África: El crímen de la Hidra: «o nos enriquecemos o nos ahogamos todos juntos»

o nos enriquecemos, o nos ahogamos todos juntos”, exclama la escritora senegalesa Fatou Diome. «Esa gente que muere en nuestras playas, y mido mis palabras, si fueran blancos, ¡la tierra entera temblaría! Pero sólo son negros y árabes (…). Si quisiéramos salvar a gente, lo haríamos, ¡pero esperamos a que mueran antes! Y nos dicen que es disuasivo, pero eso no disuade a nadie, puesto que quien parte por su supervivencia considera que su vida (que puede perder durante le viaje) no vale nada, no tiene miedo«, declaró una Diome indignada. África es un continente de 55 países y mil millones de personas, empobrecidas criminalmente por la hidra capitalista. Ahora, la gran mayoría de estos pueblos empobrecidos están al borde del exterminio y es por ello que se tiran al mar. Que optan por la muerte o la miseria en Europa con alguna esperanza. A la vista están el capitalismo y la modernidad, pero también, el verdadero sentido de ambas: el mayor crimen de la historia y, al mismo tiempo, el mayor hechizo que jamás se haya hecho a la humanidad que sigue como enloquecida sometiéndose a unos pocos. frica tenemos que ser todas y todos. Vamos a serlo! El exterminio que allí se experimenta y se niega, es el destino que necesita imponer el capital para superar su crisis y mantener la acumulación de unos pocos a costa del despojo. África es un continental campo de exterminio! Europa y el capitalismo son los ejecutores de es descomunal crimen. Veámosnos en el espejo de África, con miedo aterrador, pero no para paralizarnos, sino para decidirnos de una vez por todas a detener el exterminio. Africa hoy, se mueve para sobrevivir: que se mueva para liberarnos es asunto de todas y todos. El sistema es capaz de exterminar un continente entero; miles de millones, a través de hambre, despojo, esclavitud, envenenamiento, guerras: el sistema es capaz de exterminar a la mayor parte de la humanidad: es la Tormenta que se nos vino. ¿Dónde Estamos? En tiempo real. Pueblos en Camino

 

 

Quién puede parar a África en movimiento

 

«¡Desengañémonos! Con o sin patrón, los migrantes continuarán desafiando el Mediterráneo. Con la cabeza alta y mucha dignidad. Se llama instinto de supervivencia ¿No ha visto jamás a gente que salta por la ventana de un quinto piso de un inmueble incendiado, creyendo salvar su vida? Pues bien, es lo mismo con los migrantes. Más que nunca son conscientes de los enormes riesgos que afrontan pagando por esos barcos de fortuna ¿El proverbio no dice que el que no intenta nada, no tiene nada?».

 

 

El escritor camerunés Max Lobé (Duala, 1986) firma esta declaración en Le Monde Afrique, tras el penúltimo hundimiento de un barco cargado de personas que huyen de la guerra, la desesperación y la falta de expectativas en África. Apenas unos días antes, la escritora senegalesa Fatou Diome (Niodior, 1968) había expresado el mismo pensamiento en el plató de France 2 durante el debate en torno al libro de un abogado francés que propugnaba el cierre de las fronteras europeas a la miseria y el dolor que llegan del continente africano sobre los lomos de las olas. Su frase más repetida mediáticamente durante esa contundente intervención fue «o nos enriquecemos juntos o nos ahogamos todos juntos».

 

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O nos enriquecemos o nos morimos juntos (Francés)

 

Fatou Diome en Ce Soir (Francés)

 

«Esa gente que muere en nuestras playas, y mido mis palabras, si fueran blancos, ¡la tierra entera temblaría! Pero sólo son negros y árabes (…). Si quisiéramos salvar a gente, lo haríamos, ¡pero esperamos a que mueran antes! Y nos dicen que es disuasivo, pero eso no disuade a nadie, puesto que quien parte por su supervivencia considera que su vida (que puede perder durante le viaje) no vale nada, no tiene miedo», declaró una Diome indignada, aunque serena y firme, entonces. 

Fatou Diome llegó a Estrasburgo (Francia) siguiendo a su pareja y sufrió en sus carnes el prejuicio y el racismo. Casada contra la voluntad de su suegra, que «no quería tener nietos negros», se vio abandonada de la noche a la mañana, sin recursos, sin familia ni amigos, en un país extraño y hostil. Una joven estudiante senegalesa que no tenía previsto abandonar su país y que, de repente y por amor, se encontró varada en el Norte.

 

Limpió casas, cuidó a gente. Y escribió sobre la inmigración y el prejuicio. Pequeños cuentos vitriólicos sobre el racismo hipócrita galo en La preferencia nacional y dos novelas, En un lugar del Atlántico y Las que aguardan, que nos ponen en la piel de quienes deciden probar fortuna en una patera y de quienes esperan inútilmente el retorno de los aventureros. Por el camino y cuando se convirtió en una celebridad, tuvo la opción de recuperar a su familia política, deslumbrada por su fama y su fortuna. De nuevo serena y firme, los dejó en la cuneta como antes la dejaron a ella.

