Abya Yala: en una fecha como esta evocamos a Tupac Amaru II

Hoy, 18 de mayo del 2014 se cumple un nuevo aniversario de la ejecución de José Gabriel Condorcanqui. Tupac Amaru II. Nos corresponde recordar esta fecha para rendir en ella homenaje a las grandes figuras de nuestra historia. A quienes entregaron su vida en defensa de la independencia nacional, la soberanía y la democracia. 

 
A TODOS LOS PERUANOS
A LAS FUERZAS PROGRESISTAS DE LA VIDA NACIONAL
 
En una fecha como ésta, se evocan nombres que nos convocan, como Juan Santos Atahualpa, Micaela Bastidas, Francisco de Zela, Crespo y Castillo, Mariano Melgar, Miguel Grau, Francisco Bolognesi, José Carlos Mariátegui y muchos más- Es preciso hoy hablar con la verdad en la mano y el optimismo enhiesto, para decir lo siguiente:
 
José Carlos Mariátegui sembró en nuestra conciencia el ideal internacionalista. Nos dijo que el Perú y los países de la región estaban “mucho más relacionados el uno con el otro, de lo que algunos suponen”. Y es que, en efecto, lo que acontece hoy en nuestra tierra, está atado a lo que sucede más allá de nuestras fronteras, en el ámbito latinoamericano y mundial. La suerte del proceso peruano, hoy se juega no solamente en nuestro escenario.
 
El mundo de hoy
 
Hace algo más de veinte años el escenario global signaba la presencia hegemónica del Imperialismo Norteamericano. Estados Unidos se había convertido en la potencia dominante luego de la caída de la URSS y la quiebra el régimen socialista en Europa del Este. Vivíamos un mundo unipolar en el que la voluntad yanqui, asomaba imbatible.
 
La soberbia del Imperio lo llevó a impulsar guerras que supuso victoriosas en Asia Central y en el Medio Oriente y agredir aviesamente los procesos liberadores en nuestro continente y otros. Hoy esas guerras virtualmente han concluido sin que la administración norteamericana pueda cantar victoria, y los procesos en América se han afirmado tomando el pulso de nuestros pueblos
 
Hoy, Rusia ha recompuesto su política exterior y asoma como un contrapeso significativo de los Estados Unidos en el escenario mundial. Lo mismo ocurre con la República Popular China. Independientemente del giro que tome esos países su política interna, en su expresión exterior ostentan puntos de vista que afectan los intereses de la Casa Blanca. La India juega su propio papel en un escenario que rescata también para sí la Unión Europea, en tanto que algunas nuevas potencias como Brasil, asoman pujantes. La multipolaridad se impone al revés de las intenciones del Imperio.
 
Pero la resistencia principal a las prácticas agresivas de los Estados Unidos en América Latina proviene de los procesos sociales que se desarrollan en varios países de la región. La Revolución Cubana se ha confirmado como un referente inequívoco de dignidad y de combate en la lucha por un mundo mejor, y concita admiración y respaldo de los pueblos.
 
El proceso bolivariano de Venezuela vence y se desarrolla no obstante provocaciones fascistas, y hoy se afirma como derrotero para otros países. En Bolivia, el gobierno plurinacional de Evo Morales; en Nicaragua, el régimen Sandinista de Daniel Ortega; en El Salvador la victoria del Farabundo Martí para la Liberación Nacional; en Ecuador la llamada “Revolución Ciudadana” del Presidente Correo; y en Chile el triunfo de Bachelet; sirven como acicate para las fuerzas avanzadas de un continente, en el que hay también gobiernos progresistas en Brasil, Argentina, Uruguay e incluso en Costa Rica.
 
Que el imperio no descansa en el empeño por dar al traste con estos procesos sociales, lo muestran los acontecimientos ocurridos hace poco en Honduras, donde fue derrocado el gobierno de Manuel Zelaya y luego se consumó un descarado fraude electoral; y el Paraguay, cuando las fuerzas más reaccionarias se coludieron para acabar los tímidos avances democráticos de la gestión del Presidente Lugo. Pero, sobre todo, lo que ocurre en Venezuela, donde se derrota una brutal ofensiva contra el régimen constitucional.
 
La victoria electoral de Michelle Bachelet en Chile y la formación de un gobierno en el que se marca la presencia del Partido Comunista de Chile, fuerza solvente y respetable y referente inequívoco para todos los revolucionarios de nuestro continente; constituye una nueva caída del Imperio y un severo golpe a los objetivos primigenios de la denominada “Alianza del Pacífico” y, sobre todo, al empeño de Washington de contraponerla al ALBA, UNASUR, o incluso CELAC expresiones legítimas de unidad de las fuerzas más avanzadas de nuestro continente.
 
