Pedagogías de la resistencia: De los cómo sembrar vida donde está la muerte*
“¿Cómo se hace para rebelarse contra el mal? ¿Cómo se resiste para que ese mal del capitalismo no destruya? ¿Cómo se hace para volver a construir lo destruido de modo que no quede igual sino que sea mejor? ¿Cómo se levanta al caído? ¿Cómo se encuentra al desaparecido? ¿Cómo se libera al preso? ¿Cómo viven los muertos? ¿Cómo se construye la democracia, la justicia, la libertad? No hay una respuesta sola.
No hay un manual. No hay un dogma. No hay un credo…” (Moises, 2015)
Subcomandante Insurgente Moisés
No obstante
“Existen formas de organización y lucha que están muertas aún antes de nacer”
(Esteva, 2012)
Gustavo Esteva
Existen historias en geografías y calendarios concretos que al ser compartidas desbordan. Sirven como espejos para voltear a mirar las propias: nuestros dolores, sueños, preguntas, y por supuesto, vergüenzas. Las hay sobre la guerra desplegada sobre cada centímetro de nuestra cotidianidad, que va despojando y exterminando cada cualidad y espacio en donde estamos siendo seres humanos. Las hay también sobre la resistencia que damos todos los días para seguir siendo lo que somos, al tiempo que construimos colectivamente lo que queremos ser. Son historias que acontecen en los campos y en las ciudades. Son todas piezas del mismo rompecabezas de una guerra en la que disputamos la reproducción de la vida de los pueblos, o nuestra muerte como negocio (1).
En este espacio, me parece necesario colocar algunos espejos que han provocado reflexiones propias y colectivas, con el propósito de comenzar una plática común que abone a las múltiples y diversas luchas por la vida, y sean cada vez menos frecuentes los nacimientos sin vida y la decepción que viene con ello. Colocar espejos para reflexionar esos cómo, desde un contexto en el que predominan las proclamaciones de ¿lucha? sin su correlato en el hacer, la “gourmetización de la rebeldía” (2), o bien, haceres que refuerzan el despojo, la explotación y el exterminio del cual necesitamos salir. Colocar espejos para diseñar estrategias, prácticas, metodologías colectivas, pedagogías de la resistencia contra la guerra, cuya particularidad es la de emerger desde la resistencia misma, encarnada, es decir, en esos momentos, fugaces o de más largo aliento, donde nos confrontamos con las relaciones de producción, de clasificación jerarquizada de los seres, y de mando, hegemónicas, y en cuyo proceso construimos relaciones otras, bien distintas, que no corresponden al “otro que construye el sistema” sino a un otroque lo niega, que lo subvierte, que puede reproducir la vida de nuestros pueblos (3).
Espejo 1. Aprender desde la vergüenza:
De cuando la ¿lucha? y el empleo para ¿sobrevivir? colaboran en la producción de la muerte como negocio.
Un par de años atrás, la pésima situación económica me llevó a aceptar la coordinación de un pequeño equipo de trabajo encargado de ejecutar un proyecto sobre “prevención del delito y violencia” para un gobierno municipal cercano a la ciudad en la que vivía en ese entonces (4). El objetivo de tal proyecto era la formación de “promotores comunitarios” que a mediano plazo pudieran desempeñar el papel de “bisagra” entre las comunidades donde vivían y las diferentes instituciones del gobierno local, estatal y federal, generando distintas iniciativas productivas y culturales a partir de la gestión de recursos del Estado, lo cual caracterizaban como un aporte en la construcción de “autonomía”. En la ciudad de la que les hablo, un alto porcentaje de egresados de la universidad pública tiene como única posibilidad de empleo la colaboración en este tipo de proyectos, de hecho podemos decir que fuimos formados o de-formados para ello.
En mi caso, sabía perfectamente que la “autonomía” era entendida por el gobierno local como una cuestión cosmética y engañosa, descontextualizada de los distintos procesos de lucha donde representa una demanda política. Significaba únicamente la capacidad individual de gestionar recursos de los programas sociales vigentes. En absoluto indagaba los por qué de la violencia, así como tampoco cuestionaba las estructuras de dominación y control existentes en dichas comunidades desde siglos atrás.
