Estuvimos en el juicio Nasa a los guerrilleros de las Farc

Justicia Nasa. Lo logrado y lo pendiente

 

Compartimos este excepcional testimonio de Ana Karina Delgado Díaz para VICE, del juicio a los guerrilleros de las FARC implicados y culpables del asesinato de dos Guardias Indígenas Nasa. El juicio se realizó en Asamblea Comunitaria en el CECIDIC del resguardo de San Francisco, según usos y costumbres de la Justicia Indígena y bajo jurisdicción propia según mandato de la Constitución de Colombia. Sin duda, los autores materiales de este doble y cobarde homicidio fueron capturados por la comunidad. La evidencia recogida y presentada no deja lugar a dudas sobre su responsabilidad y culpa, lo mismo que la propia confesión abierta y reiterada en Asamblea. Estos guerrilleros indígenas son los ejecutores de ordenes provenientes de mandos de las FARC al más alto nivel. El delito que queda aún sin juicio ni condena va más allá de indígenas reclutados por las FARC que asesinan a indígenas que defienden su proceso, territorio y comunidad. Los que ordenaron usurpar el territorio con propaganda, por parte de guerrilleros armados, no solamente en el Norte del Cauca sino en todo el Cauca y más allá, de manera simultánea, sabiendo que la Guardia y la comunidad actuarían en defensa del territorio, a la vez que ordenaron, según el propio asesino de los 2 Guardias, no permitir desmontar la propaganda y no dejarse capturar haciendo lo que tuvieran que hacer, es decir, usar sus armas contra población civil inerme, son culpables a todas luces de varios delitos muy graves incluso seguramente, de una agresión armada y de homicidios premeditados. La justicia de la Comunidad y de las autoridades Nasa, ha actuado de manera ejemplar frente a los autores materiales: también indígenas Nasa empujados a la guerra y reclutados por razones que no han sido reconocidas ni superadas, según queda dramáticamente expuesto en el testimonio de la madre de uno de los guerrilleros menor de edad. Deberá llegar un día, en que se juzgue y se condene en justicia, a quienes aprovechan la guerra para su beneficio o el beneficio de sus intereses.

 

Tanto la declaración de la delegación de las FARC en La Habana como las del Comandante Timochenko a raíz del juicio quedan, ante la historia, el Pueblo Nasa, el país y el mundo en su propia voz como evidencia de su incapacidad para asumir su responsabilidad y de su deuda con la justicia, incapacidad, impunidad, deuda y arrogancia que han caracterizado desde su establecimiento al régimen establecido en Colombia y contra el que se han levantado. Pueblos en Camino. Noviembre 23 de 2014

 

Estuvimos en el juicio Nasa a los guerrilleros de las Farc

 

Alias ‘Fercho’, el comandante del escuadrón guerrillero que le quitó la vida a dos guardias indígenas, espera la condena en su contra; durante la asamblea aceptó ser el autor de los disparos.

 

Antes de que se ejecutaran las sanciones, la mujer pidió hablar. Había soportado en silencio todo el juicio, había callado con cada uno de los detalles del asesinato y hasta se comió las palabras cuando escuchó que los dos menores de edad, acusados de participar en la muerte de dos guardias indígenas, de dos miembros de su propia comunidad, iban a recibir en sus pantorrillas 20 golpes del látigo de cuero como castigo.

 

Y uno de ellos era su hijo. 

 

La multitud calló mientras la mujer contó la triste historia tantas veces escuchada: es madre cabeza de familia que trabaja hasta el cansancio para sostener a ese hijo allí sentado, con las manos atadas, y a sus hermanos. Les contó a todos que no puede verlo mucho durante el día o la noche por su trabajo, y por esa razón no tenía idea alguna del camino que había elegido.

 

Mientras se hizo un recuento de lo sucedido, el silencio de los asistentes se alargó. Los acusados, entre ellos los dos menores de edad, todos atados a una silla, bajaron la cabeza. Todos menos un hombre de no más de 24 años, piel acaramelada y el cabello cubierto por una gorra negra bordada con la imagen de una hoja de marihuana.

 

La suya era una mirada fría, vacía, ni siquiera había rencor en ella. Como si no le importaran los 60 años a los que la comunidad acababa de condenarlo y que tendría que pagar en una cárcel colombiana. El guerrillero era conocido en la zona con el alias de ‘Fercho’, el mismo que había aceptado que de su fusil salieron los disparos asesinos. Miraba distraído.

 

 

La chonta o bastón de mando es empuñada por la Guardia Indígena. Representa la autoridad de la comunidad en manos de sus protectores.

