La muerte desde París con amor

Hace un año exactamente, el director del Servicio Departamental de Agricultura y Ganadería de la Gobernación de Oruro, Severo Choque, reportó la muerte de 3 millones de peces a orillas del lago Poopó. Además presentó las causas de esta mortandad: “ la reducción del espejo de agua, lo que provocó calentamiento y falta de oxígeno; fuertes vientos que sacudieron las aguas del lago y provocaron no sólo la muerte de peces, sino también de aves; concentrado de elementos tóxicos en el lago por efectos de la contaminación ambiental”. Recientemente, el investigador del Cedib, Jorge Campanini, explicó que “desde los años 80, la empresa minera Inti Raymi usó grandes cantidades de agua del río Desaguadero para sus operaciones. Ese río alimenta al lago Poopó y la empresa desvió sus aguas para llenar su lago artificial”. Es claro entonces que este ecocidio que afecta la vida toda, es consecuencia de la contaminación minera y el cambio climático que sólo beneficia la codicia transnacional, mientras pone en crisis a las comunidades urus con la desaparición del lago Poopó, así como la vida de millones de seres del planeta que se están muriendo sin agua por una élite sedienta de oro. En este contexto, desde el dolor y la rabia que nos desgarra al ver la agonía del lago que alimentaba integralmente a los “Hombres del Agua”, vale la pena leer una “La Pequeña historia de un embuste” donde se analiza el documento que Bolivia envió a la ONU; y el texto “De París con amor para el lago Poopó”, donde el autor da una mirada crítica al acuerdo “histórico” celebrado para enfrentar el cambio climático. Así No. Carajo!!! Pueblos en Camino

LA PEQUEÑA HISTORIA DE UN EMBUSTE
París, todavía con olor a pólvora, está nuevamente en el centro de la noticia. París es la sede, desde el pasado lunes 30 de noviembre, de la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, la también llamada «Conferencia de las Partes”, COP 21, es decir el vigésimo primer intento para que 195 países lleguen a un acuerdo para enfrentar el irreversible calentamiento global del planeta.
Se trata de lograr un acuerdo que permita reducir las emisiones de esos gases que provocan el efecto invernadero. Se trata de evitar que el aumento de la temperatura global del planeta, a fin de este siglo, el año 2100, supere los dos grados centígrados. Los científicos han calculado que, con el actual nivel de emisiones de los gases de efecto invernadero, la temperatura del planeta se situará, a fines de siglo, el año 2100, entre los 3,7 y 4,8 grados centígrados. Se trata de evitar una catástrofe.
Los gases de efecto invernadero han estado siempre ahí, en la atmósfera. El problema es su actual nivel de concentración. Se ha roto el equilibrio. Y se ha roto por obra de los humanitos, por la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) en la industria, en el transporte y en las actividades agrícolas (más específicamente, en este último caso, por el uso del suelo, por la quema de bosques, por la deforestación).
«Habrá acuerdo”, se escucha en París. Desde el pasado lunes -el lunes 6 de diciembre-, la posibilidad de lograr un acuerdo ha pasado de las manos de los técnicos a las manos de los políticos, los ministros de los 195 países que firmaron la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. El acuerdo debiera estar listo el viernes 11 de este diciembre, cuando esto que aquí se escribe haya dejado de ser un mail para pasar a ser una «noticia” en papel periódico.

