Mandela, Blanqueado

Mandela inspiró a millones tanto en África del Sur, como en el mundo. Inspiró a millones de blancos y europeos, con lo que llamaron «reconciliación», que en verdad significó que él y su gobierno les permitieron continuar con sus malhabidas fortunas y con las tierras.

 
Su nombre de nacimiento es Rolihlahla, y nació en julio de 1918,  en una nación de la que él en verdad no era ciudadano; en un país llamado la Unión Sudafricana, que era parte del Imperio Británico. 
 
 
El mundo llegaría a conocerlo como Nelson, nombre que le dió una maestra de escuela elemental: Nelson Mandela. 
 
Finalmente, después de 95 años de vida, Mandela ha regresado a sus antepasados.
 
Entre el día de su nacimiento y el de su muerte, Mandela vivió una vida extraordinaria de amor y revolución, de lucha y resistencia, de prisión y martirio solitarios, de libertad –y ahora, de muerte.
 
Hoy que ha muerto, los medios masivos de comunicación de los Estados Unidos lo han pintado como una suerte de líder africano de los «derechos civiles», quizás como otro Martin Luther King; con una aureola de pelo blanco. Un presidente norteamericano emitió una declaración lamentando su «injusta condena».
 
 
En verdad, es peligrosamente erróneo querer hacer de Mandela un Martin Luther King o un Malcolm X.  Nelson Mandela no fue ni el uno ni el otro.
 
Mandela fue Mandela: un abogado africano que usó toda herramienta que estuvo a su alcance, legal cuando pudo; ilegal cuando tuvo que hacerlo, para resistir el sistema que destrozaba como cáscaras de maní la vida de los africanos. Mandela fue revolucionario, guerrillero armado y comandante del Umkhonto we Sizwe (Lanza de la Nación), ejército guerrillero del Congreso Nacional Africano, ANC–del inglés, African National Congress.
 
Después de 1948, el gobierno sudafricano se convirtió en el instrumento de terror y tortura que solo un pueblo paranoico, como los boers de Sudáfrica, pudieron imaginar. Bajo la bandera del Partido Nacional, el gobierno sudafricano erigió el odioso apartheid (en lenguaje popular africano, “vivir aparte»), que llevó a la supremacía de los blancos y a la subordinación de los Negros a niveles verdaderamente insensatos y deshumanizantes.
 
 
Africa del Sur se convirtió en la encarnación del racismo legalizado de los blancos y de la ciega y brutal opresión diseñada, principalmente, para obtener y explotar el trabajo barato de los Negros. En toda oportunidad, se esforzó en causar humillación, dolor y violencia en la vida de los Negros africanos.  Corrompió todo aspecto de la vida africana, la economía, la educación, la salud, el trabajo y la familia en beneficio de los blancos.  .
 
 
El Dr. Nelson Mandela fue hecho prisionero al ser convicto de sabotaje (por su actividad paramilitar) y sentenciado a cadena perpetua.
 
El creciente movimiento contra el apartheid, y la consecuente campaña contra la inversión en África del Sur, que forzó a las instituciones occidentales a no continuar invirtiendo en el régimen del apartheid, convenció a importantes sectores del poder blanco sudafricano a ir a la mesa de negociaciones, y a cambiar sus políticas. 
Los del poder blanco de Sudáfrica lo hicieron, con una importante condición: pasaron la maquinaria política al Congreso Nacional Africano, ANC; y removieron la economía del control político.
 
Kwame Nkrumah, el primer presidente de Ghana, después de la colonia, dijo una vez que “Independencia política sin independencia económica es solo una ilusión.”  El adagio de Nkrumah provó ser verdad con la inpendencia de África del Sur, que abrió las puertas a elecciones políticas, pero que las cerró a las grandes riqueza sudafricanas, poniéndolas en manos privadas.
 
El Dr. Nelson Mandela fue contratado para consolidar ese estado de cosas, y hoy, África del Sur es una de las naciones económicamente más desiguales del mundo, quizás solo superada por la desigualdad económica de los Estados Unidos.
 
Dicho eso, lo que Mandela hizo fue guiar a una nación que era paria internacional, y transformarla en una de las naciones más respetadas del mundo. Cerró las puertas de la historia a ese país que parecía buscar ser sucesor de los Nazis en racismo y en odio.
 
El niño nacido en la casa real de una tribu africana, en tierra conquistada por el Imperio Británico, en una nación donde la raza y la complexión conducían a privilegio ú opresión, al dejar la cárcel política entró a la presidencia y abrió las puertas a una nueva nación. 
 
Ése es asunto de gran drama, de sueños hechos realidad, de pérdidas épicas, penosa soledad, y de hacer lo correcto en el momento oportuno.
 
Mi cuñado, que es diplómata estadounidense, me dijo una vez que África del Sur es el país más bello que él ha visto, pero que sus políticas y prácticas racistas lo hacen uno de los países más horribles del mundo.
 
El Dr.Nelson Rolihlahla Mandela, y el gran movimiento global contra el apartheid, ayudaron a devolver a África del Sur esa belleza.
 
 
Mandela inspiró a millones tanto en África del Sur, como en el mundo. Inspiró a millones de blancos y europeos, con lo que llamaron «reconciliación», que en verdad significó que él y su gobierno les permitieron continuar con sus malhabidas fortunas y con las tierras.
 
El pueblo africano recibió orgullo y dominio político; los blancos recibieron riquezas, privilegio económico y se quedaron con las tierras.
 
Una vez más, los Negros pagan el precio por la paz social y por el compromiso político.
 
Quizás ya se acabó el apartheid – pero los privilegios todavía siguen.
 
Para millones del pueblo sudafricano la gran marcha hacia la libertad no ha terminado.
 
 
Autor: Mumía Abú-Jamal
 
Fuente: Ensartaos 

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