Ingenuamente consideré que posicionando nuestra propia forma de entender la autonomía, en la “grieta” que ofrecía la indeterminación conceptual del proyecto, podríamos facilitar la construcción de un proceso de autonomía política, comenzando por la visibilización colectiva de las estructuras de dominación y control sobre las que se edificaba la precariedad, marginación, y violencia. Lo que hacía falta, pensaba, era hacerme de un equipo de trabajo con una posición política afín, autonomista, anticapitalista, y lo demás se daría casi por sí mismo. Entonces invite a varios integrantes del colectivo político del que hacía parte. En ese entonces trabajábamos entorno a una revista que intentaba reflexionar sobre el funcionamiento del capitalismo en nuestra ciudad. El desenlace de este proceso fue desastroso y desde el desastre y la vergüenza propia, la reflexión para caminar.
No es mi interés por ahora, detenerme en relatar lo irreconciliable que resultaron ser los tiempos, los espacios, las formas, la lógica misma del proyecto con la intención de agrietar los objetivos del gobierno local “desde adentro”, basta decir que en el transcurrir del mismo, el grupo de trabajo adoptamos la agenda oficial y abandonamos la propia, con las consecuencias y contradicciones que ello implica. Me interesa sobre todo colocar a través de esta historia, un ejemplo de cómo en “nuestros” territorios concretos se despliega la muerte como negocio a través de una guerra que no por invisible y silenciosa es menos letal, volviéndolos territorios ajenos. Y sobre todo, cómo, en dicha guerra, existe la posibilidad real de ser sujetos activos de nuestro propio exterminio y de los demás. Es necesario señalar que el lugar desde el cual intento situarme no es el de juez moral, sino del que intenta mirar, entender y transformar ciertos mecanismos de la administración del Horror en nuestra cotidianidad (5).
El proyecto se desarrolló en tres comunidades, otrora campesinas, dedicadas cada vez en mayor proporción, al abastecimiento de mano de obra casi regalada a las zonas industriales cercanas. Tres comunidades que desde comenzado el proceso de industrialización en la zona (un par de décadas atrás) fueron obligadas a modificar su manera de vivir. Emergieron entonces distintas problemáticas como el despojo o la venta obligada de la tierra, la perdida de la soberanía alimentaria, la disminución de la calidad de vida ante una monetarización creciente de la economía, migración hacia la ciudad o a Estados Unidos e incluso la participación en el crimen organizado. En pocos años la fase actual del sistema moderno/colonial, la guerra capitalista neoliberal, intentaba destrozar la reproducción económica, política, cultural de dichos pueblos.
En el contexto de la mal llamada “guerra contra el narcotráfico”, los diferentes niveles del gobierno mexicano, así como los principales grupos económicos trasnacionales, no solo enmascararon una guerra contra los pueblos sino hicieron de todo elemento involucrado en ella un negocio pujante, a grado tal que el tratamiento de la descomposición social, el aumento de índices delictivos y de violencia, y los propios cuerpos asesinados, no solo comenzaron a ser comercializados como mercancía sino también, y ahí el grado de Horror que estamos viviendo, producidos para su comercialización.
De manera “extraña”, comenzaron a ocurrir diversos acontecimientos en la zona de implementación del proyecto: desaparición de mujeres jóvenes, asesinatos por parte de la policía municipal, desmanes por parte de grupos “de las comunidades vecinas” -de acuerdo a la versión oficial-, lo cual generó un clima de miedo y recelo recíproco entre los pobladores, ante lo cual se fabricaba una aparente necesidad de combatirla. Para ello, y en el citado contexto, el gobierno federal tenía ya asignada una partida presupuestal especial para la “prevención del delito y la violencia”, la cual iba de acuerdo al grado de conflictividad existente, entre más violencia más dinero. Este presupuesto era asignado a los gobiernos municipales, que a su vez se encargaban de contratar a consultorías privadas para la ejecución de programas específicos, además de contratar servicios profesionales, a través de la universidad pública, para la formación de promotores comunitarios que, además de gestionar proyectos futuros, evaluarían el desempeño de los implementados por la consultoría, rubro en el que nos encontrábamos nosotros. En esta historia, que no es un caso aislado, la consultoría pertenecía a un ex funcionario de alto nivel en materia de seguridad del Estado, al cual, de acuerdo con diversas fuentes, se le relaciona con cárteles del narcotráfico. Actualmente esta misma consultoría es la encargada de ejecutar los mismos proyectos en diferentes municipios del país catalogados como parte de los más violentos.
