Sustentabilidad capitalista vs sustentabilidad en resistencia

“Comúnmente iniciaríamos una reflexión sobre sustentabilidad definiéndola por su especificidad, sin embargo quisiera definirla por su generalidad, por la lógica dominante en la que opera en el marco del capitalismo –que es la forma en que se desorganizan casi todos los ámbitos de nuestras vidas…”

 
 
— Si los tiburones fueran hombres -preguntó al señor K. la hija pequeña de su patrona- ¿se portarían mejor con los pececitos?
 
— Claro que sí -respondió el señor K.-. Si los tiburones fueran hombres, harían construir en el mar cajas enormes para los pececitos, con toda clase de alimentos en su interior, tanto plantas como materias animales. Se preocuparían de que las cajas tuvieran siempre agua fresca y adoptarían todo tipo de medidas sanitarias. Si, por ejemplo, un pececito se lastimase una aleta, en seguida se la vendarían de modo que el pececito no se les muriera prematuramente a los tiburones. Para que los pececitos no se pusieran tristes habría, de cuando en cuando, grandes fiestas acuáticas, pues los pececitos alegres tienen mejor sabor que los tristes. También habría escuelas en el interior de las cajas. En esas escuelas se enseñaría a los pececitos a entrar en las fauces de los tiburones. Estos necesitarían tener nociones de geografías para mejor localizar a los grandes tiburones, que andan por ahí holgazaneando.
 
Lo principal sería, naturalmente, la formación moral de los pececitos. Se les enseñaría que no hay nada más grande ni más hermoso para un pececito que sacrificarse con alegría; también se les enseñaría a tener fe en los tiburones, y a creerles cuando les dijesen que ellos ya se ocupan de forjarles un hermoso porvenir. Se les daría a entender que ese porvenir que se les auguraba sólo estaría asegurado si aprendían a obedecer. Los pececillos deberían guardarse bien de las bajas pasiones, así como de cualquier inclinación materialista, egoísta o marxista. Si algún pececillo mostrase semejantes tendencias, sus compañeros deberían comunicarlo inmediatamente a los tiburones.
 
Si los tiburones fueran hombres, se harían naturalmente la guerra entre sí para conquistar cajas y pececillos ajenos. Además, cada tiburón obligaría a sus propios pececillos a combatir en esas guerras. Cada tiburón enseñaría a sus pececillos que entre ellos y los pececillos de otros tiburones existe una enorme diferencia. Si bien todos los pececillos son mudos, proclamarían, lo cierto es que callan en idiomas muy distintos y por eso jamás logran entenderse. A cada pececillo que matase en una guerra a un par de pececillos enemigos, de esos que callan en otro idioma, se les concedería una medalla de varec y se le otorgaría además el título de héroe.
 
Si los tiburones fueran hombres, tendrían también su arte. Habría hermosos cuadros en los que se representarían los dientes de los tiburones en colores maravillosos, y sus fauces como puros jardines de recreo en los que da gusto retozar. Los teatros del fondo del mar mostrarían a heroicos pececillos entrando entusiasmados en las fauces de los tiburones, y la música sería tan bella que, a sus sones, arrullados por los pensamientos más deliciosos, como en un ensueño, los pececillos se precipitarían en tropel, precedidos por la banda, dentro de esas fauces.
 
Habría asimismo una religión, si los tiburones fueran hombres. Esa religión enseñaría que la verdadera vida comienza para los pececillos en el estómago de los tiburones.
 
Además, si los tiburones fueran hombres, los pececillos dejarían de ser todos iguales como lo son ahora. Algunos ocuparían ciertos cargos, lo que los colocaría por encima de los demás. A aquellos pececillos que fueran un poco más grandes se les permitiría incluso tragarse a los más pequeños. Los tiburones verían esta práctica con agrado, pues les proporcionaría mayores bocados. Los pececillos más gordos, que serían los que ocupasen ciertos puestos, se encargarían de mantener el orden entre los demás pececillos, y se harían maestros u oficiales, ingenieros especializados en la construcción de cajas, etc. En una palabra: habría por fin en el mar una cultura si los tiburones fueran hombres. 
 
Si los tiburones fueran hombres (Bertolt Brecht)
Kalendergeschichten (1)
 
 
Si los tiburones fueran hombres…habría por fin cultura en el mar señalaba Brecht. Preguntarnos por la sustentabilidad –como por cualquier otra categoría- supone necesariamente –aunque es muy poco frecuente que se haga- preguntarse por la cultura en la que vive o habita dicha categoría, esa forma de organización –o desorganización- económica, política, social sin la cual nunca sería. Pero también supone preguntarse por los agentes que gestionan esa forma de organización o desorganización, ya que entre el que gestiona y el gestionado hay una enorme distancia y diferencia de intereses y necesidades. Los tiburones y los peces, a pesar de vivir ambos en el mar, no son lo mismo, pero eso es algo de lo que hay que darse cuenta, y si es antes de llegar a las fauces de los primeros, mucho mejor.
 