 

Es habitual en tertulias y conferencias sobre literatura e inmigración y se expresa sin pelos en la lengua, con una educación impecable, pero compatible con una crudeza sin paliativos y un fuerte acento serer. Afirma que los inmigrantes, en su mayoría, trabajan y cotizan en las sociedades de acogida y, por tanto, contribuyen al mantenimiento del frágil bienestar europeo. Como hace ella misma pagando sus impuestos en Francia. Denuncia el racismo del que incluso ella ha sido objeto. Recuerda que África no es un continente pobre, sino empobrecido. 

 

Imagen de facebook del artista camerunés Barthélémy Toguo con su instalación «Urban Requiem», donde recuerda que todos somos hijos de inmigrantes

 

Fatou Diome es una de los intelectuales africanos que han decidido plantar cara al racismo creciente de la fortaleza europea, las operaciones militares de control de fronteras y las vallas. Pero no la única… En este blog hemos hablado de autores como Donato Ndongo, Mamadou Dia o Antonio Lozano (tangerino y africanista, por más señas), que también se han inspirado en la travesía entre África y Europa para denunciar sin ambages esta tragedia moderna, presentarnos las claves necesarias para entenderla y, sobre todo, ayudarnos a ponernos en la piel del otro y a ejercer la imprescindible solidaridad de compañeros de planeta. 

 

Junto a ellos y a remolque de la angustia que no cesa en la frontera, se encuentran otros autores como el marfileño Josué Guebo (Abiyán, 1972), que publicó a mediados del año pasado un poemario titulado Songe à Lampedusa. Poemas surgidos precisamente de otra marea de cadáveres en las costas italianas a finales de 2013 y de otras reuniones de autoridades que se dijeron definitivas y que dieron como resultado más naufragios y más muertes.

 

 

«Me inspiré en Lampedusa porque evoca a la trata negrera», explica en Facebook. «Las condiciones mortales de la travesía de hoy son las de la trata». Con influencia reconocida de Cesaire, Verlaine o Zadi, Guebo se decanta por versos cortos y meditativos. «Cuando las palabras se engranan como en un rosario tienen una fuerza comunicativa más grande», apunta. Sus versos tienen cadencias de ola mediterránea, breves, sabrosos, y se pueblan de barcas a la deriva, cuerpos en descomposición, derechos humanos pisoteados, guerras ignoradas, asco frente a la hipocresía y Ulises de piel negra. 

 

Guebo, Lobé y Diome nos exigen que miremos más allá de lo obvio, que traspasemos la barrera de números garrapateados en sencillos ataúdes de madera, que imaginemos qué es lo que empuja a una persona a lanzarse a una travesía de este tipo. Libia o Eritrea son dos de los nombres que se repiten como causa de migración, infiernos a cielo abierto en el continente vecino. Pero no es necesario ir al extremo de la guerra o la represión política: la necesidad de comer, trabajar, hacer planes de futuro, tener educación y sanidad en condiciones y mejorar de vida son acicates suficientes para abandonar Nigeria, Camerún, Senegal, Costa de Marfil o Chad. Igual que los españoles escaparon hacia Venezuela o Cuba en la posguerra y hoy lo hacen hacia Alemania o Ecuador.

 

«Todas esas personas, todas esas familias, todas esas mujeres y esos niños intentan huir del incendio sociopolítico-económico e incluso ecológico en sus países», escribe Max Lobé. «Busquemos al pirómano en lugar de enviar al ejército contra las mafias que, de todas formas, existen en todo tipo de inmigración clandestina. Son odiosas esas mafias, cierto, pero no las convirtamos en cabezas de turco. El problema está  en otra parte. Busquen al pirómano político que apoya o responde tácitamente o abiertamente por los regímenes más corruptos y bárbaros. Busquen al pirómano económico que expolia sin el menor escrúpulo y que especula con todo, incluso con el aire y el viento. Encuentren al pirómano ecológico que les dirá que es necesario salvar los puestos de trabajo… ¡en Occidente! ¿Dónde está el pirómano social que corrompe a gran escala, inmoralmente y con total impunidad porque su acción no es ilegal? Cuando encontremos al pirómano, podremos reducir esta tragedia».

 

Ángeles Jurado

Periodista y escritora. Trabaja en el equipo de comunicación de Casa África desde 2007. Le interesa la cultura, la cooperación, la geopolítica o la mirada femenina del mundo. De África prefiere su literatura, los medios, Internet y los movimientos sociales, pero ante todo ama a Ben Okri, Véronique Tadjo y Boubacar Boris Diop, por citar solo tres plumas imprescindibles.

11 de mayo de 2015

Blogs El País

http://blogs.elpais.com/africa-no-es-un-pais/2015/05/migracion.html

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