¡Sí nacimos pa´semilla!

La tierra vive. Es vida. En realidad es una colcha de territorios. El tejido de territorios es la tierra viva. Una sola tierra: la Madre Tierra. Esto es básico. Elemental. Obvio. Ningún territorio puede vivir sin el tejido, de la Madre Tierra. Ninguna especie por fuera de los territorios. La humanidad pertenece a los territorios. Somos hijxs de la Madre Tierra. Nos corresponde fomentar, proteger y tejernos a la vida. Sembrarnos en los territorios y en el tejido de la vida: Crianza de tejedores en el movimiento de la vida. Tejer es un trabajo permanente. Hay una fuerza creativa, un ritmo en la Madre Tierra que va diseñando, que nos va diseñando. Un impulso que nos lanza y nos inspira: un espíritu. La necesidad vital que nos relaciona, nos entrelaza, nos mantiene en movimiento con todo lo que habita y vive. Esa fuerza nos hace, pero también nos supera. Re-conocer ese impuso vital y las formas, movimientos, diseños, relaciones, sonidos, sabores, olores; nos con-mueve. Nos mueve con la vida y nos teje a ella. La belleza! No hay otra sabiduría distinta a ese hacer parte, tejernos. No hay lenguaje ni palabra que valgan y tengan sentido que no provengan de la tierra y los territorios en movimiento y tejiéndose. La palabra teje y es acción. Acción colectiva en el espíritu de la Tierra en movimiento.  ¿Dónde estamos? Pueblos en Camino

Las mujeres indígenas violadas y asesinadas

Marihuana en el Norte del Cauca (Fotografía de Entrelazando)

Desterradxs. Semillas arrancadas de la penumbra húmeda. Sin memoria. En el asfalto no podemos germinar. Una humanidad desterrada. Arrancada de cada territorio, incapaz de reconocerse en el tejido de la vida. Confundida, angustiada, produciendo. Somos mercancías en venta poniendo nuestro esfuerzo, nuestro espíritu confundido, al servicio de conseguir, de sacar ventaja, del dinero. Todo convertido en dinero y las relaciones suplantadas por complicidades transacciones. 

Una niña Embera violada por 7 militares…y las muertas, las olvidadas, las silenciadas, lloran y nos gritan: ¡No es una excepción aberrante! ¡No son unos soldados que enloquecieron! Es una tarea de oficio. Una función que se enseña y sirve. Táctica que responde a objetivos estratégicos. Los entrenan para violar, para penetrar, para sembrar terror. Lo hacen desde cuando se inició la conquista que sigue avanzando. La conquista que reemplaza, ignora, aplasta, el tejido de la vida para someterla y generar ganancias. El afán del dinero invade el planeta y arranca los tejidos. Someter, amarrar, forzar, penetrar, atemorizar y deshacer una vida brotando tejida a pueblos y territorios para que no estorben. Para que no sean ruedas sueltas. Todo debe someterse. Es fácil señalar a los soldados, a los violadores allá. Pero la esencia de este proyecto de muerte que va desatando el tejido de territorios es sacar ventaja. Engañar, someter, robar. ¡Ser vivos! Somos violadores todos y en la competencia por conseguir no hay límites. Vale todo. La razón, la fuerza, el sentir…todo, al servicio de sacar ventaja. Cuando la codicia es ley, robar es sagrado. “¡El violador eres tu!”

Asesinaron a Cristina Bautista en Tacueyó, resguardo indígena Nasa del norte del Cauca. Ella creyó la palabra de su pueblo. El mandato de la Ley de Orígen: equilibrio y armonía, defender el territorio, liberar la Madre Tierra. La mataron a ella y a Guardias Indígenas. La siguen matando. Tejedoras y tejedores de la vida. Defensorxs del territorio. “Esa marihuana es nuestra” aseguran supuestas Milicias Bolivarianas del Valle de Aburrá y de Cali. La marihuana que ha invadido el Cxab Wala Kiwe, Territorio del Gran Pueblo en el norte del Cauca. Todas las laderas y las cuencas plantadas de marihuana. Invernaderos que alumbran en las noches las cordilleras como si fueran comunas de barrios en ciudades. Producción industrial a la vista de todos. Primero del ejército y de la policía que hace la guerra contra el narcotráfico y obedeció la orden de patrullar armada entre los cultivos e invernaderos día y noche sin destruir una planta. Mientras políticos y gobernantes ordenaban la guerra, entre el 2008 y hoy, todo el norte del Cauca indígena se llenó de marihuana “creep”, la más cotizada en el mercado mundial de consumidores. La marihuana mueve 86 mil millones de dólares en los EEUU. Una libra se vende al menudeo por 5 mil dólares en EEUU y la compran por 3 o 4 dólares a los productores en el norte del Cauca (1). Política de Estado: hacer la guerra contra el narcotráfico para mantener y subir el precio en el mercado. Atacar, someter, amenazar, judicializar a algunos, casi todos empobrecidos y con pequeños cargamentos (de vez en cuando grandes también) para que el mercado crezca y para que unos ganen mucho. Favorecer a unos y perseguir a otros. Controlar el negocio y la ganancia. Guerra entre mafias por consolidar el control. Vale todo. El más productivo y rentable de los negocios: el narcotráfico: Una política global del capitalismo que incluye el mercado y la mercancía; la guerra. Dos lados de la misma ecuación. Va creciendo el uno para que crezca el otro.

Beneficiarios de lo turbio

Caricatura tomada de Cuarto de Hora

La marihuana es de ellos; lo es la tierra y el territorio, las comunidades Nasa donde se siembra, se transforma. Las rutas por donde sale para llegar a los barrios y a los mercados. Con esas ganancias se enriquecen los más ricos. El dinero llega a las instituciones financieras globales, a las transnacionales, a los bancos. A las mafias y carteles. A los grupos armados legales e ilegales. Con ese dinero: la tierra convertida en mercancía, se compran las armas con las que a nombre de la democracia o de la revolución se asesina a Cristina, a la Guardia y a tantas otras y otros. Se pagan los trabajos de las “oficinas” de la muerte. Se expulsa a los pueblos de los territorios y se construyen megaproyectos. Se entregan a mineras, petroleras y al agronegocio. El dinero de todo fluye hacia los mismos y paga más ejércitos y armas. Reclutados, adictos, consumimos, matamos, nos matan, nos secuestran, nos extorsionan, nos roban, sacan y sacamos ventajas y somos mercancía en representación del dinero que enriquece a muy pocos y nos confunde a todxs. 

El tiempo del almanaque, de los relojes, el tiempo del destierro, nos arrancó del ritmo de la vida, del agua, de la luna, de las plantas. O regresamos a casa, a rescatar el saber y hacer de la tejedora mayor, la Madre Tierra y de sus tejedoras de vida o continuamos por el camino práctico de la palabra sucia; engaño. El camino que desteje matando para consumir sacando ventaja. 

Emmanuel Rozental
Pueblos en Camino
Publicado en El Periódico El Colectivo, edición impresa 54, Medellín, Antioquia
Fuente: https://elcolectivocomunicacion.com/edicion-impresa-2/
Julio de 2020



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