La guerra y el horror como negocio requieren de una administración como la descrita, y en ella todxs participábamos del engranaje, a pesar de “las buenas intenciones” de cambiar el estado de las cosas o de las explícitas declaraciones por una lucha anticapitalista por la vida. Ante ello surge la pregunta ¿Es posible luchar por la vida desde la maquinaria de muerte? Algunos compañeros del equipo de trabajo respondieron afirmativamente, no solo en su continuidad laboral en el proyecto y en otros de carácter similar, sino llegando a modificar el diagnóstico final de evaluación a favor del plan de muerte, en donde habíamos podido reflejar muy tibiamente, previo a nuestra renuncia, la relación entre la violencia existente y el proceso de acumulación de capital. Se trata de una pregunta con toda la potencia que el momento requiere, y que no puede hacerse desde una posición arrogante de superioridad moral que lejos de abonar destruye toda posibilidad de diálogo, sino desde una preocupación compartida por analizar el carácter y funcionamiento de una maquinaria de horror y muerte que nos amenaza a todxs y la cual es urgente romper.
En este sentido, subrayo una cuestión central ya mencionada: la maquinaria de horror y muerte funciona con nuestra participación activa en ella, de la misma manera que la maquinaría utilizará tarde o temprano nuestras vidas o nuestras muertes como materia prima para la acumulación del capital. Tanto si pensamos que “desde adentro” podemos cambiar las cosas, como si teniendo un discurso anticapitalista, autonomista, decolonial, trabajamos en estos proyectos para sobrevivir, e incluso si no trabajando en ellos no reflexionamos sobre el cómo salir de ella.
Entonces ¿cómo hacemos? ¿cómo generamos una estrategia colectiva de lucha contra esa maquinaria de guerra y horror si ésta es tan cotidiana e imperceptible? Es como si la realidad, dice Rita Segato, se nos presentara como la esfinge que asoló al reino de Tebas, diciéndonos con voz enérgica “descíframe-o-te-devoro” (Segato, 2013, pág. 47). No me atrevo a compartir respuestas desde la soledad, y en esta ocasión la reflexión comienza solitaria, hace falta circular estas páginas con los protagonistas de la historia y con aquellos compañeros de dialogo continuo en el ahora, esos de los que yo mismo he abrevado ya en estas reflexiones, estoy seguro que al leerlas se encontrarán y seguirán aportando. Lo que sí puedo y considero importante hacer es colocar un par de espejos más, producto también de diversos intercambios y en donde me parece posible ir buscando respuestas colectivas.
Espejo 2. Aprender de los pueblos que sembraron y siembran vida:
Resistir desde el nosotrxs
Desde su participación como psiquiatra en la resistencia argelina hace más de medio siglo, Frantz Fanon escribió un par de líneas que traigo el día de hoy hasta este territorio ocupado. Ocupado ¿Se imaginan a un pueblo de pescadores sin la mar y sin sus playas? ¿Se imaginan cómo vivían las madres y los padres de muchxs de los trabajadorxs de este hotel apenas hace un par de décadas? ¿Las historias que contaban en la madrugada al salir en sus lanchas y sobre la inmensidad del mar turquesa? Nunca sabremos qué se contaban y qué aconsejaban para cultivar la vida. ¿O sí? En mis pocos años, he visto en la mirada de queridxs amigxs el cómo llegó la muerte para todxs a esta tierra, que al mismo tiempo que da alegría por encontrarnos entre compañerxs, duele (6).
Las palabras de Fanon son: “para el pueblo colonizado, el valor más esencial, por ser el más concreto, es primordialmente la tierra (me gustaría agregar también a la mar): la tierra (y la mar) que debe asegurar el pan, y por supuesto, la dignidad” (Fanon, 1983, pág. 38). Dignidad no contenida per se en el ser humano, sino arrancada con la fractura de la violencia desplegada por el colono, con los múltiples Ya basta! Haciendo estruendo en todos los calendarios y geografías, incluso –no solo- del imaginario. Desde la resistencia argelina se aporta a la memoria colectiva que la dignidad no puede existir ante una realidad donde solo somos combustible para una máquina de guerra, donde para tener pan se nos exige ser funcional y para ser funcional se nos exige dejar de ser seres humanos. Desde el nosotrxs “urbano”, universitario, colectiverx, carente de la tierra y la mar como demanda, lo dicho por los condenados de la tierra a través de Fanon, ¿nos significa algo en relación a como hemos estado caminando en el resistir desde el nosotrxs? Considero que, entre muchas otras posibilidades, nos dice dos cosas: la necesidad de incluir en nuestras estrategias de manera urgente, la recuperación de la tierra y la mar, hoy ocupados, y, la segunda, la confrontación real contra lxs que las están ocupando, desde una ética por la vida (7).
