaba mi hermano, según informaciones de inteligencia que me relataron. Y no quiero ahondar en el tema.
El acto criminal en que acribillaron a su hermano Diego y a su madre Inés Cote de Turbay, junto con otras personas que iban en una caravana por una carretera de Caquetá, es uno de los más atroces que cometió la guerrilla. ¿Fue por esta razón que usted fue seleccionada para ir a La Habana? ¿Cómo se realizó ese proceso de selección?
No sé cómo ni cuándo fui seleccionada. Recibí una llamada para avisarme que había sido escogida para viajar a La Habana. Me preguntaron si estaba dispuesta, tenía tiempo y quería ir. De inmediato dije que sí. Pienso que en mi selección tuvieron que ver los múltiples golpes que sufrí: el secuestro y posterior muerte de mi hermano Rodrigo, el genocidio del resto de mi familia, el despojo de bienes del que fui víctima personalmente. Y, además, el hecho de que en el momento de su muerte, mi hermano Diego era el presidente de la Comisión de Paz de la Cámara de Representantes.
¿Por qué vive en el exilio?
Infortunadamente he tenido que abandonar mi país y mis raíces para preservar mi vida, porque yo también he sido perseguida y asediada en varias oportunidades.
¿Quiénes la persiguen? ¿Las Farc?
Paradójicamente no se trata de las Farc. He tenido información creíble de que desde otros sectores me estarían buscando para asesinarme. Según las versiones que me llegaron, a unos delincuentes les habrían dado $400 millones para matarme.
¿Por qué alguien querría asesinarla?
Tal vez por los mismos motivos por los que persiguieron y asesinaron a diferentes testigos que tuvieron el coraje de contar lo que se tejió alrededor de la desaparición de mi familia.
A propósito de lo que afirma, ¿es cierto que desde que asesinaron a sus hermanos y madre junto con sus cinco acompañantes, han matado a otras 38 personas que podían tener alguna información sobre estos hechos criminales?
A diciembre 4 de 2007, cuando el entonces congresista Gustavo Petro hizo un debate en el Senado sobre la que denominó “la farcpolítica”, él denunció el asesinato de 57 personas que tuvieron el infortunio de haber visto o sabido algo de la masacre de mi familia. Al día de hoy, ha aumentado el número de víctimas. Se podría decir que a todo aquel que aunque sea circunstancialmente haya sabido algo sobre este caso, le ha caído la desgracia.
Está probado que el crimen de su familia fue cometido materialmente por las Farc, pero habría un presunto autor intelectual que tiene pendientes, aunque sin condena, varios procesos en la Corte Suprema. Se trata del excongresista Luis Fernando Almario. ¿Qué opina del tiempo transcurrido sin que se sepa quién o quiénes instigaron esos crímenes?
Hace 17 años ocurrió el deceso de mi hermano Rodrigo. Hace 14 años sucedió la masacre de mi madre Inés Cote de Turbay, mi hermano Diego y sus cinco acompañantes. Y hasta el momento no hay conclusiones penales. Juzgue usted lo que puedo sentir.
Permítame, entonces, preguntarle si en la masacre de su familia intervinieron, además de las Farc, otras fuerzas políticas o armadas.
En mi intervención les solicité a las Farc que develaran la estructura política que estuvo detrás del genocidio de mi estirpe. Espero que lo hagan en desarrollo de la negociación. De lo contrario me sentiría engañada, porque no puede haber un proceso de paz sin verdad. La verdad completa y el propósito de no repetición son los que dan solidez y legitimidad al proceso, como también los que abren las puertas al perdón y la reconciliación.
Al excongresista Almario se le investiga si tuvo conexión con estos crímenes y también fue detenido por otros delitos presuntamente cometidos por él con paramilitares en su departamento. ¿Cree que tras la masacre contra su familia lo que había era una disputa por el poder político y presupuestal del Caquetá?
Por mucho menos de lo que usted me pregunta, me tocó irme del país. No puedo responderle eso.
¿Ha pensado en regresar al país o cree que ya no es posible para usted tener residencia en Colombia?
No he renunciado a tener patria y siempre sueño con regresar a ella. Para mí habrá paz el día en que pueda vivir en Colombia, disfrutar de mi tierra y, además, de los sueños que construyeron mis abuelos.
