Bolivia: ¿Fueron dos represas brasileñas causa de las inundaciones en Beni?

En el debate, los expertos coinciden en que las represas brasileñas Jirau y San Antonio contribuyeron a la magnitud del desastre causado por las inundaciones en Beni. Hacer eso es una locura, pero además el río Madera es el que más caudal aporta al Amazonas y el que más sedimentos arrastra hacia el río Beni. Uno tiene que pensar bien antes de hacer locuras semejantes. (Patricia Molina, sobre la decisión de construir las represas).

 

ENTREVISTA

 

¿Fueron dos represas brasileñas causa de las inundaciones en Beni?

En el marco de la cátedra Marcelo Quiroga Santa Cruz  se debatió a profundidad las razones de los recientes desastres «naturales” en el departamento de Beni. Diversos expertos acudieron al Paraninfo de la UMSA para exponer sus puntos de vista acerca de las causas principales y coadyuvantes de semejante cantidad de agua. Dos de esos invitados fueron Patricia Molina, del Foro Boliviano sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Fobomade), y Abraham Cuéllar, exsenador por Pando. Con ambos conversamos sobre el tema y vaya… cuánto aprendimos.

Desde que Brasil construyó las represas de Jirau y Santo Antonio sobre el río Madera, a relativa distancia de la frontera boliviana, no se había experimentado tanto caudal. ¿Son esas megaobras la causa de las inundaciones recientes en Beni?

PM: Primero debemos hablar de lo que es la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Sudamericana (IRSA), que ahora está bajo la tuición de Unasur. Es un proyecto que firmaron todos los presidentes sudamericanos con apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), del Fonplata y de la Corporación Andina de Fomento (CAF) el año 2000. La meta era propiciar la integración física entre todos los países. Toda zona de libre comercio necesita una base física por donde circular sus mercancías. Ahí se veía la urgencia de compatibilizar, por ejemplo, los tamaños de vía, interconectar los gasoductos e incluso crear una norma para hacer más expedita esa circulación de mercancías. Eran planes hechos en pleno neoliberalismo.

En el marco de ese proyecto, entre los mayores obstáculos para la circulación de bienes, siempre ha estado la Cordillera de Los Andes, que precisamente atraviesa por Bolivia, y como la mayor parte de los corredores atraviesa el continente de este a oeste, las montañas son la barrera más importantes para vencer. Además tenemos el gran auge económico de los países asiáticos y por ello llevar la mercadería hacia esos mercados, cruzando el continente hacia el Pacífico, sigue siendo una prioridad. En esto, Bolivia tiene una ventaja, y es que aparte de estar en el centro y ser el país con más ejes de circulación, tenemos los mejores pasos de frontera de la cordillera. Nosotros no pasamos épocas completas del año con carreteras cerradas por la nieve, como ocurre en  Argentina o Chile. Por otra parte, además de que los ejes más importantes cruzan nuestro país, también hay rutas que atraviesan los ríos y donde lo estratégico es la navegabilidad. Es ahí donde se localiza el complejo del río Madera, que vincula Perú, Brasil y Bolivia.
¿La idea es comunicar el noreste de Brasil con el Pacífico?

PM: Exacto, porque actualmente y desde hace mucho, desde Porto Velho hasta el Atlántico, es decir hacia el oeste, hay navegabilidad. Falta la parte de Bolivia, digamos hacia Guayaramerín, donde la navegación se hace complicada, porque hay muchas cachuelas. Las cachuelas son pequeñas caídas de agua que dificultan el avance de los grandes buques. Entonces por eso se plantea un proyecto de navegabilidad, para que Brasil pueda sacar su gran producción de soya hacia el Asia. La navegación fluvial es la forma más barata de transporte, incluso más que el ferrocarril.

 ¿Y para qué construir grandes represas entonces?

PM: Porque el proyecto también es de generación hidroeléctrica, pero no para Bolivia, sino para los grandes polos industriales de Brasil como Sao Paulo. En ese marco, se plantea la idea de construir dos megarrepresas en Brasil, que son Jirau y San Antonio, cuyo costo en cada caso sobrepasa los 3.000 millones de dólares. También se habla de una represa binacional, es decir compartida entre Bolivia y Brasil (Riberao  y la de Cachuela Esperanza). Estas dos últimas no se han construido aún. Si  los bolivianos pensamos en toda nuestra demanda actual, incluso en las horas pico, apenas requerimos mil megavatios. O sea con la de Cachuela Esperanza tenemos  para todo el país.

¿Cuáles  son las consecuencias de represar un río?