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Al otro lado del mundo, a casi diez mil kilómetros de donde resistió Fanon, y cincuenta años adelante, Chiapas, México, se construyen autogobiernos zonales, tzotziles, tzeltales, choles, tojolabales: zapatistas, que abarcan una treintena de municipios autónomos, que han sido capaces de levantar una estrategia política, económica, social contra la guerra (8). Desde ahí, retomo otro pedacito para la reflexión del resistir desde el nosotrxs, otro espejo.
Hace más o menos cinco años, el teniente coronel insurgente, ahora subcomandante insurgente, Moisés, nos contaba a un centenar de asistentes al Primer Festival de la Digna Rabia sobre la necesidad de entender el campo, la tierra, no como oposición a la ciudad, sino solo como manera de diferenciar donde se siembra lo que comemos. Ambos espacios, decía, son parte de la misma Madre Tierra, la cual no distingue indígena de mestizo. A partir de esta reflexión señalaba la necesidad de pensar la Madre Tierra: “¿Qué vamos a hacer en esta tierra donde vivimos y dónde estamos?”, “¿para quién le va a servir todo lo que se construya encima de nuestra madre tierra?”, porque mucho de lo que hay solo le sirve a unos cuantos, “tenemos esa tarea de ver, ir a pensar, ir a estudiar, ir a analizar, ir a discutir, irse a proponer, luego, organizarse, porque sin la organización, no se puede hacer nada”, “deberíamos pensar cómo es que va ser el beneficio para nosotros sin que alguien sea su dueño”, “¿cómo queremos buena salud, buena vivienda, buena educación, buena alimentación, con justicia, con democracia, con independencia. Todo lo que vayamos a hacer como seres humanos sobre nuestra Madre Tierra, es lo que tenemos que pensar. Con nuestras diferentes formas de cómo vamos a querer cambiar todo lo mal que vivimos aquí en este mundo, en esta tierra”. El teniente Coronel Insurgente, relata, que al preguntar a los compas zapatistas: “Entonces qué hay que hacer. Los compañeros se ponen su pasamontaña [y responden] Hay que ser rebeldes” (Moises T. , 2010).
Es común en nuestros contextos urbanos escuchar sobre la diferencia radical del campo y la ciudad, sobre las bondades y sociedades “menos complejas” del campo, y las dificultades de sociedades “complejas” urbanas, imagen a partir de la cual generamos nuestras estrategias, prácticas, metodologías de lucha, y que en el mundo colectivero, universitario, académico, muchas veces nos lleva a ir “monte adentro” o bien construir redes de solidaridad con las luchas del campo, donde según esta imagen, estaría la única posibilidad de resistir o apoyar. Ello nos ha llevado a la posibilidad de escuchar y hermanarnos con las distintas luchas por la tierra y por la mar, y a profundizar de tal manera en ellas a través de lxs compañerxs que luchan, que la imagen se rompe, y comenzamos a mirar no solamente que lo que llamamos “nuestros” territorios no son nuestros (como no lo eran tampoco de ellxs), sino que si no emprendemos una estrategia para su recuperación y reconstitución simbólica y sobre todo material, aquellas de las que hemos aprendido a mirar, están en riesgo de perderse.
