Fujimori libre. ¡Fue el Estado! Pero no sólo en el Perú

Víctor Miguel, resume en unos poco párrafos todo lo que hay que decir sobre el Perú, o mejor, desde el Perú sobre el régimen de estado que se impone en todo el continente (y más allá). El indulto de PPK a Fujimori no requiere de muchas palabras, pero sí de una profunda y firme claridad. A Fujimori no lo indulta PPK, o más bien, por la mano de este corrupto a punto de ser derrocado por sus fechorías (Odebrecht), en un arreglo interno de estado, el asesino, ladrón, criminal infame Fujimori, recibe su libertad a cambio de que el otro criminal, PPK, permanezca en la Presidencia. Ambos representan al estado que no representa al Perú ni a sus pueblos (¿O sí?). La mayoría parlamentaria Fujimorista se dividió a cambio del indulto y PPK compró permanecer como presidente soltando a Fujimori. Como en el Perú, lo único que nos queda es la calle. Como allí, el Estado en todas partes, llámese progresista o como se llame, es la maquinaria institucional o no, con la que el capital y sus sectas, dentro y fuera de esas maquinarias, impone la relación social capitalista. Incluye, sin duda, los pactos de élites para hacer y deshacer leyes; asunto secundario e irrelevante frente al verdadero sentido del poder desde arriba: mantener la ilusión de ese padre generoso, el estado, que, según nos engañan, si se manejara «bien» garantizaría salud, educación, bienestar para todos. Pero como está en manos de «corruptos», pues se maneja mal. ¡NO!, mentira. El Estado, manejado o no por estas élites para su beneficio, es la corrupción, es el capital. Con Fujimori libre o en la cárcel, Toledo, García, Ollanta Humala y PPK han sido la misma porquería (y así toda la lista de todos los «jefes de estado» de cada país). No es condenar o no a Fujimori o meter a la cárcel a Ollanta, a Alan, a Toledo, a PPK. Es el Estado del Capital. No sólo las instituciones, también esas izquierdas y derechas que creen en controlarlo y subir al poder. Esa silla, esos mecanismos, ese creer en ese aparato es sumarse al indulto de unos y a la condena de otros para que nada cambie. A la calle, sí y desde la calle, a superar esa fe estúpida en el estado. Que ahora se vea clarito en el Perú todo esto, no quiere decir que con Fujimori en la cárcel y con PPK destituido y con Alan y Ollanta y Toledo condenados cambie nada. A lo sumo se legitimiza el mismo orden para que sigamos creyendo en él y no en lo que se necesita: ¡Que se vayan todos! ¡Que se acabe el estado! ¡Que el poder es el capital o son los pueblos sin estado! El negocio entre hampones para mantenerse en el puesto es la regla; es el Estado. Mientras tanto, en todas partes y a pesar de todo, siguen saliendo candidatas y candidatos y sigue saliendo pueblo a votar. Cambian los discursos, pero no el hecho; el estado, no sólo sus funcionarios institucionales, es la porquería que nos amarra al despojo y a la farsa corrupta. ¡A la calle! ¿Dónde Estamos? En tiempo Real. Pueblos en Camino.
«Ahora no importa quién y cómo se hizo. El indulto a Alberto Fujimori otorgado por Pedro Pablo Kuczynski (PPK) cierra el ciclo de gobernabilidad democrática post-dictadura en Perú y -como señala el compañero Abel GIlvonio- “abre otros caminos de organización, movilización y confrontación directa contra el modelo más allá de las vías institucionales”.

Fujimori libre: la única agenda es la calle

Ahora no importa quién y cómo se hizo. El indulto a Alberto Fujimori otorgado por Pedro Pablo Kuczynski (PPK) cierra el ciclo de gobernabilidad democrática post-dictadura en Perú y -como señala el compañero Abel GIlvonio- “abre otros caminos de organización, movilización y confrontación directa contra el modelo más allá de las vías institucionales.

No importa “quién” porque PPK opera desde el Estado bajo una racionalidad gubernamental fundada por Fujimori en 1990 con la sangre de víctimas inocentes, desapariciones de dirigentes sociales y periodistas, esterilizaciones forzadas de mujeres campesinas y un largo etc., que permitió construir un sistema que profundizó la impunidad, el clientelismo y la corrupción. Un orden de cosas por las que Fujimori hasta hace horas cumplía una condena que finalizaba en 2032 (1).

No importa “quién” ahora porque estamos ante un asunto de memoria histórica en el que las izquierdas, los movimientos sociales y todas las fuerzas ciudadanas no necesitan de vanguardias (ni disputas) ni programas de gobierno prediseñados. Tenemos una exigencia y una oportunidad que nos han sido impuestas y el único programa es la calle y la movilización. Ahí hay una ética y nuevos tejidos que forjar. No hay más chantajes impuestos por los que siempre gobernaron. No hay más “derecha buena” y “derecha mala”. No hay más amenaza de ver a Fujimori en libertad. No hay excusa para la división. Hoy la estrategia y la táctica convergen (o se disuelven) en el único propósito de no dejar pasar el pacto infame de PPK (2) en vísperas de navidad.

 

Crítica y calle. Plan y acción. ¿Qué tipo de democracia es la que nos trajo hasta aquí? ¿Qué significa el arraigo popular del fujimorismo y cómo se ha ido legitimando electoralmente en los últimos años? ¿Qué supone el cambio de gobernabilidad de un Terrorismo de Estado a un fujimorismo sin Fujimori? ¿Qué pasa con las irrupciones que impugnan por momentos este orden neoliberal que puede hacer girar desde el Estado a los que intentan reformarlo? ¿Cómo leemos las diversas izquierdas estas multitudes que jamás armonizaron con este modelo y que nunca renunciaron al antagonismo en las calles? ¿Qué clases de luchas y alianzas necesitamos hacer para darnos la vida que queremos?

Preguntas urgentes que no podrán responderse si no es desde el ensayo del encuentro de la multitud. Una multitud que haga fracasar el modo de operar del Estado como lo hizo en julio del 2000 con la “Marcha de los Cuatro Suyos” (3) (inspirada en los cuatro puntos cardinales del Imperio Inca) y que quebró la gobernabilidad del fujimorismo de aquél entonces, más allá de las conducciones personalistas que asumiera luego la representación política. La historia no se repetirá, pero los acontecimientos recientes insisten en la necesidad de recuperar la desobediencia plebeya de las calles. No habrá paz duradera sin justicia que se respete. Por las víctimas de Barrios Altos y la Cantuta. No podemos olvidar.

 

Víctor Miguel
Diciembre 25 de 2017
Lobo Suelto
http://lobosuelto.com/?p=18426 

(1) http://archivo.elcomercio.pe/politica/gobierno/ultimo-minuto-fujimori-recibe-maxima-pena-violar-derechos-humanos-seguira-preso-hasta-anos-edad-noticia-270209

(2) https://www.pagina12.com.ar/84635-ppk-zafo-a-ultima-hora-pero-quedo-malherido

(3) https://es.wikipedia.org/wiki/Marcha_de_los_Cuatro_Suyos

Créditos de las fotos: Musuk Nolte para Ojo Público

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