 

PM: Según los parámetros del Banco Mundial, si quieres represar un río pequeño, el impacto nunca va a ser comparable con  hacerlo con un megarrío con tres o cuatro represas. Hacer eso es una locura, pero además el río Madera es el que más caudal aporta al Amazonas y el que más sedimentos arrastra hacia el río Beni. Uno tiene que pensar bien antes de hacer locuras semejantes.

 En concreto, ¿qué fue lo que pasó este año?, ¿cuáles fueron las consecuencias de la puesta en operación de las dos represas?

PM: Actualmente, Jirau está en su primer año de funcionamiento. Ambas empezaron a operar a su máximo nivel, y ello justo coincidió con unas lluvias extraordinarias, en lo que se llama la convergencia tropical, que es la Amazonia boliviana y la sur peruana. Es una zona donde no es raro que ocurra esto, pero este año las precipitaciones han sido extremas. Entonces, en medio de máximos históricos, que de todos modos deberíamos prever ahora que tanto hablamos de cambio climático, ir y taponar el río, ponerle una pared, y generar la disminución de su velocidad, es un desatino monumental.

De modo que la combinación de lluvias copiosas y represas es catastrófica, como lo hemos experimentado…

PM: Lo peor de todo es que esto se sabía antes de que ocurra. En el caso de Brasil, la aprobación de la licencia ambiental de Santo Antonio y de Jirau fue muy polémica. En medio de esta polémica, el propio organismo brasileño encargado de estudiar esos efectos dijo que iba a haber impactos importantes en Bolivia. Eso ocurrió en 2007, y hay documentos oficiales que así lo decían. A pesar de que los propios funcionarios brasileños, que contrataron estudios independientes, lo advirtieron, no se hizo nada para evitarlo. La decisión de darles la licencia ambiental fue política, no técnica. Incluso cambiaron a los funcionarios que cuestionaban, y con otros designados les dieron la licencia.

AC: Así fue. En 2007, el Instituto Brasileño del Medio Ambiente (Ibama) recomendaba que se hicieran estudios más profundos y por eso, en ese momento, le negó la licencia ambiental a las empresas brasileñas que iban a construir las represas en Brasil. Entonces vino una decisión política del gobierno de Lula, descabezaron al Ibama, despidieron a toda la gente que hizo el estudio y pusieron a otra para que aprobara la licencia meses después.

¿Las autoridades bolivianas sabían  esto?

PM: En ese momento, aquí en Bolivia, nosotros estábamos construyendo una posición sólida, liderados por la autoridad ambiental, que era Juan Pablo Ramos, viceministro de Recursos Naturales. Contábamos con un comité técnico, derivado de un decreto supremo que salió en 2005. Precisamente Odebrecht, la empresa que construyó Santo Antonio, quiso obtener una licencia ambiental en Bolivia. Entonces se hizo una gran movilización y se logró revertir dicha licencia. La empresa quería usarla para tener derechos preferentes y poder construir las dos represas que se iban a construir en Bolivia.

 ¿Y ese informe negativo contra las represas se conoce?

AC: Claro, era un informe público, estuvo colgado en la web. No le dieron la importancia que merecía, y nosotros como bolivianos no supimos utilizar esa información para reclamarle a Brasil con la debida contundencia.

PM: O no quisimos hacerlo.

AC: Hubo cierto reclamo, pero no con la contundencia debida. Finalmente, la respuesta de Brasil fue pasar por encima de cualquier reclamo boliviano. Además, la construcción está en territorio brasileño, pero ésas son aguas internacionales y eso no se ha respetado. Es un atropello de parte del Gobierno brasileño, pero también una omisión de parte del Gobierno boliviano, especialmente de la Cancillería, porque no se reclamó en su momento.

Me imagino que también las empresas a cargo son responsables de la operación de las represas. ¿No corresponde sancionarlas?

 

PM: Son dos consorcios. Uno es brasileño, Odebrecht, y el otro francés, la Suez. Entre los dos tienen que coordinar cuánto elevan el nivel de las aguas. En febrero ocurre la crecida enorme y no se dan por enterados. Entonces estaban rellenando las represas, porque Jirau apenas va a alcanzar su máxima capacidad el año 2016. Empezó a elevar su nivel para llegar a su máximo. Santo Antonio tiene también un nivel alto; las dos compiten para ver cuál genera más energía. Pero como no se dieron por enterados de la crecida, cuando vieron ese caudal que venía de arriba ya era muy tarde. Empezaron a inundar Porto Velho, pero se corría riesgo de que la cantera de obras estuviera a punto de derrumbarse. Entonces empezaron a jugar para ver qué hacer. Tampoco podían enviar toda el agua a Porto Velho y dejar todo inundado, entonces tuvieron nomás que mandárnosla a nosotros.

¿Eso que dices está demostrado?

