Agamben: Ahora,…»contra este riesgo debemos resistir por todos los medios.»
O partigiano, portami via,
ché mi sento di morir.
Oh partisano, llévame contigo
Porque me siento de morir.
Hoy es el 25 de abril y desde Italia la humanidad, los pueblos, conmemoramos la liberación de Italia de ese horror fascista. Hoy recordamos la lucha partisana. Pero recordar, hoy como nunca, no basta. Bella Ciao, el himno de las y los partisanos empieza diciendo «esta mañana me he despertado y he descubierto al invasor». Eso justamente es lo que nos recuerda y nos reclama este canto y esa lucha que es desde Italia de la humanidad. Se levantaron y descubrieron un invasor que era de su propia tierra, que estaba en el gobierno, en las calles, en el entusiasmo popular convertido en desprecio, en poder, en odio y en guerra. En las mismas familias divididas. En la gloria del fascismo y el nazismo. Lo más repugnante y despreciable de la larga historia de acumulación y guerra para el enriquecimiento motivado por la codicia, se había convertido en causa nacional, en la decisión de matar y de morir para servir al poder; al Estado. El invasor estaba cerca, en todas partes. El invasor estaba dentro y arrasó al mundo por la vía de la guerra a la eliminación de lo que le estorbaba a los más poderosos: pueblos enteros y capital. Fue una guerra de conquista hecha por los propios pueblos al servicio de la codicia. Otra guerra…y se desperataron algunas y algunos y no se dejaron arrastrar por la mentira, el engaño, la gloria, el odio al servicio de la propaganda y la mentira. Esas y esos que se despertaron, resistieron y derrotaron al fascismo así costara la vida…así tuvieran que luchar contra hermanas y hermanos. Sí, despertaron y descubrieron al invasor. Esa es la condición esencial de la resistencia. La que hoy aparece solitaria, abandonada y en riesgo de ser arrasada. Hoy, conmemorando ese despertar heroico y comprometido de una parte ejemplar y negada de la humanidad, enfrentamos la amenaza neo-fascista que ya venía avanzando antes de la pandemia (y que le dio origen y propició su aparición y contagio) por todo el planeta para que el capitalismo racista y patriarcal superara su crisis metiéndonos en guerras, hambrunas y ahora pandemia. Sí, la pandemia del COVID 19 es un pretexto para que el poder global avance y se imponga desde el orden totalizante al orden totalitario. Todo prescrito, todo controlado, todo sometido al orden, por nuestro bien (decretan) y guerra total contra lo impuro, contra quienes sobramos. Honramos hoy, 25 de abril de 2020, a 75 años de una liberación que no ha terminado, agradecidxs y conmovidxs, con las y los descendientes de lxs partisanxs en Italia, el despertar de unas y unos para reconocer al invasor y entender que hay que luchar hasta derrotarle.
Descubrir que lo es. Desenmascarar sus engaños y máscaras y luchar, como haga falta, porque una vez se despierta, no hay otro camino….¡y no hemos despertado aún para reconocer al invasor y luchar por la libertad! Hoy nos manipulan, nos atemorizan, nos unifican, nos aíslan y nos llevan según lo que requieran a un mundo de obediencia, muerte, explotación y destrucción para que cada vez menos tengan más a costa nuestra. Fascismo y pandemia. Fascismo y guerra. Fascismo y destrucción planetaria. Fascismo y patriarcado. Fascismo y propaganda. Fascismo y ocupación del territorio de nuestros imaginarios.
Giorgio Agamben, maestro, volteó la mirada hacia el «lager», los campos de exterminio y allí descubrió que el fascismo fabrica algo peor que el olvido. Seres sin derechos ni siquiera a morir: Homo Sacer. Una humanidad negada, el súmmum del olvido, sometido al poder: su producto supremo. El producto mayor y siempre recurrente y amenazante del fascismo. Hoy, con algoritmos, aislamiento, terror, decretos, propaganda y manipulaciones amenazan con el retorno del Homo Sacer que nunca dejaron de producir. Ahora, hoy, compartimos la entrevista que le hicieran hace unos días, en la que en sus palabras y con cifras y argumentos señala a este invasor y frente al que reitera su llamado a despertar de una vez por todas y dejar de servirle al invasor, por fin dejar de posponer lo que es nuestra única oportunidad como especie y planeta con vida: «resistir por todos los medios». ¡Así Sí! Resistencias y Caminos. Pueblos en Camino
Nuevas reflexiones.
