Cuba: Educarlos… ¿y luego?

 

Los grandes esfuerzos, y también los brillantes resultados que muestra la Educación Especial en Cuba, deben desembocar al final en posibilidades de empleo para esas personas, en correspondencia con sus posibilidades. Isis Díaz Recio (Egusquiza 1210, entre Céspedes y Alejandro Rodríguez, Reparto Ibarra, Florida, Camagüey) tiene una hija de 18 años con diagnóstico de retraso mental leve, y, sin embargo, la muchacha cursó estudios en la escuela especial José Luis Tassende, y posteriormente en la Escuela de Oficios República Bolivariana de Venezuela.

 
La joven concluyó sus estudios con felicitaciones, por el buen comportamiento y la integralidad en todas las tareas, tanto docentes como en el área práctica. Y ahí concluyó todo…
 
En estos momentos, la joven se encuentra ociosa en la casa, por no tener un empleo para sentirse útil. En ese municipio, según Isis, no están creadas las condiciones para que personas como su hija puedan insertarse en la sociedad y no sentirse excluidas.
 
Existen la Aclifim, la Ansoc y la ANCI, señala la madre, pero no se ha tenido en cuenta que existen otras discapacidades, más allá de las que tienen los limitados físico-motores, los sordos y los ciegos.
 
«Soy madre trabajadora, afirma Isis, y me gustaría ver a mi hija igual que yo, insertada en el proceso revolucionario, que pudiera aportar su granito de arena en la medida de sus posibilidades.
 
«Debemos preparar las mentes y los corazones para que no sucedan cosas como estas. No podemos dejarlo de la mano. Se debe insertar en la sociedad a cada discapacitado y explotar sus conocimientos».
 
Concluye Isis su carta agradeciendo la sensibilidad y el apoyo del cantautor cubano Gerardo Alfonso, por su hermosa canción y el videoclip dedicados a esas personas con discapacidades.
 
El pueblo de las aceras rotas
 
Así califica a San Cristóbal, en la provincia de Artemisa, uno de sus pobladores: Juan García Díaz, quien reside en la calle Guillermo Castillo, número 27.
 
El remitente hace una exhaustiva descripción de los numerosos baches y hoyos muy peligrosos que pululan en las aceras, algunos que abarcan todo el ancho de ellas.
 
Los viandantes tienen que convertirse en verdaderos exploradores para escapar del peligro de un accidente, sobre todo en la noche, por la pobre iluminación de la localidad.
 
«Hay que venir a este pueblo, y bajarse del automóvil, para apreciar lo que les cuento. Nosotros no damos más», afirma el remitente.
 
Juan no explica si los pobladores han hecho gestiones en el territorio, mas, por lo que refiere, es evidente que las autoridades de esa localidad deben preocuparse por algo tan elemental como son las aceras por donde la gente avanza por la vida. Algo tan importante y necesario, sobre todo para los más vulnerables, como los niños y los ancianos.
 
El Moro de la ruta 450-A
 
Firma su carta como «Un cubano agradecido» y vive en calle 242 No. 24751, apto. 19, en el reparto Abel Santamaría, del municipio capitalino de Boyeros. Y describe al popular personaje, El moro, chofer de la ruta 450-A:
 
«Es un hombre relativamente joven. Qué clase de presencia: camisa blanca de mangas largas y corbata. Hay que ver su trato. Los niños lo saludan. Las mujeres lo besan como a un viejo familiar.
 
«Se pone de pie en las paradas y saluda a todos. Los vehículos que le pasan por el lado hacen sonar el claxon. Es un cubano querido y respetado, admirado por su cortesía. Espera a las personas. Los vecinos se asoman a las puertas de sus casas y le dicen adiós. Pone una música linda y suave, y en ocasiones la acompaña cantando.
 
«Es de esas gentes que se dan a querer y quieren lo que hacen. Personas así merecen nuestro respeto y admiración, nuestra gratitud por hacernos la vida un poco más agradable».
 
Por: José Alejandro Rodríguez

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