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En el sur del Abya Yala, en la región central del Chaco, “territorio de cacería” en lengua quechua, vive y resiste hoy el pueblo qoom contra proyectos turísticos y sojeros, por no tener como único destino limpiar la mierda del patrón, por el reconocimiento de su territorio. El año pasado, lxs compañerxs de Pueblos en Camino, pudimos conversar con Don Félix Díaz, qarashe qoom de La Primavera, una de sus comunidades. Fue un intercambio maravilloso, en el cual, en uno de los momentos más significativos Don Félix expuso enfáticamente:“con hambre, con humillación, no es posible luchar” y agregó que para alimentarse, sanarse, cultivar la memoria y resistir, tuvieron que volver a ser ellos, refiriéndose al ser Qom, éstas fueron sus palabras:
Para nosotros, el poder salir de ese problema [los que la lucha impone] es como volvemos a ser nosotros. Al volver a lo que es uno siempre encuentra la salida de un problema. Porque cuando empezamos a hacer esto [resistir], los cazadores que estaban inactivos volvieron a cazar, los pescadores fueron a pescar, las mujeres fueron a recolectar. Entonces esos mecanismos que los políticos decían ´dejénlos a los indios que se mueran de hambre, dejen a los indios que van a salir solos que no van a tener que comer´. Entonces, los hermanos que tienen esa capacidad, usaron para poder hacer una estrategia de lucha. Y en esa política en general, nadie lo sabe, una herramienta muy importante para nosotros es la lengua materna, el Qom; hablábamos en reuniones, en asamblea y nadie entendía de lo que nosotros planeábamos porque nadie le daba importancia a lo que es ser indígena, porque se ha menospreciado la capacidad del ser indígena y el resultado es eso. Al retomar lo que es la propia identidad y usar lo que uno sabe es una forma de ser natural y no hacer una política copiando una ideología, una doctrina, a través de la integración de las organizaciones sociales. Usar desde el método indígena para poder luchar como pueblo indígena, y eso creo que fue fundamental porque los hermanos traían agua desde el monte donde están los cardos, y esa agua que está ahí depositada en esos cardos juntaban agua de lluvia puras y sanas, se colaban y se purificaban para poder consumirla, y los alimentos se traían del monte, del campo, de las lagunas. Y eso creo que fue como una mirada adentro del mundo indígena y ya nos olvidamos de pedir a los municipios, a los gobiernos para que nos den mercadería, medicina. Entonces hemos podido aguantar casi un año fuera de nuestra casa, cuatro meses y medio ahí en la ruta y siete meses acá en capital federal en la avenida 9 de julio, y hasta ahora no hemos tenido respuesta [del gobierno]. ¿Y cómo mantenemos eso? Es porque nosotros sabemos, entendemos, que usando la estrategia indígena es algo que nadie sabe pero nosotrxs si sabemos porque vivimos y somos de ese mundo (Díaz, 2014).
Volver a ser Qoom. Volver a ser siendo nosotrxs frente a los problemas concretos y desde ese ser siendo nosotrxs construir la estrategia de lucha. Echar mano de esas herramientas muy nuestras, cotidianas, que no han podido transformarse aún en mercancía, y si lo han hecho desmercantilizarlas, organizarse en agendas propias por el pan y la dignidad.
Espejo 3. Aprender desde el desafío
Visibilizar de manera concreta que existe una maquinaria de guerra y muerte; escudriñar nuestra participación activa en ella desde la vergüenza; resaltar el aprendizaje histórico, político, ético, estratégico, de distintos pueblos en lucha contra el sistema capitalista, colonial, patriarcal; NO nos coloca en una situación distinta a la que comenzamos si no ocurre una ruptura y desplazamiento del lugar epistémico, político, ético, estratégico en el que hoy estamos, una ruptura y desplazamiento colectivo y no en soledad, si no resuenan en cada actividad concreta cotidiana, cada quien a su modo, en sus tiempos, en sus lugares PERO con el objetivo concreto de sembrar vida donde está la muerte. Este es apenas un punto de partida.
Si lo que platicamos aquí, en este territorio ocupado, entre compañeros, no se comparte “casa adentro” (García Salazar, 2010), al volver a casa; si estando aquí, en este territorio ocupado, no preguntamos a nuestrxs pares, lxs de abajo, cuáles son sus dolores, sus esperanzas y los hacemos nuestros; si no echamos a andar todo el arsenal de herramientas para que en el futuro nos encontremos, a manera de ejemplo, en este mismo lugar, pero liberado, con los nuestros, sabremos que nunca fuimos más allá de este punto de partida.