Entrevista a Giorgio Agamben publicada en un periódico italiano, 22 de abril de 2020
Trad. Federica González Luna, del forumNepantla.org
¿Estamos viviendo un nuevo totalitarismo con la reclusión forzada?
Desde diversos lugares se formula la hipótesis de que, en realidad, vivimos el fin del mundo, por ejemplo, el fin de la democracia burguesa fundada sobre los derechos, los parlamentos y la división de poderes, la cual está cediendo su lugar a un nuevo despotismo. Dicho despotismo será aún peor que los totalitarismos que hemos conocido hasta ahora, desde el punto de vista de la omnipresencia de sus controles y el cese de toda actividad política. Los politólogos americanos lo denominan Security State, esto es, un Estado en el cual se pueden imponer cualquier tipo de límites a las libertades individuales por “razones de seguridad” (en este caso, la “salud pública”, término que mueve a pensar en los infames “comités de salud pública” durante el Terror). Además, en Italia estamos acostumbrados, desde hace tiempo, a una legislación por decreto de urgencia de parte del Poder Ejecutivo que, de esta manera, sustituye al Poder Legislativo y suprime, de facto, el principio de la división de poderes en que se funda la democracia. Asimismo, ejercer control a través de videocámaras y ahora, como se ha propuesto, a través de teléfonos celulares, excede, por mucho, cualquier forma de control utilizada bajo regímenes totalitarios como el fascismo o el nazismo.
A propósito de los datos: además de los que se recogerán a través de teléfonos celulares, debería hacerse una reflexión también, acerca de los datos que se difunden en las numerosas conferencias de prensa, en general incompletos o mal interpretados.
Este es un punto importante dado que toca la raíz del fenómeno. Cualquiera que tenga cierto conocimiento de epistemología no podrá más que sorprenderse por el hecho de que los medios han difundido cifras sin ningún criterio de cientificidad en los últimos meses, no solamente sin ninguna relación con la tasa de mortalidad anual durante el mismo periodo, sino que tampoco se precisan las causas de los decesos. Yo no soy ni virólogo ni médico, solo me limito a citar textualmente fuentes oficiales fiables: 21 000 muertes por covid-19 parecen, y son, ciertamente, una cifra impresionante. Pero si les confronta con datos estadísticos anuales, las cosas, como es de esperar, adquieren un perspectiva diferente. El presidente del Istat (Instituto Nacional de Estadística), Dr. Gian Carlo Blangiardo, comunicó hace unas semanas las cifras de mortalidad del año pasado: 647 000 muertos (por ende, 1 772 muertes al día). Si analizamos las causas en cada caso, podemos ver que en los últimos datos disponibles de 2017 se registran 230 000 muertos por enfermedades cardiovasculares, 180 000 muertos por tumores, al menos 53 000 muertos por enfermedades respiratorias. Pero, un punto es particularmente importante y nos atañe muy de cerca.
¿Cuál?
Cito las palabras del Dr. Blangiardo: “En marzo de 2019 los decesos por enfermedades respiratorias fueron 15 189, mientras que el año inmediatamente anterior a este fueron 16 220. Incidentalmente, resulta aparente, por cierto, que fueron más que las muertes causadas por el Covid (12 352) reportadas para marzo de 2020.” No obstante, si esto es verdad, y no existen motivos para dudarlo, sin querer minimizar la importancia de la epidemia, es preciso preguntarse si frente a esta información, pueden justificarse las medidas de limitación de la libertad que nunca se habían decretado en la historia de nuestro país, ni siquiera durante las dos guerras mundiales. La duda que surge a partir de estos hechos es si con la generación y difusión del pánico y el aislamiento de la gente en sus casas han pretendido volcar sobre la población la gravísima responsabilidad del gobierno por haber desmantelado con antelación el servicio sanitario nacional, y luego en Lombardía, por cometer una serie de errores no menos graves al afrontar la epidemia.
Los científicos tampoco han ofrecido un bello espectáculo. Pareciera que no están a la altura para dar las respuestas que se esperaba de su parte. ¿Qué piensa al respecto?