La pequeña historia
Bolivia es uno de los 186 países que figura en la lista de los que han presentado a la Organización de las Naciones Unidas, por escrito, sus contribuciones para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Y aquí entramos en materia, porque el documento presentado por nuestro país es una tomadura de pelo, es una propuesta engañosa. Es una chapuza.
Tamaños adjetivos no pueden quedar impunes. Hay que explicarlos.
«Contribución Prevista Determinada Nacionalmente del Estado Plurinacional de Bolivia”. Éste es título del documento presentado por el país. Son 18 páginas, y en ninguna de ellas se dice, clara y concretamente, cuál será la contribución de Bolivia a la reducción de emisiones de los gases de efecto invernadero.
La ONU, luego de recibir las propuestas de reducción voluntaria, ha publicado las contribuciones de los países que más emisiones producen. China, por ejemplo, «se compromete a reducir sus emisiones entre un 60 y un 65% en 2025 y respecto de su Producto Interno Bruto de 2005”; Brasil ha propuesto «reducir en un 37% sus emisiones en 2025 con respecto a los niveles de 2005”; México se propone «reducir sus emisiones en un 30% en 2030 respecto de los niveles de 2005”.
Nada parecido ni semejante hay en el documento boliviano. Y no vaya a creerse que nuestro país no emite gases de efecto invernadero. Sí lo hace: Bolivia, con información que procede del World Resources Institute, la fuente de información que también usa la ONU, ha emitido 136 toneladas de dióxido de carbono (CO2) el año 2012. Y algo más: el 64% de esas emisiones bolivianas se deben al uso del suelo y a la deforestación.
Algo tendrá que hacer Bolivia al respecto, dirá usted, estimado lector. Pues bien, sepa usted lo que el Gobierno boliviano se propone hacer.
—»Se ha alcanzado cero deforestación ilegal al 2020”—. Esto es lo primero que se dice en el documento presentado por el Gobierno de Bolivia a la ONU. Llegaremos al año 2020 con «cero deforestación ilegal”. Está bien, pero nada se dice de la deforestación legal. ¿Cuál será esa deforestación legal?
—»Se ha incrementado la superficie de áreas forestadas y reforestadas a 4,5 millones de hectáreas al 2030”—. Esto es lo que inmediatamente después le dice el Gobierno boliviano a la ONU. Vamos a llegar al año 2030 con 4,5 millones de hectáreas reforestadas. Está bien. No olvide esta cifra, estimado lector: 4,5 millones de hectáreas reforestadas. Hasta el año 2030.
—»Se ha incrementado al 2030 la cobertura neta de bosques a más de 54 millones de hectáreas, respecto de las 52,5 millones de hectáreas del año 2010”—. Aquí, en esta frase del documento que el Gobierno boliviano presenta a la ONU, aparece, finalmente, el balance boliviano entre deforestación y forestación entre los años 2010 y 2030.
El balance, a primera vista, parece positivo. En el año 2010, Bolivia tenía 52,5 millones de hectáreas de bosque, y llegaremos al año 2030 con 54 millones de esas hectáreas. Habremos sumado 1,5 millones de hectáreas de bosque más. No está mal, ¿verdad?
No debe olvidarse, sin embargo, que en ese mismo periodo, entre 2010 y 2030, Bolivia habría reforestado 4,5 millones de hectáreas de bosque. Surgen entonces las preguntas: si el año 2010 teníamos 52,5 millones de hectáreas de bosque, y si en los siguientes 20 años, se reforestarán 4,5 millones de hectáreas de bosque, ¿no deberíamos tener, al año 2030, 57 millones de hectáreas de bosque? ¿Cómo es que pueden «desaparecer” ¡tres millones de hectáreas de bosque!?
La única respuesta posible es que en esos 20 años no sólo se pretende reforestar, sino también deforestar. Es cuestión de sumar y restar, estimado lector (4,5 menos 1,5, igual tres). Efectivamente, «desaparecerán” tres millones de hectáreas, tres millones de hectáreas de bosque deforestadas en esos 20 años, entre 2010 y 2030.
Éste es el aporte boliviano a la lucha contra el cambio climático. El Gobierno boliviano propone deforestar 150 mil hectáreas de bosque cada año, entre 2010 y 2030, un dato que, por supuesto, no aparece en el documento boliviano.
Pero hay algo más, estimado lector: ¿cree usted posible que Bolivia logre reforestar 4,5 millones de hectáreas de bosque en 20 años, entre los años 2010 y 2030? ¿Sabe usted cuánto cuesta reforestar una hectárea de bosque?
Según los datos que maneja el propio Gobierno boliviano, el costo de reforestar una hectárea de bosque es de mil dólares. Necesitaremos, por tanto, 4.500 millones de dólares. No hay problema, me dirá usted, estimado lector, ya tenemos un crédito chino de 7.000 millones de dólares. Tenemos de sobra.
No, lector, no parece posible. Reforestar 4,5 millones de hectáreas de bosque en Bolivia en 20 años es tan factible como que se oculte el sol y desaparezca la luna el 21 de febrero de 2016, tal como lo acaba de anunciar el Gran Predicador Gubernamental (GPG).
Un último dato más, que le parecerá muy interesante, estimado lector. El análisis, los datos, las comparaciones, la inteligente lectura del documento que el Gobierno boliviano ha presentado a la ONU, le pertenecen a Pablo Solón, hasta hace poco embajador boliviano ante Naciones Unidas, negociador por Bolivia en varias conferencias climáticas, y ahora comunicador de estas temáticas. (El autor de estas líneas ha sido apenas un cronista circunstancial de un conversatorio organizado por la Fundación Friedrich Ebert (FES), el pasado martes 17 de septiembre, en horas de la noche.)
Autor: Gustavo Guzmán
Experiodista
Publicado el domingo, 13 de diciembre de 2015
Fuente: Página Siete

