Un indio pintado

Desde Sibundoy Putumayo nos preguntan: “¿… Cómo es este indio que se pinta, qué postura tiene?, ¿qué representa? Es acaso solo una extensión de la mirada publicitaria, de donde toman los artistas esos referentes, ¿cuál es la acción que lleva implícita la imagen? Son preguntas que surgen al ver el imaginario del arte urbano indígena, pues las problemáticas transversales del indio latinoamericano (despojos, extermino de la madre tierra, muerte, entre otras) pocas veces son expuestas en las galerías de las metrópolis, se sigue usando la cultura indígena como decoración, un lenguaje de colores sin intención alguna”. Pero también dentro de los mismos territorios vemos cantidades de imágenes con los símbolos y personajes de la lucha que están estereotipando un tipo de indio idealizado para la folclorización y máximo, para alimentar la imagen idealizada de unos pocos. Así que nos va quedando pendiente empezar a sentipensar ¿Cómo expresar nuestras posturas contra los proyectos de muerte, pero también empezar a pintar las enfermedades de adentro para que sean prevenidas y atendidas colectivamente? ¿Cómo Así? Pueblos en Camino

Un indio pintado

En el campo de la imagen, se evidencian claramente las luchas sociales, y la ciudad es un campo de batalla, los muros representan esa lucha de poderes, es un escenario donde los discursos gráficos adquieren relevancia, y logran transformar su medio ambiente social, el gobierno que bien entiende esto, extiende su tentáculo, influenciando la moral pública a través del  arte urbano, como parte de su programa de citymarketing; apuesta a patrocinar murales que terminan maquillando las problemáticas sociales- pintando el bollo, pintando la ciudad para los turistas, para los corredores económicos, donde hay buenos muros, hay buena inversión, los muros ya son un indicador, son una frontera, un territorio. El gobierno se une a empresarios, los cuales  con sus fundaciones y posteriores donaciones pintan la periferia, la pobreza de colores, los muros que se promocionan desde el estado son aquellos que logren pasar el filtro, donde muchas veces lo estético es un manto, una veladura sobre lo ético, la ciudad es bonita, más no pensante, y los artistas colaboran bastante con su apatía política, pintar pero sin molestar a nadie, palmaditas en la espalda y cientos de “Me gusta “ en sus redes sociales.

Existe una mirada sobre lo indígena en el arte urbano, existen muchos artistas actualmente que usan la simbología, personajes, estéticas propias de los pueblos originarios del abya yala, dentro de sus producciones alrededor del mundo, desde pasarelas hasta grandes supermercados, han llevado estas representaciones culturales hasta otros escenarios, hasta otros contextos, hay una corriente que quiere mostrar lo indígena desde el lenguaje del arte urbano, quieren pintar a los indios, son otro producto de la sociedad del consumo.

El apogeo del arte urbano, ha desatado una cacería de imágenes, los neo artistas latinoamericanos buscan esas imágenes que logren dar cuenta de una identidad, quizás un estilo; un nuevo sincretismo inunda los muros y las redes sociales.

Es importante añadir, que esta búsqueda solo la hacen unos pocos, otros solo copian estilos del mainstream del arte urbano contemporáneo para, entre otras razones, poder ser admitidos en el mercado del arte urbano.

¿Cómo es la mirada del artista ante la imagen indígena?

No es una pregunta nueva, en los primeros encuentros con la mirada euro -centrista del arte ya percibimos su ignorancia y su asombro, las primeras imágenes que emergen son la de ciclopes, mostros y unicornios, el espanto y la belleza que aún no logran asimilar.

Una parte de la academia continua anclada al pasado, unida a una educación geopolítica que quiere borrar a los antiguos dueños de la tierra, para un gran número de personas, los indios se están extinguiendo, o ya no saben si existen, son invisibles, no saben dónde están los indios, los han visto en las periferias, algunos en ese otro mundo desconocido que es la selva, o  quizás en algunos museos, donde se intenta mirar su arte, otra vez, desde afuera.

La publicidad ha ayudado a fomentar un estereotipo de lo indígena, de su cultura, de su cosmovisión, de su lenguaje; la mirada peyorativa de los medios, mirada para vender su pornomiseria, para vender lo exótico, la mirada del devastador turismo, la mano de obra barata, todo esto para vender algún producto o servicio.

Todo lo anterior se resume en lo político, ¿cuál es la representación política que se le ha otorgado a la imagen de los pueblos originarios?

Esta imagen ha sido segregada, devastada, empobrecida, usurpada, callada, manoseada, manipulada y tristemente en algunos casos, extinguida.

La versión del indígena y su cultura, su territorio, es una versión antigua, en todos los sentidos, como si aún estuvieran en choque continuo con la modernidad.

Que poco sabemos de los indios, y eso que somos indios, los referentes que tenemos de ellos, ¿cuáles son? Acaso estamos pintando algo que no conocemos.

En Colombia decimos coloquialmente “ahí está pintado en la pared”, como cuando se le falta el respeto a alguien, como quien dice, su imagen no representa nada, es un dibujo, no existe, usted está pintado en la pared, no tiene autoridad.

Hay muchos indios pintados en las paredes.

¿Y cómo es este indio que se pinta, qué postura tiene?, ¿qué representa? Es acaso solo una extensión de la mirada publicitaria, de donde toman los artistas esos referentes, ¿cuál es la acción que lleva implícita la imagen? Son preguntas que surgen al ver el imaginario del arte urbano indígena, pues las problemáticas transversales del indio latinoamericano (despojos, extermino de la madre tierra, muerte, entre otras) pocas veces son expuestas en las galerías de las metrópolis, se sigue usando la cultura indígena como decoración, un lenguaje de colores sin intención alguna.

Buscar en las raíces, es maravillarnos ante ese universo indígena, sincretismos útiles  a lo largo de la historia han generado la cultura actual, la cultura cambia para pervivir  y  la cultura de los pueblos originarios hoy  está más viva que nunca, es una cultura que representa actualmente la más digna de las luchas, el pueblo indígena lucha por la defensa de la madre tierra, por sus derechos, por el territorio que es la vida misma, pintar a un indio debería tener que ver más con ésto, con  solidaridad y acción, con amor eficaz; es deber unirse a todas sus luchas, porque si buscamos en nuestra raíces, encontraremos la lucha latiendo fuerte.

Los muros deben hablar de esas luchas, que son nuestras luchas.

Desde el confort de las urbes, y la despresurización social de las redes de comunicación, ignoramos la realidad del continente indio, el arte urbano en su esencia, es el espacio que permitirá evidenciar la lucha social que libran los pueblos originarios ( y no solo ellos, habría que extenderse para hablar de las comunidades afro y campesinas ),  es a través de los muros que el mundo no sólo admirara su cultura, sino que lograran ver sus luchas, sus justos reclamos, esperando tener al fin una imagen digna de los dueños de la tierra.

Sabemos que pintamos y para quien pintamos.

A

Sibundoy

11 de abril

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