La dignidad de Kobane. ¿Y nosotros hasta cuándo vamos a esperar?

Al recorrer las imágenes de terror que en la red nos muestran la forma como los ISIS decapitaban mujeres, hombres y niños en Kobane, se podría pensar que frente al terror no hay más remedio que dejarse exterminar en masa porque ya no hay nada que hacer. Pero los pueblos, esta vez todas y todos los kurdos, nos siguen dando ejemplos que brotan de la misma tierra donde ya no vale de nada la esperanza. 
 
 
El logro de mujeres y hombres en Kobane, es para nosotros y nosotras un ejemplo claro de que el terror puede y ha sido derrotado desde la dignidad y el espíritu vital que nos hace y que la misma muerte desde el terror nos debe levantar como las y los levanto allí donde era imposible que lo hicieran, para que todos los pueblos sometidos hoy por el mismo terror, ya no estén solos. Los habían destinado al exterminio y la impotencia y han derrotado a ambos y a las maquinarias de muerte con su amor por la vida. 

 
 
Así como es de estremecedor ver las imágenes de terror, es de sobrecogedor verlas y verlos bailar, cantar y celebrar la vida. Gracias al pueblo de Kobane. Gracias desde las lágrimas, la ira y lo más intimo y valioso de nuestro ser. Gracias por exigirnos resistir desde su ejemplo.
 
 
Observar cabezas cortadas, cuerpos despedazados, mujeres y hombres sometidos, niños destrozados… con todo el terror circundando para que en últimas, sea a través de ISIS o de rebeldes Sirios, o del ejército Turco, o de la OTAN, o de quien sea que masacre, el capital someta, despoje y acumule. Nos desgarra el alma porque este frío y calculado terror se ensañó contra el digno y hermoso pueblo Kurdo en Kobane y Kurdistan, cuyos rostros conocemos y nos marcan el alma, al liberarse de los señores del terror, porque sigue pasando. Está pasando ahora mismo! Sin irnos muy lejos recordemos las mismas escenas de muerte en Palestina, Colombia, México, Honduras, Guatemala y en tanto otro lugar donde se extermina sin que siquiera se sepa. El mismo aparato de terror y guerra para exterminar y despojar la vida toda, eliminar la gente que les sobra a los codiciosos, aprovecharse de la tierra para exprimirla y dejarla hecha basura a nombre de dioses y ganancias y convertirlo todo en privilegio y en mercancía. Gritamos que nos alegra y llena de vida la resistencia y digna lucha de las y los Kurdos que se acaban de liberar, y al mismo tiempo, nos llena de dolor y digna rabia saber que, si el Proyecto de Muerte del fascismo global acaba de consolidarse, muy pronto diremos como ya sienten muchas y muchos, tal vez la mayor parte de la humanidad hoy sometida, lo mismo que dijera David Rousset desde los campos de exterminio Nazi: “Acá estamos cientos de miles, todos viviendo en la más absoluta soledad”(1). 
 
Al estudiar el Totalitarismo y la “Dominación Total”, Hannah Arendt señaló cómo, la producción masiva de cadáveres vivientes que precede a su exterminio, requiere de la eliminación de los seres humanos como sujetos morales, lo que tiene una de sus manifestaciones más dramáticas en la imposibilidad de que aún la muerte inminente e inevitable tenga algún sentido que la trascienda. El régimen les niega la posibilidad de convertirse en mártires. En este sentido cita el testimonio de David Rousset desde los campos de concentración: 
 
“¿Cuanta gente aquí, aún cree que una protesta tiene siquiera importancia histórica? Este escepticismo es la obra maestra de la SS. Su gran logro. Han corrompido toda la solidaridad humana. Acá, la noche ha caído sobre el futuro. Cuando no queden ya testigos, no podrán haber testimonios. Manifestarse, movilizarse, protestar, aún cuando la muerte no pueda ya ser postergada, es un intento por dar a la muerte algún sentido, actuar más allá de la propia muerte. Para lograrlo, este gesto debe tener aún significado para la sociedad. Acá estamos cientos de miles, todos viviendo en la más absoluta soledad. En esta soledad, nos encontramos totalmente sometidos, sin importar lo que suceda.” (Arendt, 2000b, p.132)
 
Designar masas de población, cientos de miles, aún millones, para la muerte, el exterminio en masa, de manera calculada y eficiente, con el propósito de alcanzar metas concretas que obedezcan a necesidades específicas, cuantificadas y cuantificables en respuesta a intereses  racionales y coherentes requiere del escepticismo, de la insensibilidad que describe Rousset. Un escepticismo que haga invisibles a las víctimas o que las establezca como un excedente, un estorbo y una carga para la sociedad; que los condene a la “más absoluta soledad”. A esas muertes en curso de ser ejecutadas, les es negada la trascendencia, el significado, el heroísmo. No son mártires: son números, cifras, insumos para las fábricas de cadáveres. No son sólo vidas sin sentido o muertes en vida, son muertos sin importancia antes de ser exterminados. Allá nos quieren llevar. Allá nos están llevando al intentar que olvidemos, que pasemos la página de Guatemala, de Honduras, de Ayoptzinapa, de Buenaventura, de Gaza y de tantas otras masacres en curso. 
 
 
Pero Kobane se levantó y derrotó esta intención, este aparato monstruoso, este poder totalitario y total que nos negamos a ver. Kobane, esas bellas mujeres se yerguen ante la humanidad germinando vida allí donde sembraron el terror y la muerte. Los obligaron a jugar con las cabezas de sus bebés, pero no lo harán nunca más, porque no se agacharon. Resistieron. Son la vida. Hoy cantan y bailan merecidamente celebrando la libertad y no para distraerse engañándose para negar el terror. Hasta Kobane llegó la solidaridad de los pueblos, como lo testimonia este texto y video de una compañera Argentina que estuvo allí y hoy celebra su libertad. Que la dignidad nos contagie. Que la gente Kurda nos convoque. Que Kurdistán sea libre. Que dejemos de creer que esto no es contra nosotras y nosotros y nos tejamos de una vez por todas en resistencia porque ellos han sido y serán derrotados por la vida y la dignidad. Viva Kobane, Viva el Kurdistán Libre!, Vive el espíritu humano hecho camino.
 
 
 
(1) Rozental y Almendra (2015), «No están solos»: reflejos frente al espejo de nuestras contradicciones  y desafíos. Texto en imprenta
 

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