DE PARIS CON AMOR PARA EL LAGO POOPÓ
El segundo lago más grande de Bolivia no desapareció por arte de magia. Las causas de su desaparición son varias y complejas, pero entre ellas destaca el incremento de la temperatura y la mayor frecuencia de desastres naturales como el fenómeno El Niño provocados por el cambio climático. El lago Poopó que tenía una extensión de 2.337 km2 y una profundidad de 2,5 metros, hoy es un desierto con un par de charcos al medio de no más de 30 centímetros de profundidad.

Si la temperatura promedio subió en 0,8ºC a nivel mundial debido al cambio climático, en el lago Poopó ese incremento llegó a 2,5ºC y a su paso quedaron miles de peces muertos, barcos pesqueros anclados en la tierra, cadáveres de flamencos y cientos de comunarios que por siglos se dedicaron a la pesca y que hoy deambulan pidiendo auxilio pensando en un futuro incierto. Ese es el verdadero rostro del cambio climático que se expande como un cáncer por todo el planeta.

París y la ruptura con la realidad

La esquizofrenia es un desorden mental por el cual una persona rompe con la realidad y cree que está haciendo una cosa cuando en realidad hace algo muy distinto. Algo muy semejante está ocurriendo con los gobernantes y el Acuerdo Climático de Paris. En su Articulo 2 dicho acuerdo dice que su objetivo es limitar el incremento de la temperatura a menos de 2ºC de los niveles preindustriales e incluso plantea hacer todos los esfuerzos para estar por debajo de un incremento de 1,5ºC. Estas palabras le hacen pensar a uno que el espíritu del lago Poopó y de miles de otros lagos, nevados, islas y cientos de miles de seres humanos que mueren al año por el cambio climático ha tocado por fin el corazón de los gobernantes del planeta.

¡Pero un momento! En el parágrafo 17 de la Decisión que aprobó el “histórico” Acuerdo de Paris se afirma “con gran preocupación” que la suma de todas las contribuciones de reducción de emisiones presentadas por todos los países NO nos llevan a un escenario de menos de 2ºC. En otras palabras: una cosa es el amor que profesan los políticos del mundo por lagos como el Poopó y otra cosa muy distinta es lo que en realidad están dispuestos a hacer.

Para realmente controlar el incremento de la temperatura y evitar que el planeta se cocine con un incremento de más de 2ºC debemos que dejar el 80% de las reservas conocidas de combustibles fósiles bajo la tierra. Esto comprende los hidrocarburos (petróleo y gas) y el carbón. Pero cuando uno lee con detenimiento el Acuerdo Climático no hay ninguna referencia a poner un límite a la extracción de combustibles fósiles.

