«Los revolucionarios debemos hacer revoluciones, no guerras»
“Hay una sociedad civil que ha venido reclamando sus espacios y ha reclamado también su protagonismo, que está pidiendo espacio para poder discutir los temas que consideran le pertenecen. En segundo lugar las insurgencias no representan la totalidad de la sociedad, así reclamen cosas muy importantes que serán beneficiosas para el conjunto de la sociedad.” Carlos Arturo Velandia fue dirigente guerrillero, prisionero político y actualmente es investigador y consultor en temas de paz y conflictos. En diálogo con Colombia Informa se refirió al proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -FARC-, a los acercamientos del gobierno con el Ejército de Liberación Nacional -ELN- y al rol que la sociedad debe reclamar en este contexto.
Carlos Velandia: “Los revolucionarios debemos hacer revoluciones, no guerras”
Colombia Informa: ¿Cómo observa el proceso de paz con las FARC?
Carlos Arturo Velandia: Es un proceso muy sólido que está soportado sobre cuatro pilares muy firmes: 1- Gran voluntad de las partes para poner fin al conflicto armado. 2- Una agenda concreta y posible. 3- Lo quiere la sociedad colombiana y lo apoya la comunidad internacional, esto es fundamental. Las elecciones pasadas en favor del candidato Juan Manuel Santos no dejaron de ser un plebiscito por la paz. Eso hay que mirarlo como un gran apoyo y como una gran voluntad de esta sociedad colombiana. 4- Existen resultados a la vista. Se han logrado tres importantes acuerdos en temas supremamente importantes y en la actualidad, se está a las puertas de abordarse un tema de gran complejidad pero que es indispensable y que generara mucha más solidez al proceso y al fin de la guerra, que es el tema de víctimas.
Es un proceso muy sólido, pero si no se logra iniciar un proceso con el ELN la ecuación será incompleta. Proceso de paz con FARC más proceso de paz con el ELN, para el final del conflicto en la totalidad del territorio nacional. Y lo otro en el posconflicto, la sociedad debe abocarse a las reformas y a los cambios que se necesitan para hacer de la paz, una paz duradera y que se prolongue y se extienda en todo el territorio.
C. I.: ¿En el caso del ELN, cómo ve ese proceso?
C. A. V.: Para mí es un proceso que se está desarrollando de una forma tardía pero responde también a unas lógicas. Para los gobiernos ha sido la prioridad iniciar procesos con quien consideran la mayor amenaza, y la mayor amenaza no ha sido precisamente el ELN, sino que han sido las FARC. En segundo lugar, hay una creencia equivocada, y es que logrando acuerdos con la guerrilla mayor, a las guerrillas menores no les queda más remedio que ser firmones de estos acuerdos. Aquí hay un gran equivoco. Tercero, se cree también que las guerrillas consideradas menores no deben ser tomadas en mucha consideración al momento de decidir los temas decisivos. En la actualidad se está a las puertas de iniciar un proceso con el ELN, cuando con las FARC ya se ha recorrido más de la mitad del camino. El proceso con los elenos va a tomar el tiempo que sea necesario. La idea es que los dos procesos puedan culminar en un mismo momento pero yo creo que terminará primero el de las FARC, y el ELN aún continuará en su proceso de conversaciones.
C. I.:¿Cuál debe ser la apuesta de estos procesos de paz para que se resuelvan las causas que originaron el conflicto?
C. A. V.: Aquí hay que considerar otras situaciones. Hay una sociedad civil que ha venido reclamando sus espacios y ha reclamado también su protagonismo, que está pidiendo espacio para poder discutir los temas que consideran le pertenecen. En segundo lugar las insurgencias no representan la totalidad de la sociedad, así reclamen cosas muy importantes que serán beneficiosas para el conjunto de la sociedad. En tercer lugar las agendas de los procesos de paz, su tamaño, su profundidad, están determinadas también por la correlación de fuerzas en el conflicto. El contexto actual no es el de hace veinte años. Ha habido grandes cambios, ahora se está en una situación de correlación de fuerzas muy diferente y nada ventajosa para las insurgencias y esto tiene una incidencia al momento de definir qué se discute y qué no se discute.
Lo importante es que al superarse el conflicto armado la sociedad no tendrá ningún tipo de argumentos ni excusas para no reclamar lo que le corresponde, y para no pelear las reformas y las transformaciones que se necesitan para que no vuelva a haber violencia, es decir, para desterrar la violencia del ejercicio de la política.
C. I.: En una etapa de su vida usted militó en el ELN, fue comandante, estuvo años en la cárcel. Después de todas esas experiencias y vivencias, ¿considera que sigue siendo válida la lucha armada?
C. A. V.: La validez de la lucha armada no está en cuestión como método para llegar al poder, ni aquí ni en ninguna parte del mundo. Lo que está en cuestión es si la guerra que se inició hace 50 años tiene futuro. Yo creo que la guerra aquí en Colombia se agotó. Se agotó como método, se agotó como forma, se agotó como camino, se agotó como escenario, se agotó incluso como propósito mismo tanto para pretender acceder al poder como al mismo tiempo para defender el statu quo. Esa es la razón por la cual las dos partes que se oponen y que han estado opuestas a lo largo de 50 años, coinciden en un momento dado en que tenemos que superarlo, porque por esta vía no llegamos a ningún lado.
Las guerrillas hoy por hoy están en una situación, podríamos decir, de asimetría militar insuperable que indica que no es por la vía de la guerra como se podrá producir una derrota al Estado para que ceda frente a la presión militar, y lograr así las reformas y las transformaciones. Al mismo tiempo la sociedad acusa un cansancio de las violencias, de todas, y un cansancio de la guerra.
Los revolucionarios, cuando nos alzamos en armas, lo hicimos como revolucionarios. Es un deber de los revolucionarios hacer la revolución, no hacer guerras. No nacimos para hacer guerras, nacimos para hacer revoluciones. Si la guerra se convierte en un mecanismo desgastado, incluso en un obstáculo, es obligación del revolucionario superar esa situación que le impide buscar un camino alterno, un camino distinto, y el camino es la solución política negociada. Ese es el camino que se abre para los revolucionarios y también se abre para el Estado que no puede derrotar de manera estratégica a las insurgencias.
En esto podríamos pasarnos 30, 40, 50 años más en guerra y podríamos decir: “Bueno, morimos con las botas puestas y en nuestros principios”. Pero es que no nos hicimos revolucionarios para morir en nuestros principios, sino para transformar el mundo. Y cuando transformemos el mundo seguiremos buscando transformarlo más.
C. I.: ¿Cómo transformar esa mentalidad guerrerista que no solamente está en la derecha, sino también en algunos sectores de la izquierda?
C. V.: A quien promueve la guerra, hay que preguntarle: ¿Usted está dispuesto a participar en ella, está dispuesto a echarse el fusil al hombro e ir a luchar en esa guerra, está dispuesto a enviar a sus hijos, a correr el riesgo de dejar viudas, de dejar madres sin hijos? Esos son los costos de las guerras. ¿Está dispuesto a ser preso? Y si está dispuesto, pues va y la hace, pero también debe dejar que quienes consideran que la guerra se ha agotado y es conveniente buscar otras alternativas puedan hacerlo. No se puede considerar que se está haciendo una traición a una causa cuando se busca modificar un método o superar un método desgastado.
De modo que superar el conflicto armado va a implicar que la sociedad se adentre en la discusión de los grandes problemas económicos, políticos y sociales, y sin el ejercicio de la violencia pugne por transformaciones y soluciones involucrándose en esa construcción de paz duradera.