Las pedagogías de la resistencia, las pedagogías decoloniales, la cuestión de los cómos, no pueden ser gestos o cosas solamente, sino su potencial está en el cómo son lo que son, están pues, encarnadas, situadas, confrontan, obligan a desplazarse. En ellas no caben las manifestaciones que no manifiestan ni los combates que no combaten la maquinaria de guerra y horror. Direccionan a lo que resuena en algunos círculos franceses como “La huelga humana” contra la máquina que difumina la separación entre consumir y sobrevivir, que convierte en mercancía lo que consideramos luchar e incluso y sobre todo lo que uno es.“La huelga humana es la huelga que, allí donde se esperaba tal o cual reacción previsible, tal o cual tono apenado o indignado, prefiere no. Se oculta del dispositivo. Lo satura o lo estalla. Se recobra, prefiriendo otra cosa. Otra cosa que no esté circunscrita en los posibles autorizados del dispositivo”. La huelga humana intenta hacer “comprender a los ciudadanos pasmados que si no entran en la guerra están en ella de cualquier forma. Que allí donde se nos dice que es tal cosa o morir, es siempre en realidad tal cosa y morir” (Tiqqun, 2015).
Me gustaría terminar con una reflexión de un compañero y amigo, Manuel Rozental, quien al compartirle las enormes dificultades que hemos tenido para organizarnos desde la ciudad en colectivos, nos señaló como fundamental voltear a mirarnos críticamente para seguir caminando. Por un lado, señala Manuel, no se puede negar el afán que existe en muchos lugares por hacer comunidad en contra del ser despojados y exterminados. A donde volteemos hay alguien haciendo algo contra la máquina de guerra. Sin embargo, el capital y la modernidad moldea ese alguien y ese algo que hace, como su otro, según su necesidad, en torno al proceso de acumulación y la valoración del poder, es decir, es devorado por su lógica. No obstante, existen personas, colectivxs, organizaciones, movimientos que no son el otro del sistema, no están encerrados, clasificados, categorizados, ejercen la libertad, con múltiples desafíos y contradicciones. Se relacionan de maneras muy otras entre ellxs, con la madre tierra, con el sistema, y no pueden ser comprados ni clasificados jerárquicamente por clase, raza, género, no son así, el otro del sistema, sino un otro propio, están siendo. Pero hay que poner atención, señala Manuel, en que llegar ahí y mantenerse ahí es un proceso largo, y que requiere mucho corazón. Es un proceso que inicia siempre siendo el otro del sistema (indio, mujer, obrero, colectiverx) y en donde se camina para dejar de serlo y desbordarlo, no es líneal. Es un proceso que requiere de toda la disposición y herramientas para la construcción de prácticas, estrategias, metodologías para reconocernos y habitar ese estar siendo. No se da solo por nombrar la causa en la que estamos, aún si la causa es legitima, sino al revés, nuestro hacer nombra la causa, y en ese nombrar la causa se enfrentan las contradicciones, nos descubrimos desnudas y desnudos, nos descategorizamos colectivamente.
“La historia de los procesos de lucha, sobre todo los urbanos, es la historia de la decepción, porque generalmente a nombre de la autonomía se encubre el autoritarismo, a nombre de la horizontalidad se encubre una construcción de participación que impide a quiénes tienen menor experiencia y capacidad hablar en vez de que hablemos todos, se dan robos, se dan un montón de cosas, porque asumimos en principio que ya estamos en otra parte [en ese otro mundo posible] y no aquí [en un mundo capitalista, colonial y patriarcal]” (Rozental, Colectivos urbanos, 2014).
Porque no reflexionamos sobre los cómo sembrar vida donde está la muerte.
Por: Rene Olvera Salinas
Notas
*Texto presentado en la Conferencia Anual 2015 de la Caribbean Philosophical Association, Mesa: Pedagogías de (re)existencia/Pedagogías de liberación, Parte I, Riviera Maya, Quintana Roo, México, 19 de Junio de 2015.
1 Retomo aquí la idea de IV Guerra Mundial acuñado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, donde caracterizan al proceso de acumulación capitalista contemporáneo como una Guerra Total, bajo la lógica: ocupación de territorios/destrucción/administración de ganancias (Marcos 2003).