La otra medida urgente para evitar que más gases de efecto invernadero vayan a la atmosfera es eliminar la deforestación. No obstante, en sus llamadas “contribuciones” los países que tienen grandes extensiones de bosques no se comprometen a erradicar este crimen ni siquiera en los próximos 15 años.

En general, gracias a las “contribuciones” de reducción de emisiones presentadas en París, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero que en el 2012 eran de 53 Gt de CO2e, seguirán subiendo hasta llegar a las 60 Gt CO2e el 2030. Si los gobiernos realmente quieren limitar el incremento de la temperatura a menos de 2ºC deberían comprometerse a reducir las emisiones mundiales a 35 Gt de CO2e para el 2030. Los gobiernos saben que es así y sin embargo hacen lo contrario y de paso gritan: ¡Victoria! ¡El planeta se ha salvado! ¿Es o no es un tipo particular de esquizofrenia?

Mientras tanto a más de 10.000 kilómetros de distancia de Paris los rayos del sol continúan evaporando un lago donde sobreviven los Urus, un pueblo primigenio de las Américas también conocido como los “Hombres del Agua”. Estos habitantes milenarios que algunos estudiosos dicen que vinieron hace miles de años de la Polinesia muy pronto serán los “hombres del desierto”.

Impunidad y crímenes climáticos

Si de algo podemos estar seguros es que los Urus no son culpables del cambio climático. Sus emisiones percapita de gases de efecto invernadero son de las más bajas del planeta, sin embargo son una de las primeras victimas del cambio climático. ¿Será que el Acuerdo de Paris permite a los Urus demandar a los países responsables por este etnocidio? Al final de cuentas el artículo 8 menciona un Mecanismo de Daños y Perdidas.

El párrafo 52 de la Decisión que aprobó el acuerdo de Paris aclara tajantemente que el articulo 8 “no da ninguna base para pedir ninguna compensación o indemnización”. Los Urus, así como miles de pueblos en todo el mundo que no provocaron el cambio climático han sido totalmente silenciados por este acuerdo esquizofrénico que menciona los “derechos de los pueblos indígenas” en su parte preambular para a renglón seguido prohibirles el derecho de enjuiciar a los responsables de este crimen climático. ¡¿Que derechos son estos que no son exigibles?! Y todo “made in Paris” que es la ciudad luz de los derechos del hombre.

Algunos responderán: no se les da el derecho a enjuiciar pero habrá un fondo millonario para mitigación, adaptación y daños y perdidas. ¿Este fondo será provisto por los países culpables del cambio climático? La verdad es que los países desarrollados hábilmente remplazaron la palabra “proveer” por “movilizar”. El articulo 9 del Acuerdo dice que “los países desarrollados deberían continuar tomando el liderazgo para movilizar recursos para el financiamiento climático de una serie de fuentes” como ser fondos públicos, inversión privada, prestamos, mercados de carbono e incluso de los propios países en desarrollo.

¿Y cuanto “movilizaran” los países desarrollados? ¿Un monto similar a su presupuesto militar y de defensa que asciende a los 1.500 billones de dólares? ¿O será la mitad? Al final de cuentas el problema mas importancia de seguridad humana en el planeta es el cambio climático. El Acuerdo de París calla la cifra pero la Decisión que lo aprueba la aclara en sus párrafos 54 y 115. Serán 100 billones de dólares recién para el año 2020-2025, es decir el 7% de su presupuesto militar a nivel mundial.

Mientras la tragedia del lago Poopó es una pequeña muestra de lo que se avecina, la cumbre del clima de París nos enseña que la verdadera solución no vendrá de negociaciones internacionales en las cuáles pesan mas los intereses de las grandes corporaciones y los gobiernos de turno. El futuro de la vida como la conocemos depende de lo que hagamos hoy los habitantes de abajo del planeta azul.
Por Pablo Solón
Publicado el 20 de Diciembre del 2015
Fuente:  La Razón 

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