30 años de la Masacre de Portachuelo: recuerdo vivo de mi papá!
Esos fueron mis gritos la madrugada del 29 de noviembre de 1987.
Me desperté llorando y gritando pero ella me consoló y me tranquilizó, según contó mi abuelita Matilde Conda Casamachín.
No parece que hubieran pasado 3 décadas, pues basta con cerrar mis ojos y aún me veo claramente: menuda, despienada, con la misma ropa del día anterior, acurrucada al rincón de la cama en la que dormía con mi abuelita.Este 29 de noviembre de 2017 se cumplen 30 años de la “Masacre de Portachuelo” cometida por la Policía Nacional en Totoró Cauca. Allí le cegaron la vida a Reynel Rojas Mazabuel, a Hugo Sánchez Mazabuel, a mi papá Juan Isidro Almendra Velasco, a mi tío José Tomás Almendra y quedó herido Guiomar Camayo.
Mi abuela le contó a mi madre Luz Marina Quiguanás Conda que me desperté llorando a la 1:00 de la madrugada, después, cuando nos informaron de los hechos, dijeron que la Policía Nacional cometió la masacre a eso de las 3:00 de la madrugada. Pero como es “regla” desde esos tiempos, las noticias oficiales trataron de encubrir la realidad y desde las 5:00 de la mañana, según mi tía Bernarda Almendra, ya se “escuchaba en la radio que en Portachuelo habían dado de baja a 4 guerrilleros en combate”. Para completar, “la actuación de los agentes no terminó allí, sino que quisieron disfrazar su aleve acto, con un supuesto ataque guerrillero, para lo cual dispararon contra las propiedades y bienes de los moradores del lugar (que aterrorizados no alcanzaban a entender la realidad de los hechos), llegando incluso a dañar sus propias carpas y ocasionando la muerte a uno de sus propios compañeros…” (TCAC, 04 Jun. 1991, e 125, G. Hurtado Muñoz, 1991, pp. 247-248).
Así como sigue pasando en Abya Yala, unos y otros empobrecidos, unos con uniforme expresando el orden obligados a cumplir lo que mandan los señores de las guerras y otros vestidos de madre tierra luchando por la vida. Así, todoas transformados, negados, silenciados y tratando de luchar contra los tentáculos de la hidra capitalista, de las capas de la guerra, del proyecto de muerte… Por eso la masacre, por eso la manipulación de la información, por eso el racismo, por eso la agresión, por eso los señalamientos, por eso los asesinatos selectivos, por eso la cooptación y engaño, por esto la “exploración, explotación, exclusión, exterminio” contra los pueblos… Y no sólo contra los pueblos indígenas desde desde hace más de V siglos, sino contra todas y todos quienes saben, sienten, entienden, se identifican, defienden, se ombligan a la tierra y buscan relaciones matriarcales para pervivir. Sin embargo, la lucha por la vida no ha podido ser acabada como necesitan hoy frente a la crisis de sistema. Basta mirar la búsqueda permanente de esos tejidos de resistencias y autonomías desde Kurdistán a Chiapas y otros poros que siguen oxigenando a la Madre Tierra en todo Abya Yala.
Nunca viví con mi papá y las pocas veces que recuerdo habernos encontrado, siempre estuvieron cargadas de decepciones pues fue un hombre de esos tiempos, pero también hubo alegrías, pues Juancho, como le decían mis tíos, era muy alegre, muy risueño, muy él, muy nosotros. Siempre estaba muy ocupado no sólo con su trabajo comprometido con el medio ambiente, sino también con su familia pues se había casado, tenía una hija y otro hijo, mi hermana Yanet (quien se nos adelantó hace muchos años) y mi hermano Juan Carlos, pero sobre todo, estaba activo y en movimiento con las luchas por la tierra. Hoy mismo, como lo hacía desde niña, lo sigo buscando en las nubes y en mis sueños, pero aún no nos encontramos. Y esta misma semana mientras desayunábamos, después de compartir los sueños de todas y todos, uno de mis sobrinos me preguntó por mi papá y le dije que lo mató la Policía por luchar por la tierra. Entonces mi hija Violeta Kiwe completó: “es que al papá de mi mamá lo mató el capital”.
Esta pequeña narración, es sólo un grano de arena en el desierto de historias que existen en el Cauca, en Colombia y en el “mundo mundial”. Historias del olvido y del silencio que quedan encubiertas con una indemnización. Esta semana, este mes de muertos y muertas, este día he recordado no sólo a mis familiares asesinados que han regresado a través del S´xaw, sino también a decenas de compañeros y compañeras que han marcado el camino de nuestra lucha por la tierra. Comparto un recorte de foto donde aparecen José Tomás y Juan Isidro Almendra.
Vilma Rocío Almendra Quiguanás
Noviembre 28 de 2017, Cauca, Colombia.