En efecto, el nacimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe -la CELAC- y la Cumbre de La Habana, marcaron un significativo hito en el proceso emancipador, y diseñaron una orientación propia aislando la presencia yanqui en el continente. Si hoy celebramos, y por lo más alto, el bicentenario de la Independencia de América, debemos reivindicar una idea de nuestros libertadores: la visión continental de la lucha, y no dejarnos maniatar por fronteras regulares que separan a pueblos hermanos. Hoy, la experiencia de Venezuela nos obliga a mirar con mayor responsabilidad el escenario continental y a valorar incluso los riesgos que entrañan para nuestros pueblos los pasos de avance o retroceso que se registran en la región.
 
En nuestro suelo
 
En nuestro país se libra la misma lucha, con características y perfiles propios. El Perú, como otros en la región, atraviesa la dura condición de país invadido hace más de 500 años. Y la lucha que hoy desarrolla abarca -como en todos los países del mundo- no solamente los intereses de los seres humanos. Vivimos hoy más conscientes que antes, de habitar un planeta en el que tenemos el deber de defender la tierra, la biodiversidad, la naturaleza y todas las especies biológicas de nuestra fauna y flora, amenazadas por el cambio climático y el afán destructivo del hombre.
 
Nos quitaron la tierra y la Independencia, arrasaron nuestra cultura originaria y nos impusieron modelos extraños dándonos una visión egoísta de nuestro entorno, sin tomar en cuenta las nociones de nuestros antepasados, para quienes la naturaleza integraba su habitad.
 
Como en pocas ocasiones, cobran importancia hoy las poblaciones originarias, los modelos propios de promoción de cultura y desarrollo, las vivencias locales y nacionales y la necesidad apremiante de conocer la realidad nacional para transformarla no en beneficio de camarillas egoístas, sino en función de los intereses de las grandes mayorías.
 
En la historia del siglo XX hubo en el Perú quienes parecieron darse cuenta de la necesidad de promover un desarrollo propio e independiente. Gobiernos democráticos como el de Billinghurts o el de Bustamante y Rivero; o procesos de cambios profundos como el que impulsara la Fuerza Armada bajo la conducción del general Juan Velasco, abrieron los ojos a millones de peruanos que, en el pasado más reciente, se enfrentaron con firmeza a la dictadura fujimorista y a gobiernos represivos, reaccionarios y corruptos, cuya expresión más patética fue el régimen de García, en sus dos administraciones.
 
En el empeño por derrotar a estos sectores y fuerzas directamente vinculadas al capital imperialista y a los intereses de la oligarquía nativa; el pueblo peruano -inspirado en el ejemplo de Tupac Amaru y guiado también por el derrotero de José Carlos Mariátegui- libró diversas luchas y alcanzó distintas experiencias. Acciones de clase, como el Paro Nacional de julio de 1977 liderado por la CGTP y otros anteriores y posteriores; y procesos de unidad popular como los que se vertebraran en los años 80 -Izquierda Unida-; esbozaron una corriente nacional liberadora profundamente peruana y creadora, que cobró nuevos bríos a comienzos del siglo XXI.
 
Se forja una conciencia clara de lucha
 
El surgimiento de una corriente contestataria a la voluntad de la clase dominante, que asomó en los comicios del 2006 y que no fue suficientemente entendida ni procesada por la izquierda, dio una pauta de lo que hoy vivimos.
 
En los comicios municipales del 2010 el movimiento popular fue capaz de asestar un golpe a la reacción logrando una victoria neta en el Concejo Provincial de Lima. 
Independientemente de sus diferencias puntuales, diversas fuerzas y sectores sintieron el llamado de la unidad y sumaron votos para vencer a la alternativa más reaccionaria.
 
Un fenómeno similar ocurrió en los comicios nacionales del 2011, en los que el pueblo fue capaz de derrotar a la Mafia Fujimorista apoyada por el APRA, y que contara con el activo respaldo del empresariado, y con el apoyo de grandes medios de comunicación ligados al Imperio.
 
Si finalmente se votó por el candidato del Partido Nacionalista no fue porque éste ofreciera -que no lo hizo- un programa revolucionario; sino simplemente porque marcaba una diferencia significativa con la dictadura siniestra de Fujimori y la acción corrupta y rastrera que había dejado la huella de su administración, y el régimen aprista.
 
Es claro que originalmente, en el llamado Programa por la Gran Transformación, se ofertó alternativas de corte patriótico pero ellas se vieron recortadas por la “hoja de ruta”, y fueron atenuadas aún más por la dinámica del proceso de hoy. No obstante, derrotar a la Mafia profundamente antiperuana y en extremo corrupta y abrir un nuevo escenario a la confrontación de clases, fue lo que indujo a la mayoría de los peruanos a votar por el régimen que hoy gobierna. Era un deber elemental hacerlo.
 
Nadie puede decir que el gobierno responde plenamente a las necesidades nacionales. Pero tampoco puede caerse en el extremo erróneo de sostener que es “algo más de lo mismo”, ni “la continuación de un pasado de oprobio”.
 