 

El juicio había comenzado el domingo 9 de septiembre muy temprano, después de que el día anterior la comunidad sepultara los cuerpos sin vida de sus guardias. «Es que no puede ser que en un lado se hable de paz y en el otro nos maten», dijo, a manera de introducción, un gobernador indígena. Con esa referencia a los diálogos de paz que la guerrilla de las Farc y el gobierno de Colombia celebran en estos momentos en La Habana, comenzó la Asamblea de aplicación de remedio, la ceremonia en la cual harían justicia.

 

Esa ceremonia, consagrada en la justicia indígena y legalizada en la Constitución colombiana, definiría el correctivo (los fuetazos o latigazos) y la sanción (desde trabajos forzosos a «penas en calidad de guardados», o cárcel) para los culpables del asesinato de Manuel Antonio Tomiyá, coordinador de la Guardia Indígena de Toribío, y de Daniel Quelque, guardia del resguardo de San Francisco.

 

Su triste final quedó registrado en el informe oficial del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), ese que reproduce todo lo sucedido el pasado miércoles 5 de noviembre cuando ambos guardias atendieron un llamado de la comunidad en la vereda Cesteadero para encontrarse pasacalles, pendones, además de folletos y CD’s  a favor de las Farc.

 

El relato narra cómo los guardias cruzaron el río y les exigieron a los guerrilleros armados que retiraran todas las piezas. A las 11:00 a.m. la comunidad escuchó los disparos y encontró a los dos indígenas sin vida. La rabia los impulsó a perseguir a los culpables quienes, tras tres horas, fueron apresados y entregaron las armas. «Es en este momento cuando ellos, al verse acorralados, pidieron dialogar con las autoridades», se lee en el informe de los hechos.

 

 

El preámbulo a la destrucción de las armas guerrilleras llamó la atención de toda la comunidad, que aprovechó la altura de los árboles para no perderse ni un solo detalle de la escena.

 

Para mayor tristeza de la comunidad, los siete jóvenes -porque el mayor y asesino material no superaba los 24 años- resultaron ser también indígenas Nasa. Indígenas guerrilleros, armados y entrenados matando a guardias indígenas, sin armas, solo portando el bastón de mando y la palabra.

 

Guardia, autoridades tradicionales, hombres, mujeres y niños miraban ansiosos a través de los celulares a los apresados expuestos frente a la comunidad. Estaban escoltados por guardias y con sus muñecas atadas con cuerdas a manera de esposas. Se dio a conocer el informe de los hechos y se concedieron algunos pocos minutos a los acusados para que hablaran.

 

En la audiencia, mientras unos lloraban a los muertos y otros a los hijos vivos convertidos en asesinos, se escuchó a cada uno confirmar los hechos del informe. Estas son las palabras de alias ‘Fercho’, autor material del doble homicidio.

 

 

Los buses escalera, o chivas, también se convirtieron en tribunas preferenciales para presenciar tanto el juicio como la destrucción de fusiles, uniformes y publicidad. 

 

«… Lo único que les digo es que las cosas se hicieron porque yo tenía autorización de los altos mandos, de mis jefes que me mandan, y tampoco nunca se pensó hacer eso, o sea, siempre con el respeto que allá nos inculcan a las comunidades, porque por ahí decían que nosotros nos encontramos a los guardias y fuimos disparando sin mediar palabra. Yo me encontré dos guardias que llegaron a donde yo casi estaba, con ellos estuvimos hablando, pues prácticamente tuvimos un alegato, igual yo ya había comunicado a mi jefe que ya los cabildos me habían quitado las vallas… Por eso yo iba derechito para mi casa ya, mejor dicho, iba ya yendo cuando me encuentro aquí con los guardias. Pues prácticamente ellos me atacaron. Por ahí llegó un guardia que llegó con el fin de ‘vamos a hablar’ pero el otro sí cogió el bastón y se me vino encima. Pues como ustedes bien saben, nosotros tenemos autorización de que no nos vamos a dejar coger ni dejar quitar las cosas; entonces yo prefiero responderle a mi organización a la que pertenezco y no a otra autoridad».

 

Las demás intervenciones estuvieron llenas de «todo eso es cierto» y, sobretodo, «yo estaba cumpliendo ordenes».

 

 

Fusiles y municiones.

 

La audiencia acalorada decidió con el poder de sus manos levantadas que Carlos Iván Silva, alias ‘Fercho’, pagará 60 años «en calidad de guardado». Los otros cuatro mayores de edad que también dispararon (Arsenio Vitonas Ramos, Roberto Pequi Pavi, Eduardo Emilio Tenorio y Jhon Freiman) recibirán también 40 años que purgarán en una cárcel. «Si les damos menos luego salen y se vuelven asesinos», gritó una mujer entre el gentío.

