Soberanía de quiénes y ante quiénes
En este tiempo resulta bastante paradójico festejar en nuestro país el grito de independencia, porque doscientos dos años después, seguimos soportando imposiciones y vejámenes.El pueblo colombiano y en especial las comunidades indígenas, negras y campesinas hemos sido víctimas inermes de los paramilitares, la policía nacional, el ejército y las guerrillas.
En los últimos 10 años, nuestro norte del Cauca viene sufriendo con mayor intensidad el acoso del conflicto armado en medio de sus hogares y territorios. Ha vivido las masacres, la expropiación de sus tierras y el destierro. Nos siguen invadiendo las empresas de servicios, alimentos, telecomunicaciones y extractivas, las más grandes depredadoras de los recursos naturales. Actualmente padecemos la imposición de leyes que se implementan para facilitar el despojo de nuestros territorios, que favorecen a las empresas de estos macro-negocios y ponen en peligro a los legítimos dueños de los territorios.
Pero a la difícil situación que viven nuestras comunidades en el norte del Cauca, se le suman otros agravantes que no son nuevos. Nuestros comuneros lo saben y lo sufren: aquí no sólo existe guerra para despejar territorios y despojar pueblos. No sólo empresas para instalarse encima de nuestras casas y cultivos para luego convertir en mercancía a la Madre Tierra. No sólo existen mandatarios serviles. No sólo se crean leyes que se imponen al pueblo y benefician a las empresas extranjeras.
Existe también la infiltración de sectores de derecha que han llegado a permear y transformar los propios procesos indígenas en botín y, más de una vez, reclutando indígenas para la lógica práctica de conseguir beneficios dentro de un orden que defiende esto. De ahí la razón de las recientes declaraciones de Ana Silvia Sécue presidenta de la OPIC, organización fundada con el apoyo de Álvaro Uribe durante su presidencia. Claro que hay muchos otros casos en los que se prueba el interés de infiltración y cooptación de procesos por parte de los gobiernos, por ejemplo, el ungir presidente a Santos en la Sierra Nevada y darle el bastón; o los chamanes que han ayudado a Uribe; o el cacique convertido en Obispo que traicionó la resistencia a España y tantas otras situaciones.
El contexto es cada vez más complejo y entre tantos sectores interviniendo hay muchos que más que respaldo buscan sacar provecho a nombre de estos esfuerzos surgidos desde las bases. Usan nuestro proceso y nuestras luchas de resistencia a su beneficio, pretenden respaldar las iniciativas de la gente, pero realmente aspiran a validar sus propias empresas y planes a través de las acciones legítimas de la comunidad. Nada ganamos si tras luchar por sacar la guerra de nuestro territorio se sigue creyendo que pueden llegar unos a aprovecharse de la lucha colectiva para alcanzar sus propios intereses.
El pueblo Nasa con su Guardia Indígena alzada en bastones de mando, convirtió el 16 de julio de 2012, en un día memorable para el Movimiento Indígena del Cauca. Día en que el pueblo Nasa como legítimo dueño y protector de su territorio, pacíficamente ocupó y desalojó a los alzados en armas del cerro Berlín, lugar sagrado donde estaba ubicada una base militar. Acción legítima, que como era de esperarse, se le antepuso la manipulación de la información ante la opinión pública por parte del gobierno, representado en las actuaciones del teniente García y los medios comerciales.
Procedimiento autónomo que se volvió un referente de la dignidad y la lucha por la libertad para nuestros pueblos indígenas, pero también para los sectores que respaldan, se unen y hacen suya esta lucha. Una acción para la memoria como el llamado al pueblo colombiano a levantar la cabeza, con conciencia y por una razón: defender la Madre Tierra y ejercer autonomía. Nuestra invitación no fue a acompañar el desfile militar ni a entonar un himno, y menos, a izar el escudo que promociona la “independencia” del 20 de julio. Sino abrir los ojos para reconocer qué patria están defendiendo con sus vidas los alzados en armas.
Cada 20 de julio reconocemos las mentiras que nos presentaban en los libros de historia de la escuela. Lo que sucedió en 1.810 fue el levantamiento de los comuneros, que luego aprovecharon los criollos para sacar a los españoles y permitir que sus hijos y parientes se pudieran quedar con lo que Europa explotaba. Todo esto en nombre de ese levantamiento. ¿Cómo podemos hablar de independencia si nuestro territorio colombiano se está entregando por pedazos a transnacionales?. Con las concesiones que está haciendo el gobierno, el país pronto pasará de dividirse por departamentos, a dividirse según el nombre de la marca transnacional.
Por eso la autonomía que está en juego en nuestro territorio y que estamos dispuestos a recuperar, tan sólo comienza con la expulsión de todos los actores armados. Sabemos que es una tarea larga y espinosa, pero estamos dispuestos a caminarla para vivir en paz consolidando autónomamente nuestros planes de vida, en equilibrio y armonía con nuestra Mama Kiwe (Madre Tierra). No es una lucha étnica por la independencia, es una lucha entre conciencias confrontadas e incompatibles por la soberanía o la dependencia: soberanía frente al gobierno y a las instituciones de un Estado dependiente y obediente a las transnacionales, y frente a todo actor que intenta someternos ideológica e económicamente.
Autor: Tejido de Comunicación ACIN