Resulta siempre peligroso confiar a médicos y científicos decisiones que, en última instancia, son de carácter ético y político. Mire, los científicos, con razón o sin ella, obedecen de buena fe su propia racionalidad, que identifican con los intereses de la ciencia y, en cuyo nombre – como lo demuestra ampliamente la Historia- están dispuestos a sacrificar cualquier escrúpulo de orden moral. No preciso recordarte que, bajo el nazismo, científicos muy estimados dirigieron la política eugenésica y no dudaron en utilizar los “lager” (campos de concentración) para hacer experimentos letales que consideraban útiles para el progreso de la ciencia y para curar de soldados alemanes. En el caso presente, el espectáculo resulta particularmente desconcertante porque, en realidad, a pesar de que lo oculten los medios, no hay acuerdo entre los científicos y algunos de los más ilustres entre ellos, como Didier Raoult, quizás el mayor virólogo francés, tiene opiniones diferentes sobre la importancia de la epidemia y la efectividad de las medidas de aislamiento; la que en una entrevista definió como una superstición medieval. En otra parte he escrito que la ciencia se ha convertido en la religión de nuestro tiempo. La analogía con la religión debe tomarse al pie de la letra: los teólogos declaraban que no eran capaces de definir con claridad qué era Dios, pero en su nombre dictaban a los hombres las reglas de conducta sin dudar en quemar a los herejes; así también los virólogos admiten no saber exactamente qué es un virus, pero, en su nombre, pretenden decidir cómo deben vivir los seres humanos.
Se ha dicho -como tantas veces en el pasado- que nada será como antes y que nuestra vida debe cambiar. ¿Qué cree que vaya a suceder?
Ya he intentado describir el tipo de despotismo que debemos esperar y contra el cual no debemos bajar la guardia. Sin embargo, si dejamos por un momento el ámbito de la actualidad e intentamos considerar las cosas desde el punto de vista del destino de la especie humana en la tierra, me vienen a la mente las consideraciones de un gran científico holandés, Ludwig Bolk. Según Bolk, la especie humana se caracteriza por una inhibición progresiva de los procesos vitales naturales de adaptación al medio ambiente, los cuales se sustituyen por una hipertrofia acrecentada de los dispositivos tecnológicos, cuyo fin es adaptar el medio ambiente al hombre. Cuando este proceso supera cierto límite, alcanza entonces un punto en el que resulta contraproducente y se transforma en la autodestrucción de la especie. Fenómenos como los que estamos viviendo, me parece, demuestran que este punto ha sido alcanzado y que la medicina, que debería curar nuestros males, amenaza con crear un mal aún mayor. Incluso contra este riesgo debemos resistir por todos los medios.
Entrevista con Giorgio Agamben
Quodlibet
Abril 20 de 2020
Agradecemos la Traducción de Trad. Federica González Luna, del forumNepantla.org
(Mínimos cambios de Pueblos en Camino)
https://www.quodlibet.it/giorgio-agamben-nuove-riflessioni
Nuove riflessioni
Giorgio Agamben
Da un’intervista uscita oggi su un quotidiano italiano
Stiamo vivendo, con questa reclusione forzata, un nuovo totalitarismo?
«Da più parti si va ora formulando l’ipotesi che in realtà noi stiamo vivendo la fine di un mondo, quello delle democrazie borghesi, fondate sui diritti, i parlamenti e la divisione dei poteri, che sta cedendo il posto a un nuovo dispotismo, che, quanto alla pervasività dei controlli e alla cessazione di ogni attività politica, sarà peggiore dei totalitarismi che abbiamo conosciuto finora. I politologi americano lo chiamano Security State, cioè uno stato in cui “per ragioni di sicurezza” (in questo caso di “sanità pubblica”, termine che fa pensare ai famigerati “comitati di salute pubblica” durante il Terrore) si può imporre qualsiasi limite alle libertà individuali. In Italia, del resto, siamo abituati da tempo a una legislazione per decreti di urgenza da parte del potere esecutivo, che in questo modo si sostituisce al potere legislativo e abolisce di fatto il principio della divisione dei poteri su cui si fonda la democrazia. E il controllo che viene esercitato tramite videocamere e ora, come si è proposto, attraverso i telefoni cellulari, eccede di gran lunga ogni forma di controllo esercitata sotto regimi totalitari come il fascismo o il nazismo».
A proposito di dati, oltre a quelli che verranno raccolti tramite i cellulari, una riflessione andrebbe fatta anche su quelli diffusi nelle numerose conferenze stampa, spesso incompleti o male interpretati.