2 A inicios de Junio de 2015, el Movimiento Independiente Madres de Mayo de Sao Paulo Brasil, realizó una crítica bastante sensata a lo que llamaron “la gourmetización de la rebeldía”, refiriéndose a la utilización propagandística y comercial que hacen los gobiernos supuestamente de izquierda de los movimientos en lucha, al mismo tiempo que los combaten y criminalizan (Madres de Mayo, 2015)
3 La idea de pedagogías de la resistencia está en consonancia y diálogo con lo que Catherine Walsh ha llamado pedagogías decoloniales, aunque he preferido tal termino debido a una mejor comprensión en el contexto donde hemos compartido tal reflexión (Walsh, 2015). También dialoga con los análisis colectivos hechos desde el espacio de Pueblos en Camino, cuyo compromiso es el de “tejer resistencias y autonomías entre pueblos y procesos”, consulta: http://www.pueblosencamino.org
4 En este texto omito nombres de personas, programas concretos y lugares por motivos de seguridad.
5 Fue muy importante aquí, la reflexión de Hannah Arendt sobre el funcionamiento de la maquinaria de exterminio nazi, hecha a través de un excelente artículo de Manuel Rozental (Rozental, 2015)
6 Solo hace falta googlear: Turismo+Despojo+Nombre de la playa, para localizar las cientos de denuncias y efectos desastrosos del turismo a gran escala.
7 Enrique Dussel, a partir de las luchas de los pueblos indios, construye una definición de un marco ético por la vida en el cual se circunscriben las mismas. En primer lugar, esta ética –a diferencia de la ética formal- se afincaría en la vida, no por la vida en sí misma sino por los que no pueden vivir, lo cual ocurre por la existencia de un “completo desequilibrio en cuanto al modo de reproducir la vida entre los países más desarrollados y menos desarrollados” (Dussel 2000, 172). En segundo lugar, su contenido tendría que ver con “la producción y reproducción de la vida humana en comunidad” (Dussel 2000, 171), pero una vida humana completa, tanto por su carácter cultural como universal (para todos, no sólo priorizar la vida de un grupo específico). En tercer lugar, la ética de la vida tendría que tener, en manos de todos los involucrados, el poder de decisión de lo que es mejor para la vida, bajo el principio de la factibilidad y el de honestidad. Finalmente, dado que lo fundamental es la reproducción de la vida, debería pensarse en todos los ámbitos de lo cotidiano. Como vemos, la ética por la vida no es en lo absoluto una ética generalizada, pero existe la necesidad urgente de ampliarla donde ya existe ya que “el sistema capitalista tiene un criterio de aumento de la tasa de ganancia que es puramente cuantitativo, lo más opuesto a la calidad de vida, y que mata sin problemas” (Dussel 2000, 178).
8 Para conocer más sobre cómo funciona de facto esta experiencia de autogobierno ver: http://www.narconews.com/Issue67/articulo4712.html
Bibliografía
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Dussel, E. (2000). El reto actual de la ética: detener el proceso destructivo de la vida. En Fin del capitalismo global. El nuevo proyecto histórico (págs. 171-178). La Habana: Ciencias Sociales.
Esteva, G. (2012). Conversación colectiva.
Fanon, F. (1983). Los Condenados de la Tierra. México: FCE.
García Salazar, J. (2010). Territorios, territorialidad y desterritorialización. Quito: Fundación Altropico.
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Marcos, S. I. (2003). ¿Cuáles son las características de la Cuarta Guerra Mundial? Rebeldía, 24-41.
Moises, S. I. (Enero de 2015). Enlace Zapatista. Recuperado el Mayo de 2015, de http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2015/01/01/palabras-del-ezln-en-el-21-aniversario-del-inicio-de-la-guerra-contra-el-olvido/
Moises, T. (Enero de 2010). Palabras del TCI Moises en CIDECI. Recuperado el Mayo de 2015, de You Tube: https://www.youtube.com/watch?v=WgY5WG7t3sc
Rozental, E. (2014). Colectivos urbanos. [P. e. Camino] Querétaro, México.
Rozental, E. (Marzo de 2015). Hannah Arendt y el imperativo de ser incomparable. Recuperado el Mayo de 2015, de Pueblos en Camino: http://www.pueblosencamino.org/index.php/asi-si/economias-alternativas-solidarias/1253-hannah-arendt-y-el-imperativo-de-ser-incomparable
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Tiqqun. (2015). ¿Cómo hacer? Planeta Tierra: Pensaré Cartonera.
Walsh, C. (2015). Pedagogias Decoloniales. Prácticas insurgentes de resistir, (re) existir y (re) vivir. Tomo I. Querétaro: En cortito que´s pa´largo.