Comúnmente iniciaríamos una reflexión sobre sustentabilidad definiéndola por su especificidad, sin embargo quisiera definirla por su generalidad, por la lógica dominante en la que opera en el marco del capitalismo –que es la forma en que se desorganizan casi todos los ámbitos de nuestras vidas.
 
Nuestro país (México) en los últimos cinco años ha caído en una crisis aguda: más de cien mil muertos, diez mil desaparecidos, cincuenta mil secuestrados, medio millón de desplazados, la tercera parte de los mexicanos vive fuera del país, veintiocho familias acapara el 50% del ingreso nacional, 40% del territorio nacional esta concesionado a trasnacionales, y todo el mundo está envuelto en esa misma crisis (2). 
 
Detrás de ello está un común denominador: el afán de lucro como motor del discurso y prácticas que organizan –o desorganizan- al conjunto de las relaciones sociales (3). El afán de lucro nos metió en este panorama de horror, y lo trágico es que las “soluciones” de múltiples agentes encargados de gestionar las formas de esta desorganización social (Estado, empresas privadas, una gran parte de la “sociedad civil”, crimen organizado) se encuentran enmarcadas nuevamente en el afán de lucro, ocasionando un desastre mayor. 
 
En este contexto, la sustentabilidad solo puede significar un eufemismo a la prolongación de la crisis y la agudización del desastre; el enmascaramiento de la acumulación de ganancias sin importar más nada; la forma en que los tiburones culpan a los peces de estar muriendo. En el país, y en el mundo, “conservar o preservar el medio ambiente”, declarar “patrimonio cultural intangible” los recursos culturales relacionados con la naturaleza, incentivar la “auto-organización” de la “sociedad civil” para lograr una mayor inserción al sistema, se han convertido en un negocio rentable, ello por medio de la venta de patentes, del comercio de carbono, de la inversión a largo plazo de reservas energéticas, de la proliferación de consultorías privadas encargadas de la ejecución de dichas políticas, etc. En otras palabras, mientras el problema sea enmarcado en la lógica de la mercancía y la ganancia no hay “solución” real, y quienes seguiremos poniendo los muertos seremos “los gestionados”, los peces del mar de Brecht. 
 
Sin embargo, y para descartar las lecturas apocalípticas, la realidad no es lineal y existen resistencias a considerar esta forma de organización de la sociedad como la única posible y deseable. Resistencias en las cuales los “gestionados” se convierten en gestores de sus propias vidas, donde comienzan a diseñar y ejecutar discursos y prácticas acordes a ellos mismos: alimentación, trabajo, educación, religión, salud, arte, para, por y desde los peces en una constante confrontación con los tiburones.
 
Desde este lugar, sustentabilidad significa cosas muy diferentes –no mejores, no peores- a la que ya definíamos, significa al menos la posibilidad de transitar a otra lógica no capitalista, transitar a otro marco de organización de nuestras vidas. De lo que resulte no existen certezas, dependerá, como bien sugiere Jerome Baschet (4) de las respuestas que le demos al para qué hacemos lo que hacemos, todo, en este caso la sustentabilidad.
 
En diversas experiencias de resistencia con las que he podido compartir existe un común denominador en torno al cual giran las distintas concepciones como pudiera ser la relación hombre-naturaleza, éste es la continuación de la producción y reproducción de la vida en un marco de dignidad. Sustentabilidad aquí no es evitar que se corte leña para cocinar o que se desmonte para el establecimiento de un establo sino descolocar el afán de lucro como el eje principal de la cultura y sustituirlo por un afán por la vida.
 
Por: Rene Olvera Salinas
 
 
Notas
 
(1) Brecht, Bertold. “Kalendergeschichten”. En: Reimer, Everett. La escuela ha muerto. Barcelona: Barral Editores, 1974.
(2) Esteva, Gustavo. “Tiempos de indignación, tiempos de reflexión”. En Rebelarse desde el nosotrxs. Porque desde el abismo es imposible vivir sin luchar, 8-38. Querétaro: En cortito que´s pa´largo, 2014.
(3) Mondragón, Héctor. «La crisis del afán de lucro.» En Palabras para tejernos, resistir y transformar en la época que estamos viviendo, editado por Raquel Gutierrez, 97-116. Cochabamba: Textos Rebeldes, 2011.
 (4) Citado en: Latouche, Serge. “El despertar de los amerindios, otra vía, otra voz”. En: Salir de la sociedad de consumo. Barcelona: Octaedro, 2012.
 

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