«Questo è un punto importante, perché tocca la radice del fenomeno. Chiunque abbia qualche conoscenza di epistemologia non può non essere sorpreso dal fatto che i media per tutti questi mesi hanno diffuso delle cifre senza alcun criterio di scientificità, non soltanto senza metterle in rapporto con la mortalità annua per lo stesso periodo, ma senza nemmeno precisare la causa del decesso. Io non sono un virologo né un medico, ma mi limito a citare testualmente fonti ufficiali attendibili. 21 mila morti per Covid-19 sembrano e sono certamente una cifra impressionante. Ma se li si mettono in rapporto con i dati statistici annuali le cose, com’è giusto, assumono un aspetto diverso. ll presidente dell’Istat, dottor Gian Carlo Blangiardo, ha comunicato qualche settimana fa i numeri della mortalità dell’anno scorso: 647.000 morti (quindi 1772 decessi al giorno). Se analizziamo le cause nei particolari, vediamo che gli ultimi dati disponibili relativi al 2017 registrano 230.000 morti per malattie cardiocircolatorie, 180.000 morti di tumore, almeno 53.000 morti per malattie respiratorie. Ma un punto è particolarmente importante e ci riguarda da vicino».
Quale?
«Cito le parole del dottor Blangiardo: “Nel marzo 2019 i decessi per malattie respiratorie sono state 15.189 e l’anno prima erano state 16.220. Incidentalmente si rileva che sono più del corrispondente numero di decessi per Covid (12.352) dichiarati nel marzo 2020”. Ma se questo è vero e non abbiamo ragione di dubitarne, senza voler minimizzare l’importanza dell’epidemia bisogna però chiedersi se essa può giustificare misure di limitazione della libertà che non erano mai state prese nella storia del nostro Paese, nemmeno durante le due guerre mondiali. Nasce il legittimo dubbio che diffondendo il panico e isolando la gente nelle loro case, si sia voluto scaricare sulla popolazione le gravissime responsabilità dei governi che avevano prima smantellato il servizio sanitario nazionale e poi in Lombardia commesso una serie di non meno gravi errori nell’affrontare l’epidemia».
Anche gli scienziati, in realtà, non hanno offerto un bello spettacolo. Sembra che non siano stati in grado di fornire le risposte che ci si aspettava da loro. Che ne pensa?
«È sempre pericoloso affidare ai medici e agli scienziati decisioni che sono in ultima analisi etiche e politiche. Vede, gli scienziati, a torto o a ragione, perseguono in buona fede le loro ragioni, che si identificano con l’interesse della scienza e in nome delle quali – la Storia lo dimostra ampiamente – sono disposti a sacrificare qualunque scrupolo di ordine morale. Non ho bisogno di ricordare che sotto il nazismo scienziati molto stimati hanno guidato la politica eugenetica e non hanno esitato a approfittare dei lager per eseguire esperimenti letali che ritenevano utili per il progresso della scienza e per la cura dei soldati tedeschi. Nel caso presente lo spettacolo è particolarmente sconcertante, perché in realtà, anche se i media lo nascondono, non vi è accordo fra gli scienziati e alcuni dei più illustri fra di essi, come Didier Raoult, forse il massimo virologo francese, hanno diverse opinioni sull’importanza dell’epidemia e sull’efficacia delle misure di isolamento, che in un’intervista ha definito una superstizione medievale. Ho scritto altrove che la scienza è diventata la religione del nostro tempo. L’analogia con la religione va presa alla lettera: i teologi dichiaravano di non potere definire con chiarezza che cos’è Dio, ma in suo nome dettavano agli uomini delle regole di condotta e non esitavano a bruciare gli eretici; i virologi ammettono di non sapere esattamente che cos’è un virus, ma in suo nome pretendono di decidere come devono vivere gli esseri umani».
Ci viene detto – come spesso accaduto in passato – che nulla sarà più come prima e che la nostra vita deve cambiare. Che cosa accadrà secondo lei?
«Ho già provato a descrivere la forma di dispotismo che dobbiamo aspettarci e contro il quale non dobbiamo stancarci di tenerci in guardia. Ma se per una volta lasciamo l’ambito dell’attualità e proviamo a considerare le cose dal punto di vista del destino della specie umana sulla Terra, mi vengono in mente le considerazioni di un grande scienziato olandese, Ludwig Bolk. Secondo Bolk, la specie umana è caratterizzata da una progressiva inibizione dei processi vitali naturali di adattamento all’ambiente, che vengono sostituti da una crescita ipertrofica di dispositivi tecnologici per adattare l’ambiente all’uomo. Quando questo processo sorpassa un certo limite, esso raggiunge un punto in cui diventa controproducente e si trasforma in autodistruzione della specie. Fenomeni come quello che stiamo vivendo mi sembrano mostrare che quel punto è stato raggiunto e che la medicina che doveva curare i nostri mali rischia di produrre un male ancora più grande. Anche contro questo rischio dobbiamo resistere con ogni mezzo».
22 aprile 2020
Giorgio Agamben
https://www.quodlibet.it/giorgio-agamben-nuove-riflessioni
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