¿Participaría en la etapa denominada del posconflicto?
Claro que sí, siempre y cuando se cumplan los postulados establecidos. A mí, particularmente, me interesan una verdad completa, desde todos los lados, y la reparación. Ojalá ninguna otra persona en Colombia tenga que cargar con el lastre de dolor que me acompañará por el resto de mi vida.
Pero usted habla todo el tiempo de perdón. ¿No incluye la eliminación del dolor?
El único camino que conozco para liberar la amargura es el perdón. Pero siempre me acompañara la añoranza de mis seres queridos.
Con todo respeto por su vida privada, ¿a qué se deben las siete cirugías por las que ha tenido que pasar? Alguien me dijo que usted también fue atacada.
Como le dije, ataques directos no he sufrido. No es cierto. Tuve un tumor, pero también logré superar esa dificultad.
Como predica el dicho, usted parece tener más vidas que un gato…
(Sonrisa) No es que tenga las siete vidas del gato, pero sí siete deseos de vivir.
¿Por qué nunca había querido acceder a una entrevista periodística sobre su caso hasta hoy?
Por las mismas dificultades por las que me tuve que ir de Colombia.
En conclusión: ¿usted cree que en el caso de su familia se hizo justicia, se ha hecho pero parcialmente o se ha hecho totalmente?
Dicen que la justicia cojea pero llega. Hasta ahora, a mí me ha tocado tetrapléjica. No obstante, tengo la confianza de que mi país no me dejará también huérfana de ella.
***
¿Entramado de poder?
Como sucedió con otros asesinatos, los homicidios de la familia Turbay Cote cometidos por las Farc, parecen haber sido instigados por los rivales políticos de las víctimas en Caquetá. Rodrigo Turbay fue secuestrado en 1995. Según se dijo, murió ahogado en 1997 mientras sus captores lo trasladaban en lancha a otro sitio pero indicios apuntan a que fue asesinado. Al finalizar el año 2000, su madre, la dirigente liberal Inés Cote y su hermano Diego, representante a la Cámara, cayeron en un retén de la guerrilla. Los acribillaron junto con cinco acompañantes. Años después, el político conservador Luis Fernando Almario fue detenido como presunto determinador de esos crímenes. Después fue liberado y luego, vuelto a vincular en ese y en otros casos por delitos graves. Hoy todavía no han concluido los procesos en su contra pese a que llegaron a la Sala Penal de la Corte Suprema, en donde han tenido lento trámite. Se dice que Almario goza de poderosas influencias: su esposa Elsa Piedad Ramírez llegó a ser fiscal ante el Tribunal de Bogotá y hoy es notaria. Además, el magistrado Angelino Lizcano, del Consejo de la Judicatura y el procurador judicial Reinaldo Duque, nombrado por Alejandro Ordóñez, y antiguo secretario de la Comisión de Acusaciones, tienen fuertes vínculos de amistad con Almario.
“Dos minutos de perdón”
Además de Constanza Turbay, otra de las víctimas que estuvo en la Habana fue Ángela María Giraldo, hermana del diputado del Valle del Cauca Francisco Javier Giraldo asesinado en 2007 por las Farc, junto con sus colegas, tiempo después de que los habían secuestrado. Ella fue ácidamente criticada por la congresista María Fernanda Cabal, del uribismo, por saludar con una sonrisa a un presunto guerrillero que resultó ser un funcionario público. Se le preguntó a Constanza:
El uribismo se opone al proceso de paz. Lo mismo sucede con parte de los militares retirados y, quizá, de algunos activos ¿Qué les diría si pudiera hablar con ellos?
Diría: es hora de detener esta cadena de lágrimas y dolor que han enlutado a Colombia. La muerte se ha llevado a líderes de derecha, de izquierda, a miembros de las Fuerzas Militares, a periodistas. Hasta a familiares de los actores armados ilegales y a ellos mismos. Si quienes hemos tenido que vivir en carne propia el rigor de la guerra y afrontar las inmensas calamidades que ella trae consigo, podemos perdonar, ¿por qué no han de hacerlo los que han tenido menores dificultades que nosotros? Para mí, hoy son más importantes los dos minutos de perdón que viví esta semana que todos los años pasados. No permitamos que el deseo de venganza opaque la esperanza.