La penetración de agentes del Fondo Monetario en su entorno, su renuencia a romper los moldes del “modelo” neo liberal, su falta de confianza en el pueblo, y la debilidad de éste para unirse, organizarse, desarrollar una conciente lucha política y elevar su capacidad de combate en función de sus propios intereses y, sobre todo, la ausencia de una izquierda seria; ha debilitado el proceso peruano y lo coloca hoy ante un grave riesgo.
Existe, en efecto la posibilidad de que la Mafia Fuji-Alanista recupere el Poder por la vía de un Golpe de Estado, el adelanto de las elecciones nacionales previstas para el 2016 o a través incluso de ellas, si persistiera el clima de confusión y dispersión que hoy cunde y escinde a las fuerzas democráticas y progresistas y las aísla del pueblo.
 
La Mafia y sus aliados
 
La derecha odia al gobierno del Presidente Humala y al propio Mandatario incluso independientemente de que sus acciones respondan en alguna medida también a sus intereses. No admite que gobiernen las fuerzas que la derrotaran el 2010 y el 2011 y sueña con dar al traste con su gestión, a cualquier precio. Salidas “constitucionales” como las registradas en Honduras o e Paraguay, o golpes de Estado, como lo que se frustraran en Venezuela en el 2003 y en Ecuador después; están en los planes de la reacción. Pero ella se prepara también para unir fuerzas y confía en mantener dispersas a las fuerzas del cambio, situándolas en compartimientos estancos, desligadas la una de la otra.
 
En el campo de la reacción se formula un escenario que sería ideal para los propósitos de la Mafia: que en el 2016, en una segunda vuelta, el país se viera forzado a elegir entre Keiko Fujimori y Alan García. Cualquiera de las dos alternativas, sería peor que la otra. También esboza la posibilidad de jugar con otras: Pedro Pablo Kuczynski, por ejemplo, o cualquier otra personalidad que pudiese provenir de las mismas canteras y asegurar la aplicación de un programa ajustado estrictamente a los cánones de la dominación.
 
La unidad, es tarea de honor
 
El movimiento popular tiene el deber de unirse. Y al hacerlo, juntar en un sólo haz a todas las fuerzas democráticas y progresistas, a los sectores medios de la sociedad y a las fuerzas mas avanzadas de la misma. Si no lo logra, habrá de sufrir una severa derrota. Esta es la tarea principal. Mas allá de objetivos partidistas y afanes logreros de corte electoral, sus dirigentes deben asumir el reto de unificar a todos en contra el verdadero enemigo de nuestro pueblo, superar la dispersión que campea, diseñar los objetivos esenciales de la lucha y alentar las acciones para asegurar la victoria. Y es básico que se tenga conciencia plena de ello. El enemigo fundamental, es uno sólo, y el peligro principal, también es uno. No hay varios enemigos fundamentales ni se proyectan diversos peligros principales. Oteando el horizonte, hay que saber distinguir las cosas con responsabilidad de clase.
 
Han surgido distintas expresiones de unidad en este periodo. Todas ellas son respetables y rescatables en la medida que apunten a un mismo propósito Lo importante no es el nombre del candidato que aglutine al pueblo, ni el membrete que lo represente. Lo importante -lo decisivo- es la unidad, y el programa elementalmente democrático y progresista que lo afirme. Si eso se logra, el candidato puede tener uno u otro nombre. Pero si no se logra, la dispersión nos va a devorar a todos.
 
Un gobierno digno de nuestro pueblo
 
En el 2011 un revolucionario de indiscutida experiencia, el Comandante Tomás Borge, dijo a todos los dirigentes de la Izquierda oficial congregados en un acto público: “¡Únanse, o muéranse!”. No se unieron, pero tampoco se murieron. Resolvieron subirse presurosos al carro del candidato Ollanta Humala pintando ante el pueblo la imagen de que él era un “revolucionario”. Y como luego “descubrieron” que no lo era, optaron por cubrirlo de improperios, en lugar de percibir la realidad. Esto, en ningún caso puede repetirse.
 
Es esencial comprender que la unidad que se requiere, es una UNIDAD POLITICA basada en programas y acciones de ese corte. Ella podrá dar sustento temporal a una UNIDAD ELECTORAL, pero no ocurrirá al revés.
 
Para cualquier batalla del futuro -política o electoral- hay que hacer la unidad de todas las fuerzas susceptibles de ser unidas contra el enemigo principal de nuestro pueblo -el Imperialismo y su instrumento más directo: la Mafia apro-fujimorista- y abrir paso a un nuevo escenario nacional en el que sea posible desplegar la luchas social en mejores condiciones que antes.
 
El país necesita un gobierno que reúna dos requisitos básicos: eficiencia y honradez. Un gobierno que amalgame esos dos requerimientos, será digno de nuestro pueblo. Los revolucionarios -las fuerzas más avanzadas- deben comprender que alentar estos objetivos, no implica renunciar a la lucha por el socialismo o propuestas mayores. Al contrario, es acercarnos a más altas confrontaciones de clase, en las que será posible alcanzar propósitos más elevados.
 
Autor: Centro de Estudios Democracia, Independencia y Soberanía
Fuente: La Mula 

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