Pueblos en lucha: la vida fluye: el pensamiento danza, 2. Lamento no tener otras palabras…


Segunda parte de un (pre/con)texto de Humberto Cárdenas Motta, para ir recorriendo en compañía. “Brandon Cely Páez no quiso migajas: yo tampoco” gritaba Humberto Cárdenas al señalar “El Otro” en el texto al que da continuidad estelamento no tener otras palabras“. ¿Qué palabras tener ante, frente, bajo la guerra? Las que nos imponen y con las que nos “educan e intoxican”: Hemorragia de verborrea en la que se ahogan lo mismo la verdad que la sangre, el dolor y la destrucción bajo el manto cada vez más brillante, al alcance de la mano, luminoso de la “comunicación” en “redes sociales”, el consumo, la compra-venta, el tenernos entre-tenidos. Guerra total, muerte de las palabras o palabras para señalar la muerte…la guerra. Lamento de las palabras y palabras para el lamento que no se arrodilla. Lamentar no tener otras palabras es justamente reclamar otros caminos desde este lodazal encubierto, enmascarado. Tener otras palabras sería contribuir al desangre, a la verborrea, a la mentira, a la propaganda…a separar lo que está unido…a la guerra. Lamento en palabras de Humberto, tejidas a lugares y rostros que Jesús Abad Colorado recoge: gente y lugares. Cosecha de guerra para que no podamos voltear la cara ni cambiar de rumbo…Lamento que nos para frente a frente, reclama y nos exige: “Reunidos en asamblea con las semillas, con el agua, con los árboles, con la Madre Tierra para engendrar un pensamiento que libera… Son de Nadie los caminos y los sueños.” ¿Dónde Estamos? En tiempo real. Pueblos en Camino

Lamento no tener
otras palabras

Lamento no tener otras palabras, tal vez otros silencios, pero cruzan feroces tempestades por los huesos donde aterradas se ocultan las miradas. Caminan por la Nada los recuerdos. Son de Nadie los caminos y los sueños. La arcilla se multiplica en el aliento. Ya florece la sangre de los muertos que caminan con nosotros empujando estos silencios. Tropiezo con la lluvia que anuda en las entrañas puñados de dolor y de lamentos. Por todo esto lo repito: La guerra es el factor fundamental en el proceso para la acumulación de capital. Lo diré de otro modo: la producción capitalista es el ejercicio racional, sistemático y permanente de la guerra. Y diré algo más: bajo el sistema económico del capital la guerra nunca declarará una tregua. Por eso mata. Por esto morimos con el árbol bajo las llamas en la Amazonía; por esto morimos con cada puñado de tierra que arrancan de nuestros corazones para sembrar transgénicos y monocultivos; por esto morimos con cada pueblo perseguido, con cada niño o niña asesinada, con cada río degollado por las hidroeléctricas, por cada montaña desgarrada por el extractivismo. La paz de la producción capitalista en el mundo es el modo en que el sistema de producción capitalista produce la guerra.

No existe acumulación de capital sin guerra. No existe concentración de la riqueza sin guerra. Desde su origen, la acumulación de capital es un proceso que no concluye: es la guerra para la expropiación de los campesinos y culturas hijos e hijas de la tierra para disponer de los territorios y de todos los seres de la naturaleza: el agua, las montañas, los caminos, los árboles, la lluvia, los sentimientos, las consciencias, todo es convertido en mercancía. Para convertir en mercancía todo cuanto existe, entonces, todo vínculo, toda relación debe romperse y morir bajo el capitalismo.

El capitalismo pretende mostrar como separado lo que nunca ha estado separado en el fluir de la vida; el capitalismo pretende mostrar como distante lo que nunca ha estado distante en el fluir de la vida. Por el contrario, pretende mostrar que la paz dentro del sistema capitalista está separada y es antagónica de la guerra; que su democracia está separada y es antagónica de la barbarie, que sus instituciones jurídicas y políticas están separadas y son antagónicas de la violencia que el mismo capital produce; que la miseria está separada y es antagónica de las políticas de desarrollo y de la acumulación de capital. De esta manera, el sistema económico del capital, con un solo gesto, realiza dos acciones: mostrar como separado lo que no está separado en el fluir de la vida para convertir todo en mercancía; de otra parte, mostrar como separado lo que no está separado en el ejercicio de la violencia del capitalismo.  Ambas acciones son la misma violencia que se impone como verdad en el ejercicio del poder del capital: la verdad del capital es el saber de la violencia para la destrucción del fluir de la vida. Al separar, al disgregar, al romper todo vínculo, la tierra ya no será nuestra madre, los pueblos dejarán de criar a las semillas y las semillas dejarán de criar a los pueblos; los pueblos ya no serán hermanos y hermanas y la huerta desaparecerá como ese espacio sagrado donde todos los seres y todos los elementos engendran las palabras para que podamos conversar junto al fuego. La naturaleza que nos habita y que nos transita en diálogo con el universo traza cada día los senderos para la acción política. Si la naturaleza no nos habita y no transita por nuestro cuerpo no podremos reconocernos. La naturaleza nos enseña el poder convocante de la palabra y de los silencios. El sistema de guerra del mundo capitalista dice de la paz, la democracia, el desarrollo, la justicia… ¿Y qué tenemos? Solo basta mirar a nuestro alrededor. Si la naturaleza no nos habita y no transita por nuestro cuerpo los pueblos terminaremos hablando el lenguaje de la guerra y no nos reconoceremos. Hablaremos del desarrollo que es impulsado por la guerra del capital; hablaremos de la paz que es el orden económico del capital que impulsa la guerra para acumular riqueza, para expropiar a los pueblos, para contaminar el mundo con sus teorías que son los agrotóxicos del pensamiento.

En su origen, el capitalismo es la guerra. Como sistema económico, no puede sobrevivir más que como sistema militar. El capitalismo no incurre en el “uso excesivo de la fuerza”: simplemente mata. No negociaremos nuestros muertos: ¿Quién los “representa”? No negociaremos nuestra tierra: ¿quién escucha cómo transcurre su antigua conversación con las estrellas? Reunidos en asamblea con las semillas, con el agua, con los árboles, con la Madre Tierra para engendrar un pensamiento que libera… Son de Nadie los caminos y los sueños. Las palabras han de nutrirse de la tierra para guiarnos por los caminos como la luz de las estrellas. Lamento no tener otras palabras, tal vez otros silencios.

Humberto Cárdenas Motta
Abya Yala
Diciembre 2019-Enero 2020

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