 

Frente a la comunidad, la ONU y el ICBF, también estaban los dos menores de edad que confesaron haberle disparado a la Guardia. Esa condición los salvó, de momento, de la cárcel, pero no de su correctivo: 20 fuetazos a cada uno además el traslado a un centro de rehabilitación mientras cumplen la mayoría de edad.

 

 

Cortando las armas.

 

Aunque se trata de una justicia especial, el Estado colombiano dispone en sus cárceles un pabellón para que los condenados por la justicia indígena (que pueden ser personas externas a la comunidad que hayan delinquido en sus territorios) cumplan las penas impuestas en asamblea aun cuando superen las que aplicaría la justicia ordinaria.

 

Una familiar de uno de los menores de edad juzgados por la muerte de dos guardianes no puede soportar las acusaciones en su contra y rompe a llorar.

 

A regañadientes se apagaron todas las cámaras y las pantorrillas de los niños empezaron a recibir la flagelación con fuete (látigo para arriar ganado) hasta amoratar y romper la piel. «Recuerden que esto no es para que sufran dolores, es para sacar el mal que tienen dentro. Es curativo», dijo el Consejero de la Guardia. Los niños soportaron en pie cada uno de los golpes. «Si aguantaron tienen posibilidad de curarse», dijo alguien del público mientras pasaban a ser auxiliados por asistentes de salud. Mientras tanto, a unos metros, se preparaba el último punto de la asamblea, la destrucción del material bélico incautado.

 

Siete camuflados completos, un canguro, una carpa, siete chalecos, 167 cartuchos AK 47, 120 cartuchos M16, 12 vainillas, un revólver 38 especial, cuatro cartuchos para revólver, una pistola con proveedor, siete cartuchos para pistolas, dos radios de comunicación, un teléfono celular, tres granadas de mano de fabricación industrial, unos binoculares, siete proveedores para AK 47, 16 para M16, tres fusiles M16, tres AK 47 y un R15. Incluso algún cepillo de dientes se veía en la montaña de objetos lanzado al suelo por la Guardia en una cancha de basquetbol rodeada por la comunidad que, celulares en mano, esperaba la destrucción. Acomodados en escaleras, sobre el techo de las chivas y colgando de los árboles, la gente esperaba para ver el espectáculo.

 

 

Tras cumplirse la condena de los 20 fuetazos, la guardia indígena tiene la misión de garantizar también la integridad de los condenados.

 

Con una cortadora industrial se redujeron a pedazos las armas y cargadores que terminaron en la hoguera hecha con los uniformes y material propagandístico. La llama ardió hasta que quedaron algunos escombros y cenizas, mientras los culpables eran secretamente trasladados a otro lugar hasta que las autoridades entregaran al INPEC a los mayores de edad; y los menores a centros de rehabilitación.

 

Los uniformes y la publicidad guerrillera son el combustible perfecto para darle vida a la hoguera con la que se consumirán los fusiles asesinos.

 

 

Guardia en asamblea.

 

Guardia indígena.

 

Guardias con bastón de mando.

 

Las mujeres también hacen parte de la Guardia Indígena que, en una Asamblea, debe garantizar tanto la seguridad de la comunidad como la integridad de los acusados.

 

Guardias indígenas.

 

Las manos ilustran la resignación de uno de los guerrilleros menores de edad condenados a recibir 20 fuetazos.

 

Guerrillero menor de edad.

 

Tras recibir el castigo, las marcas de los fuetazos sobresalen de la pantorrilla de uno de los guerrilleros menores de edad hallados culpables de asesinato.

Después de ser cortados y picados con una sierra industrial, los restos de los fusiles son incinerados por la Guardia Indígena.

 

Uniformes en la hoguera. No habían tirado aún las armas.

 

El momento en que hablan los acusados llamó la atención de toda la comunidad a tal punto que presenciaron su declaración por fuera de la institución educativa Cecidic, el lugar escogido para celebrar el juicio.

 

Indígenas ven destrucción del armamento.

 

La madre de uno de los guerrilleros menores de edad, acusado del asesinato de dos guardianes, le confesó a la comunidad que nunca sospechó los malos pasos en los que andaba su hijo.

 

Restos de armas cortadas.

 

Tres guerrilleros capturados escuchan el recuento de los hechos y el progreso del juicio que los condenaría a pagar 40 años en una cárcel colombiana.

 

por Ana Karina Delgado Díaz

VICE

noviembre 10, 2014

http://www.vice.com/es_co/read/en-toribo-se-aplica-la-ley-indgena-a-guerrilleros-de-las-farc

 

 

 

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