PM: Eso es lo que hay que probar mediante estudios de evaluación ambiental. En Brasil ya se hicieron, o sea simularon la inundación, pero para caudales medios. El caudal medio es un poco menos de 35.000 metros cúbicos por segundo, y ellos llegaron a modelar hasta 40.000 o 45.000. ¿Sabes a cuánto llegó el caudal este año? A 56.000 o más. Su modelo no pudo medir los alcances del desastre.

Nosotros aquí, con el Instituto de Hidráulica e Hidrología de la UMSA, también modelamos, pero teníamos otro problema: no contamos con los datos completos de la topografía. Se encontró el efecto, pero sin tomar en cuenta los sedimentos, y éstos se cargan aún más con lluvias tan extremas. Entonces no tenemos idea de qué va a pasar más arriba. De todos modos, uno de los impactos más grandes de lo que está pasando es la pérdida del potencial hidroeléctrico de Bolivia. Si te inundan, entonces tienes menos posibilidades de generación y eso de acuerdo con la Constitución de Brasil es un delito penal; pero nosotros, bien gracias.

Sin embargo, al tener a mano la posibilidad de regular el flujo del agua en el río, ¿las represas no podrían servir, ellas mismas, para resolver el problema que han causado?

PM: Recuerdo una vez a gente colombiana que nos decía: «Vivir al lado de una represa es una locura, cuando tú te levantas, tu bote puede estar donde lo dejaste, o estar en el medio del agua o en medio de la tierra, y tienes que ponerlo al hombro y cargarlo para llevarlo al río”. Nunca sabes cómo opera una represa, depende del dedito del operador, no sabes si vas a tener agua o no. Es un desastre. Por eso el Banco Mundial y la Comisión Mundial de Represas hicieron un estudio de las represas más importantes del mundo y, en todos los casos, los efectos eran los mismos.

 

¿Y los daños también se han dado en territorio brasileño?

AC: Hoy, allá, hay una sentencia judicial por la cual se obliga a estas empresas a que, por un lado, reparen los daños y, por otra parte, les obliga a que hagan nuevos estudios de impactos.

PM: Y ésta es también una oportunidad para nuestra Cancillería, pero no la aprovechan. Se reúnen las autoridades de los dos países, pero no para tratar el tema de las represas. Con seguridad hablan más del precio del gas. Se convoca a reuniones técnicas y ¿con quién va el canciller o el vicecanciller? No va con nadie, va con su buena voluntad.  Hay que hacer que esos estudios en Brasil también reconozcan los daños en Bolivia, porque la frontera no es una pared, donde llegan los impactos y se detienen. Pero eso hay que hacerlo con contundencia. Parece que están esperando que el agua se retire y luego nos olvidemos todo, para que pasen otros seis años.

Lo que hay que resolver son nuestras necesidades, no las de Brasil, no tenemos que hacer una represa en Cachuela Esperanza para solucionar el problema energético de Sao Paulo; tenemos que hacer microcentrales para resolver nuestras demandas, que allá serán, me decían, seis megavatios en Cobija, siete en Riberalta y cinco en Guayaramerín. Que no nos mientan más, esas represas nunca fueron planificadas para nosotros.

En concreto, ¿por cuáles objetivos se debería luchar ahora?

PM: La pelea es para quitarles su licencia de operación hasta que al menos reparen los daños en Brasil y en Bolivia. Y en cuanto al Estado brasileño, para esto sí que hay que ir a la Corte Internacional de La Haya. Estamos distrayéndonos con las pocas posibilidades frente a Chile, en vez de afrontar de una vez a Brasil.

Nosotros junto a las organizaciones indígenas y campesinas de Beni hemos presentado una demanda a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). El recurso está en proceso. Entonces, necesitamos trabajar con el Estado. En Bolivia somos parte de esos reclamos y tenemos que ir juntos a esos encuentros. Más allá del precio del gas que es parte de la coyuntura, tenemos que reclamar a Brasil por lo que ha ocurrido.

A partir de ahora, ¿las inundaciones van a ser como las de este año?, ¿nos tenemos que acostumbrar a ello?

AC: Cada vez llueve más por efectos del cambio climático, pero también por efecto de las represas. Es la suma de las dos cosas. También hay un problema, que es la falta de pesca, porque los peces no están pudiendo subir, al tener una muralla al frente, y la gente está cambiando con ello su dieta fundamental. Hay que hacer un análisis y también tener posiciones más dignas  frente a Brasil.

 

 Hubo cierto reclamo, pero no con la contundencia debida. Finalmente la respuesta de Brasil fue pasar por encima de cualquier reclamo boliviano. (Abraham Cuéllar).

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Rafael Archondo

periodista

Tejiendo Bolivia – ERBOL

domingo, 11 de mayo de 2014

 

 

 

 

 

 

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